Autoras/es: Eduardo Galeano
(Fecha original del artículo: 1987)
Los indios/3
JEAN-MARIE Simon lo supo en
Guatemala. Ocurrió a fines de 1983, en una aldea llamada Tabil, en el sur M
Quiché.
Los militares venían cumpliendo su campaña de aniquilación de las comunidades
indígenas. Habían borrado del mapa a cuatrocientas aldeas en menos de tres años. Quemaban plantíos,
mataban indios: quemaban hasta la raíz, mataban hasta los niños. Vamos a dejarlos sin
semilla, anunciaba el coronel Horacio Maldonado Shadd.
Y así llegaron, una tarde, a la aldea de Tabil.
Venían arrastrando cinco prisioneros, atados de pies y manos y desfigurados por
los golpes. Los cinco eran de la aldea, allí nacidos, allí vividos, allí
multiplicados, pero el oficial dijo que esos eran cubanos enemigos de la
patria: la comunidad debía resolver qué castigo merecían, y ejecutar el
castigo. Por si resolvían fusilarlos, les dejaba las armas ya cargadas. Y dijo
que les daba plazo hasta mañana al mediodía. En asamblea, los indios discutieron:
- Estos hombres son nuestros hermanos. Estos hombres son inocentes. Si no los matamos, los soldados nos matan.
- Estos hombres son nuestros hermanos. Estos hombres son inocentes. Si no los matamos, los soldados nos matan.
La noche entera pasaron discutiendo. Los prisioneros, en el centro de la
reunión, escuchaban.
Llegó el amanecer y todos estaban como al principio. No habían llegado a
ninguna decisión y se sentían cada vez más confusos.
Entonces pidieron ayuda a los dioses: a los dioses mayas, y al dios de los
cristianos.
En vano esperaron la respuesta. Ningún dios dijo nada. Todos los dioses estaban
mudos.
Mientras tanto, los soldados esperaban, en algún monte de los alrededores.
La gente de Tabil veía cómo el sol se iba alzando, implacable, hacia lo alto
del cielo. Los prisioneros, de pie, callaban.
Poco antes del mediodía, los soldados escucharon los balazos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario