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En La Falda, fantasmas nazis sobrevuelan el Edén 
Un documento del FBI fechado cuatro meses después del suicidio 
de Hitler alertaba sobre la posibilidad de que el Führer huyera con 
destino al hotel de sus amigos, el Edén, en Córdoba. 
Sesenta años después de la capitulación del Tercer Reich, 
firmada el 8 de mayo de 1945, el Hotel Edén de La Falda, uno de los más 
acabados íconos hitlerianos de Córdoba, espera una licitación milagrosa 
que lo salve de una vez del abandono en que se encuentra. 
Ruinoso y desde hace años a punto de derrumbarse, sus viejas 
paredes a medio empapelar encierran el prólogo a la historia negra de 
los nazis llegados a la Argentina al amparo del primer gobierno 
peronista. 
Sus propietarios durante la guerra, Walter e Ida Eichhorn, 
habían sido amigos personales de Adolf Hitler y algunos de sus oficiales
 de estado mayor, y el 17 de setiembre de 1945 el FBI norteamericano 
llamaría la atención sobre la pareja y su hotel: "Si el Führer tuviera 
en algún momento dificultades, él podría encontrar un refugio en La 
Falda, donde ya se han hecho los preparativos necesarios". 
El documento está fechado cuatro meses y diez días después de 
que Hitler se suicidara en el búnker de la Cancillería, en Berlín, y 
forma parte de una serie en la que el FBI investigó la supuesta huida 
del jefe nazi hacia la Argentina, una hipótesis que resultaría 
disparatada. 
Recaudación en las sierras 
La atención de los americanos sobre el matrimonio Eichhorn 
había comenzado a manifestarse meses antes del fin de la guerra, cuando 
consiguieron recopilar información de inteligencia en Buenos Aires que 
los comprometía. 
En pocas semanas, el FBI había descubierto que la relación 
entre el führer y los dueños del Hotel Edén era más que estrecha, y que 
los Eichhorn no sólo eran nazis confesos y activos, sino que además 
habían actuado como recaudadores de dinero durante la campaña de Hitler 
para acceder al poder. 
Ya en 1935, durante un viaje a Europa de la pareja, el 15 de 
mayo habían sido recibidos en la Cancillería del Reich y condecorados 
por el jefe del partido. "Querido camarada Eichhorn", había dicho un 
solemne Adolf Hitler ese día. "Desde su ingreso en 1924, usted y su 
esposa han apoyado al movimiento nacionalsocialista con enorme espíritu 
de sacrificio y acertada acción, y a mí personalmente, ya que fue su 
ayuda económica la que me permitió -en el verdadero significado de la 
palabra- seguir guiando la organización". 
La colaboración seguiría en los años siguientes hasta tal punto
 que Ida Eichhorn y su esposo, en las sierras, durante el verano de 
1944, recaudarían el equivalente a 30 mil marcos de la época, que habían
 enviado a Berlín a nombre del ministro de Propaganda, Joseph Gobbels. 
En los últimos meses de la guerra, según recuerda el 
historiador local Carlos Panozzo, La Falda pasaría de ser un centro de 
recaudación a un lugar de refugio: en el puesto policial cercano al Edén
 de los Eichhorn, 1.200 alemanes recién llegados iniciarían el trámite 
para obtener documentos argentinos, alegando que estaban radicados 
allí. 
Un hotel muy particular 
Los Eichhorn habían llegado a La Falda en 1912 y compraron el 
Edén a otros alemanes que habían comenzado a explotarlo a finales de 
siglo. A partir de entonces, se iba a convertir en un hotel de cien 
habitaciones y cuarenta baños; comedor para 250 personas, bodegas 
repletas, salones decorados con araña de Murano y mármoles de Carrara, 
donde las familias más aristocráticas de la Argentina llegaban con su 
propio personal de servicio a pasar largas temporadas. 
Según los registros de huéspedes, que aún se conservan, en el 
Edén se alojaban científicos como Albert Einstein, poetas como Rubén 
Darío, presidentes como Julio Roca y Agustín P. Justo, y príncipes como 
el italiano Umberto de Saboya. Las instalaciones contaban con un cine 
propio, frigorífico y generadores de energía, el crecimiento de La Falda
 se construiría a la sombra de su influencia. 
Sin embargo, a partir de los años treinta el hotel iba a 
adquirir algunas características particulares. Viejos empleados todavía 
recuerdan los utensilios de cocina grabados con la cruz esvástica, y 
según reconstruye el historiador Panozzo, "los discursos y arengas de 
Hitler, en su momento de mayor auge, eran captados por una antena de 
onda corta levantada en el techo del Edén, y retransmitidos dentro y 
fuera del hotel por altoparlantes". 
En uno de los salones reservados del hotel, un gran retrato de 
Hitler, autografiado, presidía las ceremonias privadas de los Eichhorn. 
Viejas fotografías de Arturo Francisco, el primer fotógrafo de La Falda,
 muestran el retrato rodeado de ofrendas florales, como si el salón 
fuera un lugar de culto. 
Una carta de los Eichhorn a unos amigos alemanes, reproducida 
en un film documental, dice textualmente: "(...) La Falda es enteramente
 obra nuestra y por lo tanto tiene un fuerte tinte alemán. Obviamente, 
nos hemos preocupado muy bien en que el pensamiento político de toda 
nuestra gente sea sin excepción nacionalsocialista". 
El mito de la fuga de Hitler 
El documento del FBI que pone en evidencia a los Eichhorn 
plantea también la sospecha de que Adolf Hitler hubiese podido escapar 
de Berlín y refugiarse en las sierras cordobesas. Hasta hace pocos años 
la sospecha había dejado lugar a la leyenda, y en La Falda todavía se 
podían escuchar testimonios de quienes juraban haber visto al führer 
caminando por allí. 
Uno de esos presuntos testigos era una ex empleada del hotel, 
Catalina Damero, quien fantaseaba con haberle llevado la comida a 
Hitler, "a quien los Eichhorn alojaban en una habitación reservada del 
hotel". 
Aunque esto no fuese cierto, la historia del Edén había estado 
muy ligada al nazismo, y tras el fin de la guerr los vientos cambiaron 
brutalmente para los alemanes de La Falda. Tras el armisticio, del cual 
hoy se cumplen sesenta años, un grupo de militantes antinazis derrumbó 
el águila que coronaba el capitel del edificio, y de la noche a la 
mañana las casas de los Eichhorn y sus amigos aparecieron pintadas con 
la "V" de la victoria que habían popularizado Winston Churchill. 
Uno de esos antinazis había sido Ernesto Guevara Lynch, el padre del Che, a quien muchas veces había llevado en sus correrías por las sierras para espiar a los Eichhorn.  
El final del Edén 
Tras la rendición de Alemania, a la que Argentina había 
declarado la guerra sólo unas semanas antes, el hotel le fue expropiado 
temporalmente a los Eichhorn, como parte de la "propiedad enemiga" que 
había en el país. 
Sus instalaciones iban a servir, en las semanas siguientes, 
para la internación del embajador japonés y todo su cuerpo diplomático, 
quienes habían quedado prisioneros con la derrota del Eje. Permanecerían
 allí durante ocho meses, al cabo de los cuales el Edén entraría en una 
especie de cono de sombras y más tarde no se podría saber con certeza ni
 quiénes eran sus dueños. Una de las versiones más insistentes era que 
se lo había quedado Juan Duarte, el hermano de Eva Perón, que a la vez 
era el secretario del presidente. 
Con los años, otras historias de nazis circularían por allí. 
Adolf Eichmann y su familia, por ejemplo, visitarían con frecuencia La 
Falda, y Adolfo, uno de los hijos del autor de la "solución final", se 
casaría con la hija de un ex jardinero del hotel llamado Pummer. 
También un ex marino del acorazado "Graf Spee" Erich Müller 
formaría matrimonio con María Zárate, quien había sido camarera del 
Edén. 
Ahora, sesenta años después del fin de la guerra, ese ícono 
nazi de las sierras cordobesas espera una licitación que lo salve del 
derrumbe. Su historia, sin embargo, sobrevivirá a cualquier 
contingencia: será para siempre el hotel donde el FBI sospechó que se 
escondería Adolf Hitler, si hubiera conseguido escapar a la Argentina. 
  
Elogio de la diferencia 
En su libro "El Hotel Edén de La Falda", el historiador Carlos 
Panozzo reproduce una carta que el 28 de enero de 1930 un grupo de 
alemanes de la zona envió al ministro de Obras Públicas de Córdoba. En 
el documento, suscripto por veinticinco habitantes de Villa Edén, la 
zona que rodeaba al hotel, los vecinos reclamaban que no querían 
integrarse a La Falda ni a su municipio. Las razones que alegaban era 
que sus chalets estaban mejor construidos y sus calles mejor delineadas,
 y que el pueblo era "una población como cualquier otra, donde sus 
habitantes ejercen actividades propias de toda agrupación de gente". 
El mismo día, en otra carta dirigida a una tal "señora 
Seyppel", Walter Eichhorn le pide que apoye este movimiento separatista y
 culmina despidiéndose: "Esto hará bien a todos. En nombre de Dios, 
saludos a todos nosotros y salve al Tercer Reich". | 
 
 
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