Autoras/es: Fernando Gutierrez
Por encima de la peleas entre vedettes
marplatenses, más allá de polémicas futboleras de pre-temporada
-superando incluso los comentarios sobre el cambio climático que trae
frío y lluvia a la costa- hay un tema que se está instalando como la discusión de mayor intensidad en el verano: las negociaciones salariales. En un año marcado por una economía fría y una política
caliente, las paritarias prometen altos niveles de conflictividad.
Mientras el Gobierno se muestra preocupado por los excesos, se agudizan
las diferencias entre los sectores con fuerza negociadora y los que
pagarán el ajuste.
Tras la primera advertencia venida de la paritaria "pionera" de los bancarios -donde se sigue lejos de un acuerdo y ya hubo paros-, el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, puso las barbas en remojo y ya comenzó a negociar con los docentes, un hecho que habitualmente se da en febrero.
Las conversaciones ya empezaron con pronóstico de "difícil" por parte de Roberto Baradell, el dirigente sindical de los maestros, quien ya adelantó que su pretensión estará por encima del 20% que apunta a otorgar el Gobierno y que, además, pedirá una retroactividad al 1° de enero.
La paritaria docente es seguida con atención por todos los sectores, dado que es considerada la negociación "testigo" (por ejercer el Estado en este caso el rol de empleador) y se constituye en un indicador clave para las distintas actividades privadas.
Algunos líderes gremiales la ven como un "piso" o como una referencia sobre qué porcentaje de aumentos el Gobierno cree factible, tanto a nivel público como privado.
El arranque del año no es auspicioso para un Ejecutivo que se ha fijado como objetivo la "moderación": incluso los sindicalistas amigos de la "CGT Balcarce" han avisado que ignorarán la inflación oficial medida por el INDEC y que cuentan con sus propias estimaciones, que establecen una cifra de 25% como aspiración de mínima.
Este es el tono que caracteriza al panorama veraniego. Pero los analistas prevén que, lejos de quedar en una polémica estival, la discusión salarial será un tema dominante en la agenda a lo largo de todo el año.
El motivo es sencillo: el modelo económico ingresó en una fase en la cual se comienza a perder salario, y allí se produce el tironeo que, en la jerga de los economistas, es conocido como "puja redistributiva".
Una puja que, por otra parte, tiene una intensidad directamente proporcional a la inflación. Es un punto importante, porque los pronósticos de los analistas están apuntando mayoritariamente a que el porcentaje de aumentos de precios será mayor en este nuevo año, más cerca del 30% que del 25%.
"El 2012 podría ser recordado como el año en el cual la inflación comenzó a afectar negativamente al consumo privado", señala un informe de Economía & Regiones, la consultora dirigida por Rogelio Frigerio.
Que, por otra parte, hace un diagnóstico inquietante: ese deterioro salarial real -con su correlato de consumo más frío- no es apenas el resultado circunstancial de un año flojo en lo económico, sino que apunta a ser un cambio estructural que vino para quedarse.
Muchos comparten ese diagnóstico, como el economista Federico Muñoz, que anticipa un mediocre crecimiento de 2% para el país, en paralelo con una inflación creciente en niveles de 28%. Naturalmente, no prevé posibilidades de recomposición del poder adquisitivo de la población ante semejante contexto.
"El futuro llegó, finalmente -afirma Muñoz-; demasiados años de mala praxis en materia de gestión económica ya empezaron a pasar factura. El 2012 seguramente pasará a la historia como el principio del fin de la larga fase de bonanza que nos deparó la economía kirchnerista".
El empleo pone un "techo"
En este marco pesimista, otro ingrediente que los expertos consideran clave en las negociaciones salariales es el deterioro en el empleo.
Para María Laura Cali, directora de la consultora SEL, ésta constituirá la gran diferencia respecto de las paritarias anteriores: "Hace un año, el porcentaje de empresas que afirmaban que iban a agrandar su nómina de empleados era de un 30%, mientras que hoy no llega al 15%. Este hecho va a condicionar mucho las negociaciones, porque le ponen un techo a las compañías en cuanto a sus posibilidades de otorgar mejoras".
En la misma línea, Economía & Regiones advierte que se está agotando el factor que en los últimos años impidió una crisis de desempleo: la acelerada creación de puestos de trabajo en el sector estatal. Y aporta números inquietantes:
- En las provincias, la nómina de empleados públicos se incrementó 38%, lo que implica que por cada 1.000 habitantes pasó de 36 a 47 en la era kirchnerista.
- A nivel nacional, tras la reestatización de empresas de servicios públicos, la suba del empleo estatal fue mayor aun, en torno del 41%.
- La masa del gasto salarial representa más del 50% de los presupuestos para los gobiernos provinciales.
"Un alza de la tasa de desempleo, por más pequeña que sea, es suficiente para impedir que el salario le gane la carrera a la inflación", señala la consultora de Frigerio.
Los mensajes del Gobierno parecen confirmar este pronóstico. De hecho, en sus declaraciones Cristina Kirchner -siempre que alude a la cuestión salarial- apunta a que los dirigentes sindicales no deben negociar sólo pensando en el porcentaje de aumento sino en la preservación del empleo.
A juzgar por las encuestas de opinión pública, hace bien la Presidenta en prestarle atención a este tema: el porcentaje de argentinos que afirma que es difícil encontrar trabajo viene en aumento: estuvo encima del 40% en 2012, bien lejos del 26% registrado en octubre de 2011, cuando fuera reelecta.
La fórmula contra el "exceso"
Es así como, después de haber basado su modelo económico en el fomento al consumo, la Presidenta ya no disimula su nerviosismo ante los "excesos" y recomienda "prudencia" en la negociación salarial.
Además de un posible rebrote del desempleo, Cristina tiene tres motivos de preocupación vinculados con el salario:
- La situación fiscal, dado que para el creciente número de empleados públicos los salarios salen del bolsillo del Estado.
- La pérdida de competitividad de las empresas, que vieron reducir sistemáticamente sus márgenes de ganancia.
- El riesgo de que se ingrese en la temida "espiral inflacionaria" que el país viviera en décadas pasadas, en las que la indexación salarial lleva a una disparada de precios, sobre todo, cuando se está acelerando la tasa de devaluación.
Los analistas se muestran escépticos sobre el éxito del Ejecutivo con esta iniciativa. Sobre todo por dos factores extra que habrá este año:
- La división interna del sindicalismo, que suele desatar una competencia por ver quién logra los mayores niveles de aumento.
- Las elecciones legislativas, que ponen a prueba la voluntad del propio Gobierno por imponer la "moderación".
De momento, los sindicalistas parecen darle la razón: tras la marcha organizada por el opositor Hugo Moyano a fin de año, ahora son los propios aliados del Gobierno los que ponen el dedo en la llaga al establecer un "piso" de 25% en la negociación.
Situaciones divergentes
Pero lo que los analistas ven como tónica de este año es una profundización de las diferencias salariales entre las distintas ramas de actividad, algo que hará cada vez más difícil hablar de promedios.
Por lo pronto, se prevé que los privados y los estatales tendrán evoluciones bien diferentes.
Para Miguel Bein, uno de los economistas más escuchados por los empresarios, es claro que los sueldos del sector público (que se llevan una buena porción del gasto estatal) estarán más alineados con la evolución del dólar que con la inflación.
"Es probable que se busque una variación cercana al 20%. Lo que es seguro es que durante 2013 vamos a ver una correspondencia mayor entre lo que se pauta en las paritarias y la devaluación. Ambas variables van a ser bastante parecidas, por lo menos en lo que respecta a los salarios del sector público, lo cual me parece bien", afirma Bein.
No ocurrirá lo mismo con el sector privado, sobre todo en aquellas ramas de actividad con fuerte poder de negociación, que buscarán al menos empatarle a la inflación.
"Nuestras encuestas indican que las empresas ya tienen asumido un incremento del 25% como mínimo. Y no descartaría que si la suba de precios se fuera por encima de las previsiones, se diera una reapertura de las negociaciones en el segundo semestre, para buscar así una actualización", afirma Cali, de la consultora SEL.
La previsión de los analistas es que el sector sindicalizado bautizado por los economistas como la "nueva clase media obrera" -de la cual el gremio transportista es el más emblemático- difícilmente pueda mejorar respecto del personal jerárquico fuera de convenio, dado que las empresas están preocupadas por el fenómeno del "solapamiento salarial".
"El nivel de disconformidad del personal fuera de convenio ha ido en alza, dado que entre quienes no reciben aumentos selectivos el incremento percibido no solo está por debajo en relación al personal categorizado, sino que además se ubica por debajo de la inflación", señala Miguel Terlizzi, director general de HuCap.
En consecuencia, se estima que en las empresas grandes ya no se podrá repetir la situación de subordinados con mayores incrementos que sus jefes y supervisores.
En cambio, la "nueva clase media" sí tiene chances de mantener su nivel relativamente privilegiado frente a otros segmentos sindicalizados de menor fuerza negociadora. Sin embargo, ello estará condicionado a cómo se resuelva el conflictivo tema del Impuesto a las Ganancias.
"Si no se suben los mínimos del impuesto, los sindicatos pedirán aumentos del 30%", pronostica el consultor Salvador Di Stefano. Su argumento es que, con el actual "piso" del tributo, se requiere un alza nominal de 30% para lograr un aumento real de bolsillo inferior al 25%.
La otra diferencia que este año se podrá profundizar es la existente entre los trabajadores "en blanco" respecto a los de la economía informal, un sector que representa nada menos que al 35% de la población activa.
"Al carecer de los mecanismos de protección para indexar sus ingresos, es el segmento que usualmente sufre más en los períodos donde la economía está más fría, así como en los momentos de alta inflación", agrega Cali.
Así las cosas, el panorama salarial mostrará diversidad de situaciones, en las que habrá ganadores y perdedores, tal como suele ocurrir en las "pujas redistributivas".
Y aunque la discusión recién empieza, los analistas ya tienen bien en claro que se darán dos cosas.
La primera, es que la conflictividad estará en alza. Y la segunda, que con un contexto de inflación creciente, este será un año de pérdida de salario para casi todos los sectores.
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