Autoras/es: José Manzaneda*
(Fecha original del artículo: Enero 2013)
La alianza entre Brasil y Cuba, como respuesta a un SOS de la
Organización Mundial de la Salud, ha permitido fabricar 19 millones de
vacunas para África, distribuidas por entidades como la propia OMS,
UNICEF, Médicos Sin Fronteras o la Cruz Roja Internacional. ¿Por qué no
es relevante esta noticia para los grandes medios?
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La “cooperación triangular Sur-Sur-Sur” consiste en que entidades de dos países del llamado Tercer Mundo se unen para ayudar a un sector de población necesitada de un tercer país también del Sur. Un ejemplo de ello es el apoyo para la vacunación contra la meningitis de millones de personas en varios países de África que, desde hace años, llevan a cabo Cuba y Brasil (1).
Esta iniciativa de Cuba y Brasil, aunque sin duda sorprendente –y
relevante, por tanto, desde el punto de vista informativo- ha sido
ignorada por la gran prensa de los países ricos, a excepción de algunas
revistas especializadas.
Y es que las grandes compañías farmacéuticas de estos países ricos,
que a su vez son importantes clientes publicitarios de dichos medios,
salen bastante mal paradas de esta historia. Veamos por qué.
A mediados del año 2006, la Organización Mundial de la Salud (OMS)
lanzó un SOS internacional: necesitaba la producción masiva, al precio
más bajo posible, de la vacuna polisacárida contra la meningitis A y C,
con destino a 23 países del llamado “cinturón de la meningitis” de
África, que se extiende desde el oeste de Senegal hasta el este de
Etiopía, y donde viven 430 millones de personas.
Sólo una empresa transnacional (la “Sanofi Pasteur”) fabricaba estas
vacunas pero, debido a su baja rentabilidad económica, había reducido
drásticamente sus volúmenes de producción, algo que ponía a África al
borde de la emergencia sanitaria.
La OMS pidió entonces a laboratorios públicos y privados de todo el
mundo que dieran un paso al frente y encontrasen la manera de fabricar
millones de vacunas baratas. Ninguna multinacional respondió, pero sí lo
hicieron dos laboratorios públicos, curiosamente de sendas naciones del
Tercer Mundo. El Instituto Finlay de Cuba y el Instituto Bio-Manguinhos
de Brasil se asociaron para la creación de la vacuna vax-MEN-AC,
específica para los tipos de meningitis que afectan a la región africana
(2). A partir de entonces, en Cuba se produce el principio activo, y en
Brasil se desarrolla el resto del proceso industrial, incluyendo la
liofilización y el envasado. El precio final de cada dosis se redujo
casi 20 veces: de los cerca de 20 dólares de la vacuna comercializada
por la citada multinacional a menos de 95 centavos (3).
Esta alianza entre Brasil y Cuba ha permitido fabricar desde entonces
19 millones de vacunas para África, que son adquiridas y distribuidas
por entidades como la propia OMS, UNICEF, Médicos Sin Fronteras o la
Cruz Roja Internacional.
En un artículo reciente, publicado por la prestigiosa revista
científica norteamericana Science, Halla Thorsteinsdóttir, investigadora
de la Universidad de Toronto (Canadá), ensalzaba este gran ejemplo de
“cooperación sur-sur” y proponía fomentarlo en todo el mundo (4).
Recordemos que los gobiernos de Brasil y Cuba han seguido colaborando
en otros proyectos sanitarios de cooperación triangular Sur-Sur-Sur.
Por ejemplo, ambos países apoyan, desde hace varios años, a la
reconstrucción del Sistema de Salud Pública de Haití (5).
Pero –a pesar de su relevancia informativa innegable- este tipo de
iniciativas de cooperación a gran escala no merecen ni el más pequeño
espacio en los grandes medios internacionales, ubicados en el Primer
Mundo. Algo que contrasta con la cobertura periódica de las acciones
sanitarias en África que son financiadas –por ejemplo- por la fundación
del multimillonario Bill Gates (6); o de proyectos de mínimo impacto,
sostenidos por empresas privadas (7), algunas del propio ramo
farmacéutico, a partir de sus presupuestos de marketing social
corporativo (8).
La razón del silencio mediático acerca de iniciativas como las de
Cuba y Brasil, es que éstas contradicen de raíz conceptos convertidos en
verdad incuestionable por la línea editorial de los grandes medios.
Uno, que la única forma posible de cooperación internacional es la
llamada “cooperación Norte-Sur”, es decir, la entrega de recursos desde
los Países del Primer Mundo a los del Tercero. Esquemas de cooperación
Sur-Sur como éste, sin embargo, así como los programas educativos,
sanitarios, alimentarios o culturales de Cuba en decenas de países
pobres, desmontan absolutamente este concepto (9).
Una segunda idea es que el mercado y la empresa privada –en este
caso, las multinacionales farmacéuticas- ofrecen soluciones más
eficientes a las necesidades de la población que las iniciativas
públicas. La cooperación cubano-brasileña en África demuestra justo lo
contrario: millones de seres humanos desatendidos por el mercado -que
solo actúa por rentabilidad-, consiguen solución a una necesidad vital a
partir de la voluntad política de dos gobiernos, ambos –curiosamente-
con orientación de izquierda.
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