En la historia, en la vida social, nada es fijo, rígido o definitivo. Y nada volverá a serlo .
Antonio Gramsci
(Fecha original del artículo: Enero 2013)
Antonio
Gramsci tiene mucho que ver con la futura etapa política de la
izquierda uruguaya y latinoamericana. Gramsci, su vida y su obra han
tenido un recorrido particular. Único.
En solo 46 años de vida, fue fundador del Partido
Comunista Italiano (PCI), testigo y participante de las gran ola
revolucionaria de los años 1917-1920 (Rusia, Hungría, Alemania, los
consejos obreros en Turín), dirigente del Partido Socialista,
protagonista de su transformación en el PCI luego del Congreso de
Livorno en 1921, diputado, detenido por el fascismo en 1926, sufrió once
años de cárcel, murió dos días después de ser liberado en 1937. En la
cárcel, en condiciones penosas escribió 32 Cuadernos de la Cárcel(CC),
uno de los aportes más creativos, menos dogmático, y menos ortodoxo de
un marxista.
Y esta es una opinión mía, por lo que vale: leído ahora,
luego de la gran crisis del socialismo, y la actual crisis del
capitalismo, su obra es el enfoque más revolucionario del socialismo y
sus caminos que se puede asimilar a Marx y uno de los que más aportó
incluso o, precisamente por sus contradicciones y sus cambios, a la
lucha contra el dogmatismo y por mantener siempre el sentido crítico de
toda teoría revolucionaria. Solo comparable a Rosa Luxemburgo, pero con
otra amplitud en su mirada teórica, en la profundidad de su reflexión y
por lo tanto en su actualidad.
Ignorado por muchas décadas, en
particular por la gran mayoría de los partidos comunistas de todo el
mundo, con la excepción del italiano, que previamente lo pasó, a través
de Palmiro Togliatti y su discurso de 1952 por una necesaria
urbanización adecuada al aparato y a la época, en particular su edición
seleccionada por temas de los CC y no por orden cronológico que
requirió casi 30 años más. En América Latina su paradoja llega al límite
de que uno de los partidos comunistas más ortodoxo y fiel al sistema
de partidos comunistas dirigido por la URSS, el Partido comunista
argentino, y su Editorial Lautaro fue la que difundió su obra desde el
año 1958. Sus principales sostenedores dentro del PCA fueron expulsados
del partido acusados precisamente de gramscianos . Sobrevivió el más
brillante intelectual que tuvo el PCA en toda su historia, Héctor P.
Agosti. En ese caso el que se urbanizó y abandonó las ideas principales
de Gramsci fue Agosti. La influencia del pensamiento gramsciano en la
política del PCA fue absolutamente nula.
Intentar hacer una
demostración de esta afirmación sería un insulto a todos, incluido a los
comunistas argentinos. In santa pace.
Gramsci en Uruguay
En
Uruguay las obras de Gramsci nunca fueron editadas, a pesar de que el
PCU disponía de una de las editoriales comunistas y marxistas más
importantes del continente, gran editor y gran distribuidor en toda la
región de las ediciones soviéticas. Obviamente en ninguna de las
editoriales de la URSS en español, figuró nunca una obra de Gramsci. Un
descuido. Ellos estaban concentrados en lo sólido, lo tradicional, los
clásicos y los manuales. Sobre todo los manuales y la historia, siempre
cambiante
No se puede decir que Gramsci no haya tenido influencia
en los comunistas uruguayos, no estaba en ningún index, se leía, sobre
todo en los ambientes intelectuales y estudiantiles, aunque obviamente
nunca formó parte de ningún programa de formación. Ni cerca. Aunque
nadie fue acusado nunca de gramsciano y había en general un clima
intelectual e ideológico abierto a su estudio y análisis. Rodney
Arismendi tenía a Gramsci como una referencia intelectual sobre algunos
temas y no se registran páginas polémicas con el luchador y pensador
sardo (Rodney Arismendi, Sobre la enseñanza, la literatura y el arte).
Gramsci
tenía el pecado de ser italiano, por lo tanto aún a la imposible
distancia podía emparentarse con el eurocomunismo. Y eso era y fue
pecado mortal para el PCU. Antes, durante y después de la dictadura.
Arismendi
fue sin duda uno de los críticos más serios y duros del eurocomunismo, y
existen abundantes materiales en ese sentido, y yo presencié debates
con Giancarlo Pajetta, Renato Sandri, Giorgio Napolitano y otros
dirigentes del PCI con el secretario general del PCU. Con gran respeto y
altura, pero con marcadas diferencias.
Arismendi fue uno de los
más firmes y sólidos defensores de la URSS y del PCUS en sus posiciones
políticas e ideológicas. Desde la gran orientación general, hasta en los
momentos críticos, como la invasión a Hungría, a Checoslovaquia o a
Afganistán. Y en particular un defensor de la necesidad de que los
partidos comunistas en América Latina en el marco de una Revolución
Continental construyeran su propio camino, su elaboración teórica y
política de acuerdo a las condiciones nacionales y a los bloques
políticos sociales nacionales. Siempre en la visión general de los
partidos comunistas y no de las diversas desviaciones como el
guerrillerismo o la línea china . Era un polemista profundo, serio e
implacable. Con la derecha, pero también hacia otras posiciones de
izquierda, como el tercerismo o el foquismo.
Durante la dictadura,
la experiencia del golpe y la derrota de Salvador Allende en Chile y en
general un contacto más directo con otras realidades, en particular en
Europa intensificaron la atención de Arismendi hacia Gramsci, del que
era un gran lector. Pero de Gramsci siempre rescató su etapa leninista,
su visión partidaria y su libertad en materia estética y de producción
cultural. No lo distanció en absoluto de su visión de apoyo irrestricto,
de principio y de fondo a la URSS y al PCUS.
En La poblada
soledad de Antonio Gramsci , Arismendi escribía en 1983 en la revista
Araucaría p.101 Lejos de ser alguien aislado en su celda Gramsci
aparece siempre como un comunista vinculado al pueblo por miles de lazos
invisibles pero reales, como un hombre entre la gente, incluso
iluminado por una sonrisa tímida e irónica, actitud que no encontramos
en los pocos y opacos retratos fotográficos
En general Gramsci
tampoco tuvo mucho impacto en el resto orgánico y organizado de la
izquierda uruguaya, aunque fue sin duda una referencia muy importante
desde el punta de vista cultural.
Gramsci todo terreno
Gramsci
es el teórico que ha sido utilizado para todas las rutas, el 4x4, todo
terreno que se puede encontrar en América Latina, desde la irónica
edición de Lautaro, la editorial del Partido comunista argentino, las
páginas introductorias de Agosti, los trabajos de Juan Carlos
Pontantiero y de José Aricó, la referencia literaria de Ernesto Sábato
cuando le confirieron a Gramsci el premio literario Viareggio, su
utilización por los peronistas guevaristas, por figuras de relieve de la
sociología latinoamericana, entre ellos Fernando Henrique Carodoso y
por pensadores relacionados con una visión marxista o marxiana del
arte, la cultura y los intelectuales, hasta los constructores de
partidos comunistas, o el Departamento de Filosofía de la Universidad de
La Habana fundado en los albores de la revolución en 1962 y disuelto en
1971. Es que Grasmsci nunca fue un recetario cómodo para nada, ni para
nadie, pero fue tan grande que cada uno quiso utilizar algún pedazo.
Gramsci
fue desde siempre una pieza que no encajaba con el complejo
rompecabezas dominante en el sistema ideológico y político de los países
del socialismo real o de los partidos comunistas, que con sus
diferencias, matices e incluso contradicciones, tenían líneas comunes
que fueron la base de sus crisis. Las ideas de Gramsci no son
compatibles con el fondo del concepto de la dictadura del proletariado
asumido por los partidos comunistas, incluido el PCU.
Los
Cuadernos de la Cárcel (CC), escritos en condiciones terribles, son en
su forma y contenido una invitación a la reflexión, un aporte a un
método, una visión que admite y requiere del aporte crítico de sus
lectores, de sus seguidores, no para completar una teoría, sino una
teoría de la práctica, una política revolucionaria. Gramsci fue en
primer lugar un luchador revolucionario, que pagó con su vida por sus
convicciones.
El todo terreno tenía sin duda un cardán bien
claro, incorruptible, la construcción del socialismo, es decir de un
sistema de producción y sobre todo de relaciones humanas y sociales
diferente al capitalismo. Solo de allí se puede partir. Y comprender sus
movimientos.
Su mayor aporte fue precisamente el de ofrecer una
visión de la lucha contra el capitalismo desde la batalla cultural, es
decir desde el concepto mismo del ser humano como centro de cualquier
transformación histórica, despojada de todo determinismo económico. El
valor democrático de esta visión, su contradicción con la visión
dominante, aplastante, de que el poder de la clase obrera se debía
expresar a través del Estado y su dominio en todos los órdenes de la
vida económica, social, cultural, científica, intelectual, artística, es
abismal.
Los ortodoxos de siempre, los guardianes de una fe que
ellos cercaron y que con Stalin alcanzó los más depravados niveles de
negación de la libertad y del humanismo, lo comprendieron rápidamente,
nunca quisieron utilizar a Gramsci, lo olvidaron, lo sepultaron. Un
trabajo especial merece el análisis de Gramsci sobre el stalinismo, al
que nunca llamó por ese nombre, sino como marxismo vulgar . A ese tema
le dedicaremos un próximo artículo, por su valor histórico y actual y
tratando de evitar el lavamanos de un antistalinismo donde depositar
todas las deformaciones sin analizar las causas profundas de esa
aberración del marxismo y del propio leninismo.
Su propia vida y
no solo su obra fueron un enorme canto a la coherencia, a la capacidad
creativa, a la agudeza capaz de investigar en una lúgubre celda, sobre
la literatura italiana, la cultura campesina y del sur de Italia, sobre
Benedetto Croce y sus derivas, o su valentía intelectual para analizar a
Nicoló Machiavelli un personaje maldito de la historiografía
tradicional y, sin ningún vínculo orgánico ni de ningún tipo con su
partido durante la cárcel, mantener siempre en alto su visión humanista,
libertaria, socialista y su rigor en la referencia sobre Marx y sobre
Lénin. En todo su contenido polémico y creativo.
Fue un
constructor del bloque de fuerzas del cambio social en Italia, el
capitalismo periférico, como él lo definió, pero su visión sobre alguno
de los más complejos problemas de nuestras sociedades tiene valor
actual, cuando la cultura, las ideas se han transformado en la principal
fuerza productiva.
Su concepto de la hegemonía, es un potente
grito de confianza en la capacidad a través de la política, de la
democracia de que la fuerza política, el intelectual colectivo del
socialismo, pudiera alcanzar el poder y construir un sistema más justo,
más humano, más libre. Los aparatos, la dictadura del proletariado, en
su visión primitiva y básica que dominó la historia del socialismo real y
de los partidos comunistas, no necesitaba de la hegemonía, la imponía.
En
esta etapa que se abre para la izquierda uruguaya, promediando su
segundo gobierno y en la necesidad de elaborar una base teórica y
política para un nuevo momento del proceso liberador, en una América
Latina con nuevas correlaciones de fuerzas políticas, culturales y con
una gran crisis global del capitalismo y sus paradigmas, Gramsci tiene
mucho que decir y nosotros tendríamos mucho que aprender de sus ideas,
de su enfoque.
Hay constantes reclamos de una actualización
ideológica, que muchas veces termina en un debate programático sobre las
bases económicas de las nuevas etapas del cambio, tributarios como
somos todavía de una visión donde la economía sigue siendo el factor
determinante y muchas veces determinista de cualquier rumbo liberador y
superador del capitalismo. ¿Hay otros enfoques, otras aproximaciones
posibles y necesarias?
El derrumbe del muro y del socialismo real y
oficial, en sus diversas variantes impuso porque lo aceptamos que
la gran alternativa, la gran novedad es haber incorporado el mercado en
diversas proporciones a nuestra visión de la sociedad y del progreso o a
la sumo el incorporar que solo en países de capitalismo desarrollado y
serio se puede hablar de socialismo. La alternativa para Gramsci, en
realidad ni siquiera para Marx nunca fue entre el estado y el mercado,
sino un proceso mucho más complejo en el que las supraestructuras y
sobre todo la cultura de una sociedad, definían de manera determinante
su futuro e incluso sus relaciones de producción y sus relaciones
sociales.
La profundidad de los cambios en el Uruguay están
determinadas cada día más por la capacidad de cambiar la cultura
dominante, por incorporar valores diferentes no como patrimonio de un
sector intelectual y culto, sino del conjunto de la sociedad y en
particular de los trabajadores, de los sectores más dinámicos de la
producción. El límite está allí.
El debate, la profunda tensión
sobre los temas educativos, que enfrenta a ciertas corporaciones y a una
visión conservadora de la pedagogía y de la organización de la
educación donde las prioridades nunca son los valores, los niveles, los
resultados de la educación entre los niños, los adolescentes y los
jóvenes, sino relaciones de fuerza e institucionales, es uno de los ejes
de esa batalla cultural.
Con esta educación, que corresponde a
este Estado y a un momento decadente del desarrollo nacional nunca
podremos avanzar en los cambios trascendentes, profundos y constantes de
la sociedad uruguaya, del progresismo, y ni que hablar de una visión
humanista del socialismo.
En la educación se cruzan las líneas de
fuerza de la democracia actual y sus límites, de la igualdad de
oportunidades, de la calidad de las relaciones sociales y humanas en el
Uruguay del futuro. Son su puerta de entrada a un nuevo momento y su
barrera, depende de quien triunfe en ese proceso.
Gramsci siempre
privilegió en sus referencias y en sus conclusiones los procesos
nacionales, incluso las realidades regionales de Italia, nosotros en
Uruguay tenemos un rico pasado de que la batalla por la hegemonía
cultural se libró desde el llano y tiene una base histórica en la
educación pública y sus profundos valores democráticos y progresistas.
¿Cómo estamos librando esa batalla cultural por la hegemonía desde los
sucesivos gobiernos, durante los últimos 8 años?
Cuando hablamos
de batalla cultural no nos referimos a aspectos abstractos y genéricos
sino a temas vitales en la identidad y el futuro de la izquierda.
¿En
que medida el avance y la profundidad de todos los cambios dependen
precisamente de esa batalla por la hegemonía cultural y por el
desarrollo del bloque histórico social y político de la izquierda?
Sumergidos
en la crónica actual, en la sucesión de episodios, en la pesadez del
debate ideológico, en el divorcio entre la academia y su enfoque y la
política de la izquierda resulta difícil dedicarle tiempo a estos temas,
hasta parece un ejercicio teórico y retórico.
¿En que planos
hemos avanzado, estamos paralizados o incluso retrocediendo en la
batalla por la hegemonía cultural en el Uruguay del 2012 y luego de un
gobierno y medio de izquierda?
Sin duda avanzamos en la lucha
contra el pensamiento derrotista, que ponía en duda la propia identidad
nacional, que se cuestionaba la posibilidad del desarrollo y de
alternativas diferentes para el país, el modelo material, moral e
intelectual de la decadencia de las clases dominantes que culminó en la
crisis del 2002. Esa era y es parte sustancial de la batalla cultural.
Desde otra perspectiva en este repaso de significados y tendencias,
comprobemos que ya hace años que no se discute la viabilidad del
Uruguay. No es un tema de debate público porque ha venido creciendo una
conciencia colectiva acerca del indiscutible potencial que tiene el país
para acceder a niveles crecientes de desarrollo económico y social, así
como las posibilidades ciertas de aprovecharlo con la puesta en
práctica de un conjunto de instrumentos coherentes con los objetivos que
se persiguen. Está creciendo la confianza en el Uruguay y en su futuro .
decía Danilo Astori en su informe al activo del Frente Liber Seregni
del 20 de setiembre del 2012.
Hemos avanzado mucho en la cultura
de los derechos ciudadanos y sociales, aunque en un proceso lleno de
contradicciones porque hemos dejado consolidar, por falta de una
profunda batalla pedagógica cultural el concepto de que las políticas
sociales, son dádivas. La cultura de los derechos populares es sin duda
un terreno fundamental de la hegemonía progresista, en el nivel de vida,
en la identidad, en la salud, en la educación, en la cultura, en los
nuevos derechos civiles para las mujeres, las minorías.
Hemos
consolidado en la sociedad estos derechos como concepto más amplio de
democracia, de libertad, de ciudadanía republicana. Donde estamos
empantanados sin ninguna duda es en el tema de la consolidación de
corporaciones que a todos los niveles compiten y se enfrentan a los
intereses nacionales y populares. En la educación, en la salud, en los
derechos laborales, en sectores empresariales.
Algunos valores
trascendentes para cualquier proceso de cambio más profundo como la
solidaridad, la fraternidad, las formas más generosas y humanas de
convivencia no pueden ser declarativas, deben formar parte de la batalla
desde el poder, pero sobre todo desde la sociedad civil en su conjunto
incluyendo en primer lugar el propio Frente Amplio.
Y estamos muy
lejos de un avance substancial en la batalla por la cultura del
trabajo, por su papel creador y liberador, por su calidad, por su
sentido formador y su integración a los procesos tecnológicos y
científicos y en este momento de su necesario equilibrio con la
preservación del medio ambiente. Reducir la batalla cultural del trabajo
al aumento salarial o de algunos derechos sindicales, es renunciar al
aspecto más importante: cualquier proyecto liberador se debe basar en
una república de gente libre que vive de su trabajo y lo hace parte
esencial de su liberación.
La que vamos perdiendo con todo éxito
es la batalla por la desburocratización del aparato del Estado, tanto
desde el punto de vista institucional, pero sobre todo en el plano
ideológico y cultural. ¿Cuánto de la propia burocratización nos ha
penetrado a nosotros? Preocupa preguntárselo
La superación del
capitalismo es ( ) una superación subliminal muy honda, que responde a
un largísimo proceso y no a un programa inmediatamente cuantificable. No
llegamos como pensábamos antes, en el quinto plan quinquenal o en el
25º plan quinquenal. Las realidades sociológicas no funcionan así,
queridos compañeros: nos ha costado como 50 años de lucha aprender estas
bobadas, pero no me las quiero llevar en el silencio por ser presidente
José Mujica en su discurso en el PIT-CNT, 4.12.12 (Búsqueda)
La
etapa que estamos viviendo se llama consumismo y está gobernando a las
masas en todo el mundo, ( ) creando un conjunto de reacciones
subliminales de las que no pueden escapar salvo por el lado del
conocimiento y la cultura J. Mujica 4.12.12
Más allá del exceso
en el uso del concepto de subliminal , cuando en realidad la base de
estas visiones ideológicas y culturales se forman dentro de los límites
normales de la percepción de los seres humanos, individuales y sociales,
Mujica plantea temas profundos que se deben integrar a la reflexión
sobre la batalla por la hegemonía en esta etapa.
A esta altura es
imprescindible reafirmar un concepto, hegemonía nunca, absolutamente
nunca quiere decir unanimidad, por el contrario es un concepto que se
basa en el pluralismo, en la diversidad de opiniones, de ideas, de
filosofías, al decir de Gramsci de visiones del mundo , en
contradicción y en lucha entre ellas.
La derecha en el Uruguay
tiene su propia visión del mundo y de la sociedad uruguaya, llena de
contradicciones y de matices, pero su objetivo claro y bien definido es
hacer retroceder los avances de las ideas de la izquierda, en el plano
primero político y luego en toda la línea, obviamente en el de la
cultura. Eso es lo que llamamos la restauración.
La gran originalidad y actualidad de Gramsci
El
aporte fundamental de su vasta reflexión política y teórica está en la
concepción de la sociedad civil con su papel hegemónico y por lo tanto
en el análisis del Estado, en su valor como aparato coercitivo tanto
para el capitalismo como durante el socialismo y su proceso de
extinción. Se trata de considerar el momento de la hegemonía (del
marxismo) en su concepción estatal y la valorización del hecho cultural,
del actividad cultural, de un frente cultural como necesario junto a lo
meramente económico o meramente político , se trata de tener muy en
cuenta el aspecto ético-político de la política o la teoría de la
hegemonía y del consenso además del aspecto de la fuerza y de la
economía (Cuadernos de la Cárcel 10, 1224, 1315 Enaudi 1975)
Esta
definición que esta presente en muchos de los textos de Gramsci tiene
directa relación con su definición de la política, de la democracia y
del estado y que según el autor es parte esencial del aporte del propio
Marx. El acento sobre la hegemonía o teoría de la hegemonía la cual
corresponde al aspecto ético-político y subraya la revalorización del
aspecto cultural y se contrapone al aspecto simplemente económico.
(Cuaderno 10 - 1331)
Esto le da un nuevo enfoque a la lucha
política, la meta no es concebida simplemente como la conquista de parte
de las clases populares del aparato estatal, no se trata de subestimar
este avance fundamental, pero se trata de una concepción más amplia del
poder, que se conquista y se construye a nivel de las masas con ellas y
no para ellas, el problema fundamental para Gramsci es la formación de
una nueva voluntad colectiva lo que presupone un problema de conciencia,
una revolución cultural o de una reforma intelectual y moral y
sobre esta base se plantean dos grandes ejes: primero la voluntad
colectiva es el sujeto de la historia en su relación con el protagonismo
del pueblo, de las clases populares, subalternas como las llama
Gramsci. Segundo, tal voluntad no surge mecánicamente ni
espontáneamente, su creación es una obra política. Y esto vale en el
acceso al poder estatal y luego en la obra del cambio.
Estos
conceptos están en la base de su pensamiento: ..en los países del
capitalismo avanzado la clase dominante posee reservas políticas y
organizativas que no poseía por ejemplo en Rusia. Esto significa que
también las crisis económicas gravísimas no tienen inmediatas
repercusiones en el campo político. La política siempre retraza, en gran
retrazo sobre la economía. El aparato estatal es mucho más resistente
de lo que se puede creer y logra organizar en los momentos de crisis
fuerzas fieles al régimen más de cuanto la profundidad de la crisis
podría suponer (Un examen de la situación italiana p.113.124) Parece
escrito para la actual situación europea y de los países centrales
Luego
de haber indicado la hegemonía de la cuestión ético-política subraya
que esa no puede excluir la economía, por el contrario, la clase
dirigente ejerce su función en la actividad económica. Oponiéndose a lo
que el llama la superstición economista dominante en diversas
corrientes marxistas , pone énfasis en que las exigencias nacidas en el
terreno económico tienen que encontrar su expresión eficiente en la
voluntad colectiva, en la iniciativa política e intelectual. Este debate
con el economicismo se libra en el terreno del concepto de la
hegemonía, que se define en el seno de la sociedad civil, en el terreno
de la voluntad y de la libertad y nunca en el determinismo. La hegemonía
debe crear en la mayoría de la sociedad una concepción del mundo que se
corresponda al proyecto económico y político. ¿Lo estamos logrando en
el Uruguay?
Para aclarar el alcance dialéctico de esta labor
Gramsci recurre a la imagen del maestro y el escolar, en una relación
pedagógica donde el maestro enseña y aprende lo mismo que el escolar,
por ello todo proyecto de hegemonía tiene una base pedagógica y se
realiza en toda la sociedad.
Esa es la nueva etapa en calidad, en
profundidad de un proyecto de acumulación de fuerzas en esta nueva etapa
de la izquierda uruguaya.
Aplicando esta visión de la batalla
cultural por la hegemonía estamos ante una concepción del Estado y de la
política en la cual el problema del poder no se agota ni mucho menos en
su capacidad coercitiva, en la fuerza de sus instituciones y del peso
de una clase o un conjunto aliado de clases que dirigen el Estado, sino
de su capacidad de lograr un consenso hegemónico para sus proyectos de
cambios.
Esa hegemonía como bloque social podrá realizarse solo
por un bloque que además de proponerse transformar radicalmente las
relaciones sociales, su proyecto incluya la propia extinción de las
clases y su propia extinción y por lo tanto del Estado en una sociedad
que se propone el autogobierno o de lo que Gramsci definió como la
absorción de la sociedad política por la sociedad civil (CC 5 // 127;
CC 6).
La propia concepción de la lucha política cambia, el
objetivo no puede ser solamente como el acceso o la conquista por parte
de los sectores populares del aparato estatal, sin disminuir en absoluto
su importancia, nos encontramos ante una concepción más amplia del
poder, según el cual el poder se conquista con el pueblo y no para el
pueblo y donde la hegemonía cultural es un eje central de la batalla
para conquistar el aparato estatal y luego para construir el socialismo.
Arismendi
en su informe al Comité Central del PCU afirmó: Las masas aprenden por
su propia experiencia, pero la lucha ideológica es la toma de
conciencia que
complementa esa experiencia. Permite elevarse de
clase en sí a clase para sí .Y esto vale para la aproximación al poder,
como cuando se ocupa el gobierno. Es notorio que no hemos logrado que
las masas, ni las obreras, ni las del bloque del cambio participen
activamente de la experiencia del gobierno y menos de un profundo y
serio debate ideológico y ese es un límite muy importante para la
profundización de los cambios liberadores y tiene directa relación con
la hegemonía.
Gramsci en sus estudios sobre los intelectuales lo
llevaron a una profunda revalorización del Estado, tal redefinición
implicó un cambio en el concepto marxista-leninista tradicional que
identifica el estado sólo como una dictadura de clase.( El Capital.
Crítica de la Economía Política. Libro 1. El proceso de acumulación del
capital de C. Marx y El Estado y la revolución de V. I. Lenin), la
burguesía occidental en numerosos estados logra ser hegemónica en el
plano cultural, intelectual y moral que transfiere a su dominio político
y es así que llega a la siguiente definición El Estado es todo el
complejo de actividades prácticas y teóricas con la cual la clase
dirigente no solo justifica y mantiene su dominio, sino que además logra
el consenso activo de los gobernados Este concepto difiere
notoriamente del que tienen Marx y Hegel, como lo demostró claramente
Norberto Bobbio en Gramsci y la concepción de la sociedad civil.
Esa
distinción de Gramsci sobre la teoría del Estado, introduce la
distinción entre dos esferas, la sociedad civil y la sociedad política,
esta última formada por el conjunto de los mecanismos a través de los
cuales las clases dominantes tienen el monopolio legal de la violencia y
la coerción. El aporte original de Gramsci es en el cambio en el
concepto original del Estado de Marx y de Engels, que parten de la
definición de Hegel y que Lenin lleva al extremo. El concepto de la
sociedad civil en Gramsci designa una esfera de la supraestructura, el
conjunto de las organizaciones responsables de la elaboración y la
difusión de las ideologías, que incluyen la educación, los sindicatos,
los medios de comunicación, las instituciones científicas, culturales y
artísticas son parte de esta supraestructura.
Gramsci puso en
evidencia que en las sociedades capitalistas más desarrolladas y
complejas la esfera ideológica estaba conquistando una autonomía real,
no solo funcional en relación al Estado, con todas sus consecuencias. La
necesidad de conquistar el consenso, la hegemonía como base de
dominación refuerza determinados agentes sociales que funcionan como
portadores materiales de las relaciones hegemónicas.
Esto
funciona en el camino de asenso de los sectores populares al poder
estatal, como en la nueva fase que se abre a partir de conquistarlo, en
particular a nivel nacional. En Uruguay hemos superado la fase de la
crisis económica y social en la que asumimos el gobierno, hemos
demostrado que la izquierda, las clases subalternas pueden manejar la
economía mejor que las clases dominantes históricas, lo que todavía no
demostramos es que podemos construir una hegemonía cultural profunda,
con otros valores, otras prioridades, otras capacidades. Esa es la clave
de la nueva fase de acumulación de fuerzas en el bloque social del
cambio.
Son tareas mucho más complejas, profundas y que requieren
de una base teórica que no estamos trabajando y que no se resuelve con
un conjunto de acuerdos programáticos a los que no le quitamos
importancia, sino que los situamos en el cuadro de las grandes tareas
democráticas y liberadoras.
Escribía Gramsci: El error del
intelectual consiste en creer que se puede saber sin comprender y,
especialmente, sin sentir y ser apasionado (no solo del saber en sí,
sino del objeto del saber), esto es, que el intelectual pueda ser tal (y
no un puro pedante) si se halla separado del pueblo-nación, o sea, sin
sentir las pasiones elementales del pueblo, comprendiéndolas y, por lo
tanto, explicándolas y justificándolas por la situación histórica
determinada; vinculándolas dialécticamente a las leyes de la historia, a
una superior concepción del mundo, científicamente elaborada: el saber.
No se hace política-historia sin esta pasión, sin esta vinculación
sentimental entre intelectuales y pueblo-nación
Por eso
necesitamos un salto de calidad en la elaboración intelectual de la
izquierda uruguaya y eso no se hace sin los intelectuales, y menos
contra ellos, aunque el pueblo-nación sigue siendo el centro de todo.
En
su introducción ala filosofía de la praxis (Cuaderno 11) Gramsci
escribe: Es necesario destruir el prejuicio muy difundido que la
filosofía sea algo muy difícil por el hecho de que es la actividad
intelectual propia de una determinada categoría de científicos
especialistas o de filósofos profesionales y sistemáticos. Es necesario
demostrar preliminarmente que todos los hombres son filósofos ,
definiendo los límites y las características de esta filosofía
espontánea , propia de todo el mundo es decir la filosofía que esta
contenida en: 1) en el propio lenguaje, que es un conjunto de nociones y
de conceptos determinados y no solo de palabras gramaticalmente vacías
de contenido; 2)en la religión popular y también por lo tanto en todo el
sistema de creencias, supersticiones, opiniones, modos de ver y de
operar que se asoman a eso que generalmente se llama folclore .
Para
Gramsci la filosofía es básicamente una concepción del mundo . Y las
diferencias concepciones del mundo deben ser estudiadas en su desarrollo
histórico y en relación a las diferencias existentes entre los diversos
actores sociales. La concepción de las clases dominantes o de las
clases populares subalternas las llama Gramsci, no pueden analizarse
como si tuvieran una existencia independiente, autónoma y mucho menos
como algo inmóvil.
El debate y la actualización ideológica es hoy
una tarea central para la izquierda: Esta reflexión ideológica parte de
una aseveración fundamental y relativamente obvia. Hay ideología en
toda nuestra acción política. Siempre. Y les digo más, en la gestión
también hay ideología, como la hay en la estructura y la organización
del Frente Amplio. Déjenme proponerles una pregunta. Todo lo que hemos
hecho desde el gobierno, toda esa realidad que repasamos a través de sus
tendencias y sus significados, ¿tiene algo que ver con nuestro concepto
de la libertad, de la justicia, de la democracia, de la solidaridad, de
la honestidad, del altruismo, de la fraternidad, que son valores
superiores de la condición humana? Hay una sola respuesta posible: por
supuesto que tiene que ver, y mucho
Entonces, compañeros y
compañeras, a partir de esta respuesta preguntémonos cuáles son las
reflexiones esencialmente ideológicas que pueden constituir una base
para este análisis. Creo que no puede haber otra mejor que la conformada
por los valores superiores que acabo de mencionar. Con dos
características que no quiero pasar por alto. En primer lugar, para
nosotros en la izquierda, todos estos valores tienen la misma
jerarquía. No hay libertad sin justicia, no hay justicia sin libertad,
no hay solidaridad sin justicia y libertad, no hay fraternidad sin
tolerancia, respeto y honestidad. O sea, no se puede renunciar total o
parcialmente a algunos para asegurar la vigencia o la solidez de otros.
Y la otra condición que va asociada con esta es que no son producto de
las circunstancias. Son valores permanentes. No se es demócrata porque
conviene serlo a determinada altura de la historia. No se postula la
libertad porque estamos en condiciones de hacerlo. Son valores de la
condición humana que asumen la orientación fundamental cuando, como
parte de dicha condición se hace política, lo que significa trazar
objetivos, elegir instrumentos, actuar colectivamente, convocar a la
sociedad para proponer determinadas conductas y obtener los resultados a
los que se aspira . Informe de D. Astori 20.9.12
No deberíamos
reducir el concepto de gestión a los aspectos estatales, sino a una
visión mucho más amplia. ¿Se pueden emprender proyectos importantes de
economía social, autogestionaria, cooperativa, etc sin una alta calidad
en la gestión? ¿No ha sido esa una de las grandes debilidades y causa de
muchas batallas perdidas? Cuando se intenta sustituir el lucro por
otros valores mucho más justos y sofisticados, la gestión adquiere una
importancia fundamental y tiene un profundo carácter ideológico.
Continuará
(*) Periodista, escritor, militante político de izquierda (FLS- FA), director de Bitácora y de UYPRESS. Uruguay
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