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viernes, 21 de diciembre de 2012

Matanza de la Escuela Santa María de Iquique

Autoras/es: Maria Eugenia Cofre
Escuela Domingo Santa María de Iquique, hacia 1907
Lugar Iquique, Chile
Coordenadas 20°13′4.31″S 70°8′49.88″O
Blanco(s) Escuela Domingo Santa María
Fecha 21 de diciembre de 1907
15:30 (UTC-4)
Tipo de ataque Masacre
Arma(s) Ametralladoras
Muertos Entre 2.200 y 3.600
Heridos Indeterminado
Perpetrador(es) Roberto Silva Renard
Gobierno de Pedro Montt
Motivo Acabar con el movimiento obrero.
(Fecha original del artículo: Diciembre 2012)
La Matanza de la Escuela Santa María de Iquique fue una masacre cometida en Chile el 21 de diciembre de 1907. En estos eventos fueron asesinados un número indeterminado de trabajadores del salitre de diversas nacionalidades que se encontraban en huelga general, mientras alojaban en la Escuela Domingo Santa María del puerto de Iquique. Los eventos que configuran los hechos, suceden durante el auge de la producción salitrera en Antofagasta y Tarapacá, bajo los gobiernos parlamentarios. La huelga, provocada por las míseras condiciones de trabajo y explotación de los trabajadores, fue reprimida por medio del indiscriminado uso de la fuerza armada por parte del gobierno del presidente Pedro Montt.
El general Roberto Silva Renard, comandando las unidades militares bajo instrucciones del ministro del interior Rafael Sotomayor Gaete, ordenó reprimir las protestas, matando a los trabajadores junto con sus familias y dando un trato especialmente duro a los sobrevivientes.
Habrían sido asesinados entre 2.200 y 3.600 personas, donde se estima que un alto número no determinado, eran peruanos y bolivianos quienes a pesar del llamada de sus cónsules se negaron a abandonar el movimiento.
«Con los chilenos vinimos, con los chilenos morimos.»
Antecedentes

Sus antecedentes históricos se encuentran en el nacimiento del movimiento obrero en general, y el sindicalismo en particular. Ambos iniciaron su desarrollo dentro de los mineros del salitre, en tiempos de profunda decadencia institucional de su país. Dicha matanza provocó el aquietamiento del movimiento por cerca de diez años, ante la violencia ejercida por agentes del estado. Esta huelga y su trágico corolario fueron el fin de un ciclo huelguístico iniciado en 1902 y que tuvieron como principales protagonistas a la Huelga de Valparaíso de 1903 y la de Santiago, de 1905.

Geográficamente toda la zona del salitre en Chile está constituida por el Desierto de Atacama. Los territorios de Tarapacá y Antofagasta fueron obtenidos por Chile tras la Guerra del Pacífico (1879-1884), significando para Chile acceder a una zona de riqueza mineral, compuesta principalmente por grandes yacimientos de cobre y salitre. Este último se convertiría a fines del siglo XIX en el principal puntal de su economía, siendo su exclusivo productor a nivel mundial. Las tensiones provocadas por el dominio de las minas había sido una de las grandes causales de la guerra civil chilena de 1891, cuando el bando del Congreso, protegiendo los intereses chilenos y británicos de la zona, vencieron en la contienda.

Los yacimientos se encontraban en la mitad de la pampa, es decir la planicie existente entre el Océano Pacífico y los faldeos de la Cordillera de Los Andes. Según el censo del 28 de noviembre de aquel año, la Provincia de Tarapacá tenía 110.000 habitantes.7 En esta provincia y en la de Antofagasta trabajaban cerca de 40.000 operarios, de los cuales cerca de 13.000 provenían principalmente de Bolivia y el Perú.7 La vida en las minas era muy dura. Las empresas ejercían un duro control sobre la vida y obra dentro de los yacimientos, lo que provocaba un alto grado de vulnerabilidad de los trabajadores ante las arbitrariedades cometidas por los dueños, ya que este control desbordaba claramente el mero ámbito laboral de los trabajadores. La concentración de poderes era inmensa. Fuera de ser dueños de las viviendas obreras, las empresas contaban con un sistema policial propio, controlaban las pulperías y a todos aquellos que se dirigían a realizar negocios en las oficinas, establecieron un sistema exclusivo de pago por medio de fichas las cuales eran exclusivamente canjeables en las oficinas y negocios de su propiedad, y no dudaban en retrasar los pagos hasta por plazos de dos o tres meses.

A principios del siglo XX, la cuestión social en la región de Tarapacá empezó a manifestarse en el malestar de los obreros de las Oficinas salitreras, que en distintas peticiones reclamaban al Gobierno de Santiago atención y mejoras en sus condiciones de vida y laborales, las cuales eran deplorables. Pese a lo anterior, los gobiernos parlamentarios eran reacios a intervenir en las negociaciones entre empleadores y trabajadores. Pese a esto, tendieron a considerar a los movimientos de gran escala (especialmente si iban acompañados de demostraciones masivas) como rebeliones incipientes.
La huelga y la matanza



Marcha por las calles de Iquique de obreros que llegan desde la pampa.


Marcha de los obreros en huelga en Iquique antes de ser alojados en la escuela.
El 10 de diciembre de 1907 una huelga general se desató en la salitrera San Lorenzo y el paro amplió a la de Alto San Antonio, iniciándose la Huelga de los 18 peniques. Este nombre se debe a que los jornaleros pedían el pago de salarios a este tipo de cambio ya que el salitre era comercializado en libras esterlinas. La numerosa columna de huelguistas de Alto San Antonio llegó al puerto de Iquique, sede del gobierno regional, portando banderas de Chile, Perú, Bolivia y Argentina, alojándose en el hipódromo del puerto.8 A este movimiento se sumaron otras oficinas salitreras, entrando en huelga también casi todo el comercio e industria del norte del país. Las demandas publicadas el 16 de diciembre en un memorial por los pampinos eran:
Aceptar que mientras se supriman las fichas y se emita dinero sencillo cada Oficina representada y suscrita por su Gerente respectivo reciba las de otra Oficina y de ella misma a la par, pagando una multa de $ 50.000, siempre que se niegue a recibir las fichas a la par.
Pago de los jornales a razón de un cambio fijo de 18 peniques. Libertad de comercio en la Oficina en forma amplia y absoluta.
Cierre general con reja de fierro de todos los cachuchos y chulladores de las Oficinas Salitreras, so pena de pagar de 5 a 10.000 pesos de indemnización a cada obrero que se malogre a consecuencia de no haberse cumplido esta obligación.
En cada oficina habrá una balanza y una vara al lado afuera de la pulpería y tienda para confrontar pesos y medidas.
Conceder local gratuito para fundar escuelas nocturnas para obreros, siempre que algunos de ellos lo pida con tal objeto.
Que el Administrador no pueda hacer arrojar a la rampa el caliche decomisado y aprovecharlo después en los cachuchos.
Que el Administrador ni ningún empleado de la Oficina pueda despedir a los obreros que han tomado parte en el presente movimiento, ni a los jefes, sin un desahucio de 2 a 3 meses, o una indemnización en cambio de 300 a 500 pesos.
Que en el futuro sea obligatorio para obreros y patrones un desahucio de 15 días cuando se ponga término al contrato.
Este acuerdo una vez aceptado se reducirá a escritura pública y será firmado por los patrones y por los representantes que designen los obreros.

El 16 de diciembre, miles de trabajadores en paro llegaron a la ciudad de Iquique, respaldando las demandas de los salitreros a la autoridad provincial, con el fin de obtener su intervención. Las solicitudes anteriores, es decir, enviar comisiones con los petitorios a la autoridad, habían fracasado en 1901, 1903 y 1904.

El gobierno de Santiago, había dado ya la orden de traslado de tres regimientos para reforzar los dos que habían en Iquique y envió desde Valparaíso un crucero con tropas de desembarco: el 17 llegó desde Arica el crucero Blanco Encalada trasportando al regimiento Rancagua; el 18, anclaba en la bahía el crucero Esmeralda que traía tropas del Regimiento de Artillería de Marina.

El intendente interino Julio Guzmán García, mediaba en las negociaciones con los representantes pampinos, hasta que el 19 de diciembre llegaron al puerto el Intendente titular Carlos Eastman Quiroga y el general Roberto Silva Renard, jefe de la Primera Zona Militar del Ejército, acompañados del coronel Sinforoso Ledesma. Todos ellos fueron recibidos con aclamaciones por los obreros, quienes creyeron que venían comisionados para trasladarlos y solucionar sus problemas.

A medida que avanzaba la huelga, más y más pampinos se unían a ella, llegándose a estimar que para el 21 de diciembre eran entre 10.000 y 12.000 los obreros en huelga en Iquique. A los pocos días de haber llegado, este gran conglomerado de trabajadores estaban reunidos en la plaza Manuel Montt y en la Escuela Domingo Santa María, pidiendo al gobierno que actuara de mediador con los patrones de las firmas salitreras extranjeras (ingleses) para solucionar sus demandas. Por su parte, los patrones se negaban a negociar mientras los obreros no reanudaran sus actividades.
Órdenes oficiales desde Santiago determinaban que los huelguistas abandonaran la plaza y la escuela y se ubicaran en el Hipódromo, para luego regresar en tren a las salitreras y reanudar sus faenas. Los pampinos se negaron, pues intuían que si regresaban a sus labores, sus peticiones serían ignoradas.

Frente a la creciente tensión que había ya entre los grupos, el 20 de diciembre de 1907 los dirigentes efectuaron una reunión con el intendente Eastman. En esos mismos momentos era declarado el estado de sitio, haciendo que las libertades constitucionales fueron suspendidas, todo esto por medio de un decreto publicado en la prensa. Mientras la reunión se efectuaba en la oficina salitrera Buenaventura, un grupo de obreros con sus familias trataron de abandonar el lugar y fueron acribillados en la línea férrea. Como resultado de esta acción 6 obreros murieron y los demás terminaron heridos.9
El 21 de diciembre de 1907 se efectuaron los funerales de los obreros, e inmediatamente después de concluir las ceremonias se les ordenó a todos los trabajadores que abandonaran las dependencias de la escuela y sus alrededores y se trasladaran a las casuchas del Club Hípico. Los obreros se negaron a ir, temiendo ser cañoneados por los barcos que apuntaban el camino que deberían recorrer hacia dicho lugar.

El general Roberto Silva Renard, junto al coronel Ledesma, tenían la misión de desalojar a los trabajadores en huelga. Se señaló a las 14.30, a los dirigentes del comité de trabajadores, que si no salían del edificio abrirían fuego contra ellos. Ante la negativa de éstos, el jefe militar reiteró que abriría fuego sobre los huelguistas a las 15.30. Pese a las amenazas reiteradas, sólo un pequeño grupo de trabajadores abandonó la plaza.

A la hora señalada por Silva Renard, éste ordenó a los soldados disparar a los miembros del comité que se encontraban en la azotea de la escuela, quienes cayeron muertos con la primera descarga. La multitud, desesperada y buscando escapar, se arrojó sobre la tropa y ésta repitió el fuego al que se le añadió el de las ametralladoras. La tropa, después de lanzar fuego graneado desde la plaza, entró ametrallando por los patios y las salas de clase, matando mujeres y niños sin clemencia. Los sobrevivientes de la matanza con posterioridad fueron escoltados con sables hasta el Club Hípico, y desde allí a la pampa.

Víctimas



Relación del general Roberto Silva Renard acerca de la masacre. Colección del Archivo Nacional de Chile.
El número de víctimas que dejó la matanza es discutible.6 En primera instancia, el informe oficial del General Silva Renard habla en un primer momento de 140 muertos, para posteriormente ascender a 195. Ese es el número que otorga Nicolás Palacios[cita requerida], testigo de la matanza. Sin embargo, esta cifra es considerada irreal, dada la cantidad de obreros que se hallaban en el lugar. El número más alto conjeturado ha sido de 3.600, aunque es considerado especulativo. La cifra más aceptada es de cerca de 2.200.1 2 3 Pese a lo anterior, sea cual fuere el número, al decir de Correa y otros, "nadie duda de la singular magnitud de la matanza"

1 comentario:

Elizabeth dijo...

¿Nunca les ha pasado de recibir un material extenso por mail y dejarlo para leerlo
más tarde, cuando tengan tiempo? Por suerte no siempre lo borramos días más tarde
sin verificar su verdadero valor. Esto me pasó con el material sobre Iquique que
Stella me envió. Es historia que todavía trae novedades. Y viendo las luchas de los
jóvenes chileno hoy constatamos la validez esta frase de un poeta contemporáneo que
a las luchas y los luchadores los llamaba "el muerto que no para de nacer". Y la
podemos aplicar a Europa... al Norte de África... al Medio Oriente... Este es el
fin del mundo que nada que ver con el que anunciara Francis Fukuyama. El viejo mundo
no ha muerto aún y por eso sigue siendo un peligro, pero ya parió a un mundo nuevo y
cualitativamente superior.
Hay lecciones que aprender de Iquique:
FELIZ AÑO NUEVO, FELIZ MUNDO NUEVO