Autoras/es: Amy Goodman
(Fecha original del artículo: Diciembre 2012)
Hemos superado la conmoción inicial que nos generó la reciente
masacre con armas semiautomáticas, pero el dolor sigue creciendo. En la
última semana se han celebrado funerales todos los días. No serán 27,
sino 28 los funerales que se lleven a cabo, ya que el asesino de
Newtown, Connecticut, Adam Lanza, se quitó la vida después de matar a su
madre en su casa y, acto seguido, a 20 niños de entre seis y siete años
de edad y seis mujeres que intentaron protegerlos en la Escuela
Primaria Sandy Hook. Desde que el Presidente Barack Obama asumió el
cargo han tenido lugar por lo menos 16 masacres colectivas, tras las
cuales ha ofrecido lúgubres palabras de pésame e instado a la nación a
sanar. Sin embargo, lo que realmente hace falta es establecer un control
sobre la tenencia de armas, un control verdadero, como el que fue
implementado en Australia rápidamente después de una matanza sin sentido
perpetrada por otro hombre armado. Aquella masacre tuvo lugar en Port
Arthur, Tasmania; el asesino era originario de New Town, un pueblo
cercano.
El 28 de abril de 1996, Martin Bryant, un hombre de 28 años
originario de New Town, Tasmania, se armó con un rifle Colt Ar-15
semiautomático y se dirigió a la cercana zona turística de Port Arthur.
Para el momento en que lo detuvieron, en las primeras horas del día
siguiente, había matado a 35 personas y herido a 23. El suceso generó
una reacción profunda en Australia, sobre todo porque se trataba de una
nación compuesta de amantes de las armas de fuego, desde cazadores hasta
aficionados al tiro al blanco. La masacre dio paso inmediatamente a un
debate nacional sobre el control de las armas de fuego. Rápidamente se
adoptaron leyes estrictas mediante las cuales se prohibieron las armas
de fuego semiautomáticas y se implementaron verdaderos controles a la
posesión de armas. No se ha registrado desde entonces ninguna masacre de
este tipo en Australia.
Rebecca Peters fue una de las protagonistas de aquel debate. En la
actualidad es una activista internacional a favor del control de armas
de fuego. En aquel entonces, dirigió la campaña a favor de la reforma de
la legislación australiana sobre armas de fuego posterior a la masacre
de Port Arthur. Algunos días después de la masacre de Newtown, le pedí a
Peters que me explicara los cambios que sufrió en Australia la
legislación sobre armas tras la masacre de 1996: “En Australia, la nueva
ley no solo prohibió la venta de rifles y escopetas semiautomáticas y
de armas de asalto, sino que prohibimos las importaciones y la tenencia
de estas armas, por lo cual la persona que poseyera armas a partir de
ese momento incurría en un delito. El gobierno llevó a cabo una compra
masiva de esas armas a un precio que era igual al precio de venta al
público más un 10 por ciento, aproximadamente. Además, no era posible
repararlas, ni tampoco revenderlas. Fue una prohibición bastante
extensiva. Con este programa, el gobierno compró y destruyó cerca de
650.000 armas de este tipo: se trata del programa de recompra y
destrucción de armas de mayor amplitud que se haya llevado a cabo en
cualquier parte del mundo.”
Al igual que en Estados Unidos, en Australia la legislación sobre
armas de fuego era un crisol de legislaciones establecidas por cada
estado. El primer ministro John Howard, del Partido Liberal, de
centro-derecha, utilizó su liderazgo para lograr que se adoptaran normas
fuertes y uniformes en todo el país. En agosto de este año,
inmediatamente después de la masacre de Aurora, Colorado, Howard publicó
una reflexión respecto de la legislación sobre armas de fuego. En su
texto, titulado Brothers in arms, yes, but the US needs to get rid of
its guns (Compañeros de armas, sí, pero Estados Unidos tiene que
deshacerse de sus armas), Howard reflexiona sobre una charla ofrecida en
la Biblioteca Presidencial George H.W. Bush en 2008: “Cuando expresé
que estaba orgulloso de lo que se había hecho en Australia para
restringir el uso de armas de fuego, se escucharon expresiones de
sorpresa. Ello me recordó claramente que, pese a tantas cosas que
nuestros amigos estadounidenses y nosotros compartimos, existe una
enorme brecha cultural en lo que respecta al libre acceso a las armas de
fuego.”
De la misma manera, en Gran Bretaña, tras la masacre que tuvo lugar
en marzo de 1996 en una escuela de Dunblane, Escocia, en la que murieron
16 niños de entre 5 y 6 años y dos maestros, se prohibió la tenencia de
pistolas de mano. Las estadísticas demuestran que en ambos países tanto
la violencia por armas de fuego, como los asesinatos y los suicidios se
han reducido.
¿Qué puede hacerse aquí en Estados Unidos, mientras toda la nación
llora a las últimas víctimas inocentes asesinadas al mismo tiempo?
La senadora del estado de California, Dianne Feinstein, ha prometido
impulsar una prohibición de las armas de asalto, que empezará a ser
debatida cuando comience a sesionar la nueva legislatura, en enero. El
domingo habló en el programa de NBC ‘Meet the
Press’, donde afirmó: “Presentaremos un proyecto de ley en el Senado y
en la Cámara de Representantes para prohibir las armas de asalto. La ley
prohibirá la venta, la transferencia, la importación y la posesión, no
de manera retroactiva, sino prospectiva. Lo mismo se aplicará a todo
tipo de cargadores con una capacidad de más de 10 balas”. Sin embargo,
añadió: “Quedarán exentas más de 900 armas de fuego específicas, que no
serán incluidas dentro de las disposiciones de la ley.”
“¿Novecientas exenciones?” Le pedí a Paul Barrett, editor en jefe
adjunto de Bloomsberg Bussinessweek y autor de Glock: The Rise of
America’s gun (Glock: el auge de las armas de fuego en Estados Unidos)
que comentara la propuesta de Feinstein, que probablemente sea una
revisión de ciertos aspectos de la ley de 1994:
“La llamada Prohibición de Armas de Asalto de 1994 es uno de los
instrumentos legislativos más laxos e ineficientes que tuve la
oportunidad de analizar. Está lleno de lagunas. No se aplica a las
armas de fuego que fueron fabricadas y vendidas hasta un día antes de su
promulgación. Y el hecho de que fuera a aprobarse en un período de unos
años les dio a los fabricantes de armas la posibilidad de correr a sus
fábricas y fabricar grandes arsenales de armas. Así que, si el Congreso
no propone que se prohiban las armas de fuego que ya están en
circulación, quedarán millones y millones de armas dando vueltas.”
El presidente Obama designó recientemente al vice-presidente Biden
para que presida una comisión que evalúe acciones posibles. Sin embargo,
a menudo las comisiones de evaluación o investigación dejan pasar la
oportunidad, hasta que el tema finalmente se diluye. En Australia, la
estricta prohibición fue adoptada en cuestión de semanas, bajo la
dirección de un primer ministro conservador. ¿Cuánto tiempo más tenemos
que esperar para que se adopten leyes razonables para el control de
armas en Estados Unidos? ¿Cuántos niños deben morir?
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
© 2012 Amy Goodman
Texto en inglés traducido por Mercedes Camps. Edición: María Eva Blotta y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
Amy Goodman es la conductora de Democracy Now!, un noticiero
internacional que se emite diariamente en más de 750 emisoras de radio y
televisión en inglés y en más de 400 en español. Es co-autora del
libro "Los que luchan contra el sistema: Héroes ordinarios en tiempos
extraordinarios en Estados Unidos", editado por Le Monde Diplomatique
Cono Sur.
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