Estimadas y estimados lectores:
Tenemos el agrado de presentar a continuación la versión recibida de
nuestro segundo "Cuentus Interruptus". Esta vez no hubo ganadores ni en la votación del público ni en la de Pizarras y Pizarrones. A disfrutar su lectura!
Autoras/es: Mario G. Marazzi, Violeta Glenis Troncoso
[...] el subte sale rápidamente y del otro lado una
mujer haraposa con un bebé en brazos se acomoda en el suelo al lado de
la escalera para pedir limosna, la tristeza vuelve a inundar el corazón
de Herminia cuando ve cómo la mujer pellizca al bebé para que llore
mientras ella estira la mano con cara de infeliz...
Sábado
15.10 horas, la estación Loria de la línea A estaba huérfana de pasajeros
cuando, en el andén que apuntaba a Carabobo, entró Herminia con sus
veinticuatro años “temblando de cariño”, como diría el tango. En el mismo
andén, como distraído un tipo anciano, de barba canosa y luciendo un gorro
ridículo para su edad. Hasta el kiosco de diarios y revistas estaba cerrado. En
el andén de enfrente una mujer sola, con bolsas y bolsones a destajo, quizá en
busca de la visita a sus hijos para ver a los nietos que “son una fiesta para
la vida”, exageraba cuando le preguntaban.
La
mugre de la estación era casi insoportable por lo cual Herminia prefirió quedarse
parada esperando el subte; ni siquiera quiso abrir el libro que venía leyendo.
Casi
vacío llegó el tren, bajaron dos y subió solamente el anciano impresentable.
Herminia quedó en el andén pero parecía estar ajena a la llegada y partida de
los trenes. A los 18 minutos llegó otro y Herminia repitió esa actitud de
ausencia y de poner cara de estar en el lugar equivocado.
Ya
eran casi las cuatro de la tarde cuando llegó otra formación de vagones, del
primer vagón bajó un muchacho con un bolso azul muy ordinario, se encaminó a
los molinetes para salir, se le cayó un papel de sus manos pero, sin recogerlo,
salió hacia la calle.
Herminia
recogió el papel, lo leyó, sacó un celular y comenzó una larga charla…
-...hola..., dice timidamente Herminia,
- sii, quien habla- contesta una voz masculina y apurada,
...si,
mire me llamo Herminia, contesta, resulta que usted paso por la
estación y se le cayó un papel, en realidad un número del quini...
-hay, ¡no puede ser! a ver...(se sienten ruidos mientras protesta), no qué estúpido, no lo tengo...
-bueno no se preocupe, yo estoy en la estación del subte A
- no se mueva voy para alla!!!
Herminia
sonríe y guarda el celular en el bolsillo, camina lentamente mientras
ve como la mujer con muchas bolsas sube al subte llevándose por delante a
todo el mundo, la gente la mira con fastidio y ella como si nada, una
parejita llega corriendo y alcanza a subir antes que cierre las
puertas, el subte sale rápidamente y del otro lado una
mujer haraposa con un bebé en brazos se acomoda en el suelo al lado de
la escalera para pedir limosna, la tristeza vuelve a inundar el corazón
de Herminia cuando ve cómo la mujer pellizca al bebé para que llore
mientras ella estira la mano con cara de infeliz... indignada quiere
gritar y llorar cuando una mano le toca el hombro, asustada Herminia
gira y vé al muchacho que le sonríe y le habla, ello no escucha nada
solo vé sus ojos azules, azules como el cielo, como el mar, azules como
la vida...
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