La
semana pasada en una institución educativa de la provincia de La Rioja,
una maestra de nivel inicial le cortó el pelo a un alumno porque tenía
piojos y estaba sucio.[1]
Dicha acción despertó la furia de la madre del niño quien irrumpió al
día siguiente en la escuela y como represalia le cortó el pelo a la
maestra de su hijo.
“Cabezas rapadas y cintas argentinas” [2] describe
un episodio escolar en el que Rosa del Rio, una directora de una
escuela primaria de la ciudad de Buenos Aires, en el año 1921, decidió
cortarle el pelo a gran cantidad de sus alumnos para evitar la
propagación de piojos en la escuela. Es así que se cruza la calle en
busca de un peluquero con quien regresó a la escuela y en el mismo patio
durante el segundo recreo le afeitó la cabeza a los niños, concretando
un acto de higienización colectiva que ella misma definía así: “nunca
más tuve que llevar a don Miguel al patio. Los rapaditos les enseñaron a
los demás que era más cómodo y más despejado tener el pelo cortísimo.
(…)Pero ni esas madres ni esos chicos sabían nada de higiene y la
escuela era el único lugar donde podían aprender algo. Un patio lleno de
mechones rubios y morochos es una lección práctica.”
Esta
obra de Beatriz Sarlo logra de manera elogiable ilustrar una escena
cotidiana de principios de siglo XX, que nos permite espiar o ser
testigos de algo así como un resorte de la maquinaria constructora de modernidad que tuvo en la escuela un dispositivo estratégico.
Escenas inaugurales en la edificación de un Estado Nacional que al
mismo tiempo que incluía enormes cantidades de niños en la escuela, con
la promesa de un futuro mejor para sus familias, lo hacía a través de un
férreo modelo de disciplinamiento autoritario que solía vulnerar identidades de origen con la imposición de una lengua, una cultura, un himno y una bandera.
La noticia más reciente, que proviene de La Rioja, forma parte de una idea de “Violencia escolar” ligada al espectáculo mediático. No
porque la violencia no exista en las escuelas, ya que es constitutiva
de las mismas, sino que requiere de un abordaje responsable, político,
pedagógico y en contexto. Análisis que no tiene nada que ver con la
voracidad del rating mediático que transforma estas noticias en
mercancías y lo único que cuenta es cuanto vende. Pero también agrega
presión al termómetro de una parte de la sociedad que frente a este tipo de noticias saca a pasear la nostalgia autoritaria acompañada con la frase se han perdido todos los valores, y ahí nomas se suelta la cadena con deseos profundamente oscuros.
El
episodio que conocemos por el ensayo de Sarlo se ubica en un contexto
de sociedad en que la escuela comenzaba a monopolizar la transmisión del
saber, y la eventualidad de compartir escena con otros referentes como
por ejemplo los medios de comunicación no formaba parte de lo posible.
Analizar ambos episodios, curiosamente parecidos y ubicados en los
extremos de la línea de tiempo de nuestro sistema educativo, es probable
que nos ayuden a comprender mejor la singular relación entre violencia y
escuela tan atravesada por la cultura mediática.
Hay
algún parentesco entre ambas escenas Las causas son similares, (con la
salvedad de que una es colectiva y la otra de uno a uno) y a la
vez provocan una respuesta del referente adulto escolar bastante
parecida. Una escena da cuenta de un momento fundacional de la escuela
sarmientina, con toda esa potencia de lo inaugural que parece
inquebrantable y sin fecha de vencimiento. La otra se produce en
momentos en que aquella maquinaria escolar tal como fue pensada se
encuentra seriamente interpelada por la sociedad, revelando de
diferentes maneras que esa lógica de funcionamiento ya no es tan eficaz.
La
escuela tal como ha funcionado durante casi un siglo, esa escuela con
las marcas indelebles de las Rosas del Rio es una creación de otro
momento histórico[3].
Y ello nos obliga a reparar en algunas condiciones que hacen posible a
una y otra escuelas, al contexto. Lo valioso puede ser distinguir cuáles
y de qué tipo son los lazos de parentesco que unen (o desunen) ambos
episodios. Hay dos cuestiones que a mi entender, ayudan a comprender.
Una de ellas está ligada a la visibilidad, la otra a la reversibilidad[4]
Cuando
Rosa del Rio emplazó a los niños en el patio de la escuela y procuró la
rapada colectiva, seguramente ningún alumno disponía de un celular con
cámara para luego subir las fotos a youtube y transformarse en
noticia de cualquier canal de TV en solo instantes, y entonces ser
repetido cada 10 minutos como si la propia reiteración multiplicara un
episodio en varios. Sin dudas, no hay nada nuevo en las situaciones de violencia que se producen en las escuelas, lo novedoso consiste en su mayor visibilidad.
En ese sentido podemos hablar de massmediatización de la “violencia
escolar”, del papel que juegan las nuevas tecnologías de la información.
Bien elocuente se torna la propia imagen del mechón de pelo que
acompaña la noticia riojana. Visibilidad que adquiere una singular
jerarquía en una sociedad que late al ritmo cardiaco de los medios de comunicación.
Otro
aspecto que otorga mayor visibilidad refiere a la ampliación de
derechos para diversos sectores de nuestra sociedad. Uno de ellos atañe a
la ampliación de derechos de niños, niñas y adolescentes. Señal
de madurez y democratización social que supone el reconocimiento de la
condición de sujetos de derechos para los más pequeños. Tanto Rosa del
Rio como Claudia Gachón, directora de 1921 y maestra jardinera de 2011
respectivamente, revelan que obraron por el bien de los niños, por su salud y cuidado
sin embargo ambos procederes anulan con ese tipo de acción su primera
(y confesa) intención, en tanto están vulnerando a un niño como sujeto
de derecho.
Aunque
hoy resulte extemporáneo o inadmisible, los castigos corporales son una
página relevante de la historia de la escuela como institución. Hoy
mismo es probable encontrar en algún encuentro familiar en que se cruzan
varias generaciones relatos que dan cuerpo a diversos tipos de
violencia física que los adultos ejercían sobre los alumnos, que han
permanecido en silencio o en muchos casos respaldados por los padres.
Los dispositivos de disciplinamiento y control son toda una tecnología
escolar que ha experimentado cambios profundos, reemplazando el castigo
físico por la eficacia de la vergüenza a través del ejercicio de otros
tipos de violencias. Es probable que por estas razones, arraigadas en
las historias escolares y familiares, muchas veces no sorprendan algunas
noticias que revelan violencia física en la escuela de un adulto hacia
un alumno. (“Maestro golpeó a alumno”, “Profesor le propina un cabezazo a su alumno y los padres lo respaldan”[5]) Aquí me interesa incorporar la idea de reversibilidad, en la medida que en esta época comienzan a adquirir mayor notoriedad situaciones en que se invierte aquella lógica de violencia física escolar de única dirección y
quienes sufren este tipo de violencia son los adultos de la escuela. Un
ejemplo de ello es lo que ocurrió con la maestra riojana, al ser
violentada por la madre del alumno. (“Echan del colegio a una alumna por pegarle una trompada a la directora”, “Una maestra denunció que fue golpeada por un alumno suyo de 12 años”)[6]
Hace
pocos días en algunas escuelas de barrio norte de la ciudad de buenos
aires algunos adolescentes fueron asaltados por otros adolescentes. Un
problema que no es nuevo y requiere sin dudas inmediata intervención por
parte del Estado, ya sea en torno a la seguridad, como a las políticas
sociales y educativas. Como suele suceder, algunos medios montaron un
espectáculo allí donde se requiere mesura y soluciones. Uno de estos
medios fue recreando[7]
diferentes titulares escandalosos sobre dicha situación, incluso
sostuvo varios días una encuesta en la que preguntaba si se estaba de
acuerdo con que los padres suministren a sus hijos gas pimienta para
hacer frente a estas situaciones.
Los
chicos no bajaron de un plato volador, son hijos de una sociedad adulta
con muchas dificultades para transitar sus problemas a través del
diálogo, una sociedad que ha transitado buena parte del siglo XX por
varias dictaduras y que, aunque viva y apueste a la democracia (asunto
irrenunciable!) suele ofrecer destellos de
arbitrariedades, intolerancias y violencias como primera respuesta.
Las
tijeras de Rosa y de Claudia tienen que ser reemplazadas por el
diálogo, por la confianza, por el respeto y el sincero reconocimiento al
otro, en el decir y en el hacer. La imposición sobre el otro “aunque sea por su bien”
debe ser reemplazada por la salida negociada, aunque las partes sean
desiguales, ya sea en la repartija de poder o de saber. Hay que reponer
la palabra allí donde solo se expresa el cuerpo.
Buena ocasión para despegarnos de la animalidad para asumir nuestra responsabilidad adulta de hacer más y mejor humanidad.
Vuelvo al título y lo completo: “es mejor tener el pelo libre que la libertad con fijador”.
Después, en todo caso, cada uno verá si se hace una trenza, una colita
o si le pide al peluquero o a un amigo que le afeite la cabeza…
*Columna
de Educación del miércoles 27de Abril de 2011, en el programa Uno nunca
sabe, por las mañanas de la Radio AM 750. Buenos Aires. Argentina.
- Gabriel Brener es Lic. Educación (UBA) y Especialista en Gestión y Conducción del Sistema Educativo (FLACSO). Capacitador y asesor de docentes y directivos de escuelas. Ex director de escuela secundaria.Co-autor de “Violencia escolar bajo sospecha” 2009 Ed. Miño y Dávila Bs As.
[2]
Sarlo, Beatriz "Cabezas rapadas y cintas argentinas", en La máquina
cultural. Maestras, traductores y vanguardistas, Buenos Aires, 1998
Ariel
[3]Tiramonti Guillermina: 2005 “La escuela en la encrucijada del cambio social”, en Educ.Soc, Campinas, Vol 26.
[4]Recomiendo
leer artículo de R. Gonzalez Villareal “ Historia de unja
problematización ¿ qué hay de nuevo en la violencia escolar? en http://www.comie.org.mx/congreso/memoria/v10/pdf/area_tematica_17/ponencias/1730-F.pdf
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