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miércoles, 9 de enero de 2013

Escuela y familia

Autoras/es: Gabriel Brener*
Los desencuentros entre escuela y familia no pueden desligarse de una serie de transformaciones económicas, sociales y culturales que han modificado sustancialmente nuestra sociedad. Cambios en las formas de vivir en familia, en las pluralidad de familias (monoparentales, ensambladas, de parejas homosexuales, etc.) pero especialmente cambios en el reconocimiento social de estas mutaciones.
(Fecha original del artículo: Abril 2011)
Familia y Escuela. Podríamos decir que nacieron juntas, al menos hay un tipo de familia y un tipo de escuela que solemos asociar rápidamente. Por un lado, aquello que llamamos familia nuclear, (padre proveedor/jefe, madre cuidadora de hijos y menesteres domésticos y los pequeños, mejor siempre “parejita”, uno con el camioncito y ella con su muñeca). Por otro lado, la escuela, pero más precisamente aquella que identificamos como parte de un sistema educativo, quizás es el más claro ejemplo de institución moderna al mismo tiempo que constructora de modernidad. Me refiero a la escuela como artífice de los Estados Nacionales atravesada por las coordenadas del capitalismo taylofordista como matriz de su organización del tiempo, espacio y quehaceres de la instrucción masiva.
También podríamos decir que hay una noción de infancia que es cómplice de esa relación fundacional entre familia y escuela, concibiendo al niño como un ser en miniatura, inacabado, que debe sujetarse y completarse. Es probable que al hacer referencia al pacto entre familia y escuela, se ponga de relieve una necesidad inaugural de hacerse cargo del control y disciplinamiento de los mas bajitos, y que esta haya sido piedra angular de este matrimonio por conveniencia.
Podríamos sugerir que se trata de una relación más por necesidad que por convicción, signada por diversos modos de encuentros y desencuentros. Una alianza que persistió durante buena parte del siglo XX en la que cada cual se hacía cargo de su puerta para adentro y la otra parte permanecía relativamente tranquila con la sensación de continuidad de algo de lo propio en lo ajeno.
Los desencuentros entre escuela y familia no pueden desligarse de una serie de transformaciones económicas, sociales y culturales que han modificado sustancialmente nuestra sociedad. Cambios en las formas de vivir en familia, en las pluralidad de familias (monoparentales, ensambladas, de parejas homosexuales, etc.) pero especialmente cambios en el reconocimiento social de estas mutaciones.
La expansión y masificación de la escuela, en especial en la secundaria, contribuye a la aceleración y amplificación de diversos tipos de desencuentros. Expresa una paradoja que debemos resolver. Una escuela diseñada para una elite colisiona con otra que pretende incluir a todos los alumnos en edad de asistir, con el respaldo de una ley nacional de educación, la escuela como derecho social y  la inclusión escolar como política Estado.
Un edificio, unos contenidos, unos profesores, y toda una cultura escolar en torno a un ideal de alumno que muchas veces no es el que ingresa por la puerta de las escuelas del siglo XXI, sino el que permanece en la cabeza (en los deseos, en los cálculos) de mucho adultos.
Hay una concepción clasemediera que persiste en el sentido común escolar, como lo deseable, lo esperable y patrón de medida excluyente. Invisibilizando, postergando, a veces estigmatizando otras manifestaciones culturales, en especial aquellas ligadas a los sectores populares.
Vale decir que hace un buen rato, o unas décadas que algo en esta relación se ha puesto muy difícil. Familia y escuela se necesitan mutuamente, pero se desconfían con la misma intensidad que se precisan. Pongámoslo en palabras de algunos docentes…. La familia no nos apoya, Si ellos no ayudan nosotros no podemos, sin una familia bien constituida no se puede, con estos pibes no se puede, etc.… Es decir que, desde la escuela se pide (ruega) apoyo de los padres, pero cuando estos participan aparece una inmediata sensación de invasión. Cuando no están quisiéramos que nos acompañen y cuando están, no se estarán metiendo mucho?
Hagamos un ejercicio mental. Saquemos dos fotos, frente a una calificación negativa de un chico o un problema con las normas. Una en la década del 60 del siglo pasado y otra más actual:

         Si te lo puso tu maestro tendrá sus razones, y luego las penitencias, castigos y reprimendas!!
         Quien es y donde está ese tipo que lo voy a buscar!!
Es interesante destacar una cuestión, un punto de inflexión en esta relación. En los meses posteriores a la crisis que vivimos en 2001, la escuela fue de los muy pocos espacios públicos que permaneció de puertas abiertas a la sociedad. Y en esta exposición, frente a tantos malestares y padecimientos de la sociedad fue, en muchas ocasiones, depositaria de enojos o agresiones que no eran para la escuela, pero allí estaba la escuela atendiendo cara a cara y no con contestador telefónico que solo permite marcar 1 si es para esto y 2 si es para lo otro, ampliando la furia de quien escucha que luego explota en cualquier lado.
La asimetría entre adultos y alumnos, que antes era un punto de partida indiscutible, casi religioso, del orden de lo inalterable, nos revela que se trataba de una autoridad que se autorizaba en la fuerza del mandato, de tinte autoritario y paternalista. La relación entre familias y escuela también parecía funcionar en torno a esta lógica. El asunto era que una (en especial la familia) se adaptara a los requerimientos de la otra (la escuela). Me parece que en vez de pretender un acuerdo o pacto para salir del paso, o lamentarse por su mayor o menor eficacia lo que puede ser valioso es dar cuenta de los contenidos de esta relación, de algunas claves para pensarla en las condiciones de esta época: El desafío pasaría por sostener la asimetría como condición fundante entre generaciones, asimetría que hay que dotar de sentido, que no hay que suponer como hecha de antemano, que hay que construir acorde a los diversos contextos. Asimetría que en vez de ajustarse a un mandato inalterable se sostenga en la idea de una responsabilidad adulta que garantice (en el sentido de “hacerse garante”) las mejores condiciones de transmisión y cuidado hacia las nuevas generaciones.
Quizás se trate de una escuela que se anime a democratizar sus representaciones sobre “la familia”, haciéndole lugar a la pluralidad de formas de vivir en familia, así como a las manifestaciones sociales, religiosas, culturales que cada alumno/a trae consigo. Un lugar más autentico que la notificación de la firma, que inaugure nuevas formas para dialogar y compartir, para aprender mutuamente, que no es otra cosa que un gesto de reconocimiento sincero y de sentida bienvenida hacia los niños y adolescentes que habitan las escuelas.
Quizás se trate de una familia que apueste e interpele a la escuela como el primer ámbito público institucional en el que sus hijos puedan aprender los medios de orientación necesarios para acceder a una ciudadanía activa y democrática, un espacio de encuentro con los otros parecidos y los otros diferentes, los de más acá y los de más allá.
El desafío es construir una relación más fluida y auténtica entre familias y escuelas, cada cual con sus ámbitos de autoridad, pero con más confianza, con acuerdos sujetos a revisión cada tanto, una escuela que acompañe a la familia y viceversa. Que la mira esté puesta en la enseñanza y el cuidado de chicos y chicas, asunto que siempre, debe estar por encima de todo.
Quizás quien mejor ponga letra sea el tan querido Mario Benedetti cuando sugiere en primera persona del plural
“Hagamos un trato,
compañera usted sabe
puede contar conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo
(…) hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted
usted sabe que puede
contar conmigo.

* Gabriel Brener es Lic. Educación (UBA) y Especialista en Gestión y Conducción del Sistema Educativo (FLACSO). Capacitador y asesor de docentes y directivos de escuelas. Ex director de colegio secundario. Co-autor de “Violencia escolar bajo sospecha” 2009 Ed. Miño y Dávila Bs As.
Columna de Educación del miércoles 23 de Marzo de 2011, en el programa Uno nunca sabe, por las mañanas de la Radio AM 750. Buenos Aires. Argentina


Fuente: http://alainet.org/active/45901&lang=es

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