Autoras/es: Alejandro Formanchuk
(Fecha original del artículo: Diciembre 2009)
“La crisis es una oportunidad”. ¿Escuchó
alguna vez esta afirmación? Yo sí, por lo menos 500 veces. La última vez
fue hace un par de semanas, durante un seminario en Buenos Aires.
No aguanté la curiosidad y le pregunté al expositor por qué sostenía
con tanta convicción esta idea y su respuesta fue: “porque el ideograma
que los chinos usan para nombrar ‘crisis’ se construye por
yuxtaposición de los correspondientes a ‘peligro’ y ‘oportunidad’”. Acto
seguido me mostró con orgullo el famoso ideograma aplicado a todo
tamaño sobre una filmina de Power Point.
Fue una maravillosa explicación tautológica.
Peligrosa también. Los clisés bloquean el pensamiento porque se repiten
ad nauseam y se convierten en verdades incuestionables, en sedimento
mental difícil de remover.
Quiero “deshacer” esta “frase hecha” o al menos
deshilacharla un poco enumerando algunas razones por las cuales
considero que las crisis no son sinónimo de oportunidad:
Por puro sentido común: La crisis
es crisis y la oportunidad es oportunidad. No son términos
intercambiables. Una persona que busca una “oportunidad laboral” jamás
diría: ¿Me das una “crisis laboral” para trabajar en tu empresa?
Porque genera emociones negativas: Las crisis
traen más dolor que felicidad. No tengo datos estadísticos pero creo que
cuando las cosas se ponen feas es mayor el porcentaje de personas que
se angustian, se deprimen o se asustan que de las que se ponen contentas
y entusiastas. Las emociones negativas no son el mejor combustible para
echar a andar el motor de la creatividad o la inspiración.
Porque obliga a reaccionar sin pensar: Es natural
que una persona que esta en peligro haga algo para intentar salvarse.
Pero es muy probable que esa acción que emprenda sea ineficaz porque
tuvo que decidirla bajo presión y en poco tiempo. La crisis es el caldo
de cultivo de las reacciones y, si bien pueden ser “salvadoras”, nunca
van a ser mejores que las ideas que se planifican con tiempo, recursos
suficientes y tranquilidad.
Porque obliga a aprender demasiado rápido: Muchas
veces se sostiene que la crisis es positiva porque obliga a las personas
a salir de la modorra, reinventarse y aprender cosas nuevas. Sin
embargo yo no encuentro nada positivo a que un naufragio me brinde la
“oportunidad” de aprender a nadar en 5 minutos. Prefiero tomar clases
dos veces por semana en la piscina de un club y comenzar en la parte
bajita.
Porque no potencia la creatividad: Si fuera
cierto, las creaciones más geniales de los últimos años tendrían que
haber surgido de países quebrados. Por ejemplo, en la Argentina sufrimos
un gran golpe en 2001 y sin embargo ese año ningún compatriota realizó
un descubrimiento significativo en ingeniería genética, tecnologías de
la información, energía renovable, ni a nadie se le ocurrió crear
Facebook o Twitter, ni se presentaron teorías novedosas en campos
referidos a la política, la sociología, la psicología y demás. Es cierto
que surgieron ideas originales como los “clubes del trueque” por
ejemplo, pero fueron estrategias de supervivencia más que proyectos a
largo plazo.
Porque crea falsos emprendedores: Una cosa es
abrir un negocio por decisión y otra es hacerlo por desesperación. Una
crisis genera falsos emprendedores: personas que tienen que crear un
negocio propio para tener alguna fuente de ingreso. Por lo general
suelen ser de corto aliento y desaparecen cuando el individuo puede
reinsertarse en el mercado laboral.
Porque impulsa el conservadurismo y retrae el consumo:
Los contextos negativos hacen que la gente piense tres veces antes de
abrir un negocio, cambiar el auto, invertir en educación, tener un hijo,
hacer un viaje, prestar dinero o invertir. La crisis retrae el consumo,
la producción y por ende las oportunidades. Y aunque siempre habrá
alguno que encuentre la forma de hacerse millonario en medio de las
ruinas, a nivel global todos nos empobrecemos.
Porque para ganar, otro tiene que perder: Las
oportunidades son siempre a expensas de otro. Por ejemplo, una crisis
puede ser una oportunidad para las agencias que se especializan en
publicidad digital porque muchos anunciantes ya no pueden invertir
fortunas en filmar spots y pautar en televisión. Estas agencias ganan
dinero porque lo pierden las tradicionales. A nivel doméstico, una
persona puede encontrar la ocasión ideal para comprarse un departamento a
bajo precio solamente porque otro necesita venderlo rápido para
conseguir dinero. Los momentos de estabilidad económica son mil veces
mejores porque brindan oportunidades genuinas y el crecimiento de un
sector no depende del derrumbe del otro. Hay suficiente para todos, se
multiplica la riqueza, se agranda la “torta”.
Porque puede sacar lo peor del ser humano: La
crisis muchas veces pulveriza la inteligencia de una sociedad y la lleva
a buscar chivos expiatorios, “cazar brujas”, encantarse por líderes
negativos, adoptar pensamientos maniqueos o comprar soluciones mágicas y
rápidas. La historia está llena de ejemplos.
Porque genera cambios falsos: Es cierto que una
crisis provoca que las personas, empresas o países cambien sus actitudes
o comportamientos. Pero por lo general son cambios falsos porque nacen
de la desesperación y no de una elección libre. Por eso cuando la crisis
termina suele reestablecerse la situación anterior y todo vuelve a foja
cero. Yo lo comparo con una persona que luego de recuperarse de un
infarto promete que va a comenzar a hacer ejercicio todas las mañanas, a
comer alimentos saludables, a trabajar menos horas. ¿Qué sucede
después? Apenas mejora vuelve a comer hamburguesas con papas fritas
tirado en un sillón y con una cerveza.
Porque genera un orgullo incomprensible: Viajo
mucho por América latina, casi la mitad del año estoy fuera de Buenos
Aires, y en todos los países me encuentro con gente que está orgullosa
de la “creatividad de su pueblo” y de que “siempre se las arreglan para
sortear todos los problemas”. Yo me pregunto: si la crisis nos hace ser
tan inteligentes, ¿por qué no somos capaces de solucionar los problemas
de fondo? Sinceramente yo no quiero que los argentinos, chilenos o
colombianos seamos tan creativos. Prefiero que seamos bien “lentos y
bobos” como la gente de esos pobres pueblos de Suiza, Noruega o
Finlandia que tienen que sufrir los males de la estabilidad, el
pensamiento a largo plazo y la certeza.
Porque se la convierte en una solución: Mi papá es
polaco y mi mamá hija de italianos y franceses. Recuerdo que cuando era
chico mis abuelos filosofaban acerca de la Argentina y me explicaban
que mi país no era una “potencia mundial” porque, paradójicamente, lo
teníamos todo: mar, tierra, ganado, minerales, petróleo, buena
educación, etc. Aún hoy escucho a muchos compatriotas decir que nuestro
problema es que “nunca pasamos hambre ni nos tiraron una bomba atómica”.
Estos razonamientos le atribuyen a la crisis un carácter redentor y,
quienes lo sostienen, suelen poner el ejemplo de Japón o la Europa de
postguerra. Yo siempre desconfié de esas “explicaciones”, aún de chico.
¿Esos países son prósperos gracias a la crisis o a pesar de ella? Porque
EEUU lo tiene todo, como la Argentina, y es potencia, y por otra parte
existen otros que tuvieron la “fortuna” de tener muchísimas crisis y
siguen siendo pobres.
Ideas finales llenas de oportunidades
Muchas tonterías nacen de buenas intenciones.
Aquellos que repiten que la crisis es una oportunidad lo hacen porque
son buenas personas y quieren que la gente no se paralice ni se sienta
víctima de las circunstancias. Pero lamentablemente caen, sin darse
cuenta, en la misma trampa que intentan sortear: el determinismo. Porque
según su punto de vista el ser humano depende de tener el agua al
cuello para querer aprender a nadar.
Propongo una alternativa constructiva: considerar que la crisis no
es una oportunidad sino que uno mismo lo es. Que encontrar y generar
oportunidades depende de nosotros y que no necesitamos de crisis para
despertar de modorras o sinapsis quebradas. En una palabra: volver a
confiar en nuestra capacidad de acción y celebrar la estabilidad, porque
cuando las cosas marchan bien se amplía el campo fértil donde sembrar y
cosechar un buen futuro.
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