(Fecha original del artículo: Marzo 2013)
La elección del cardenal
Bergoglio como el nuevo papa de la iglesia católica ha levantado una
polvareda general, y ha causado una suerte de furor futbolero en amplias
franjas del pueblo argentino. Las sumisiones serviles así como las
interpretaciones conspirativas y las indignaciones morales, elementos
tan caros a la subcultura progresista, no demoraron en salir a luz e
inundaron las pantallas de los noticieros y programas de opinión, como
así también las portadas de los diarios. En lo que sigue, sentamos
posición ante este hecho que asaltó desprevenidamente a la política
nacional.
En primer lugar, ante el brote de festejos es
necesario recordar (una vez más) el rol histórico de la iglesia
católica en el sojuzgamiento de los pueblos coloniales (y no sólo
coloniales), con el tendal de masacres, robo y pillaje que dejó a su
paso en cuanto suelo de ultramar ha pisado. América Latina ocupa un
lugar destacado en esa historia de masacres imperialistas.
Por otra parte, y dado que el
kirchnerismo es solamente un ejemplar arquetípico en el reino de la
política sin historia pero no su único habitante, hay que
señalar el lugar ocupado por la Iglesia Católica Argentina en la
política nacional, en su legitimación de cuanta represión ha existido y
su alianza con la totalidad de las dictaduras, en su complicidad y
silencio absoluto con el terrorismo de Estado de la última dictadura
genocida, en su oscurantismo medieval en relación a la cultura, la
educación y la sexualidad, por mencionar solo algunos puntos. En todos, Bergoglio fue uno de los militantes católicos más destacados.
Bergoglio fue un importante militante de
“Guardia de Hierro”, organización de la derecha católica peronista.
Luego del golpe del 76, y ya dentro de la estructura política de
Massera, dicha organización intervino activamente en la apropiación de
los bienes de los desaparecidos. Quienes hoy se esfuerzan en
desvincularlo de la dictadura, deberían saber que estando Bergoglio
políticamente a cargo de la USAL (habiendo entregado la dirección formal de la universidad a militantes de guardia de Hierro) y mientras dos curas tercermundistas de la orden jesuita permanecían desaparecidos, le entregó la distinción de Doctor Honoris Causa de dicha universidad a Massera el
25 de noviembre de 1977. En aquella oportunidad, Massera indicó en su
discurso la necesidad de luchar contra "el estremecimiento de la fe
terrorista", y subrayó que “la universidad era el instrumento más hábil
para iniciar una contraofensiva de Occidente”. Por otra parte, sobran los testimonios que indican que fue el propio Bergoglio quien entregó a los curas de su propia orden, por “vínculos con el terrorismo guerrillero”.
Es lógico entonces que Bergoglio haya sido un férreo promotor del silencio absoluto de la Iglesia Católica
para con lo sucedido en aquellos años. El día posterior a su elección
como Papa, para salir del paso, el Vaticano argumentó que Bergoglio
pidió perdón en nombre de la Iglesia Católica Argentina por “no haber
hecho lo suficiente durante la dictadura”. Cabe preguntarse, ¿A quién
está dirigido el pedido de perdón? ¿A la junta militar y a la burguesía
nacional por no haber podido redoblar esfuerzos en su lucha contra el
“terrorismo guerrillero”?
En otro orden de cosas, en relación a su rol en la supuesta “modernización” de la Iglesia Católica, Bergoglio es un activo militante antiabortista, efusivo homofóbico, y se ha declarado contra todo tipo de anticonceptivos.
Con motivo del matrimonio igualitario, llamo a una “guerra de Dios” a
través de una carta, guerra en la que según sus palabras se jugaba “la
identidad, y la supervivencia de la familia: papá, mamá e hijos.” (J.
Bergoglio, carta enviada a congregación de monjas carmelitas, 22 de
junio de 2010)
Pese a este impecable curriculum
reaccionario, la designación de Bergoglio al frente de la Iglesia
católica mundial lo ha cubierto con el manto sagrado de la impunidad sin
historia. El conjunto de la opinión pública lo describe de
diversos modos como un “progresista”. Se hipertrofia un supuesto perfil
humilde “cercano a los pobres”, y no ha faltado quien osó incluirlo
dentro de la corriente de los curas villeros. De este modo, queda oculta
su política reaccionaria como así también su complicidad y colaboración
con la dictadura.
La recepción del Papa en la política nacional
Más allá de los matices de
efusividad y servilismo, y con mínimas discordancias, el conjunto de los
representantes políticos de la clase dominante Argentina se
congraciaron con el nuevo Papa.
En la vereda oficialista, obedeciendo a
la clásica división de roles y tareas al interior del kirchnerismo,
quienes cumplen la función de legitimación ideológica “progresista”
se esmeraron en denunciar los vínculos de Bergoglio con la dictadura, y
elaboraron teorías conspirativas sobre la geopolítica del vaticano, la
cual tendría como objetivo meter una cuña en el supuesto proceso de
unidad continental encabezado por los gobiernos “progresistas” de
América Latina.
Sin embargo, el kirchnerismo realmente
existente se alineó de inmediato tras el Papa Francisco. Es así que de
Cristina a Pérsico, pasando por Taiana, Marioto, Scioli y varias páginas
de etcétera, han enviado sus calurosos saludos al papa resaltando que
“mas alla de los matices, Bergoglio es un papa peronista” (Marioto), que
“su designación es un reconocimiento al crecimiento de la región”
(Taiana) o que “Bergoglio es peronista, es un compañero” (Persico).
Frente al progresismo conspirativo, que
tiene a creer que es ahora el vaticano quien viene (junto a “Clarín”,
“el campo” y “los 90”) por las “conquistas” de Nestor y Cristina,
señalamos que el Kirchnerismo ha dejado intacta la estructura de leyes
decretadas por la dictadura que aseguran grandes beneficios económicos a
la iglesia católica. Para el caso, pueden consultarse las vigentes
leyes Nº 21.540. 21.950, 22.162, 22.430/81, 22.950 y 1991/80, decretadas
entre el 77 y el 83, la mayoría firmadas por Videla.
Del otro lado del charco, en la
oposición abriga la esperanza de que el Papa sea el “guía espiritual” y
el aglutinador de alguna coalición opositora al kirchnerismo. Macri,
Carrio, Bullrich y Solanas son algunos de los que han manifestado su fe
en esta posibilidad.
Es entonces que todos,
peronistas y antiperonistas, kirchneristas y opositores, conservadores y
“progresistas” de diversos colores, se congraciaron ante el nuevo
pontífice y trataron de mostrarse como la expresión política del nuevo
papa en la Argentina.
Desde Estrella Roja consideramos que la elección de Bergoglio como Papa suma responsabilidades para quienes militamos día a día por el socialismo. La
denuncia de los crímenes y complicidades de la iglesia católica
adquiere ahora un relieve más acentuado, al igual que la lucha contra su
función ideológica reaccionaria. Por este motivo, repudiamos
al Papa Francisco de la Iglesia Católica, como a la institución que éste
preside, y seguiremos luchando contra los intereses reaccionarios que
representa.
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