Allá en los ańos mozos, fui cajero de banco.
Recuerdo, entre los clientes, a un
fabricante de camisas.
El gerente del banco le renovaba los
préstamos por pura piedad. El pobre camisero vivía en
perpetua zozobra. Sus camisas no estaban mal pero nadie las compraba.
Una noche, el camisero fue visitado por
un ángel. Al amanecer, cuando despertó, estaba iluminado. Se
levantó de un salto.
Lo primero que hizo fue cambiar el
nombre de su empresa, que pasó a llamarse Uruguay Sociedad Anónima,
patriótico título cuyas siglasson: U.S.A.
Lo segundo que hizo fue
pegar en los cuellos de sus camisas una etiqueta que decía, y no
mentía: Made in U.S.A. Lo tercero que hizo fue vender camisas a
lo loco. Y lo cuarto que hizo fue pagar lo que debía y ganar mucho
dinero.
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