Autoras/es: Eduardo Galeano
(Fecha original del artículo: 1987)
La dignidad del arte
Yo escribo para quienes no pueden leerme. Los de
abajo, los que esperan desde hace siglos en la
cola de la historia, no saben leer o no tienen con qué.
Cuando me viene el desánimo, me hace
bien recordar una lección de dignidad del arte que recibí hace años, en un teatro de Asís, en Italia. Habíamos ido con Helena a ver
un espectáculo de pantomima, y no había nadie. Ella y yo éramos los
únicos espectadores. Cuando se apagó la luz, se nos sumaron el
acomodador y la boletera. Y, sin embargo, los actores, más numerosos que
el público, trabajaron aquella noche como si estuvieran
viviendo la gloria de un estreno a sala repleta. Hicieron su tarea
entregándose enteros, con todo, con alma y vida; y fue una maravilla.
Nuestros aplausos retumbaron en la
soledad de la sala. Nosotros aplaudimos hasta despellejarnos las
manos.
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