En el hotel había noventa y
siete agentes de publicidad neoyorquinos. Como monopolizaban las
líneas telefónicas de larga distancia, la chica del 507 tuvo que
esperar su llamada desde el mediodía hasta las dos y media de la
tarde. Pero no perdió el tiempo. En una revista femenina leyó un
artículo titulado «El sexo es divertido o infernal». Lavó su peine
y su cepillo. Quitó una mancha de la falda de su traje beige. Corrió
un poco el botón de la blusa de Saks. Se arrancó los dos pelos que
acababan de salirle en el lunar. Cuando, por fin, la operadora la
llamó, estaba sentada en el alféizar de la ventana y casi había
terminado de pintarse las uñas de la mano izquierda.
(Fecha original del cuento: 1948)
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