Un análisis de la agenda social pendiente realizado por Daniel Arroyo
Autoras/es: Daniel Arroyo*
El reconocido especialista en temas sociales, Daniel Arroyo, enfatiza sobre
los temas pendientes para avanzar en materia de desarrollo humano y
advierte que uno de los grandes desafíos para el Estado es remplazar la
asistencia por mecanismos que permitan ingresar al trabajo. Asimismo,
apunta sobre la necesidad de definir un perfil de país en temas que van
desde lo demográfico hasta lo productivo.
Siete desafíos para promover la inclusión social en Argentina
Luego de la
crisis de 2001, Argentina tuvo una década de crecimiento económico con
tasas cercanas al 8% anual. Sin embargo, esta situación no impactó en
todos los argentinos del mismo modo y continuamos con una estructura
social muy desigual: la diferencia de ingresos entre el 10% más rico y
el 10% más pobre es hoy de 22 a 1.
En el último tiempo el Estado
generó políticas sociales con una orientación más amplia, como la
Asignación Universal por Hijo. También mejoró la infraestructura básica.
Sin duda, los más pobres se encuentran mejor que durante los años ´90,
aunque conceptualmente tienen dificultades similares. La educación aún
no es la vía para generar una movilidad social ascendente que permita
entrar en el mundo del trabajo. De allí que uno de los grandes desafíos
para el Estado sea lograr remplazar la asistencia por mecanismos que
permitan ingresar al trabajo.
El primer desafío es resolver el
problema de pobreza estructural. Lograr que todos los habitantes del
país tengan servicios básicos en el hogar. Para ello, es necesario
establecer una fuerte política de inversión en infraestructura, con
recursos permanentes para las áreas sociales y generar políticas
focalizadas en los grandes centros urbanos. Eliminar los bolsones de
pobreza, que actualmente alcanzan cerca del 22%, no parece un reto tan
complejo si tenemos en cuenta el sostenido crecimiento económico y los
recursos con que cuenta el Estado.
El segundo eje radica en la
distribución territorial. Tenemos dos tipos de desequilibrio. Uno
vinculado a la concentración de ciudadanos en un espacio territorial
reducido: en el área metropolitana, que representa el 1% del territorio
nacional, vive casi 1/3 de la población argentina. Esto implica un
importante problema económico para lograr crecimiento y también para
generar políticas sociales. El segundo tipo de desequilibrio, tiene que
ver con la necesidad de pautar metas para cada región: poblar la
Patagonia; generar un fondo especial para favorecer al Norte; acompañar
actividades productivas estratégicas y reequilibrar la relación de
Buenos Aires con el interior.
El tercer punto requiere el
establecimiento de un plan estratégico de desarrollo para definir si
será un país agroindustrial; más industrial que de producción primaria o
un país de servicios. Es claro que necesitamos un plan que establezca
con claridad el rol que va a tener la minería, la soja, los recursos
naturales, las cadenas productivas, entre otros temas y actividades que
requieren definiciones inmediatas. Esta definición debe conjugarse no
sólo con un esquema de financiamiento, sino también con un sistema de
educación que acompañe y vincule esas actividades y con el apoyo a
aquellas cadenas productivas que generan empleo para los sectores con
menos oportunidades de acceso al mercado laboral.
El cuarto
desafío determina la necesidad de reducir el trabajo informal (hoy en
el 34%) a partir de la regulación estatal y la masificación del crédito
para el cuentapropismo y la economía social. Si continuamos con un
mercado de trabajo de dos velocidades (formal e informal) será difícil
achicar las brechas sociales.
Los contenidos en la escuela
secundaria y la calidad educativa requieren una especial atención. Ése
es el quinto reto social del país de cara al final de esta década. Los
logros de haber destinado más del 6% del PBI a la educación, la entrega
de netbooks y el aumento de alumnos en las escuelas secundarias por la
Asignación Universal por Hijo marcan los nuevos desafíos. Hacen falta
más escuelas secundarias e inversión, como también equilibrar los
niveles de conocimiento, de tecnología e infraestructura entre la
escuela pública y la privada. Los chicos que cursan en una escuela
privada, muchas veces, aprenden contenidos diferentes a los de la
escuela pública. Las desigualdades se agudizan en la escuela secundaria.
El
sexto reto se refiere a la reestructuración del sistema de salud. La
atención primaria atraviesa una fuerte dificultad y es que, toda la red
de hospitales –que ha mejorado en infraestructura- está siendo utilizada
por la población como atención primaria y secundaria. Esto implica que
una persona, ante cualquier eventualidad, no va al centro de su barrio,
sino que se dirige Hospital. Ello provoca una sobrecarga, una saturación
y colapso en la atención de pacientes.
Finalmente, el séptimo
eje apunta al mejoramiento de las condiciones de vida en los ejes menos
visibles: comunidades aborígenes, personas con discapacidad, violencia
de género y trata de personas. Es decir, junto con los programas
universales debemos avanzar en acciones específicas en los grupos que
tienen sus derechos vulnerados.
Argentina es un país con muchas
capacidades, treinta años de democracia, un territorio vasto e
importantes recursos naturales. El contexto internacional, más allá de
los vaivenes actuales, parece darnos una nueva oportunidad que no
debemos desaprovechar.
* Daniel Arroyo: Ex Viceministro de Desarrollo Social de Argentina, Profesor Universitario de FLACSO y UBA, Consultor Asociado de abeceb.com
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