Autoras/es: Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología Serie Cuadernos para el aula. Lengua 4. Nap. EJE: Literatura
(Fecha original del artículo: s/d)
c) Animales enlazados en las palabras
c) IV Calambur, un registro
Presentamos a
continuación un fragmento del registro realizado por Anahí Rossello, quien leyó
Silencio Niños de Ema Wolf con sus
alumnos de 8 y 9 años en el Taller de Iniciación Literaria en el Instituto
Vocacional de Arte de la Ciudad de Buenos Aires. Este fragmento nos permite ver
cómo, en la búsqueda del significado de las palabras desconocidas, los chicos
van realizando distintas hipótesis; en muchos casos, la indagación los lleva a
armar calambures. Estos son juegos de
lenguaje en los que las sílabas o letras de una expresión adquieren significado
completamente distinto al separar las sílabas y las palabras de manera
diferente. A veces la escritura es distinta, pero suenan igual al oído. El
diccionario de María Moliner propone el caso siguiente: Ató dos palos. A todos,
palos.
Pancho: —¿Qué son las
pulgadas?
Maestra: —¿Por qué lo preguntás
ahora y no la primera vez que lo leímos? ¿Antes no lo notaste, o qué pasó?
Pancho: —Creí que era un
televisor de madera de dos pulgadas y que venía en una caja de telgopor y ahora
no escuché televisor. Dice “madera de dos pulgadas”.
Maestra: —¿Antes yo habré dicho
televisor?
Pancho: —Creo que no.
Celeste: —No prestó atención.
Maestra: —No creo que sea eso.
¿Por qué a Pancho le habrá aparecido la idea de televisor?
Pancho: —Pulgadas me debe
haber sonado a televisor, televisor de 29 pulgadas.
Maestra: —¿Alguien entendió
igual que Pancho?
(Silencio.)
Maestra: —Estaría bueno que
contáramos qué entendemos cuando decimos “pulgadas”.
Paloma: —¡Una madera donde hay
pulgas! ¡Dos pulgas!
(Risas.)
Andrés: —Dos pulgas que son
hadas. Pulg-hadas.
(Risas.)
Maestra: —¡Qué buena idea para
otro cuento! Pero volvamos a las pulgadas. ¿Qué está contando el que narra la
historia en ese momento?
Macarena: —Que estaban
practicando. Primero más fácil, después más difícil, más difícil...
Maestra: —¿Y qué era lo más
fácil y qué lo más difícil?
Paloma: —Primero telgopor,
después madera, después la pared...
Maestra: —¡Ah! Y dice “madera
de dos pulgadas”. ¿Será el tipo de madera, el color, otra cosa? Esa madera,
¿será más grande o más chica que un televisor...?
Andrés: —¡Ah! Debe ser más
chica que un televisor de 29 pulgadas.
Maestra: —Entonces, ¿para qué
se usará la palabra “pulgadas”?
Andrés: —Para decir el tamaño.
Dos pulgadas debe ser chiquito como dos pulgas.
Ignacio: —¡Qué asco, el
televisor de mi tío es grande como 29 pulgas!
Maestra: —Si dibujamos una
pulga en un papel, ¿qué tamaño tendría?
Ignacio: —Un puntito.
Maestra: —Entonces, el
televisor es como 29 puntitos...
Celeste: —¡Noooo! Es más
grande.
Maestra: —Pulgadas, ¿vendrá de
pulgas?
Celeste: —A lo mejor, cuando
son cosas chiquitas.
Maestra: —¿Y para cosas
grandes?
Celeste: —¡Elefantadas!
Paloma: —¡Edificiadas!
Pancho: —¡Obelisqueadas!
Maestra: —Lindísimo todo lo que
se les ocurrió. En realidad, pulgadas viene de pulgar, ¡pero a lo mejor, pulgar
viene de pulgas! Y ahora que digo pulgar, me acuerdo de un cuento...
Andrés: —¡Pulgarcito!
Como se puede observar, Andrés inventa
espontáneamente un calambur (separa la palabra “pulgadas” de una forma no
habitual: “pulg-hadas” y dice que significa dos pulgas que son hadas). Al
combinar las sílabas de otro modo, altera la palabra y arma una nueva
combinación.
Cuando el docente propicia estos juegos,
cuando se dispone a jugar el mismo juego de los chicos, permite que aparezcan
las significaciones que ellos elaboran imaginativamente (y que muchas veces
callan por temor al error). Como se observa en este registro, en lugar de
obturar la búsqueda dando la respuesta “correcta”, devuelve la pregunta para
que aparezcan otras soluciones. De este modo, la atención sobre la palabra abre
el campo semántico y permite ir más allá del sentido literal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario