(Fecha original del artículo: Noviembre 2013)
En los últimos tiempos el volumen
de población por encima de los 65 años se ha duplicado considerablemente. La
ampliación de los sistemas de salud y la disponibilidad de mayores recursos han
contribuido al aumento de la esperanza de vida.
El envejecimiento de la población
mundial es un fenómeno sin precedente y se prevé que siga en aumento. EN el
siglo XX la tasa de adultos mayores se
incrementó y la tendencia se mantendría durante el siglo XXI. En 2010,
el 10% de la población tenía 60 años o más. Para 2025 la tasa proyectada es de
15,1% y para 2050, de 25,5.
En 2010, en América latina y el
Caribe el 10% de la población tenía 60 años o más, comparado con un 6,5% en
1975. En términos absolutos, entre 2000 y 2025, unos 57 millones de personas
habrán llegado a ese grupo etario, que hoy integran 41 millones. La tasa de
personas de 60 años o más se habrá cuadruplicado entre 2000 y 2050.
Este incremento de la población
adulta mayor conlleva a reflexionar sobre los derechos que los mayores tienen
en la sociedad.
En su oportunidad, Jorge Argüello
quien fue embajador argentino en las Naciones Unidas, afirmó que “la evolución
de los grandes instrumentos legales internacionales de protección y promoción
de los derechos humanos parece haber seguido el camino inverso al orden de
vulnerabilidad que imaginamos siempre para naufragios o catástrofes: primero
fueron los hombres, luego las mujeres y, por último, los niños. Ha llegado la
hora de pensar, también, en los adultos mayores”.
En esa línea existen distintas organizaciones
trabajando. Desde las Naciones Unidas hasta secretarías de derechos humanos
nacionales.
En la actualidad millones de
adultos mayores padecen aislamiento, discriminación, violencia y abuso. El
acceso a los servicios de salud y sociales, a la información y al asesoramiento
legal es limitado. Esta situación se da incluso en países desarrollados, por lo
que la problemática se hace global.
La discriminación por razones de
edad, la negligencia, el abuso y la violencia contra los mayores representan
algunas de las más graves violaciones de los derechos humanos. Una situación
más alarmante es la tendencia a invisibilizar a la población con más de 60, 70
u 80 años en muchos países, en el momento en que quedan fuera de la dinámica económica y social,
especialmente cuando viven en geriátricos.
Argüello sostiene que “los derechos de los
adultos mayores están hoy protegidos indirectamente por instrumentos como la
Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad o la de
Trabajadores Migrantes y sus Familias, pero eso no parece suficiente
protección. Cada país tiene la responsabilidad primaria de proteger y respetar
cabalmente los derechos de sus habitantes y esto no se puede delegar. Pero los
Estados no pueden tener éxito solos o aislados. Ahí donde los esfuerzos
nacionales han probado ser insuficientes, una convención internacional tiene la
capacidad de reinventar las reglas del juego".
El hecho de trabajar en pos del
respeto de los derechos humanos de los adultos mayores implica procurar el
bienestar habitacional, el acceso a los sistemas de salud, promover el acceso a
la información, proveer de asistencia social y proteger del maltrato, entre
otras cosas.
Maltrato a los adultos mayores:
El maltrato y la violencia hacia
los adultos mayores puede ser de distinto tipo: físico, psicológico, emocional,
financiero. Este no se circunscribe a un estrato social o geográfico, pero hay
que reconocer que estadísticamente las mujeres adultas mayores son las más
vulnerables a ser maltratadas.
Las personas mayores tardan más
en recuperarse del daño, pueden llegar a sentirse avergonzadas e incluso no
manifestar la situación de la que son víctimas.
Por tales motivos se sugiere sensibilizar a los profesionales que atienden
y trabajan con adultos mayores, fomentar la cooperación de la sociedad civil
con las autoridades gubernamentales para combatir el maltrato, crear servicios
de apoyo para trabajar con casos de maltrato y violencia detectados, entre
otras cosas.
El maltrato, frecuentemente,
puede provenir de una persona que asiste al adulto mayor o también de un
miembro de su familia y se ve agravado con la confianza y cercanía entre
víctima y victimario. Dado que, como se dijo anteriormente, muchos mayores no
verbalizan las situaciones de violencia es necesario estar alerta ante
cualquier indicio y no ignorarlo, ya que eso nos convertiría en cómplices.
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