Autoras/es: Eduardo Galeano
(Fecha original del artículo: 1987)
Andares/2
No fue un viento errante, de esos que vagabundean sin ton ni son, sino un señor ventarrón certeramente disparado desde la lejana costa caliente hasta la ciudad de Medellín, a través de las montañas y los países. El viento llegó a la casa de Jenny y la atravesó de punta a punta: súbitamente se abrió la puerta del frente, como pateada por un borracho, y poquito después se abrió la puerta del fondo, de la misma violenta manera.
Entonces Jenny supo. Restablecida la calma, hasta el aire dudaba, el aire lastimado; pero ella supo. Y la lavandera, que vivía lejos, en el pueblo La Pintada, también supo: estaba enjuagando ropa con agua llovida, esa misma medianoche, cuando sintió que había alguien detrás:
- Yo la vi, niña. Se lo puedo jurar.
La noticia llegó a Medellín por telegrama, tempranito en la mañana, pero ya no era necesaria: que anoche, a medianoche, ha muerto Paula López, madre de Jenny, amiga muy amiga de la lavandera, en la lejana ciudad de Guayaquil.
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