(Fecha original del artículo: Junio 2013)
Soy zurdo. Mejor dicho nací zurdo porque la zurdera es una condición ineludible. Genéticamente estamos programados para que el hemisferio cerebral derecho esté mejor irrigado que el izquierdo y esto dura toda nuestra vida. De allí que al contrario del resto de la humanidad los zurdos seamos más hábiles con el lado izquierdo de nuestro cuerpo que con el derecho. Pateamos, escribimos, dibujamos, oímos y vemos mejor con la pierna, la mano, el oído y el ojo izquierdos. En la época en que comencé la escuela primaria los maestros ejercían presión muy fuerte para convertir a los zurdos en diestros, de allí que a partir de segundo grado fui transformado en ambidextro. Pasé a escribir con la mano derecha y la mano izquierda quedó entumecida por la falta de práctica, salvo para dibujar. Nunca pude dibujar nada aceptable con mi mano derecha que artísticamente es muy torpe. Tampoco pude escribir en letras góticas con mi diestra de modo que al iniciar mis clases de caligrafía cambiaba constantemente la mano con la que escribía la letra inglesa con la derecha y la gótica con la izquierda.
A pesar de sus muchos inconvenientes la zurdera y su ulterior corrección fueron en general para mí positivas. En primer lugar me enseñó que tenía que adoptar distintas estrategias para distintas circunstancias, es decir que no hay una sola forma de matar las pulgas y que la forma que yo había encontrado era fruto de mi esfuerzo y de mi imaginación. Como consecuencia, comencé a desconfiar de lo corrientemente admitido, necesitaba reexaminarlo. El camino trillado puede ser que nos lleve a buen puerto, pero mejor es recorrerlo para ver adonde nos conduce. En segundo lugar me dio la conciencia de ser distinto y entender por experiencia propia lo injustos que son los clichés con los que se estigmatiza a los que son diferentes. Son topos o lugares comunes con los que fácilmente se condena al que no es como la mayoría. A lo largo de la historia el discurso negativo del otro ha precedido a su persecución, a su condena y eventualmente a su exterminio, olvidando que todos somos por igual diferentes que no pertenecemos absolutamente al rebaño que hay ciertas características que nos definen y delimitan como personas que nos hacen únicos y por lo mismo una absoluta minoría.
Recordemos entonces que ser distinto, no significa necesariamente ser peor o mejor que los demás, simplemente es pensar, actuar, expresarnos de una manera diferente. Si bien podemos citar como miembros de nuestra tribu los prestigiosos nombres de Albert Einstein, Isaac Newton, Alan Turing, Johan S. Bach, Wolfgang Amadeus Mozart, Franz Kafka, Johann Wolfgang von Goethe y Friedrich Nietsche, Leonardo da Vinci, Rafael Sanzio y Miguel Angel Buonarrotti, también hay que reconocer que la gran mayoría de los zurdos tenemos una inteligencia normal y también hay zurdos aquejados de incapacidades intelectuales severas. Aprendamos a aceptar esa diferencia porque nos hace únicos e irrepetibles y recordemos que todos por igual tenemos el absoluto derecho de desarrollar lo que nos hace diferentes. Seguramente, entre mis amigos habrá un diez por ciento de zurdos, a ellos va este mensaje.
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