Autoras/es: Eduardo Galeano
(Fecha original del artículo: 1987)
La última cerveza de Caldwell
Yo me sentía bien pero, no sé por qué, tirando a triste.
Y me puse a hablar de las novelas de Erskine CaldweIl.
Eso empezó con un chiste bobo. Como me daban vergüenza mis incesantes viajes al baño entre cerveza y cerveza, se me ocurrió decir que el camino de la cerveza conduce al baño como el camino del tabaco conduce al cenicero, y me sentí de lo más ingenioso. Pero Annelies, que no había leído El camino del tabaco, ni siquiera sonrió.
Hacía más de veinte años que yo no hablaba de él. Yo no hablaba de CaldweIl desde los tiempos en que me encontraba con Horacio Petit, en los cafés y las cantinas de Montevideo, y con él andábamos vinos y novelas.
Ahora, mientras hablaba, mientras me brotaba de la boca aquel torrente imparable, yo veía a Caldwell lo veía bajo su deshilachado sombrero de paja, meciéndose en una veranda, feliz por los ataques de las ligas de moral y los críticos literarios, mascando tabaco y rumiando nuevas cochinadas y desventuras para sus miserables personajes.
Y la tarde se hizo noche. Yo no sé cuánto tiempo pasé hablando de CaldweIl y bebiendo cerveza.
A la mañana siguiente, leí la noticia en los diarios: El novelista Erskine CaldweIl murió ayer, en su casa del sur de los Estados Unidos.
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