(Fecha original del artículo: 1987)
La pérdida
Helena soñó que estaba en su infancia, y no veía nada.
Manoteando en la oscuridad, ella pedía ayuda, pedía luz a gritos, pero nadie encendía las lámparas.
En aquella negrura no podía ubicar sus cosas, que estaban desparramadas por toda la casa y por toda la ciudad, y ella buscaba lo suyo a tientas en la cerrazón y también buscaba algodón o trapos o lo que fuera, porque estaba perdiendo sangre a chorros entre las piernas, mucha sangre, cada vez más sangre, y aunque ella no veía nada, sentía aquel río rojo y espeso que se desprendía de su cuerpo y se perdía en las tinieblas.
En aquella negrura no podía ubicar sus cosas, que estaban desparramadas por toda la casa y por toda la ciudad, y ella buscaba lo suyo a tientas en la cerrazón y también buscaba algodón o trapos o lo que fuera, porque estaba perdiendo sangre a chorros entre las piernas, mucha sangre, cada vez más sangre, y aunque ella no veía nada, sentía aquel río rojo y espeso que se desprendía de su cuerpo y se perdía en las tinieblas.
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