Autoras/es: Eduardo Galeano
(Fecha original del artículo: 1987)
Crónica de la ciudad de Bogotá
Cuando el telón caía, al fin de cada noche, Patricla
Ariza, marcada para morir, cerraba los ojos. En silencio agradecía los aplausos
del público y también agradecía otro día de vida burlado a la muerte.
Patricia estaba en la lista de los
condenados, por pensar en rojo y en rojo vivir; y las sentencias se iban
cumpliendo, implacablemente, una tras otra.
Hasta sin casa quedó. Una bomba podía
volar el edificio: los vecinos, obedientes a la ley del miedo, le exigieron que
se fuera.
Ella andaba con chaleco antibalas por
las calles de Bogotá. No había más remedio; pero el chaleco era triste y feo.
Un día, Patricia le cosió unas cuantas lentejuelas, y otro día le bordó unas
flores de colores, flores bajando como en lluvia sobre los pechos, y así el
chaleco fue por ella alegrado y alindado, y mal que bien pudo acostumbrarse a llevarlo
siempre puesto, y ya ni en el escenario se lo sacaba.
Cuando Patricia viajó fuera de
Colombia, para actuar en teatros europeos, ofreció su chaleco antibalas a un
campesino llamado Julio Cañón.
A Julio Cañón, alcalde del pueblo de Vistahermosa, ya le
habían matado a toda la familia, a modo de advertencia, pero él se negó a usar
ese chaleco florido:
- Yo no me pongo cosas de mujeres -
dijo.
Con una tijera, Patricia le arrancó los
brillitos y los colores, y entonces el hombre aceptó.
Esa noche lo acribillaron. Con el
chaleco puesto.
2 comentarios:
la verdad de las cosas es que nada tiene sentido, como yo podría ver de manera mágica un chaleco y la acribillacion de una persona, no es sencillo ver la realidad y el sentido de las cosas. pero esto tan solo es una vista de la realidad la mano de una mujer en un tiempo difícil y aledaño puesto en un objeto, bien aventurados aquellos que sufren en el tiempo y su recuerdo solo queda en objetos pasajeros
Aplausos de pie a Patricia Ariza, nombrada Ministra de la Cultura en Colombia.
Reconocimiento total a la exaltación de Patricia por Eduardo Galeano, publicada en 1987 en su obra: "El libro de los abrazos"
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