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viernes, 16 de noviembre de 2012

Embarazo y aborto en la adolescencia: una enfermedad de transmisión sexual

Autoras/es: Alfredo Grande
“En verdad os digo que la fe es otro de los nombres del deseo” (aforismo implicado)
(Fecha original del artículo: Noviembre de 2012) *

Cuando hice la carrera docente en la Facultad de Medicina cursé la materia Salud Pública. Finales de los 70. Escribí un trabajo y el docente, contemporizador, me dijo que mejor que “educación” era poner “información”. O sea: informar es más neutral, mas light, menos comprometida, que educar. Cuando educamos lo hacemos, lo sepamos o no, desde nuestra propia implicación: política, histórica, de género, de clase, ideológica, afectiva, etc. Cuando Freud dice que gobernar, educar y psicoanalizar son profesiones imposibles, creo que se refiere a que son imposibles en el marco actual de la cultura. Que yo he bautizado como “cultura represora”. Sus principales características: aniquilación del deseo y hegemonía del mandato.
Desde los 10 mandamientos en adelante, estamos sometidos a innumerables mandatos, algunos más conocidos como edictos policiales. Para no complicar las cosas, ya que decir que algo es “complicado” es una estrategia de poder, diré que el deseo es el registro placentero de la satisfacción de una necesidad. En la construcción del sujeto, los deseos aparecerán como “nuevas necesidades”, es decir, con una determinación cultural. Pero la marca del deseo es el placer. Y eso es lo que la cultura represora odia. Y pretende, y lamentablemente consigue, destruirlo o corromperlo, que no es lo mismo pero es igual. Por lo tanto los placeres pasan a ser los placeres del consumo.

Los placeres son los del consumo

Pero no de cualquier consumo. El Mercado exige ‘consumir consumo’, por lo tanto produce multiplicidad de objetos que quedan obsoletos en menos tiempo que el que dura la garantía. Es curioso: se paga un extra importante para tener un año de garantía de un producto que en meses ya es obsoleto. El consumir consumo es carísimo, pero la casta económica financiera que salió fortalecida de la crisis del 2001, sigue facilitando créditos usurarios para sostener y aumentar el consumo. El paradigma es la pareja psicótica que compra para tener puntos para seguir comprando. El matrimonio al servicio de la rentabilidad bancaria. Ese placer degradado y corrompido, el “quiero” de la miseria de mercado, es el único que la cultura represora propicia y auspicia. Pero todos sabemos que el placer emblemático, es el placer sexual. Y toda cultura represora, laica o religiosa, abomina de ese placer. Como no puede suprimirlo por decreto de necesidad y urgencia, intenta y consigue deformarlo. Condenarlo. Prostituirlo. Castigarlo. Sin prisa, pero también sin ninguna pausa. Desde la certeza delirante del pecado original, hasta la promesa torturante del parirás con dolor. Wilhem Reich, discípulo maldito de Freud, expulsado de la Asociación Psicoanalítica y del Partido Comunista, (y nada es casual), fue el primero en advertir los efectos políticos de la represión sexual. En su libro “Psicología de las masas del fascismo”, analiza con precisión de cirujano, o mejor dicho, de militante, las consecuencias en la subjetividad de sostener la represión sexual como modo de ser y de existir. Construir un sujeto sometido desde afuera por la cultura represora y desde adentro por su moral inconsciente, esa que Freud había bautizado, también con precisión, con el nombre de superyó.
Por lo tanto el aborto no es para la cultura represora la interrupción voluntaria del embarazo. El aborto es el castigo por haber osado desear. Es obvio que un embarazo no deseado más que embarazo es un implante. Romina Tejerina es para todos la marca de nuestra vergüenza. Cumplió toda la condena, la Corte Suprema no dio lugar a la última apelación, y la pacata, cínica y cómplice sociedad la sigue maltratando. Pero hay demasiadas “rominas” que seguirán sufriendo. 700.000 abortos por año. Demasiado dolor para ser contenido por las palabras vacías de amor, pero llenas de culpa de los actuales inquisidores. Seguimos discutiendo porque la hipocresía política y social da para todo.

Aborto y clase social

La lucha de clases también se verifica en el acceso al aborto. Y no me refiero solo a la intervención obstétrica. Una mujer de clase media para arriba tendrá además de la clínica privada, la asistencia psicológica necesaria. Y la comprensión de sus vínculos más queridos y cercanos. Estará en mejores condiciones para contener el trauma que todo aborto implica. Y poder salir de esa penosa situación sin daños permanentes, ni físicos ni psíquicos. Pero pertenecer y abortar tiene sus privilegios. No se discute en realidad la ley del aborto. Se discute algo más fundante. ¿Cuál es el estatuto de la sexualidad en una cultura que dice que es lo que no es y hace lo que dice que no hace? Grassi, que es cualquier cosa menos padre, nos mostró con el cinismo feroz de los predadores, que entendía con su mente deformada, como los niños podían ser felices. El único feliz era él y fabricó pesares, tristezas y desdichas en los abusados y abandonados. Sin embargo y con el mayor de los embargos, comprobamos que sigue libre. Para hacer un aborto no punible, hay que llegar a la Corte Suprema. Para la derecha se juega algo más importante que un monopolio informático.
Si las leyes comienzan a funcionar para garantizar las necesidades, de tal modo que nunca más se hable de “necesidades básicas insatisfechas”, y para garantizar que las necesidades satisfechas tengan garantizado el placer, y por lo tanto la alegría, y por lo tanto la creatividad, y por lo tanto el amor, y para garantizar que se garanticen, entonces el derecho y la justicia se darán la mano. Si todo eso sucediera, a la cultura represora no le quedaría mucho tiempo de vida, y estoy hablando de algo mucho más importante el que 7D. Pero al capitalismo, más serio o menos bromista, le importa el deseo del lucro y por lo tanto el mandato es la explotación de los cuerpos y de las mentes. El aborto como delito es funcional a una cultura represora que repartirá en forma arbitraria pero no azarosa, la miga y la corteza en partes desiguales. Como el matrimonio igualitario, legalizar y no solamente despenalizar el aborto, será un analizador de que lo revolucionario es posible. Y que la educación en su nivel fundante, subvierte el orden represor. Para que otros mundos puedan ser posibles.


Publicado el 05 Noviembre 2012. (especial para  ARGENTINA LATENTE)

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