Autoras/es: CIPPEC - Nexos de política educativa
(Fecha original del artículo: Octubre 2012)
Quien quiera realmente atender la justicia educativa -desde el análisis o desde las políticas- debería leer el libro "Quiénes educan a los chicos. Infancia, trayectorias educativas y desigualdad".
La autora, Laura Santillán, es una antropóloga de la Universidad de Buenos Aires y su libro se basa en varios años de trabajo etnográfico en sectores populares del conurbano bonaerense.
Se trata de una verdadera obra, un trabajo minucioso de investigación, una prueba de lo que la investigación social puede producir cuando está conducida por criterios de compromiso real con el sujeto de estudio.
Todo lo contrario de los estudios prolíficos en opiniones, o repetitivos o cargados de consignas ideológicas que responden a las preguntas de investigación aún antes de haberlas iniciado.
Todo lo contrario de los estudios de laboratorio que analizan la pobreza a través de análisis de datos de panel, sacando conclusiones y recomendaciones de política sin jamás haber pisado una villa ni saber realmente qué ocurre en los sectores populares.
El trabajo de Santillán se mete en los barrios, en las casas, llega a conocer las vidas de los sujetos entrevistados durante el paso de los años. Y relata las marcas de este paso por los territorios con rigurosidad científica, con un estilo de escritura nunca exaltado ni conmovido. Una escritura que sale de las entrañas de un profundo trabajo de investigación y no requiere de artilugios. El libro es una prueba concreta de que la investigación verdadera requiere compromiso verdadero.
En el texto se ven los rastros dolorosos del proceso de desmembramiento social de los años noventa y la herencia de la crisis de 2001 en el conurbano bonaerense. Allí vemos lo que ocurre realmente en las escuelas día a día. El texto dibuja un paisaje que hace sentido en las vivencias, no puede ser resumido, se resiste al resumen. Justamente por su complejidad requiere que buceemos en el libro para entender lo que se vive en los territorios.
La investigación aborda en detalle las complejas relaciones entre las escuelas y los centros de apoyo, a los cuales muchos chicos de sectores populares asisten. Se destaca el poder y el compromiso de organizaciones sociales, iglesias e individuos.
Por fin comprendemos cómo es vivido el apoyo escolar (un espacio fundamental, pero a la vez desinstitucionalizado), abriendo preguntas intensas sobre las políticas educativas que generalmente los olvidan en los márgenes. El libro también describe cómo la política social se fue territorializando y haciendo llegar los brazos del Estado a los barrios más críticos.
Por fin vemos los significados de la escolarización para las familias de contextos populares, y para los propios alumnos, los que abandonan, los que no pueden seguir las clases, los que "no entienden" a la escuela.
El libro es en muchos sentidos el reversos de las investigaciones alejadas de la realidad. Pero mucho más que eso, es el reverso de todos los prejuicios (incluso de los bienintencionados) sobre la educación de los sectores populares. Los prejuicios se forman en base a lo que desconocemos. Imponemos allí categorías falsas, hacemos análisis a distancia, lejanos de todo lo que se vive día a día, lejanos de los significados.
En el libro "Quiénes educan a los chicos" podemos encontrar la respuesta a quienes dudan de la importancia de la investigación educativa. Es un libro que nos sacude del letargo de las categorías de moda y de las inscripciones ideológicas. Es un libro que nos obliga a pensar la política educativa con los ojos del otro lado.
La autora, Laura Santillán, es una antropóloga de la Universidad de Buenos Aires y su libro se basa en varios años de trabajo etnográfico en sectores populares del conurbano bonaerense.
Se trata de una verdadera obra, un trabajo minucioso de investigación, una prueba de lo que la investigación social puede producir cuando está conducida por criterios de compromiso real con el sujeto de estudio.
Todo lo contrario de los estudios prolíficos en opiniones, o repetitivos o cargados de consignas ideológicas que responden a las preguntas de investigación aún antes de haberlas iniciado.
Todo lo contrario de los estudios de laboratorio que analizan la pobreza a través de análisis de datos de panel, sacando conclusiones y recomendaciones de política sin jamás haber pisado una villa ni saber realmente qué ocurre en los sectores populares.
El trabajo de Santillán se mete en los barrios, en las casas, llega a conocer las vidas de los sujetos entrevistados durante el paso de los años. Y relata las marcas de este paso por los territorios con rigurosidad científica, con un estilo de escritura nunca exaltado ni conmovido. Una escritura que sale de las entrañas de un profundo trabajo de investigación y no requiere de artilugios. El libro es una prueba concreta de que la investigación verdadera requiere compromiso verdadero.
En el texto se ven los rastros dolorosos del proceso de desmembramiento social de los años noventa y la herencia de la crisis de 2001 en el conurbano bonaerense. Allí vemos lo que ocurre realmente en las escuelas día a día. El texto dibuja un paisaje que hace sentido en las vivencias, no puede ser resumido, se resiste al resumen. Justamente por su complejidad requiere que buceemos en el libro para entender lo que se vive en los territorios.
La investigación aborda en detalle las complejas relaciones entre las escuelas y los centros de apoyo, a los cuales muchos chicos de sectores populares asisten. Se destaca el poder y el compromiso de organizaciones sociales, iglesias e individuos.
Por fin comprendemos cómo es vivido el apoyo escolar (un espacio fundamental, pero a la vez desinstitucionalizado), abriendo preguntas intensas sobre las políticas educativas que generalmente los olvidan en los márgenes. El libro también describe cómo la política social se fue territorializando y haciendo llegar los brazos del Estado a los barrios más críticos.
Por fin vemos los significados de la escolarización para las familias de contextos populares, y para los propios alumnos, los que abandonan, los que no pueden seguir las clases, los que "no entienden" a la escuela.
El libro es en muchos sentidos el reversos de las investigaciones alejadas de la realidad. Pero mucho más que eso, es el reverso de todos los prejuicios (incluso de los bienintencionados) sobre la educación de los sectores populares. Los prejuicios se forman en base a lo que desconocemos. Imponemos allí categorías falsas, hacemos análisis a distancia, lejanos de todo lo que se vive día a día, lejanos de los significados.
En el libro "Quiénes educan a los chicos" podemos encontrar la respuesta a quienes dudan de la importancia de la investigación educativa. Es un libro que nos sacude del letargo de las categorías de moda y de las inscripciones ideológicas. Es un libro que nos obliga a pensar la política educativa con los ojos del otro lado.
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