Autoras/es: María Casariego
(Fecha original del artículo: Noviembre 2012)
Si pensamos que la representación de si mismo y de los otros, es una
construcción que se logra en la relación intervincular con las primeras
figuras de apego y que se reforzará en las sucesivas experiencias de la
vida con las figuras de apego secundarias, podemos pensar la importancia
que se le otorga a un intercambio saludable y las consecuencias cuando
este intercambio es patológico.
Una historia infantil caracterizada por el rechazo, la desatención y la falta de apoyo afectivo puede influir en la transmisión del maltrato infantil en la siguiente generación a través de la influencia que ejercen los modelos internos de apego en forma de "esquemas cognitivos preexistentes". Las investigaciones sobre la transmisión intergeneracional del apego han asociado fuertemente los patrones de apego de los padres con los patrones de apego infantiles. La evidencia ha mostrado que la sensibilidad de los padres es un importante precursor del apego seguro infantil.
En los últimos años se ha trabajado sobre al idea de la importancia de la “Función Reflexiva” de los padres ,como un nuevo concepto que podría contribuir a entender el mecanismo que explica la transmisión del apego de padres a hijos, cuestionando la sensibilidad materna en el primer año de vida, como principal mediador del apego seguro infantil.
La “función reflexiva” permitiría a la madre distinguir entre sus propios afectos y los afectos de su hijo, y por tanto la capacitaría mejor para manejar y regular los afectos negativos del bebé, manteniendo controlada su propia hostilidad y temor.Fonagy nos habla de la “mentalización”. Mentalizar es la capacidad de significar la experiencia de uno mismo y de los otros en términos de estados subjetivos y procesos mentales. Esta capacidad se ha descrito como uno de los mayores logros del desarrollo, y se propone que alcanzarla es facilitado por relaciones de apego seguro. Es así como el entendimiento de sí mismo o de los otros, en términos de pensamientos, sentimientos y deseos, depende crucialmente de que se haya sido adecuadamente entendido por los propios cuidadores. En este contexto la mentalización no es sólo un proceso cognitivo, sino un proceso en el cual la regulación afectiva tiene un rol fundamental, siendo ésta un preludio de la mentalización. Es así como una vez que la mentalización ha ocurrido, se transforma la naturaleza de la regulación afectiva, surgiendo la llamada afectividad mentalizada que consiste en una capacidad madura de regulación afectiva que permite descubrir los significados subjetivos de los propios estados afectivos.
El conocimiento de las carencias y propios dolores del padre permite un primer paso para romper esta cadena de repeticiones transgeneracional. Ferenczi consideraba traumáticas no solo las situaciones en las que el adulto no hacia su función protectora, sino cuando utilizaba al niño para sus fines, sin tener en consideración las auténticas necesidades del niño.
Una historia infantil caracterizada por el rechazo, la desatención y la falta de apoyo afectivo puede influir en la transmisión del maltrato infantil en la siguiente generación a través de la influencia que ejercen los modelos internos de apego en forma de "esquemas cognitivos preexistentes". Las investigaciones sobre la transmisión intergeneracional del apego han asociado fuertemente los patrones de apego de los padres con los patrones de apego infantiles. La evidencia ha mostrado que la sensibilidad de los padres es un importante precursor del apego seguro infantil.
En los últimos años se ha trabajado sobre al idea de la importancia de la “Función Reflexiva” de los padres ,como un nuevo concepto que podría contribuir a entender el mecanismo que explica la transmisión del apego de padres a hijos, cuestionando la sensibilidad materna en el primer año de vida, como principal mediador del apego seguro infantil.
La “función reflexiva” permitiría a la madre distinguir entre sus propios afectos y los afectos de su hijo, y por tanto la capacitaría mejor para manejar y regular los afectos negativos del bebé, manteniendo controlada su propia hostilidad y temor.Fonagy nos habla de la “mentalización”. Mentalizar es la capacidad de significar la experiencia de uno mismo y de los otros en términos de estados subjetivos y procesos mentales. Esta capacidad se ha descrito como uno de los mayores logros del desarrollo, y se propone que alcanzarla es facilitado por relaciones de apego seguro. Es así como el entendimiento de sí mismo o de los otros, en términos de pensamientos, sentimientos y deseos, depende crucialmente de que se haya sido adecuadamente entendido por los propios cuidadores. En este contexto la mentalización no es sólo un proceso cognitivo, sino un proceso en el cual la regulación afectiva tiene un rol fundamental, siendo ésta un preludio de la mentalización. Es así como una vez que la mentalización ha ocurrido, se transforma la naturaleza de la regulación afectiva, surgiendo la llamada afectividad mentalizada que consiste en una capacidad madura de regulación afectiva que permite descubrir los significados subjetivos de los propios estados afectivos.
El conocimiento de las carencias y propios dolores del padre permite un primer paso para romper esta cadena de repeticiones transgeneracional. Ferenczi consideraba traumáticas no solo las situaciones en las que el adulto no hacia su función protectora, sino cuando utilizaba al niño para sus fines, sin tener en consideración las auténticas necesidades del niño.
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