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miércoles, 27 de febrero de 2013

Sobre los sistemas de clasificación y la lógica de Occidente

Autoras/es: Daniel Vidart (*)
Comienzo estas reflexiones  acerca de los sistemas de clasificación y nuestro modo de ordenar esas soluciones de continuidad que la  materia introduce en el espacio o  la abstracción pura separa en el tiempo  con una cita de Borges que hizo reír a  Foucault, como lo expresa en el prefacio de su libro Las palabras y las cosas (1966).
(Fecha original del artículo: Febrero 2013)

En cierta Enciclopedia China, escribió  Borges  (Otras inquisiciones,1960) , ''los animales se dividen en a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j ) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas''.
No nos alarmemos demasiado. En primer lugar porque Borges se deleitaba inventando  greguerías y repartiendo sorpresas, y en segundo lugar porque muchos pueblos vivientes ordenan el mundo en derredor según otras cosmovisiones y pautas culturales que las nuestras, supuestamente irreprochables.  Y no son ni tontos ni caprichosos quienes, a nuestro juicio, proceden como orates o posesos. Han perfeccionado modelos  clasificatorios, si así los podemos llamar,  que no concuerdan con  las razones de la mente sino con las del sentimiento, con las de la belleza o la  fealdad, con  las de la utilidad o el dispendio, con las del pragmatismo  o la fantasía. El mundo, tal como lo conciben y sienten ciertas etnias, está animado por fuerzas mágicas,  generalmente temibles y a menudo familiares, porque se hallan  inmersas en una vida doméstica donde  los dioses se encarnan en  objetos de uso cotidiano   al decir de Augé. (Dios como objeto, 1996) Otros pueblos apelan a unas operaciones complejas que escapan a nuestra formación cartesiana, ya erosionada por los destructores de  imágenes y discursos,  afiliados a   la post e hipermodernidad.
De tal modo, y al margen del modo occidental de pensar y calcular (el calculus era una piedrita que, junto con otras,  los romanos  utilizaban para hacer sus cuentas, y los chinos  enhebraron y ordenaron en el suan pan, llamado  ábaco en nuestra lengua) hay gentes  de culturas distintas a la occidental que han descubierto o supuesto encontrar una secreta correspondencia entre las palabras y las cosas, o entre las cosas mismas.

Otras latitudes de la geografía y la mente
Quiero poner en el otro platillo de la balanza, para equilibrar la boutade borgiana que tanto divirtió a Foucault,  lo que apuntaba  un sociólogo que conoció el África de primera mano: ''Los chinos construyen la frase en torno a un nombre, al que aglutinan prefijos de precisión. El meollo de los idiomas semíticos es el verbo y los nombres árabes son reducibles a la raíz verbal trilítera o cuadrilítera, de donde provienen sin excepción posible. Los negros bantu buscan en cada caso definir la relación del ser con el mundo y sus nombres son nombres de localización. En chino la gramática es el destello del objeto; en árabe, del sujeto;  en bantu perfila del mejor modo posible la situación entre ambos.[ .] Tomaré un idioma cualquiera, el de los kikuyu.[una tribu del oriente africano]. En esta lengua encontraremos once clases diferentes en las que  está encasillada la posible variedad de los seres. En la primera, integrada por los nombres  cuyo singular principia por mu haciendo el plural a-, abarca a las personas.
La segunda, donde caben los que se inician por mu haciendo el plural mi-,comprende  los árboles y nociones similares. La tercera, los que dan principio por ki o-  gi, haciendo su plural por ci o por i son las cosas propiamente dichas, los objetos inmediatos al uso, como una silla, guiti, o unas sillas, iti. La cuarta, con el singular y el plural referidos a la inicial n-, comprende los animales. La quinta, al singular ri- y al singular ma- , trata de los órganos del cuerpo humano. La sexta, respectivamente ru- y n- , los datos del campo al estilo de un río, ruui y nui, o de la cresta que corona una colina, rugongo o ng´ongo. La séptima u- al singular, ma- al plural, los seres abstractos y espirituales, ceñidos a la intraducible palabra undu, matriz de todo género de cosas para nosotros oscuro y al cerebro  kikuyu inconfundible. La octava, ku- y ma- en cada género, reitera diversas partes del cuerpo humano aparte de las inscritas en la clase quinta. La novena, ka- y tu- forma los diminutivos mediante la anteposición de estas sílabas a las respectivas clases anteriores en el índice de la pequeñez. La décima ha y ku-, indica el sitio, y sus prefijos funcionan tal como los subfijos del locativo en las declamaciones de los idiomas eslavos. La undécima  adscrita a ma-, sin distinguir el singular del plural, pues se trata de nombres colectivos (Sociología del África negra, 1956).
Otras tribus africanas del área bantu una voz no africana, fabricada por un antropólogo alemán- clasifican de modo estrambotico, según el modo de pensar occidental y cartesiano,  a los objetos y seres de la realidad. Flores con estrellas, elefantes con árboles, viviendas con pájaros, todo se junta y al parecer se entrevera en la ordenación efectuada por criaturas que tildamos de infantiles, retrasadas, incapaces de subir un solo peldaño mas en la escalera que lleva a los pisos altos del edificio levantado en el siglo XVIII francés a la Diosa Razón.
Podría reforzar los anteriores ejemplos, cuya complejidad y singularidad  taxonómicas  contradicen la noción de primitivismo, tan llevada y traída por el desprecio etnocéntrico de los conquistadores, colonizadores y misioneros  europeos,   con el sistema de parentesco de las tribus australianas, cuyos sesenta o mas divisiones escapan a la lucidez y memoria  de nuestras entrenadas mentes. El utillaje de estos pueblos es muy sumario, casi miserable, pero la mitología, la vida espiritual y la riqueza simbólica de su cultura poseen  rasgos y pautas que la nuestra no descifra o es incapaz de comprender. Entonces, dominados por la soberbia, despreciamos lo que se ignora, como escribió en un inolvidable poema Antonio Machado.

Unas gotas de epistemología 
Hay que distinguir, si en esta época iconoclasta nos animamos a desempolvar el viejo y prestigioso léxico de la antigua cultura griega, entre  lo que es taxonomía y lo que es matética. La taxonomía se refiere a la clasificación y la matética (mathesis es  la ''ordenación'' que propicia el rigor de  la matemática) al orden lógico de una cadena causal. Y cadena causal es aquella que relaciona una serie de elementos consecuentes y no coexistentes. Husserl consideró a la mathesis como ''la ciencia del objeto en general'' o sea la lógica .Debe también distinguirse entre la mera opinión, la  doxa,  producto  de las nociones, y no conceptos, que maneja el llamado conocimiento  vulgar, y el logos,  fundado en el episteme  (recto conocimiento, saber, ciencia)   y sometido a la prueba de su verosimilitud. Lo verosímil, lo que tiene apariencias de verdadero, abre las puertas  que llevan a la verdad, una meta vedada al conocimiento imperfecto proporcionado por los sentidos, la percepción y las sucesivas operaciones de  la conciencia humana.  El falibilismo del conocimiento científico así lo demuestra, como sospechara Peirce y afirmara Cohen al referirse a la autocorregibilidad de la ciencia. Este desconfiado tratamiento del ''saber verdadero'' que fuera considerado  como ''la conformidad entre el entendimiento y las cosas'' por Isaac Ben Salomón en el siglo IX, fue reafirmada por Black al referirse a lo ''provisional'' del conocimiento científico, luego  retomada por Popper, quien dijo que el  método científico no afirma  sino destruye las ''anticipaciones'' de los paradigmas  temporales, y confirmada por Kuhn en su estudio sobre las revoluciones científicas. En ese libro  demostró como el paradigma galileano fue destruido por el newtoniano y que este cayó a su turno al ser reemplazado por el eisteniano.
En consecuencia debemos aceptar  que la voz verosimilitud es la acertada    pues cada paradigma generacional levanta solamente un velo de Aletheia, la verdad absoluta,  sin lograr penetrar definitiva y permanentemente en su escondida esencia. Los hombres, asediados por la contingencia, somos seres imperfectos y erráticos, y no dioses omnisapientes y omniscientes. La verdad no puede sernos revelada fenoménicamente, puesto que el fenómeno (del griego phainomenon, fogonazo  que deslumbra y no deja ver el noumenos,  la cosa en si) es pura apariencia.
La taxonomía a la que alude Borges y cita Foucault obedece  a pautas extrañas a nuestra cultura. No deben ser desechadas sino comprendidas, entendidas, ubicadas en la correspondiente cosmovisión, china en este caso, para no caer en el hoyo excavado por las azadas de un tipo de  pensamiento que Max Weber llamó ''razón instrumental''. Nada de bromas, pues: lo que no es familiar a nuestros puntos de vista  puede serlo para otros. El  sistema  chino de clasificación que provocó la sonrisa de Borges y la carcajada de Foucault - no es descriptivo sino  tuitivo, ya que ampara y defiende un orden mentalmente preestablecido.
Un hilo matético enhebra, en una taxonomía que gira en derredor de las posibilidades de la visión, representación y fabulación de la fauna, un pequeño zoo compaginado por la realidad y prestidigitado por la fantasía. Tiene que ver con un bestiario  virtual e imaginario  que organiza  una serie congruente, o no, según lo que se entienda por congruencia,  de seres reales o ideales, pasivos o activos, vivos o muertos, aunque embalsamados, lo que significa una permanencia visible de la condición animal.

No existe una sola especie de lógicaLos griegos derivaron la voz lógica del término  arcaico legein, que significa poner, ordenadamente, una  piedrecita detrás de otra algo   semejante es el calculus romano- , y debemos suponer que  el juego - porque  el juego nace en el dolce far niente del ocio y el ocio  fue el padre del pensamiento filosófico y científico-   comenzó ordenando  con  una hilera de guijarros.
Lejos de las máquinas y las bibliotecas  han forjado ''su'' lógica no hay culturas alógicas como antes de arrepentirse de ello afirmara Levy Bruhl- otras civilizaciones, que ''también son mortales'' al decir de Valery. De tal modo aparecen, sin ir tan lejos como Borges,  las taxonomías de pueblos más cercanos a los de Occidente, que conocieron un esplendor medieval hoy venido a menos, o a mucho menos todavía, convirtiéndose en fango, , como sucede con los  desmesurados fundamentalistas de una religión monoteísta nacida en nuestra era. Me estoy refiriendo, señores, al Islam, hoy tan lejos del esplendor de Bagdad y de al- Andalus.. En efecto, según consigna el ayatolá Jomeini en un libro de su autoría, los actos desaconsejables para las menstruantes son.''A) Leer el Corán, B) Tocar las márgenes y los espacios en blanco del mismo, C) Llevar el Corán encima, D)  Teñirse el cabello''.( Las leyes prácticas del Islam, s/f) En este ordenamiento resulta incongruente la inclusión del teñido, si lo consideramos desde nuestra lógica que, como acaba de verse, no tiene  validez  universal. Cada cultura ordena la circunstancia y la circundancia, esto es,  el contexto natural y social de la persona humana donde lo mitológico y lo histórico van entreverados, según los dictados de su cultura. En vista de ello Spengler (La decadencia de Occidente, 1919) afirmaba que las culturas, criaturas de naturaleza orgánica, viva, eran recíprocamente impenetrables. Mas tarde Herscovits se refirió, contradiciendo al  ingeniero alemán  a ''los universales de las culturas''. (  El hombre y sus obras, 1948).

Me quedo por aquí
Foucault  destaca el ''encanto exótico de otro pensamiento'' y aquí debemos quedarnos, pues las calificaciones que señala como omitidas -lo que complace al espíritu  razonante - ¿que razón?, pregunto - que nos asiste-  podrían, empero,  haber figurado sin desmedro ni sorpresa, pues al citar lo fabuloso en ello cabe un mundo de monstruos deformes y teratologías  aberrantes. No se nombran, pero cabe hacerlo, y no ya solo por la evocación de la palabra sino por la maquinación imaginativa del espíritu. Quien como yo, hace algunos decenios, viera desfilar por las calles de Pekín el gran dragón chino y su parafernalia fantástica lo comprendería pues la tarasca medieval  iguala los tantos, a partir del medioevo.
De modo, pues,  que desde el punto de vista matético el legein, subsumido en  una parafernalia del Lejano Oriente, que  estudiara y esclareciera   A. Granet  (El pensamiento chino, 1959), concuerda con la vieja etimología helénica y no con la definición de la matesis que proporciona en otro libro el propio Foucault  al considerarla como ''el conocimiento y las formas mismas del conocimiento'', (La hermenéutica del sujeto,2002), lo que  la  acerca  al significado original de la voz mathesis. Esta, a su vez, es resignificada por Lacan, para quien el matema es ''lo único que puede enseñarse''. (Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis, in Escritos, 1953). Para Kant el matema solo tenía que ver con la construcción de conceptos y lo restringió a las proposiciones de la matemática. Pero dejemos ya de pasear  por las comarcas de la teoría del conocimiento y aledaños. Fatiga.
Borges sirve de estribo a Foucault.: ambos tienen razón y están a la vez equivocados. No debemos convertir en modelos exactos e inflexibles los procedimientos mentales heredados de la cultura grecolatina y judeocristiana que se amalgamaron y potenciaron  en el gran caldero de la civilización occidental. Dicha civilización, la Fáustica, fue considerada  distinta a la Apolínea (Grecia) y a la Mágica (culturas ''primitivas'' y Arabia), recíprocamente ''impenetrables''  en sus respectivas  Weltanschauungen o cosmovisiones. Estas  distinción  y afirmación  fueron establecidas  por Spengler en el vasto  libro arriba citado, famoso otrora,  publicado en lo que quedaba de la Alemania del Kaiser, cuyo título, por supuesto,  correspondía a la decadencia de  ese país agresor  luego de su derrota en la primera guerra mundial.
Y para  hacer pie en el etnocentrismo , añado que muchas narraciones acerca  del mundo y sus alrededores  escritas en Francia se centran en lo sucedido en ese país, con una mezquina extensión a lo europeo.
No aguardemos tampoco que la bibliografía citada se refiera a libros escritos fuera de la douce France. Por ello, cuando entusiastas panegiristas  del Segundo Centenario (¿de qué?) propusieron  a la chacrita uruguaya como un modelo mundial en primicias surtidas  no  sorprende y si preocupa  a  quienes, como decía el inolvidable Tucho Methol,  nos duele el Uruguay ''como problema''.

(*) Antropólogo, escritor, poeta. Uruguay

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