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miércoles, 13 de febrero de 2013

El boliche, la masacre y una subjetividad del desamparo

Autoras/es: Damián A. Melcer*
(Fecha original del artículo: Enero 2013)

El pasado Domingo 27 de enero en Brasil, en la ciudad de Santa María del estado de Río Grande do Sul, murieron más de 200 jóvenes y más de 100 quedaron hospitalizados luego de que se incendiara un boliche donde se encontraban festejando. La mayoría de las víctimas tenía entre 18 y 20 años. 
Entre las victimas encontraron a 2 integrantes de la banda de música “Pimenta e seus Comparsas”, la cual fue responsabilizada por el uso de fuegos artificiales en el escenario. Los que habrían causado que se iniciara el incendio, según diversos comentarios.
La respuesta inmediata ante la pregunta sobre los responsables de este hecho apuntó a los jóvenes y a los músicos que llevaban adelante su actividad. Se estableció una comparación con la masacre sufrida en el boliche Cromañón, en Buenos Aires, 8 años atrás y se instaló, una vez más, la indignación sobre un tipo de comportamiento irresponsable y desmedido de los jóvenes.
Los jóvenes fueron a divertirse un sábado como cualquier otro. Los músicos fueron a ofrecer un show como cualquier otro show al que tiene acostumbrado a su público. El empresariado sabía a quién contrataba, era de público conocimiento que la banda –hasta el momento inculpada- realizaba shows y bailes con “…innovación en estructura, efectos visuales y pirotécnicos que hacen toda la diferencia en la identidad exclusiva de la banda” como figura en su propia página web. Hasta aquí, entonces, nada nuevo.
Los músicos fueron a hacer lo que saben hacer, lo que difundían y lo que se sabía. Los jóvenes fueron a hacer, lo que hacen en sus momentos de diversión. Tantos unos y otros se encontraron en un nuevo terreno, un terreno desconocido; en definitiva un terreno que auguraba un desenlace mortal. Los jóvenes y los músicos ingresaron a un espacio que era una trampa mortal, expresión última de inoperancias políticas, ineficaces controles y negocios empresariales.

El boliche es la trampa

Como afirmó el diario O Globo había una sola posibilidad de salida que era la puerta principal. El boliche se constituye en “una trampa mortal”. No había puertas de emergencias, para tal fin se utilizaba la misma puerta por la que se ingresa. La construcción de este tipo de establecimiento tenía la finalidad de controlar el ingreso, por un lado, pero fundamentalmente que no pueda irse la gente sin antes haber pagado lo consumido.
Efectivamente la primer reacción de la seguridad privada del boliche, ante el intento de salir por parte de los jóvenes frente al fuego, fue cerrar la puerta. La única puerta evidenció su finalidad, persuadir cualquier intento de irse sin permiso. La máquina empresarial diseño el boliche pensando en garantizar que nadie saliera sin haber realizado el pago de lo consumido. No piensa en cómo garantizar la vida humana. Eso no genera valor.
En declaraciones públicas a los medios de comunicación el comandante del cuerpo de Bomberos, coronel Guido Pedroso de Melo se ocupó de dejar en claro que las dimensiones de la puerta principal permitían el funcionamiento de la misma como salida de emergencia. Es notable esa declaración de un representante del Estado que muestra como la ganancia empresarial es contemplada y avalada desde el Estado.
El aval se evidencia desde el momento en que el Estado autoriza el funcionamiento del local en cuestión. Tendrá que pasar un poco más de tiempo para que podamos conocer los vínculos más profundos entre los empresarios del boliche y los funcionarios públicos. Por lo pronto sí sabemos que el club tenía su licencia de funcionamiento vencida. "Estaba vencida desde agosto de 2012. La licencia es necesaria para el funcionamiento normal de la casa", resaltó el teniente coronel Moisés da Silva Fuchs. Sin embargo, el club nocturno seguía funcionando y realizando eventos masivos. Se calcula que su capacidad permitida fue doblemente superada.
La trampa no solo era la estructura edilicia, como deja entrever al diario Folha Rodrigo Lemos Martins –guitarrista del grupo Gurizada Fandangueira que tocó minutos antes-, que al intentar apagar el fuego notó que los extintores no funcionaban. El mundo de la fachada evidencia toda su hipocresía en el real de la muerte.
La ausencia de un plan claro de evacuación, la carencia de alarmas de incendio, de mangueras y aspersores e indicaciones visibles de salida; algo que cualquiera un poco entrenado en la habilitación de locales podría darse cuenta, pone de relieve la complicidad del Estado con los ahorros empresariales, ya sea por su acción directa o por omisión. Ese boliche no reunía las condiciones mínimas internacionales para una habilitación. Sin embargo, por el bien de la recaudación seguía funcionando.

La desesperante huida de Dilma hacia el lugar de los hechos

Los medios reflejaron como un gran acierto de Dilma el suspender todas sus actividades, retirarse de la CELAC e ir a visitar a las familias de los jóvenes fallecidos. Están en lo cierto, la muerte de los jóvenes por causas evitables y por responsabilidades sociales es potencialmente explosivo. La muerte de los jóvenes es la muerte de energías dispuestas a intervenir en mundo con una concepción renovadora.
La acción de la Presidenta va a contrasentido. Su presencia ahora es la evidencia de la complicidad del Estado con los negocios empresariales. Es también la necesidad de contener la bronca social que estas muertes injustas despertarán. Muertes que se enmarcan en un contexto muy especial para Brasil en su conjunto. Según Valdir Pignatta e Silva, especialista en seguridad contra incendios, “…esta tragedia puede tener un denominador común con otras recientes ocurridas en Brasil, como el derrumbe de tres edificios el año pasado en el centro de Río de Janeiro o el descarrilamiento de un tranvía turístico en un barrio de esta ciudad en 2011.” (Diario Uno).
Reuters de Sao Paulo publicó, en estos días, que según datos oficiales casi 40.000 personas murieron mientras trabajaban en construcciones edilicias. Los sucesos están vinculados a la ausencia de medidas de seguridad, costosas para las empresas, mientras aumentó exponencialmente la industria de la construcción en Brasil.
Dilma conoce todo esto y sabe que una de las preocupaciones de los organizadores del inmediato Mundial de fútbol que se realizará en Brasil 2014 no solo está puesto en los estadios sino en los alrededores. Como lo declaró al diario La Nación Pedro Trengrouse, consultor de la ONU para el Mundial, “El verdadero riesgo no está vinculado con los escenarios deportivos”, debido a que una vez afuera la gente sale a pasear, a bailar, a disfrutar del viaje que realizó. La presencia presidencial busca mantener en pie las inversiones por millones que le acarrea el negocio del Mundial de Fútbol, para mostrarse como un Estado a la altura de las circunstancias generando cierta sensación de control.

El boliche es el Estado

Moacyr Duarte, un especialista en gestión de emergencias y desastres de la Universidad Federal de Río de Janeiro y coordinador del Programa de Posgraduación en Ingeniería dijo que la causante de la muerte de estos jóvenes fueron"…elementos simples: fallas administrativas, fallas regulatorias, fallas de inspección, fallas de planificación. Ellos llevaron a la tragedia".
En declaraciones recogidas por la BBC encontramos que Luiz Antonio Cosenza, presidente de la Comisión de Análisis y Prevención de Accidentes del Consejo Regional de Ingeniería y Agronomía de Río de Janeiro dijo, que "…más de 50% de los accidentes es por falta de mantenimiento".
A esta altura de lo relevado ya debemos darle carácter de masacre y no de tragedia a lo sucedido. La tragedia hace referencia al dolor que se sufre a causa de situaciones evitables. En cambio la masacre da cuenta de una estructura montada para que sucedan las tragedias y en este sentido es necesario denominar con toda precisión porque es necesario responsabilizar a los reales responsables de lo ocurrido.

El futuro inmediato no es promisorio

Diario O Globo informa que, un día después de la tragedia el municipio inició la investigación sobre la existencia de los boliches nocturnos y pide información a los bomberos sobre la caducidad o no de licencias de los mismos. Esto pone a luz la precariedad del régimen social donde nuestros jóvenes y nosotros desarrollamos nuestras actividades recreativas. La tendencia a partir de acá será la concentración en grandes locales, el cierre de muchos locales medianos y el surgimiento de espacios “clandestinos” recreativos en peores condiciones debido a las exigencias leoninas que surgirán como medidas de control.
El martes 29 se realizó una movilización reclamando justicia en donde se congregaron alrededor de 20 mil personas aplaudiendo, con carteles y diversas formas de expresar su indignación. El gobierno nacional para responder a esto decidió enviar, en base a un informe del Secretario de Seguridad Pública de Río Grande do Sul, a “todas las fuerzas de seguridad pública”, las cuales ya han sido movilizadas hacia el estado de Santa María. Cabe preguntarse si, luego de esta masacre es necesario fuerzas de seguridad o equipos de orientación psicológica, médicos para los más de 100 hospitalizados, camas e instrumentos de curación. ¿Acaso las fuerzas de seguridad pública cumplirán tareas de contención emocional de la población? O por el contrario, ¿estás fuerzas pretenden ser un instrumente de disuasión ante el reclamo popular?
Concentración empresarial y contención armada terminan siendo las soluciones que se le ofrece a la población en su conjunto. Mientras los negocios siguen en pie y el lucro rija la vida de los hombres.

Los jóvenes en el mundo actual, nuestro mundo en común

La violencia es el desamparo generalizado que resulta de una estructura montada sobre el beneficio del capital.
De todo lo mencionado se desprende que el hecho en el boliche “Kiss” no puede ser considerado como un episodio aislado. Es una muestra más de la estructura social, política y económica del Brasil pero que no se aleja demasiado de nuestras estructuras políticas y económicas. Es acá donde el caso Cromañón permitió sacar a luz la misma estructura de vínculos empresariales, políticos y de seguridad. Las coimas a los funcionarios como así también los arreglos monetarios con la comisaría de la zona.
La educación del hombre (niños, jóvenes y adultos) está enteramente determinada por el medio social dentro del cual crece y se desarrolla. Sin embargo este medio no siempre influye directa e inmediatamente, por el contrario el medio actúa de manera distorsionada puesto que es aprehendido en cierta singularidad y mediante aspectos generales revestidos de ideología.
Como educadores, reconociendo esa distorsión singular, deberíamos buscar la estructura media, aquella que se reitera, que da homogeneidad a la existencia. Esta masacre nos afecta de distinas maneras pero como hecho es innegable, está allí, evidenciado en sus muertos y en sus heridos; en sus culpables y en sus cómplices. De este modo garantizamos el proceso psíquico individual pero no por ello evitamos abordar el tema de la manera más abarcativa posible.
Debemos tomar en consideración la existencia de una violencia fundante, la que debe ser analizada e interpretada para que pueda ser aprehendida y a partir de entonces intervenir sobre la misma. La violencia fundante es la que nos encuentra en nuestra cotidianeidad completamente desprotegidos, ante esa violencia nuestra subjetividad se topa con el desamparo que, al decir de Enrique Carpintero “…vivencia una falta de contención del mundo externo en relación al mundo interno.” (Revista Topia Nro. 66).
Esa violencia fundante que no garantiza la vida de los jóvenes cuando van a un boliche a bailar, porque el boliche reúne todos los condicionantes de una relación mediada por el afán de lucro, impulsa diversos modos de actuar en nuestro mundo particular. Impulsa los estados de ánimos alterados, aumentan las tendencias al suicidio, aumentan las acciones de presión, acoso y maltrato de diversa índole. Un estudio del 2011 en Brasil, “Mapa da Violencia os Jovens do Brasil”,  indica un exponencial aumento de mortandad entre los jóvenes por razones vinculadas a la violencia (por homicidio, por accidentes automovilísticos y suicidios).
Cuanto más aumenta la ganancia empresarial, que se reparte entre funcionarios políticos y policiales, más riesgo de vida sufre la población que no participa de ese entramado de vínculos y negocios.  Lo sufre de manera directa, como vimos en la masacre del boliche Kiss y por otro lado lo sufre mediante las alteraciones de la subjetividad singular.
Borrar del análisis la violencia fundante es garantizar la impunidad de hoy, reaseguro de una nueva masacre más adelante si las cosas no cambian. Se torna necesario buscar los modos de contener a los jóvenes en un marco de relaciones vinculares no supeditas por el capital en donde la sensación de desamparo pueda ser abordada y superada en pos de una construcción alternativa de los modos de vida
Una sociedad que ve morir a sus jóvenes y que hace de la víctima el victimario es una sociedad que se ha condenado. Solo falta quien la entierre.


(* Profesor y Licenciado en Sociología)