En Pizarras y Pizarrones hemos desarrollado un trabajo de campo cuyo objetivo es analizar las preferencias en lecto-escritura de nuestros lectores, así como las nuevas formas de enseñanza y aprendizaje. Les hemos pedido su colaboración para completar una pequeña encuesta anónima que como máximo les insumiría 10 minutos. Agradecemos su participación! La encuesta cerró el 31-08-17 y en unos pocos días publicaremos sus resultados...

miércoles, 13 de febrero de 2013

¿Se enseña en la Argentina la historia real del país? X. Ana Lía Payro

Crisis pregunta, "Crisis".
Autoras/es: Ana Lía Payro *
"La única verdad histórica que aceptamos es aquella determinada por las luchas de las masas por la liberación nacional y social".
(Fecha original del artículo: Diciembre 1973)
Escena histórica (Ignacio Manzoni, 1861)
que representa el campo de batalla cerca del
arroyo Pavón. Sobresale la figura de Bartolomé
 Mitre uniformado, montado en un caballo blanco,
 espada en mano, dando órdenes a la tropa.
En el ángulo superior derecho se ve el casco de la
 estancia de Domingo Palacios, con una pequeña torre
 (mirador). Pieza perteneciente al Museo Mitre.
Si la historia es la conciencia colectiva de las masas populares que en cada momento de su lucha son capaces de imponer su visión, es decir, su replanteo del pasado desde la perspectiva de su presente y de sus objetivos históricos, podemos afirmar que, en la Argentina, no se enseña la historia real del país.
Y no se enseña la historia real del país porque ella ha sido instrumentada coherentemente desde fines del siglo XIX como factor de dominación social y de opresión imperialista, y por ello podemos afirmar que la historia real del país aún no está escrita.
La que sí está escrita es la que se enseña en los tres niveles del sistema educativo, plasmada por los vencedores de Pavón, aquellos que van a liquidar a sangre y fuego a las montoneras federales y que serán los artífices del genocidio de la guerra de la Triple Alianza.
Los pasos esenciales están dados, la culminación es el triunfo de la factoría agraria que significa la consolación y estabilización del bloque histórico conformado por la oligarquía terrateniente y el imperialismo a partir de 1880.
Sus valores pertenecen a la burguesía industrial europea y son transplantados y asumidos por la oligarquía nativa como propios, en la medida que le proporcionan los elementos básicos de la legitimación de su dominio.
Es el liberalismo oligárquico, asentado sobre el racismo, que exalta la "etnia" y la cultura europea en cuanto portadoras de "civilización", y que confundido con el odio a las montoneras le hace decir a Sarmiento en carta a Mitre: "No ahorre sangre de gauchos que es lo único que tienen de humanos". El racismo se ligaba entonces a la visión oligárquica que colocaba en el centro a Europa como principio y fin de la historia y que no hacía más que afirmar nuestra dependencia económica, política y cultural respecto de la metrópoli inglesa. Pero el mismo esquema teórico que organizaba todo el sistema ideológico del liberalismo oligárquico se expresaba en la síntesis: "Civilización y barbarie"•
La "civilización" posibilitaba las bases de la dominación; era el puerto, las ciudades del litoral, la burguesía comercial, los terratenientes y los ganaderos, los "doctores". Era los ferrocarriles y sobre todo losremingtons que derrotaron la resistencia popular del interior. Ésta era la "barbarie", los gauchos, los indios, las montoneras, la defensa de la soberanía en la Vuelta de Obligado...
Este sistema de valores es el que conforma la historia que escriben los vencedores: la que Bartolomé Mitre sanciona no sólo como en La Historia de Belgrano y en La Historia de San Martín , sino también a través de una prédica de casi cien años en La Nación , expresión misma del liberalismo oligárquico.
Pero no fueron sólo los libros o el periodismo, ellos no hubieran podido cimentar la fortaleza inexpugnable de la ideología liberal-oligárquica y la vigencia de sus contenidos en la conciencia, sobre todo, de los sectores medios del país. Era el control que el Estado oligárquico ejercía sobre la enseñanza. Su monopolio estaba concebido como fundamento mismo de su dominación como clase y como impulso a su proyecto político: la factoría agraria.
Historiografía liberal oligárquica y monopolio de la enseñanza garantizaban la enajenación de los sectores que tenían acceso a la cultura, es decir, garantizaba la "idoneidad" de los futuros cuadros políticos y culturales del sistema y el consenso de las clases dominadas.
Y tal fue su fuerza que aun la crisis de 1930, que significa la quiebra de la Argentina oligárquica, sin hablar de los embates del movimiento nacional yrigoyenista, no logró destruirla. Pero la factoría agraria estaba herida de muerte.
La crisis cuestionó la que hasta ese momento había sido verdad inconmovible e incuestionable. Dos vertientes caracterizaron la búsqueda: el nacionalismo oligárquico, cuyo valor reside en el cuestionamiento de hecho de la historiografía liberal, pero sin llegar a superar sus condicionamientos, y el forjismo que planteaba categóricamente que la salvación de América Latina se hallaba al final de la lucha de su pueblo.
El gobierno popular que se inicia luego del 17 de octubre de 1945 no logra superar la enajenación de las clases medias al frente oligárquico y, por ende, al liberalismo. La marginación de los intelectuales del proceso de movilización popular significó la demostración de la fuerza inerte, pero fuerza al fin, de los valores ideológicos oligárquico-imperialistas.
Y así, coexistieron en todos los niveles de la enseñanza las dos visiones oligárquicas, tanto liberales como nacionalistas. El proceso de formación de la conciencia nacional abierto en el 30 se irá profundizando al compás del avance de las masas populares.
Desde la restauración oligárquica en 1955 hasta 1973, el liberalismo, el desarrollismo integracionista o cientificismo en su versión universitaria, o el eclecticismo eficientista de la dictadura militar de los monopolios, no son más que formas modernizantes del liberalismo.
Pero mientras la historiografía tradicional en todos sus matices más levantaba las banderas de la "objetividad"; mientras más afirmaba su verdad histórica como universal y, por lo tanto, "apolítica", más claro resultaba que su objetividad era aquella del imperialismo y la oligarquía. Y en ese lento pero inexorable proceso de formación de la conciencia nacional resulta cada vez más incontrovertible que la historia es un arma política y así la asumimos, ya que, por ende, la única verdad histórica que aceptamos es aquella determinada por las luchas de las masas por la liberación nacional y social.


* Ana Lía Payro (1938). Nació en la Capital Federal. Codirectora del Instituto de Investigaciones Históricas "Diego L. Molinari" de la F. F. y L. y profesora titular de Introducción a la Historia. Publicaciones: con C. Suárez, Chile: ¿cambio de gobierno o toma de poder? (1971); Los nacionalismos en el siglo XX (1972);Las intervenciones norteamericanas en América Latina. Siglos XIX y XX , 1972; etc.



No hay comentarios: