Autoras/es: Demián Alejandro García Orfanó *
La crisis del llamado primer mundo se trata de un prolongado estancamiento antes que una caída de la producción. Sin embargo, eso alcanza para ir deteriorando la calidad de vida de sus habitantes y complicar la situación económica de los Gobiernos.
(Fecha original del artículo: Febrero 2013)
Por RedAcción - LP |
Como un país capitalista estable, pequeño, subdesarrollado y dependiente que somos, nuestro desenvolvimiento económico local está ligado al movimiento del capital a nivel mundial. Actualmente a nivel global, debemos considerar dinámicas económicas opuestas que se dan en forma simultánea. Por un lado, la persistencia de la crisis en Europa y Estados Unidos, que no han terminado de recomponer un escenario de crecimiento, luego de la implosión de la "burbuja inmobiliaria" del 2007/2008, y que mantienen un estancamiento de su actividad interna crónico. Por otro lado, el crecimiento de una serie de países muy populosos, que requiere ciertas materias primas y productos, y demanda mercados. Estos dos movimientos no están descoordinados, ya que parte de lo que refleja esta crisis en los países centrales (muy especialmente en Estados Unidos) es que una parte importante de la producción mundial ha trasladado su epicentro productivo, hacia el sudeste asiático. Esto no significa que ahora el capital de los países del sudeste asiático tiene mayor poder. Significa que el capital ha mudado sus fábricas hacia ciertos países, porque las banderas hace rato las perdió, en el sin fin de movimientos financieros en los que se juega la propiedad de los grupos económicos.
La crisis del llamado primer mundo se trata de un prolongado estancamiento antes que una caída de la producción. Sin embargo, eso alcanza para ir deteriorando la calidad de vida de sus habitantes y complicar la situación económica de los Gobiernos.
Comercio mundial en clave Tetris: los bloques
La integración de la producción mundial es un hecho, y por eso es que también tiene sentido el análisis de la situación mundial para conocer el movimiento del capital local. Los destinos de las exportaciones que parten de nuestro país y los orígenes de las importaciones son muy variados, incluyen a países de todo el globo en distintas proporciones, en una gran variedad de bienes. Esta es la verdadera razón para que desde el Gobierno local se generen misiones comerciales con empresarios a distintos países y se impulsen tratados con Estados que en nuestro ideario siguen siendo lejanos, más allá de la retórica "Sur-Sur" o el reavivamiento de un ideario "tercermundista".
Esta búsqueda de aceitar los intercambios internacionales es una estrategia utilizada por muchos otros países, y de hecho hace tiempo que se la viene impulsando en formas multilaterales, conformándose diferentes bloques económicos (MERCOSUR, Unión Europea, NAFTA, ASEAN, CARICOM, Comunidad Andina, Comunidad Africana Oriental, etc.). Estos bloques han generado distintos niveles de integración más allá de lo económico, y su desenvolvimiento no es indiferente.
En el caso del Mercosur (Brasil, Uruguay, Paraguay -suspendido hasta nuevo aviso, por el golpe de Estado del año pasado-, Bolivia, Argentina y Venezuela), no ha avanzado mucho más que en la conformación de una unión aduanera, con un régimen monetario para los intercambios entre países (pero lejos estamos de tener una moneda común). En el bloque, la mayor economía es Brasil, que cuenta por si solo con un importante mercado interno. Para el resto de los países, la posibilidad de acceder al mercado brasilero es un atractivo importante, aunque implica la competencia de los capitales brasileños y su mano de obra barata. Otra característica de este bloque es que ha habido una expresa búsqueda de conformar un bloque para la exportación extra zona, buscando una integración en ciertos sectores. Con algún éxito se ha logrado para el caso automotriz. Un elemento importante en las consideraciones sobre el Mercosur son las variaciones recurrentes de Brasil en su tipo de cambio. Brasil tiene un programa monetario conocido de "Objetivos por Inflación" (en inglés es "Inflation Targeting"), donde lo que guía la oferta monetaria (dinero en la economía, regulado por el Banco Central) es la inflación, como propone el más rancio neoliberalismo. Por esto, puede haber bruscas variaciones en el tipo de cambio, ya no son tomadas en cuenta los impactos en la industria local, o en el Mercosur, de dichos cambios (abaratamiento o encarecimiento del real, la moneda brasileña).
Actualmente, la importancia del mercado brasilero para la producción argentina es crucial. Es el principal socio comercial del país. Pero la actividad económica carioca se encuentra también estancada, y difícil será que repunte la producción local si no hay algún agresivo plan de reactivación en el país vecino. No es un escenario a descartar, ya que Brasil cuenta con cierto historial de políticas más bien desarrollistas, pero por lo pronto no parece estar en los planes de Dilma Rousseff.
En el caso del NAFTA, para México, Canadá y Estados Unidos la apertura dista de ser tal en términos sociales, donde el mantenimiento de un enorme muro que separa dos de esos países es una muestra bastante clara de esa poca integración. En Estados Unidos es motivo de debate actual una profunda reforma impositiva y del gasto del Estado, donde los demócratas pugnan por evitar recortes muy extremos y los republicanos son más “audaces” en ese sentido. En el medio, todos los grupos económicos hacen lobby por obtener ventajas en esa reforma. Lamentablemente, en otro lado, no hay ninguna expresión ciudadana progresista que esté dando una disputa por incrementar (o evitar perder) los ínfimos beneficios sociales, incrementar los impuestos a los ricos, o reconvertir la industria bélica (en lugar de sólo “recortarla”).
En la Unión Europea, la integración de países con diferentes estructuras productivas no ha sido favorable para los "socios menores". Se vieron atados a cierta disciplina fiscal y monetaria por los acuerdos firmados, que no estaban en condiciones de cumplir. Todos los intentos de ajustar para cumplir resultaron aún más inconvenientes y empeoraron todavía más las condiciones de vida de la clase trabajadora de esos países (Grecia, Portugal, España). Este panorama le genera presión a la estructura institucional de la Unión Europea: o flexibilizan los acuerdos (entrando en una espiral de excepciones y todavía más intrigas internas) o va a ser insostenible la presencia de algunos países en el euro.
En el caso de una salida del mismo, probablemente ingresen a algún esquema similar al argentino pos convertibilidad. Pero hay una diferencia importante, ya que a pesar de que los voceros del oficialismo nos ubiquen como un ejemplo mundial, no todos los países cuentan con una gran producción de soja u otros productos actualmente demandados por el mercado mundial que les permitan recomponer rápidamente la balanza comercial (como sucedió con Argentina durante el 2002/2003).
La presión de las circunstancias está llevando a que en once países se aplique un impuesto a las transacciones financieras (la “Tasa Tobin”, en honor al economista que la propuso hace cerca de 40 años). La medida, que hace un tiempo era sólo una utopía de la socialdemocracia (y que había sido retomada por los movimientos antiglobalización europeos) ahora se hace realidad: Se trata del 0.1% de las compras y ventas de bonos, y del 0.01% de las de derivadas. Es una decisión tomada sobre una base fiscalista: Los rescates de los bancos necesitan dinero y de algún lado los gobiernos de los principales países europeos deben conseguirlo.
Volviendo al pago...
El panorama local está lejos del panorama de “win win” que parecía ser la clave de la estabilidad social del modelo: Los empresarios ganaban como nunca, la clase trabajadora se recomponía en salarios y en extensión, y desde el Gobierno se otorgaban ciertos beneficios sociales. Pero “el modelo” no se trata de un dispositivo estático que sólo reacciona ante circunstancias externas. En el transcurrir de los años del 2002 a esta parte, las ventajas que el tipo de cambio le otorgaba a los capitalistas locales que exportaban fueron desapareciendo. Esa “desaparición” se debió a que fueron recuperándose los salarios de las y los trabajadores y los precios de los insumos locales.
En la economía local no hay un sólo tipo de empresas, y sus diferencias marcan sus pliegos “reivindicativos” corporativos. Desde la década del noventa se profundizó la inserción internacional de la producción argentina (proceso que había comenzado lentamente en los 70s). Esa inserción devela un rastro más profundo del neoliberalismo: No sólo se apropió de algunas riquezas locales, sino que (fundamentalmente) readecuó la estructura productiva local para orientarla a que se involucre más directamente en un modo de producción mundial. Ese proceso no fue un período en el menemismo, sino que se extiende hasta nuestros días.
Las empresas que tienen en sus manos esa producción motorizan sus inversiones por la situación de sus mercados mundiales, producen a una cierta escala que les permita hacer rentable la producción (aunque sea con salarios relativamente bajos –a nivel mundial- y con los subsidios que les otorgue el Estado). Es una discusión entre economistas si se trata de unidades productivas que realmente producen a “escala mundial” o si únicamente son viables con grandes subsidios del Estado (sean directos o por medio de un tipo de cambio que licúe los salarios locales, considerados en moneda extranjera). De todos modos, este sector es el que consigue del exterior una gran cantidad de divisas, produce la mayor parte del producto bruto interno, y ocupa una gran porción de trabajadores y trabajadoras formales con salarios relativamente altos.
Otro sector bastante particular (y del que mucho se ha hablado, como para explayarse demasiado) es el sector del “campo”, que aprovecha una característica distintiva local, la pampa húmeda, que otorga ventajas en relación con otras zonas productivas. La introducción de paquetes tecnológicos (soja RR, pero también una creciente tecnificación y combinación de plaguicidas, herbicidas, semillas especiales, etc.) y formas productivas (siembra directa, tecnificación creciente, etc.) han aumentado la producción. Los precios de sus productos en los últimos 15 años han gozado de una tendencia alcista, de la mano de la expansión productiva de China y la India.
Otro sector es el que produce subordinado al sector exportador, sea produciendo tercerizadamente o brindando servicios a las empresas exportadoras.
Por último, encontramos a las empresas que producen para satisfacer los requerimientos de la población local, cuyas locomotoras son los sectores anteriores. No se trata de empresas necesariamente nacionales, pueden ocupar este rol grandes multinacionales. Pero están incluidos también los pequeños locales que dan empleo en formas precarizadas a la mayoría de la población local (en pequeños establecimientos).
En este panorama astillado de la producción local, los aumentos salariales generan presiones diversas sobre los distintos sectores empresarios, ya que sus ingresos se mueven por variables diferentes. Algunos dependen de su posibilidad de remarcar precios y de aumentar sus ventas locales, y otros del las cantidades requeridas en el mercado mundial y las tendencias internacionales de los precios de los productos exportables. Son estas últimas empresas las que más han crecido su productividad, más han ganado, y las que están en condiciones de pagar mejores salarios. En esta situación de estancamiento de los mercados, si los precios no continúan creciendo, la “inercia” salarial presiona las ganancias, que no estaban en condiciones de recomponerse aumentado precios como el sector que produce para la población local.
Es por esto que el Gobierno quiere evitar que se le vayan de las manos las negociaciones paritarias de este año, evaluando que el sector de producción para el mercado interno puede aumentar aún más los precios locales, generando más presión para los exportadores, que ven ya acotada su tasa de ganancia por el estancamiento mundial. Éstos piden, para licuar sus costos salariales, una mayor devaluación del peso, actualmente administrado por el Estado, aunque eso es indeseable para el Gobierno porque le genera un costo político, le encarece la acumulación de dólares para el pago de la deuda, y puede conducir a un empeoramiento de la dinámica inflacionaria. Al menos, suponiendo que no se tomen medidas cuasi revolucionarias para evitar que aumenten los precios internos (es decir, que se le dé realmente poder a Moreno para que actúe en forma menos mediática y más real, o eventualmente se tome el control de ciertos sectores de producción y distribución de mercancías).
Para que este rompecabezas funcione, es preciso contar con dólares que lubriquen la relación de la producción nacional con el mercado mundial, garantizando las importaciones de bienes, insumos (incluyendo energía) necesarios para la producción y el consumo local. También son “necesarios” para pagar la deuda y los giros de utilidades al exterior.
Ante una demanda internacional menos potente, la diferencia entre exportaciones e importaciones se achica: Es preciso entonces otras fuentes de dólares. En esa óptica se comprenden las intervenciones estatales en el área energética (expropiación parcial de YPF), la apuesta por la megaminería y los yacimientos no convencionales (ya que permiten un ahorro en este rubro energético), el cepo bancario a la compra de dólares y las trabas arbitrarias a las importaciones. La lista de posibles medidas para cuidar el saldo de la balance comercial no está agotada, por lo que no sería de descartar que eventualmente se tomen otro tipo de medidas con tal de resguardar “el modelo”.
De impuestos: la “caja” y algo más
Este panorama va frenando suavemente la tasa de crecimiento de la recaudación del Estado Nacional, ya que recibe menos ingresos por los impuestos a las exportaciones, menores ingresos por las ganancias empresarias (Ganancias Sociedades), menores ingresos por la actividad económica local (IVA, Combustibles) presionando así al Gobierno a la “sintonía fina”. Con este eufemismo, ya casi en desuso, se han impuesto ajustes varios desde fines del año 2011, recortes sobre los subsidios –que vuelven a tener impulso luego de haber sido pausados por la masacre de Once-, ajuste nominal y real sobre los salarios estatales, disminución de los envíos de fondos a las provincias.. Esta disminución de los ingresos ha sido parcialmente compensada por los retrasos en la actualización del Mínimo No imponible del llamado Impuesto a las Ganancias (a pesar de que se le cobre también a quienes cobran salarios por su trabajo) y las escalas de dicho impuesto. Es especialmente notorio que en el año 2012 haya sido más dinámico el crecimiento de la recaudación por las retenciones de Ganancias (cuyo principal rubro es lo recaudado por salarios), que el impuesto a las ganancias cobrado a las Sociedades y Personas Físicas: se reemplazan recursos que se tomaban del empresariado por recursos de los trabajadores.
Por otro lado, el IVA mantiene su primacía como impuesto que genera ingresos, a pesar de ser profundamente regresivo. Su reemplazo por otras fuentes de ingresos que graven aún más fuertemente las ganancias y patrimonios empresariales (incluyendo las herencias) debe ser considerado como parte de los reclamos obreros, escapando a la invisibilización de esta expropiación cotidiana.
Una fuente importante de recursos actuales, es la ANSES, que oficia de bombero de liquidez. La utilización de los fondos jubilatorios difícilmente puede ser cuestionable en abstracto. Sin embargo, debería estar guiada por el objetivo de generar en un futuro la capacidad productiva para poder sostener a la población pasiva de dentro de 20 años, lo que hoy en día estamos lejos de poder afirmar, y no solo por las dificultades de la planificación a largo plazo: El Gobierno financia con estos fondos gastos corrientes, y otros que quizás tengan algún impacto en impulsar la “actividad económica en general” (y a veces ni siquiera...) pero que distan de tener una clara orientación estratégica productiva. Para hacerlo, le otorga títulos de bonos a tasas de interés bajísimas, que ocasionan una pérdida financiera para esta enorme caja, que se va llenando de “papeles”. Basado en los enormes recursos el Gobierno aprovecha este “poder de fuego”, que aún no se agotó, pero que no es eterno, ni tampoco puede “exprimirse” hasta secarlo.
Por otro lado, hay que recordar que el Gobierno tiene participación en los directorios de las empresas de las que eran accionistas las AFJP. Este es un campo de acción no del todo explorado, más allá de un par de disputas mediáticas un tiempo atrás.
Las dificultades financieras del Gobierno fueron asomando en el 2012. Sin embargo, el Gobierno Nacional prefirió tercerizar la crisis financiera, declinando los giros a las provincias. Los gobiernos provinciales tomaron medidas antipopulares, reduciendo planes sociales, ajustando el gasto en salud y educación, y llegando, en el caso de Scioli, a pretender pagar el aguinaldo en cuotas. Este año continuará la tendencia, agudizando las disputas entre el Gobierno Nacional y las provincias, que no siempre serán disputas públicas, ya que ningún gobernador puede dejar de contar con los fondos de la Nación. El juego político del Gobierno intentará alinearlos y castigar a los díscolos, pero para comprender la importancia política de cada provincia y el peso de los diferentes reclamos, podemos tener en cuenta los aportes de divisas que cada una realiza.
Los salarios de la clase trabajadora en el centro de la escena política Por este escenario trazado, a cuestión salarial es parte fundamental de la disputa política actual. Su nivel es nodal en la definición de la actividad de los empresarios y su alineamiento político, condiciona y motoriza medidas del Gobierno, fogonea la actividad de la clase trabajadora, y a su vez la tensión que le ocasiona al modelo jerarquiza ciertas luchas de otros sectores que pueden poner en crisis los fundamentos mismos de este esquema económico.
La necesidad de no perder poder adquisitivo frente a la inflación lleva a las organizaciones de trabajadores a pelear salarios en las paritarias sin estar atados a los límites que el Gobierno les quiere imponer, que implican un descenso del salario real. También los alinea para oponerse (en mayor o menor medida) al Impuesto a las Ganancias (cobrado a los salarios), que afecta a los sectores formales de mayores ingresos. En esos sectores es donde mayormente se juega la capacidad exportadora local, por lo que los conflictos en estos sectores le serán muy caros al modelo.
El conocimiento de la mayoría de la clase trabajadora sobre cómo se mueven los sindicatos de la mano de sus direcciones burocráticas peronistas genera escepticismo es las convocatorias, que podría ser canalizado por una fuerza que se proponga intervenir con una propuesta sindical renovadora. También genera desconfianza hacia esas direcciones el gatopardismo de los otrora oficialistas y ahora opositores, con lo que no hay ni una ruptura completa con el kirchnerismo, y menos aún una apreciación positiva de los acercamientos a espacios opositores por derecha.
El Gobierno tiene un par de cartas para disciplinar la disputa salarial. Hay algunas herramientas ya clásicas, como la compra de dirigentes, la búsqueda de otorgar concesiones no-salariales, el intento de que los acuerdos “para las cámaras” sean menores que los reales para evitar un “efecto contagio”. También el manejo de los mínimos y exenciones del Impuesto a las Ganancias es otra de esas cartas. La retención de fondos de las obras sociales es una herramienta más. El posicionamiento legislativo de dirigentes va a ser un instrumento más de este año. Y por último, la utilización de sus empleados para que sean el piso de la negociación, carta que utilizarán para “planchar” la discusión salarial cuando se ponga más álgida. En los últimos años fue una constante que, al estilo de los fallos judiciales, al comenzar a haber importantes acuerdos paritarios que convaliden altos aumentos salariales, se cerraba un acuerdo salarial con los estatales muy por debajo, para fijar la banda en la que debía moverse el resto de las paritarias.
Eso pone a las luchas salariales de las y los empleados públicos nacionales en un sitio estratégico. De su descoordinación, de su grado de división interna, de su nivel de (des)movilización dependerá que se repita la historia de los últimos tiempos, con los sindicatos burocráticos cerrando los acuerdos de espalda a las necesidades de sus bases. El Gobierno algo seguramente les cederá, ya que saben que se debilita de otro modo su dominio. En el caso de la Administración Pública Nacional, puede tratarse de terminar con el congelamiento de la planta permanente, aunque sea en forma gradual. En el caso de Universidades, la firma de un convenio colectivo sería una posible cuestión a ceder.
En los Estados provinciales, las luchas internas podrían poner contra la espada y la pared a más de un gobernador, que siempre intentarán tirar el problema hacia “arriba”. Si las organizaciones en lucha escapan a la polarización entre el Gobierno Nacional y provincial, se podría aspirar a generar iniciativas de carácter nacional que recojan el descontento y las luchas contra esas medidas.
A modo de conclusión
La disputa contra la megaminería contaminante, las luchas que se entablen contra la producción de YPF en los yacimientos no convencionales, la pelea contra la utilización de paquetes agrícolas con glifosato, la lucha de los pueblos originarios y de los campesinos por la propiedad de sus tierras, las búsquedas ciudadanas de realizar saneamientos ambientales onerosos (Riachuelo, Reconquista, CEAMSE, Papeleras), serán todos elementos que le pegan al modelo donde más le duele. De su acompañamiento y apropiación con (y de) las luchas de la clase trabajadora podrían surgir novedosas propuestas políticas. Volviendo nuestra mirada a una escala mayor, veremos que muchas de esas luchas se dan en diversos países de América Latina, África y Asia que se encuentran traccionados por la demanda de bienes y recursos de China, potencia imperial emergen en una etapa multipolar. No debemos dejar de tener en mente la posibilidad de estructurar movimientos internacionales en defensa de los recursos, coordinando acciones entre diversos sectores de trabajadores de varios países donde operen empresas multinacionales, plantando bandera contra las corporaciones mediáticas, plantando bandera contra la represión estatal y para estatal a nivel internacional, y las posibilidades de resistencia y lucha siguen.
La conciencia del sitio que ocupan en el panorama político todos estos espacios locales en lucha debería ser parte fundamental en organizar una agenda política, de estructurar puntos programáticos y de apostar a tener propuestas que muestren que existe una alternativa a este modelo económico. Alternativa que no se basa en elementos aislados que deban reformarse sino que implican un profundo cambio en la manera de organizar la producción, de relacionarnos entre quienes conformamos esta sociedad y de la relación entre nuestra producción y el medio ambiente. Alternativa que necesita para su construcción al pueblo trabajador movilizado, organizado y politizado.
* CAUCE UBA - La Brecha
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