Crisis pregunta, "Crisis".
Autoras/es: Leonardo Paso *
Autoras/es: Leonardo Paso *
"Ni el liberalismo ni el revisionismo rosista podrán rescatar la historia real y verdadera".
(Fecha original del artículo: Diciembre 1973)
Si se toman como parámetro de lo real los hechos acontecidos, real fue que Moreno aconsejó comerciar con Inglaterra, que Belgrano murió pobre, que la batalla de Obligado fue un enfrentamiento con las naciones europeas en defensa de un derecho, que en el período de Roca hubo un importante desarrollo económico, que los caudillos contaron con apoyo de masas. Pero apenas nos internamos un poco en un tema, por ejemplo, en establecer los puntos de contacto y las diferencias que pudo haber entre un Artigas y un Ramírez, podremos comprobar que la distancia que los separa es apreciable, si no nos quedamos en el hecho en sí. Cabe entonces la pregunta: ¿cada uno de esos hechos refleja, en verdad, la realidad? Nosotros pensamos que no, pues son relativos al tiempo, al lugar y al conjunto de los acontecimientos precedentes y posteriores.
Una "historia cronológica" y de hechos aislados entre sí, puede ser real pero dista mucho de ser verdadera y, por lo demás, resulta indigerible para el estudiante o lector.
Una interpretación ética de la historia no deja de acumular hechos acaecidos, lo cual no quiere decir que sea verdadera. San Martín no quiso intervenir en las luchas civiles argentinas; prefirió alejarse del país. Pero tal gesto no define, por ejemplo, su pensamiento en torno a los problemas de nuestra organización nacional. Una historia que se limita a exaltar todas las virtudes o todos los defectos de sus actores más importantes puede destacar hechos reales, pero no explica las causas por las que adoptaron unas u otras actitudes.
Señalar a los hombres o a los grupos sociales que promovieron nuestra independencia se torna exigencia, pero si no se explican sus causas concurrentes, las raíces de fondo que la justifican y las razones de sus limitaciones, la historia no resulta enseñanza verdadera. En ese caso, en lugar de afirmar una conciencia nacional se estimula un chauvinismo irracional que nos desubica respecto de los demás pueblos y que no contribuye a formar el ciudadano libre, sino muy por el contrario. Tanto no es verdadero señalar que la revolución de Mayo estuvo solamente inspirada en las ideas provenientes del extranjero, como negarlo totalmente creyendo que adoptar las ideas universales del progreso fuese pecado y señalando que la expresión de lo nacional sólo reside a nivel de las costumbres ancestrales.
Empeñados en forjar los prototipos de la nacionalidad para que sirvan de ejemplo a sus pueblos, se los inviste de condiciones sobrenaturales, en calidad de seres infalibles. De esta manera los héroes o los conductores son figuras de mármol en lugar de ser jefes de las luchas de sus pueblos y productos de las mismas. Así se educa a los pueblos -y esto es lo más grave- en la idea de que ellos no necesitan pensar ni ocuparse del porvenir; de que alguien vela por ellos, tal como ha acontecido en el pasado. Para esas tendencias, los hombres se dividen en virtuosos o traidores.
Asimismo, desde otro ángulo parcial, quienes exaltan la acción de los pueblos como la única verdad consagrada, sin atender al hecho de que la conciencia común de los mismos se limita a la representación de lo cotidiano, con todo lo que ello implica como límite de su cultura, no trascienden la perspectiva histórica, deforman la verdad de que los pueblos son los promotores de la historia. Si Rosas fue apoyado por el pueblo, la "verdad" vendría a ser la política del rosismo, pero el latifundismo ganadero, que fue el contenido de su acción, no prometía -como sucedió- un futuro de liberación social al hombre sometido en la estancia.
La relación dialéctica entre la masa -dividida en clases sociales- y su líder se establece correctamente cuando se comprende que siendo el pueblo artífice de su historia, el líder no desempeña la simple función del flotador en el aparejo de pescar. Presentar a las masas y sus jefes vacíos de contenido es presentar una realidad que no ha sido tal.
Si en nuestro país no se ha contribuido a enseñar una historia real, ello se debe a la orientación filosófica que ha presidido la investigación en la materia: idealista y en muchos casos irracionalista.
El idealismo, en sus diversas variantes, considera que el pensamiento del hombre está desligado de la realidad del mundo y del hombre y que es sólo producto de su pensamiento. Da así una imagen distorsionada o falsa de la realidad. En último caso trata los móviles ideológicos de la actividad histórica de los hombres, sin investigar el origen de esos móviles, sin tener en cuenta las leyes objetivas que rigen el desarrollo del sistema de las relaciones sociales, sin advertir las raíces de esas relaciones en el grado de progreso de la producción material, sin tener en cuenta la acción real de las masas y considerando a la historia como resultado de la actividad de algunas personalidades eminentes.
Las dos corrientes clásicas existentes en nuestro país, la liberal y la del revisionismo rosista están identificadas en una misma concepción filosófica y sólo se diferencian, partiendo de un mismo método, en querer justificar a sectores diferentes de una misma clase social, la burguesía y, en especial, a troncos distintos de la oligarquía.
Sólo en la concepción del materialismo histórico radica una historia verdadera y completa, pues ella trata de conocer las leyes del desarrollo de la sociedad en general y de una determinada sociedad en particular.
La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases y ésta se manifiesta en los órdenes materiales y espirituales.
Se debe hacer una revisión histórica, pero no a partir de los mismos presupuestos filosóficos y de clase con que se la ha sostenido hasta el presente. Una revisión no es una simple revancha política.
Por lo demás, es preciso advertir que de lo oficialmente enseñado, existe un cúmulo de verdades parciales que necesitan ser reubicadas y hechos que han contribuido en alguna medida a forjar la conciencia del pueblo y que aunque presentados con graves limitaciones, han contribuido a darnos la personalidad y el vigor con que nos presentamos ante nosotros mismos y el mundo.
Leonardo Paso (1920). Nació en Buenos Aires. Obras: Rivadavia y la Línea de Mayo, Los caudillos y la organización nacional, Historia del origen de los partidos políticos en la Argentina, etc.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar
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