Autoras/es: Dante Mereu
(Fecha original del artículo: Septiembre 2008)
La Organización de las Naciones Unidas
para la Agricultura y Alimentación (FAO) argumenta que la disponibilidad de
alimentos es escasa debido a una baja producción, a problemas climáticos y al
aumento del uso de ciertos cultivos como combustibles (etanol y biodisel), dado
que por el aumento del crudo se está dando un fenómeno de reemplazo.
Utilizando
los datos de la FAO, la producción de los 5 cultivos principalmente utilizados
como alimento (trigo, maíz, soja, girasol y arroz) suman una producción total
anual de 2500 millones de toneladas, si dividimos este número por los 6500
millones de habitantes que hay en el planeta (según la ONU), nos da 0.38
toneladas de alimento / habitante o sea 380
kg/habitante por año, más de 1 kg por día. El uso de los alimentos como
combustible es muy incipiente, Europa es donde más se lo utiliza y no supera el
4%. Estos datos revelan que claramente se trata de un problema de distribución del alimento y no de la
falta del mismo.
Firme
a sus argumentos, la FAO financia programas con el objetivo de aumentar la
producción en países del Tercer Mundo, introduciendo así técnicas de cultivo
desarrolladas por empresas como MONSANTO, que al adoptarse lo único real que aumentan
es el resultado económico -debido al menor precio de implantación- pero con alcances
negativos muy diversos: se pierden cultivos tradicionales y la genética
tradicional, hay pérdida de zonas de producción animal y de regiones naturales,
desplazamiento de sociedades originales a zonas marginales, aumento del uso de
agrotóxicos; y como si fuera poco, diversos informes de médicos no comprometidos
a ningún interés empresarial, aducen su poca confiabilidad como alimento, con
consecuencias graves a largo plazo para la salud humana.
Surge
así, de agrupaciones campesinas, la idea de la Soberanía Alimentaria, que es el derecho de
cada nación y de sus gentes a mantener y desarrollar su propia capacidad de
producir los alimentos básicos con la correspondiente diversidad productiva y
cultural. Está en nosotros mismos y en los gobiernos en adoptar políticas
acordes al pueblo y no a defender planes capitalistas provenientes de los
países dominantes.
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