Autoras/es: Axel Rivas*
(Fecha original del artículo: Agosto 2012)
Muchas gracias por todos los comentarios. Las distintas reflexiones nos invitan a seguir pensando juntos y ampliar nuestra mirada (las opiniones del autor son compartidas en gran medida por el equipo del Programa de Educación de CIPPEC, las notas del blog las firmamos como equipo).
Estamos agradecidos a la película La educación prohibida por abrir el debate educativo. Nuestro principal argumento es que creemos que podría haber generado un debate igual de rico sin necesidad de atacar a los docentes de la educación pública y la privada. No creemos que "cualquier camino" sea igual para abrir el debate. Por eso nos permitimos fomentar la discusión crítica y abierta acerca de los medios y los fines de la película.
En cuanto a los medios, es decir, la forma en que la película crítica a la escuela pública, estamos convencidos de que era evitable. La película se burla de los docentes y las escuelas, los caricaturiza, generaliza constantemente y mete a todos dentro de la misma bolsa: escuelas aburridas, donde no se aprende nada (literalmente), autoritarismo, ausencia de amor y cariño, eliminación del individuo y de las libertades, flagelación de la creatividad, entre otras descripciones con escasos matices que realizan tanto los entrevistados como los relatos en off y las puestas en escena.
Muchos de los comentarios a la primera nota del blog apoyan estas representaciones. Nosotros creemos que son evitables y que no generan diálogo pedagógico. Hay miles y miles de docentes y escuelas que crean, que generan sentido pedagógico, que desarrollan múltiples capacidades en sus alumnos, que los aman, que les dan cariño, que los entienden, que dialogan con ellos, que buscan alternativas, que se comprometen, que dedican su vida apasionadamente a la educación. Y seguramente hay otros millares que hacen todo lo que pueden, con limitaciones, pero no con espíritu autoritario ni con falta de amor por los niños.
La película es injusta con ellos.
Lo mismo ocurre con todos los funcionarios, supervisores, equipos técnicos, especialistas que trabajan día a día desde el Estado y otros sectores con la educación formal o "tradicional" o pública y privada. Todos ellos aparecen negados, como sujetos absurdos incapaces de cambiar nada, como si el Estado fuese una máquina autómata que nada hace o de nada sirve.
Creemos que esta visión es injusta y totalitaria. Descalifica todo lo que no piensa como el paradigma que defiende la película. Una paradoja: si la película defiende la libertad, y especialmente la diversidad pedagógica, ¿por qué no empezar por tener respeto por lo que hacen millones de educadores todos los días? ¿Por qué descalificarlos a todos, a "todo el sistema"? ¿Por qué no pelear juntos por el derecho a la educación, ardua conquista que tanto trabajo llevó y lleva cada día?
En cuanto a los fines, es decir el contenido de la película, nos preocupa la crítica extrema a la escuela tradicional que más que inspiración para el cambio puede justificar reformas liberales anti-estado. Incluso se promueve como solución sistémica la creación de escuelas comunitarias y se elogia como alternativa la educación en el hogar. El riesgo evidente es la fragmentación y la ampliación de las desigualdades.
Basil Bernstein, el gran sociólogo inglés, advertía que las pedagogías invisibles, cuyo paradigma espontaneista propone la película, tienen una pertenencia social, expresada en sus orígenes y en sus destinatarios, pero especialmente en sus códigos. Las pedagogías invisibles tienden a reproducir los códigos linguísticos y de interacción de las clases acomodadas.
Además, Bernstein señalaba, en base a rigurosas investigaciones en las aulas, que las pedagogías invisibles esconden detrás de su halo de libertad un control mucho más sigiloso de los alumnos. Un control psicológico, emocional, invisible. Por eso advertía los posibles riesgos de estos modelos pedagógicos, especialmente cuando son tomados como “totales” o absolutos.
No dudamos que existen mejores modelos educativos y concepciones pedagógicas que las que predominan en la educación tradicional. Incluso, como decimos en el blog, las hemos estudiado y algunas de ellas las hemos defendido y propuesto como parte de nuestros trabajos de incidencia sobre las políticas educativas. En particular las tradiciones de la educación popular y sus derivaciones recientes en la pedagogía social y en la educación de gestión social.
Defendemos las alternativas pedagógicas. Defendemos los movimientos que incluso nos plantean rupturas, dilemas potentes en los marcos pedagógicos y organizativos de la educación. No somos “defensores del orden”.
Pero somos conscientes –porque hace al menos 10 años que estudiamos la política educativa en contextos reales– de que las cosas no pueden cambiar solo por medio de lo “anti-sistema”. Y no creemos en los cambios que tiran abajo todo lo que existe, al menos en la educación.
Estamos convencidos de la necesidad de transformar la formación y las carreras docentes como camino central para la mejora sistémica, para abrir nuevos paradigmas pedagógicos y repensar a fondo lo que ocurre en las aulas. Este trabajo requiere de la política educativa, del Estado como agente central que puede actuar en forma masiva, atendiendo a todos los sectores sociales.
La película seguramente abre la cabeza de muchos, pero también cierra las puertas a muchos otros. Creemos que podría haber sido más generosa y menos soberbia en su diálogo educativo con la diversidad de experiencias pedagógicas. No hace falta destruir la escuela pública para construir un relato alternativo.
Creemos en las convergencias y en la innovación pedagógica profunda. Al mismo tiempo defendemos los valores de la educación pública como expresión de integración social, de búsqueda permanente de igualdad y de masividad que alcanza a todos los sectores sociales (buena parte de nuestros diagnósticos y principios están reunidos en el reciente libro La construcción de la justicia educativa).
El diálogo de la diversidad pedagógica es un camino fascinante de cambio, empujémoslo juntos.
*autor de la nota original , Investigador Principal de CIPPEC
1 comentario:
Estamos en problemas. Esto no se lo digo a Houston, porque si ellos intervienen estaremos en peores problemas. Me lo digo a mí, para empezar.
Fíjense, si no, esta controversia: el Cippec versus el conglomerado responsable (¿responsable?) de "La educación prohibida".
Me adelanto a aclarar que no se trata de utilizar el argumentum ad hominem, pero, por favor, tengan la amabilidad de asomarse a la página del Cippec y examinar el currículo de sus fundadores y de los integrantes del Consejo de Administración.
¿Ven lo que yo veo?: Harvard, USAL, Georgetown, San Andrés... Los más indicados para indicarnos las mejores políticas públicas. Si tienen paciencia, como frutilla del postre se van a encontrar con... ¡Andrés Rodríguez, el secretario general de UPCN! Digo, si ustedes saben modelo de qué es UPCN.
Luego, entren al sitio de la película: verán que está hecha por semianalfabetos que, en su mayoría, no saben ni escribir su nombre. Su propio nombre, repito.
Si tienen agallas, véanla. Aunque es posible que ya la primera escena les saque las ganas: Gastón Pauls, como profesor de filosofía (creo), balbucea una frase que ni Ringo Bonavena, groggy después de una pelea, podría articular peor.
Y lo que sigue es de ese orden: críticas arrogantes por parte de quienes son absolutamente incapaces de autocrítica.
Cuando leí la nota de Rivas estuve a punto de objetarle que pidiera más respeto por la educación, tal como está. No lo merece, para mi gusto, pero esa es otra historia. Lo que a mí me parece es que la apelación al "respeto" es una triquiñuela: cuando se pide respeto a algo es para vedar la crítica porque no puede resistirla. Lo que es sólido no anda exigiendo respeto, se falta el respeto a sí mismo quien lo ataca sin fundamento.
Pero tampoco la película lo merece: muchachos, bájense del caballo, terminen la primaria los que la tiene incompleta, mediten e investiguen unos cuantos años y, después de todo eso... habrán visto que su dogma merece tantas reservas que se van a dedicar a otra cosa.
Juan.
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