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lunes, 2 de julio de 2012

IDEOLOGÍA Y PRODUCCIÓN SOCIAL EN LA VIDA COTIDIANA. Presentación

Autoras/es: Stella Maris Torre
(Fecha original del artículo: Septiembre 2002)

 Aquí abordaremos la problemática de la ideología y su relación con la producción social en la vida cotidiana. Si bien esta temática ha sido analizada en el contexto de la disciplina sociológica y de la ciencia política, ello no significa que sea un fenómeno referido sólo al dominio de estas ciencias: precisamente a lo largo de varios artículos estudiaremos un nùcleo diverso de teorìas que se han desarrollado con el propósito de alumbrar la  compleja relación entre ideología y realidad. Al mismo tiempo, a través de nuestro trabajo, iremos diferencianfo el significado atribuido a ideología en términos del sentido común del asignado a ella desde una perspectiva rigurosa, definida teóricamente en el discurso sobre lo ideológico. 

Una primera aproximación al concepto requiere que realicemos una distinción entre aquellos autores que discuten la ideología como fenómeno y los que pretenden analizarla como como concepto.  De acuerdo con una u otra posición, se otorgará mayor importancia al:
a)     Aspecto epistemológico
b)    Contenido sociológico
c)     Marco conceptual
que se reconozca para tales contenidos.

Análisis de la construcción del concepto de ideología desde una perspectiva histórica:
         La complejidad que presenta el concepto de ideología lleva a plantear el análisis de su construcción desde una perspectiva histórica, a través de la cual iremos reconociendo significados y enfoques diversos.
      Podríamos decir que la ideología fue concebida, a mediados del S XVIII, como una disciplina filosófica cuyo objeto era el estudio de las ideas y las sensaciones (Condillac).
         Henry Gouhier indica que el término ideología fue creado hacia 1796 por Destutt de Tracy, quien fue el iniciador de la corriente de los llamados ideólogos.  Éstos se interesaron por el análisis de las facultades humanas y de los diversos tipos de ideas producidas por éstas.  Tales ideas no eran ni formas lógicas o metafísicas, ni hechos estrictamente piscológicos, ni categorías "gnoseológicas", aunque de algún modo participaban de cada una de éstas.  La ideología, según de Tracy, era una ciencia fundamental que tenía por objeto los conocimientos, íntimamente ligada a la gramática general (duscuokuba oreicyoada oir kis nñetidis de cibicunuebti) y a la lógica (que trata de la aplicación del pensamiento a la realidad). Esta conceptualización es objeto de determinada carga de sentido que supero su significado.  La actitud política de algunos ideólogos que se manifestaron primero como partidarios de Napoleón y luego declararon su oposición al mismo, contribuyeron a dar al término ideología un sentido peyorativo, siendo frecuente designar a los ideólogos como doctrinarios.
         Este vocablo "ideología" fue usado por los italianos E. Galluppi y C. Romini en sentido semejante al que había tenido para los pensasores franceses del siglo XVIII.  Ambos consideraron la ideología como el estudio de las ideas esenciales en el saber humano (ideas inmediatas aprendidas directamente y en las que se funda todo conocimiento).  Pero mientras Galluppi subrayaba lo que las ideas tienen de dado inmediato, Romini destacaba el carácter inteligible de las ideas.  Mucho tiempo antes, Maquiavelo había manifestado la necesidad de distinguir entre la realidad o desvío, especialmente la realidad política, y las ideas políticas.

Desde una perspectiva filosófica:
         Hegel, en Fenomenología del Espíritu,  planteó la idea de la separación de la conciencia respecto de sí misma, especialmente en el curso del proceso histórico.  En este proceso aparece la conciencia escindida o desgarrada, así como la conciencia infeliz o desdichada, indicado con ello la posibilidad de que la conciencia pueda ser lo que no es y no sea lo que es.
         En esta línea filosófica podemos situar el pensamiento de Marx, quien refiere a  Hegel en un sentido particular, cuando plantea la noción de falsa conciencia.  La noción de conciencia (instrumento para la comprensión de las actitudes y acciones humanas y, específicamente, de los fenómenos sociales) tiene una larga historia.  Una de sus extensiones más importantes ha sido la de ideología, en tanto que ocultación y a la vez revelación de la realidad social.  No está específicamente en Nietzsche, pero su insistencia con  el fenómeno de la ocultación y la necesidad de desenmascaramiento de falsas morales, parece ser aproximadamente lo mismo. 
         Entre los que se destacaron por examinar la naturaleza enmascaradora de las ideologías y esforzarse por desenmascararlas, están George Sorel (político francés, fundador del sindicalismo revolucionario que posteriormente derivó hacia posturas fascistas) y Vilfredo Pareto (italiano, estudió la teoría económica marginalista, y sentó las bases de la corriente sociológica empirista), ambos de fines del S XIX.  Sorel utiliza el concepto de mitos, originados en instintos, y Pareto habla de derivaciones, impulsos no racionales aunque suelan manifestarse bajo propósitos e internciones racionales.  El propósito de ambos es la justificación de acciones de determinados grupos, quienes a través de ellos racionalizan tales acciones.  Los mitos y las dervacioones forman conjuntos de ideas que se articulan en una unided relativamente sistemática, que puede llamarse ideologías (aunque Sorel y Pareto no lo hicieron).  También, Pareto trató de demostrar que las derivaciones (o ideología) son siempre teorías o doctrinas de índole no científica y que no sólo son justificativas (descripciones de la realidad social), sino también normativas (prescripciones para las acciones de los grupos sociales).

 •     A partir de sus raíces hegelianas, y especialmente en conexión con la noción de falsa conciencia, el concepto de ideología ha ocupado un lugar central en la obra de Marx y en las diferentes corrientes marxistas.  Resulta difícil establecer una definición de ideología común a todos estos autores.  Pensemos en las diferencias dentro del mismo Marx, y luego, por citar sólo a algunos, en las diferencias que se hallan en autores como Lenin, Lukács, Althusser y en los pensadores de la Escuela de Frankfurt (análisis crítico del pensamiento de Marx, sumado a importantes reflexiones sobre el psicoanálisis), que registran no pocos  matices.
       Marx destaca, al menos, dos sentidos para el término ideología
1)     Teoría falsa o una forma de la falsa conciencia.  Es una racionalización o enmascaramiento de algún sistema económico-social.  Es el sentido que parece predominar en Marx.
2)     Representación nebulosa (La Ideología Alemana), la ideología se opone al conocimiento verdadero o a la ciencia real positiva.
      El primer sentido parece predominar en Marx. Si la realidad social determina la conciencia, ésta puede ser falsa conciencia desde que los miembros de una sociedad y, sobre todo, de una clase social, expresa ciertas ideas que la sociedad o clase social cree que son verdaderas, pero en rigor, reflejan los intereses de la sociedad o clase.  El conjunto de tales ideas forma la ideología.
      Lo que está comprendido en estas ideologías, en general, son todas las ideas, creencias y teorías que la sociedad o la clase social expresan, incluyendo teorías científicas.
      En particular, hay ciertas ideas y creencias que son cimiento de ideologías: ideas y reglas morales, creencias religiosas.  En este sentido, una ideología se forma como enmascaramiento de la realidad social.  Así, una clase social dominante enmascara u oculta sus verdaderos propósitos, los cuales puede ignorar (y casi siempre ignora) en parte porque quiere ignorarlos, a través de la ideología. 
 
         Para Georg Lukács, la burguesía y el proletariado están igualmente alienados. Pero mientras la primera desconoce esta condición por virtud de su propio interés en ignorarla, el segundo llega a conocerla.  Tanto la ideología de la burguesía como la del proletariado son conciencias alienadas.  Sin embargo, sólo la ideología del proletariado es del orden del conocimiento de la necesidad de superar y elminiar la alienación, y no sólo la suya propia, sino la de todos los hombres, incluyendo los burgueses. 
     Queremos señalar que hemos incluido estas precisiones sobre el concepto de ideología en el pensamiento de Lukács por ser este autor la fuente teórica de Heller en sus conceptualizaciones sobre la extrañación de la vida cotidiana y del proceso de homogenización que posibilita el desarrollo humno específico en las conductas del hombre enteramente consciente (autoconciencia).

Jean Paul Sartre aporta una nueva perspectiva de análisis.   
Llama ideólogos a los filósofos que no son realmente creadores.  Los filósofos creadores (Descartes, Locke, Hegel, Marx y otros) son los que han edificado filosofías que se han convertido en mundos, porque tales filosofías han producido un pensamiento que ha expresado vívidamente las prácticas humanas que lo han engendrado.  


         Las reflexiones que se dan a continuación aluden al pensamiento de Louis Althusser, filósofo contemporáneo francés fallecido en 1990. Más allá de las duras críticas que le dedicaron sus opositores, mereció también en el campo del marxismo serios cuestionamientos a partir de su posición definidamente estructuralista y de su concepción del hombre que muchos consideraron como contradicctoria o, al menos, alejado respecto de las ideas de Marx.  Su obra hace aportes originales a éste, de cuya producción Althusser toma en cuenta, fundamentalmente, El Capital.
Su obra Ideologías y aparatos ideológicos del Estado contiene las consecuencias más radicales de los cambios producidos en la concepción de la ideología desde Marx hasta el marxismo ortodoxo:
         Subraya el papel del marxismo como ciencia: una ciencia rompe con lo que no es ciencia y existe entre ambas esferas una fundamental discontinuidad.  La ideología se define como lo no-científico o precientífico.
         De acuerdo con esta ciencia, la realidad no funciona movida por fuerzas anónimas, impersonales.  Sostener el papel de los agentes humanos es ideológico.
         Esta ciencia (marxista) sostiene que existe una relación causal entre la base o infraestructura (fuerzas anónimas) y la superestructura (cultura, arte, religión, derecho, etc.)  La superestructura es ideológica.  Es muy importante tomar en cuenta este aspecto de su teoría:
-          La infraestructura tiene una efectividad causal sobre la superestructura, pero,
-          La superestructura tiene también la capacidad de reaccionar contra la infraestrucutra.
Así concluye que un acontecimiento no es el producto solamente de la base, sino que está afectado por elementos superestructurales.  Por lo tanto, está sobredeterminado.
Para analizar la materialidad de la ideología debemos examinar la manera en que se produce que una relación del mundo adecuada para los que viven la ideología representen los papeles pedidos por la sociedad y así se mistifique la relación con sus condiciones de exstencia.  Se puede empezar por la función que posee: la de adaptar a los individuos para habilitarlos a responder a las necesidades de la sociedad.  Logra llenar esa función, mediante la operación de la categoría del sujeto porque toda ideología llama o interpela a los individuos concretos como sujetos concretos, mediante el funcionamiento de la categoría de sujeto.
Esta idea de que la categoría de sujeto es constituyente de toda ideología, está entre las características más oscuras de su postura.  La categoría de sujeto puede asumir la función de la ideología de adaptar a los individuos a las demandas que la sociedad les hace.  La ideología tiene un papel vital en el proceso de formar a los agentes del modo de producción. Cada individuo social no puede ser agente de la praxis a menos que tome la forma de sujeto.  La forma de sujeto es, de hecho, la forma que toma la existencia histórica de cada individuo, de cada agente de la praxis social: porque las relaciones de producción y reproducción necesariamente involucran, como elemento integral, lo que Lenin llamó relaciones sociales (jurídico ideológicas, que para funcionar, imponen sobre cada agente-individuo la forma de un sujeto.
Así, el concepto de la historia como un proceso sin sujeto y la teoría d la ideología encuentran su conexión en la idea de que la ideología es el modo en que los seres humanos se forman para participar en un proceso del cual no son los creadores, dándoles la ilusión de que la historia fue hecha para ellos.
La concepción resumida en la frase el proceso sin sujeto, nos deja centralmente, la idea de la lucha de clases.  La historia es el resultado de las luchas entre clases diferentes y opuestas, que son determinadas y condicionadas históricamente, pero la historia deja abierto su resultado.  El principal logro de Althusser es producir una versión de la dialéctica de Marx de acuerdo con la cual la historia es determinada y no predeterminada. Pero podemos preguntarnos, los hombres y mujeres como agentes activos de la historia ¿son necesariamente prisioneros de la ideología?  Aquí es importante articular la ideología con el hombre concreto en la vida cotidiana
         Georges Duby: Aunque se autodenomina althusseriano, este historiador medievalista francés, en su texto Historia social e Ideología de las Sociedades revela una interesante diferenciación teórica. La categoría interés despliega una posibilidad diferente para analizar el fenómeno de la ideología ya que rescata a las clases subalternas de la prisión ideológica althusserana, reconociento en la motivación de sus actos, aparentemente sujetos a la dominación, las dinámica del interés que conlleva una proporción de posibilidad creativa de medios y fines destinados a satisfacer sus necesidades.  La referencia al movimiento de las Cruzadas pone de relieve esta categoría que los diferencia de Althusser.
         Una tarea de importancia en el desarrollo del presente tema es establecer relaciones conceputales entre el fenómero de la ideología y el plano de la cultura. Es la misma naturaleza de la cultura la que ofrece dificultades para su definición, posiblemente por ser una espera en la que resulta ineludible plantear lo ideológico.  ¿Cómo excluir de las formas concretas o de las conceptualizaciones culturales, las determinaciones ideológicas?  Esta premisa debe estar presente en la valoración de nuestras conclusiones y en la comprensión del pensamiento d los autores que tratan sobre esta temática.
Aquí se incorpora en el análisis de lo ideológico, el debate acerca de la cultura, teniendo en cuenta las relaciones que se establecen entre la cultura dominante y la cultura popular y las distintas interpretaciones que sobre esta relación se han elaborado.  El historiador italiano Carlo Ginzburg, en su obra El queso y los gusanos, displiega las distintas posiciones que han confluido en este debate.
En el prólogo de El queso y los gusanos toma en cuenta las corrientes de pensamiento del campo de la cultura que, partiendo de las definiciones de Althusser en el campo ideológico, atribuyen a la cultura popular un carácter determinado por la reproducción de la cultura dominante. En esta operatoria, las clases subalternas tienden a asumir una actitud pasiva, quedando privadas de autonomía de pensamiento y, en consecuencia, de posibilidades creativas.  A esta posición alude al referirse a las afirmaciones del historiador R. Mandrou; quien analiza la cultura impuesta a las clases populares; tomando como objeto de sus reflexiones la literatura que circuló durante la Edad Media y los primeros siglos de la Edad  Moderna bajo la forma de libritos de cuatro cuartos..  Éstos eran pequeños folletos, portadores de una literatura destinada a las clases populares cuyos contenidos planteaban, en términos fatalistas, la determinación de la vida a partir del nacimiento, definida por la clase de pertenencia de los individuos.  Esta interpretación alude entonces a la cultura popular como inmovilizada frente a toda posibilidad de cambio social, a partir de una conciencia sometida a los términos de narraciones religiosas, mágicas y fatalistas.  Tal literatura parece haber sido la que monopolizaba la lectura de las clases subalternas; garantizando la hegemonía de las clases dominantes.  Ginzburg no acuerda con la hipótesis de Mandrou, señalando la imposibilidad de analizar desde esta perspectiva una cultura que era básicamente oral y que, por lo tanto, no ha dejado testimonios para su estudio.
Partiendo de la observación del mismo fenómeno de circulación de estos libritos (que alcanzaron una considerable difusión ya que eran distribuidos por comerciantes ambulantes en las ferias y poblaciones rurales) y del estudio de las formas en que se llevaba a cabo la lectura (como gran parte de las masas campesinas eran analfabetas, la lectura se hacía en voz alta para ser escuchada, efectivamente, por amplias audiencias de analfabetos), otros autores llegan a conclusiones antagónicas a la que acabamos de analizar.
En estos términos se refiere Bolléme a la literatura de colportage, interpretando sus contenidos como la expresión de una cultura popular original y autónoma. Para adoptar una posición crítica respecto de lo que propone esta autora, se debe tener en cuenta más de una posibilidad de análisis.  Bolléme introduce una cuestión interesante: cómo interpretan los individuos de la clase subalterna los contenidos de los libritos.  Desde esta perspectiva, los lectores no necesariamente debían interpretar la literatura de acuerdo con los fines supuestos por sus autores y difusores, por lo cual podría sostenerse una presunta autonomía de la cultura popular.  Simultáneamente,  Bolléme llega a otra conclusión, a la que Ginzburg considera ingenua: los sectores populares producen su cultura a partir de la elaboración original de elementos proporcionados por la religión a los que se vinculan afectivamente (como, p. ej., el sufrimiento de Cristo), que estaría generando una cultura diferenciada.
Las dos teorías se presentan en oposición, fijando posiciones rígidas que no permiten interpretar situaiones que requieren un análisis complejo y diversificado.   Ginzburg sostiene frente a ambas una posición crítica, proponiendo una definición de cultura popular partiendo de la idea de circularidad de la cultura.  Este movimiento responde a intereses propios de las distintas clases involucradas y, por consiguiente, ambas comprometen su creatividad y, paralelamente, utilizan a producción de la clase antagónica.  Coincide con las observaciones de Mijail Bajtín, quien analiza el fenómeno de la circularidad en un brillante trabajo sobre la cultura popular y el fenómeno del carnaval en los comienzos de la época moderna. 

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