De la toma y otros cantares…
Autoras/es: Gabriel Brener *(Fecha original del artículo: Julio 2012)**
Hace  unos días un colega con quien trabajamos hace años en un secundario me  pidió una reflexión a propósito de la toma del colegio Pellegrini. Dicha  inquietud fue a través de feisbuc, razón por la cual al leerla también me encontré que una amiga suya se había anticipado: “No puede, es inexplicable”.  Ya no solo la pregunta inicial me animaba a volcar mi opinión, sino  especialmente ese comentario posterior. Pensé que si adjetivamos como  inexplicable la relación entre adolescentes y adultos, aquellos que  debemos intervenir o salir a jugar cotidianamente en este complicado  desafío, estamos listos. También pensé que inexplicable puede aludir a  algo complejo, incómodo, y controversial, entonces logré mejor empatía  con ese comentario que lejos de alejarme me arrimó al teclado.
Todo  conflicto requiere ser comprendido en el contexto que se produce. Más  aun en este caso, una toma de colegio por parte de los alumnos, que  reaviva episodios recientes en nuestra ciudad que, a mi juicio, fueron  mucho menos provechosos para el debate y discernimiento publico que para  el espectáculo mediático poniendo a los adolescentes como blanco al  igual que esos juegos de la plei en el que hay que ametrallarlos para seguir participando.
Legitimidad y desproporción
El reclamo de los alumnos en torno a un bar/fotocopiadora accesibles en calidad y precio es legítimo (aunque ciertas miradas lo banalicen) pero también creo es desproporcionada la estrategia utilizada para efectuar dicha demanda.  Las tomas, especialmente en los últimos años, han sido un recurso  extremo que algunos colegios de la CABA han realizado porque se les  caían los techos encima, no disponían de gas en invierno y les sacaban  las becas de a montones, mientras aumentaban el presupuesto del subsidio  a escuelas privadas (muchas con cuotas altas). Además no solo no fueron  escuchados, sino especialmente ninguneados y perseguidos con la  elaboración de listas negras en sintonía con el discurso feinmanneano  que discrimina y estigmatiza (siempre listo para elevar las ventas).  Dicha acción estudiantil, sin dudas con mala prensa (cosa que habría que  debatir más, y no solo en los medios) no me parece pertinente. Aunque  los chicos digan que atravesaron todas las instancias de negociación,  creo que existen todavía otras formas de pedir atención e insistencia.[1] 
Adulto en reparación
Pero también dicho episodio pone al descubierto la fragilidad y los límites para construir una posición adulta responsable  que logre anticiparse a dicha contingencia, desmarcándose o relegando  contiendas gremiales y sectoriales para escuchar ( de otras maneras) y  dialogar mejor con los adolescentes, más allá de las múltiples  equivocaciones de estos últimos, asunto siempre esperable en territorio  escolar. Hay algunos componentes del estado actual de juvenilizacion que experimenta nuestra sociedad [2](ser joven full-life, contra viento y  marea, lo juvenil como marca de época y mercado) nos hace perder de  vista el horizonte o ciertas coordenadas básicas para la educación y la  escuela. Padres que parecen desaforados en las reuniones defendiendo a  sus hijos como si enfrente hubiese una dictadura, cuando del otro lado,  hay adultos que sin dudas se equivocan (a veces mucho), pero  especialmente pierden la brújula o realmente no saben que trole hay que tomar.
A  veces me da la impresión que algunos adultos saldan deudas paternales  con la complicidad horizontal que parece aliviar pero sin dudas complica  más la cancha. O saldan deudas personales con la (propia) militancia  perdida, con asuntos de la propia adolescencia que pueden tener contacto  pero que son otra cosa que la adolescencia de sus hijos y hay que  dirimir sin duda, pero en otra parte. Y el asunto se agrava si  contemplamos que en los días que corren se han acortado (buen síntoma)  las distancias tan enormes que otrora separaban las generaciones, con  los riesgos que conllevan ciertas alteraciones de las fronteras entre adultos y jóvenes.  Madres o padres que parecen ser sus hijos/as (por obra de la cirugía,  la compra de ropa y demás mercancías en las mismas tiendas), pibes que  la vida los llevó a hacerse adultos de golpe, niños o jóvenes que  alfabetizan adultos, o a sus propios docentes si de tecnología se trata,  entre otras muchas situaciones en que el paisaje social nos confirma  que la separación generacional vive tiempos revueltos.
En  este clima de época, también hay que decir que muchos adultos se  sienten indefensos frente a estos cambios, debilitados, y como si fuera  poco la “fatiga de ser uno mismo “ [3] expresa impotencias, sinsabores de  un adulto que se descoloca con la idea de futuro incierto, natural para  los mas pibes (no por ello indolora) pero impensada para quienes  escuchamos a nuestros padres o abuelos organizarse en un mundo de  certezas.
Suele  suceder que muchos adultos antepongan la propia vulnerabilidad adulta  (miserias incluidas) a la de los más pequeños y en esa operación (sea  más o menos consciente) se evada, disimule, o renuncie a la necesaria  posición adulta de hacernos cargo de la asimetría, de la educación de  los adolescentes, de nuestros alumnos, de enseñarles, de ponerles los  puntos al mismo tiempo que los cuidamos, y acompañamos. Poner límites  no es un rasgo autoritario sino una condición necesaria para alimentar  la construcción de una autoridad y convivencia democráticas. Y esa  construcción sin dudas es a costa de errores, desprolija y está plagada  de grises. Hay que salirse de esa falsa opción binaria que simplifica y  nos encierra entre la autoridad de la imposición o la demagogia  condescendiente. O nos ofrece una autoridad impune del yonovinada que también marca un estilo adulto que necesita interpelarse cuanto antes.
Nuevos mapas para nuevos territorios
Destaco  la historia y calidad formativa en muchos colegios universitarios, así  como sus microclimas de afectos, creatividad y entusiasmos del que  fui/soy testigo tantas veces. Pero siempre fui crítico de su tradición  elitista, de aquello que tan elocuentemente explicaba el sociólogo  Bourdieu con el término “distinción”. Por eso me intento convencer que  dicha cualidad exclusiva puede transformarse. Atendiendo al reclamo  reciente, y en el contexto de lo que viene ocurriendo con sus pares en  la ciudad, y especialmente en el de la propia institución. Hay que  cuidar de no reproducir la lógica de la distinción con el  reclamo, en el caso de los estudiantes. Hay que cuidar de no quedar  pegados a la nostalgia de lo que fue y ya no es, o a la trampa de  esquivar la necesaria asimetría, en el caso de los más viejos. 
Un  último asunto. Vivimos en una sociedad del todo o nada, en el que  todos/as van por todo, en el que a veces no se tolera la espera ni la  media tinta. Hay quienes quieren que una autoridad, aunque legitima,  caiga, otros no se bancan al que piensa gris, porque solo hablan blanco o  negro. Quizás también, en muchos sectores el piso de algunos derechos  se ha elevado (poco, o bastante, dejo eso para termometreros,  pero de cualquier forma eso es bien bueno!) Entonces es factible que los  pibes quieran ir por todo, porque sienten que si no, no los escuchan ni  atienden… igual que muchos adultos…
Tal como advierte el colega Sergio Balardini en su “Que hay de nuevo viejo”[4],  no es conveniente medir o juzgar las formas de lucha de los adolescentes  con la vara de la militancia que guardamos los adultos en nuestra  memoria. Los territorios son distintos y también los mapas para  recorrerlos. La cybercultura es toda una nueva y  revolucionaria dimensión que le imprime novedad a los modos de ser, de  estar, de decir y organizarse. Habrá que animarse entonces, a correr  nuevos riesgos de lo que nos separa, de los desentendimientos, pero con  la firme intención de vivir mejor juntos.
 Los pibes aprenden más de lo que hacemos que de lo que decimos que hagan. 
Entonces  no nos hagamos los sorprendidos levantando el volumen de C5N, mejor  hablemos más y mejor entre generaciones, nosotros adelante.
Viernes 13 de Julio de 2012 
* Gabriel Brener es Lic. Educación (UBA) y Especialista en Gestión y Conducción del Sistema Educativo (FLACSO). Capacitador y asesor de docentes y directivos de escuelas. Ex director de escuela secundaria. Autor de diversos artículos en torno a jóvenes, escuelas, violencia y autoridad.
[1] Solo me remito a la creatividad de estos mismos pibes, a experiencias recientes de sus pares chilenos, entre otras tantas…
[4] Sugiero leer el artículo de Sergio Balardini. Ver en http://www.nuso.org/upload/articulos/3299_1.pdf


 

 
 
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