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viernes, 27 de mayo de 2011

Vida cotidiana en el contexto contemporáneo

Autoras/es: Stella Maris Torre
Según Agnes Heller, el mundo contemporáneo y la dinámica de la sociedad capitalista presentan a los hombres (agrego: a las mujeres también) y a los grupos condiciones talen que hacen más dificultosa su elevación por encima de su particularidad.
Por ejemplo, la nota periodística ¿Gusto o resignación? Locos por el trabajo puede plantearnos, a partir de los testimonios de los protagonistas y los comentarios de los profesionales entrevistados, reflexionar sobre la sociedad contemporánea desde el problema del desempleo y la sobrexplotación laboral en el contexto de la flexibilización y fragmentación social.
(Fecha original del artículo: Septiembre 2002)
Siguiendo a Marqués, recordemos que naturalizar (más allá de considerar ciertas situaciones que son sociales como naturales) significa atribuir a alguna/s circunstancia/s de la vida humana el carácter de definitivas, necesarias, inmodificables, determinadas por la voluntad de Dios, el destino, la mala (o buena) suerte, etc.
De esto da cuenta el lenguaje cotidiano a través de muchas expresiones.
A partir de los problemas planteados en la nota, podemos considerar si se manifiesta el fenómeno de naturalización e identificarlo en las situaciones vividas por los protagonistas.
En mi caso considero que sí es posible interpretar algunas de las situaciones planteadas en la nota, tomando en cuenta el discurso de los protagonistas, a partir del análisis del fenómeno de “naturalización”. ¿Qué se estaría naturalizando? Recordemos que naturalizar (más allá de considerar ciertas situaciones que son tanto “sociales” como “naturales”) significa atribuir a alguna/s circunstancia/s de la vida humana el carácter de “definitivas”, “necesarias”, “inmodificables”, determinadas por la “voluntad de Dios”, el “destino”, la “mala (o buena) suerte”, etc. En los casos que se detallan en la nota son naturalizadas tanto las vicisitudes derivadas de la precarización del trabajo como las múltiples instancias de conflicto, agresividad, exclusión, etc., que se viven en el ámbito de de la vida privada, generadas por relaciones familiares en crisis (crisis que también está sujeta a la “naturalización”). De esto da cuenta el lenguaje cotidiano a través de expresiones como: “prefiero llegar a casa cuando la ‘bruja’ esté dormida” (apelativo que el marido reserva frecuentemente a su mujer); “prefiero estar en el café antes que llegar a casa y tener que soportar a mis suegros, mi mujer y los chicos, cada uno con sus problemas y sus historias” (situación planteada por el desempleo y la falta de recursos económicos que obliga, con asiduidad, al matrimonio con hijos de corta edad a convivir con los padres de alguno de los cónyuges).

Mills diría que en el ámbito de las acciones humanas, aun percibiendo que no se trata de actos y situaciones determinadas por la naturaleza, es frecuente y propio del conocimiento espontáneo de los hombres no disponer de la posibilidad de vincular la experiencia individual (aquella que a lo largo de nuestra vida conforma nuestra biografía) con el contexto social en que se despliega tal experiencia. 
Este contexto, además, está sometido al desarrollo de la historia, que determina la características propia de cada una de sus etapas, a partir de la actividad de los hombres, individualmente o en grupos.  Ellos se organizan en un nivel superior y necesario y así constituyen las instituciones, organizaciones que expresan de forma inmediata y necesaria la división social del trabajo que aquéllos establecen cuando buscan satisfacer sus necesidades.
La promesa de las ciencias sociales, más puntualmente de la sociología, es dotar a los hombres de la facultad mental que posibilite dicha reflexión acerca de la relación entre experiencia individual y contexto.  A esta facultad Wright Mills la denomina imaginación sociológica.
Partiendo de la definición de imaginación sociológica que propone Wright Mills, podemos determinar si los trabajadores disponen de ella fundamentando nuestra opinión.
Los trabajadores del ejemplo no tienen imaginación sociológica, esa facultad mental que define Mills y que posibilita a los hombres evaluar las situaciones desde una perspectiva superadora de los estrictos límites de la particularidad, tomando en cuenta los procesos históricos y la formación económico-social en la que están insertos.  Esta posibilidad, que es la promesa de la sociología, es la que permite a los hombres superar el sufrimiento y la desvalorización de sí mismos, ocasionados por una visión ingenua.

Situándonos ahora con Durkheim, en el ejemplo, a través de las determinaciones que se generan a partir del trabajo se materializa más claramente el hecho social. El trabajo (más puntualmente el trabajo asalariado) es un hecho social y los hombres que están desempleados viven esta condición como la más definitoria de las exclusiones.
También podemos ver si en algunas conductas manifestadas en la nota se registra el hecho social y porqué.
A través de las determinaciones que se generan a partir del “trabajo” se materializa más claramente el “hecho social”. El trabajo (más puntualmente, el trabajo asalariado) es un hecho social y los hombres (y mujeres) que están desempleadxs viven esta condición como la más definitoria de las exclusiones. Los protagonistas dicen: “si no trabajara me sentirían inútil (hablan del “empleo”, del trabajo “remunerado”). Pablo dice: “prefiero estar en el trabajo antes que en mi casa sin nada que hacer porque odio aburrirme”. Y comenta el autor de la nota: “(…) para todos ellos sólo lo productivo es útil, pero nada será si no genera ingresos. Lo creativo, y aun lo recreativo, tiene poco valor (…)”

El trabajo es para Heller una actividad que remite al hombre a lo humano específico pero también puede, de acuerdo con el contexto en el que tiene lugar, transformarse en una actividad que expresa sólo su particularidad.  En el ejemplo, la situación socioeconómica originada por el fenómeno del desempleo genera un proceso identificado por Heller como extrañación.
Finalmente, Heller. La extrañación es el fenómeno de la conciencia identificado por Heller a partir de las conceptualizaciones de Lukács.  Es el resultado del proceso de fragmentacion que el capitalismo genera a partir de la cristalización de las características de la vida cotidana, que impiden el desarrollo humano específico.
En las personas del ejemplo se da este fenómeno.  En ellas no hay posibilidad de autoconciencia que dé lugar al individuo, quien, aún inserto en una formación social dada, conserva la capacidad de regir sus acciones y pensamientos por una jerarquía autónoma que le permita conducir su vida.

1 comentario:

Stella Maris Torre dijo...

Se preguntarán qué tiene que ver el Sr. Burns en todo esto. Es que ¡me encantan los Simpson! (casi) pura vida cotidiana...