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jueves, 22 de marzo de 2012

Las calles de Puerto Madero. 16. Mariquita Sánchez de Thompson y Mendeville


María de los Santos Sánchez, más conocida como Mariquita Sánchez de Thompson y Mendeville, nació en Buenos Aires en 1786. Mujer de firmes decisiones llegó hasta el Virrey Sobremonte en 1804 para defender la relación amorosa con su primo, Martín Thompson, que peligraba por la intromisión de su madre, Magdalena Trillo, quien ya tenía un marido en  vista para su hija.
El marqués de Sobremonte otorgó el permiso a esta joven pareja para formalizar la relación y contrarió la autoridad paterna por considerarla arbitraria.
Se dice que el escritor español Leandro Fernández de Moratín se inspiró en este caso para escribir “El sí de las Niñas”, obra estrenada en 1805, que defiende la libre elección de las parejas. Como vemos, desde el principio su lucha individual fue pública. El salón de los Thompson era un centro de cultura acreditada. Mariquita, mujer de ideas claras e independientes, recibía a sus conciudadanos en la casa de la calle del Empedrado, actual Florida. En 23 de octubre de 1968, el escritor Manuel Mujica Láinez la recordaba en el diario La Nación con las siguientes palabras:
”Cerráronse sus ojos en Buenos Aires, hace hoy exactamente un siglo. Ninguna mujer argentina se le equiparó en todo el andar de la pasada centuria. La evoco y al conjuro de su personalidad, su tiempo revive, porque Mariquita Sánchez de Thompson y Mendeville estuvo en el centro mismo de su época (...) derrotando a la cronología, por algún misterioso privilegio, algunas de las horas más felices de mi adolescencia se vinculan estrechamente con la dama cuyo encanto vence el plazo mortal. Son las que transcurren en la quinta de Beccar Varela que le perteneció y que sigue siendo de los Beccar Varela. Allí junto al poético paseo de los ombúes (...) tengo la certidumbre de haber escuchado, de chico, cuando el desvelo no me dejaba dormir bajo el mosquitero espectral, el susurro de un vestido de seda, extendido sobre la campana de miriñaque, durante el minuto en que los fantasmas vuelven a mirarse en los espejos vacíos. Más tarde, al correr de los años, cuando las circunstancias establecieron un parentesco entre los míos y la gran mujer que recuerdo hoy, pude adentrarme en su intimidad y sentirla aún más próxima, mientras fui valorando su gracia refinada a través de los objetos que conservan sus descendientes o que se han diseminado en museos y colecciones.”
Como tantos otros Mariquita Sánchez de Thompson –luego de enviudar, señora de Mandeville–, se exilió en Montevideo durante el gobierno de Rosas. Resultó ser un símbolo del diálogo auténtico y de la sociabilidad, enfocados hacia los temas nacionales, durante los largos ochenta y dos años de su existencia. Preocupada por la educación, nada fue ajeno a su mirada perspicaz. Sus opiniones, sugerencias y consejos eran escuchados con atención por las generaciones con las que convivió, y los hombres públicos de su tiempo que la respetaron la contaron, y se contaron, entre sus contertulios más respetados. Fue capaz de enfrentarse con Rosas y con Sarmiento, su amigo de la madurez, temperamentos fuertes si los hubo en nuestra historia. Su abundante epistolario y sus Recuerdos del Buenos Aires Virreinal, nos permiten acercarnos a aquellos tiempos, para saber cómo era la sociedad porteña.

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