Autoras/es: Javier Termenón (*)
(Fecha original del libro: 2005) Relato recomendado para niños/as +8
A Raúl le han hinchado el ojo esta semana con un puñetazo. Yo lo vi todo...
Salíamos del gimnasio a trompicones, en abalancha; él me perseguía porque yo le había robado un calcetín, para tener un recuerdo suyo, porque me gusta, bueno, el olor no mucho, pero significaba mucho para mí.
En el patio ya entraba el sol de frente y corríamos, yo delante, Raúl detrás, pero yo corría más porque soy más flaco.
El caso es que Raúl me estaba dejando de gustar justo en esa carrrera, se estaba tomando muy a la tremenda que me quisiera quedar con su calcetín, ya ves tú, le había cogido sólo uno, el otro lo dejé dentro de su bota derecha, hecho un burruncho, y además tendrá miles de calcetines más en casa...
A mí ya se me había olvidado que hace tres semanas quien me gustaba era Alberto. Es más guapo que Raúl porque no tiene gafas y me parecía estupendo que no se quisiera llamar Alberto, que le parecía un nombre muy vulgar y desde tercero se pinta en las camisetas su nuevo nombre con boli bic azul y muchos rayajos, en grande, como el dorsal de números que nos pone don Sebas, el profe de gimnasia para la maratón de fin de curso. Arturo, así era como quería llamarse Alberto.
Arturo, que así le llamaba yo, me estaba esperando en la puerta verde, la de las escaleras para subir a clase, estaba enfadado conmigo también, no sé que ha pasado esta mañana que todo el mundo quería acercarse a mí... Yo ya pasaba de él, estuve las dos semanas anteriores buscando en mi cajonera o en mi cartera o en el bolsillo de mi abrigo una respuesta a la carta de amor que le dejé en la mochila y como no hubo respuesta creo que me empecé a enamorar de Raúl que es más gordito que Arturo, lleva gafas y se sienta más cerca de mí en clase.
La carta era corta, una página del bloc de dibujo con un corazón grande y rojo cereza sin flechas que no me gustan las flechitas esas; y en un lado ponía Arturo y en el otro Max, que soy yo...
Raúl corría tras de mí, Arturo delante esperando, yo no le había visto y me paré en seco delante de él, yo con el calcetín de Raúl en una mano y la bolsa de deporte en la otra. Arturo con una carta que yo pensé: A buenas horas me respondes tú... Y Raúl por detrás, cada vez más cerca, más mosqueado: ¡¡¡Que me lo devuelvas!!! Y Arturo dijo: ¿Y esto qué es? ¿lo has hecho tú? Y delante de mí mi carta y yo pensé que Arturo no merecía llamarse Arturo, que era un Alberto cualquiera por tardar tres semanas en darse cuenta de que la carta era mía y entonces miré al suelo y me ví las playeras desatadas y me agaché a atarlas justo en el momento en que Raúl desde detrás se abalanzaba sobre mí para recibir en todo el ojo el puñetazo de rabia que Arturo, bueno, Alberto tenía preparado para mí, por quererle, por haberle querido. Menos mal que Raúl no llevaba sus gafas puestas porque había salido a la carrera, detrás de mí, corriendo desde los vestuarios...
Lo que vino después por un lado no me gustaba porque Raúl y Alberto/Arturo se estaban pegando revueltos por el suelo y yo pensaba que se estaban pegando por mí, y eso por un lado no me gustaba y por otro, pues me parecía muy romántico...
Así que me metí entre los puños y las patadas para separarlos y lo conseguí porque soy muy flaco y logré meterme entre los dos. Pararon y se quedaron mirándome como dos tontos y yo pensé que ya no me gustaban, ninguno de los dos y se lo dije, dije: No os preocupeis ya no me gustais ninguno Y recogí el calcetín de Raúl y se lo dí y la carta de Alberto/Arturo y se la rompí en cachitos.
El ojo de Raúl parecía una hamburguesa y Alberto/Arturo tenía un rasguño en la barbilla y el pantalón roto en la rodilla...
Al director tuvieron que contarle una película muy rara que no sé si se creyó, Alberto/Arturo se ha tirado toda la semana copiando “No debo tropezar en las escaleras y dejar que mi codo golpée el ojo de ningún compañero”, y Raúl “Debo cortarme las uñas a menudo para que no arañen a nadie que se caiga sobre mí en las escaleras”...
Al terminar la semana me encontré un calcetín hecho un burruncho en mi cajonera y a su lado una hoja del bloc de dibujo toda pegada con celo como cuando te ponen tiritas, con un corazón enorme rojo cereza, a un lado el nombre de Arturo tachado y al otro Max, que soy yo...
Abajo y más pequeñito había una frase: Las cosas se piden, no se roban... y el nombre de Raúl bien grande. Me giré para mirar a Raúl y pensé que me estaba guiñando el ojo pero creo que no, que era el ojo hamburguesa, así que mire su boca y vi como me sonreía.
Salíamos del gimnasio a trompicones, en abalancha; él me perseguía porque yo le había robado un calcetín, para tener un recuerdo suyo, porque me gusta, bueno, el olor no mucho, pero significaba mucho para mí.
En el patio ya entraba el sol de frente y corríamos, yo delante, Raúl detrás, pero yo corría más porque soy más flaco.
El caso es que Raúl me estaba dejando de gustar justo en esa carrrera, se estaba tomando muy a la tremenda que me quisiera quedar con su calcetín, ya ves tú, le había cogido sólo uno, el otro lo dejé dentro de su bota derecha, hecho un burruncho, y además tendrá miles de calcetines más en casa...
A mí ya se me había olvidado que hace tres semanas quien me gustaba era Alberto. Es más guapo que Raúl porque no tiene gafas y me parecía estupendo que no se quisiera llamar Alberto, que le parecía un nombre muy vulgar y desde tercero se pinta en las camisetas su nuevo nombre con boli bic azul y muchos rayajos, en grande, como el dorsal de números que nos pone don Sebas, el profe de gimnasia para la maratón de fin de curso. Arturo, así era como quería llamarse Alberto.
Arturo, que así le llamaba yo, me estaba esperando en la puerta verde, la de las escaleras para subir a clase, estaba enfadado conmigo también, no sé que ha pasado esta mañana que todo el mundo quería acercarse a mí... Yo ya pasaba de él, estuve las dos semanas anteriores buscando en mi cajonera o en mi cartera o en el bolsillo de mi abrigo una respuesta a la carta de amor que le dejé en la mochila y como no hubo respuesta creo que me empecé a enamorar de Raúl que es más gordito que Arturo, lleva gafas y se sienta más cerca de mí en clase.
La carta era corta, una página del bloc de dibujo con un corazón grande y rojo cereza sin flechas que no me gustan las flechitas esas; y en un lado ponía Arturo y en el otro Max, que soy yo...
Raúl corría tras de mí, Arturo delante esperando, yo no le había visto y me paré en seco delante de él, yo con el calcetín de Raúl en una mano y la bolsa de deporte en la otra. Arturo con una carta que yo pensé: A buenas horas me respondes tú... Y Raúl por detrás, cada vez más cerca, más mosqueado: ¡¡¡Que me lo devuelvas!!! Y Arturo dijo: ¿Y esto qué es? ¿lo has hecho tú? Y delante de mí mi carta y yo pensé que Arturo no merecía llamarse Arturo, que era un Alberto cualquiera por tardar tres semanas en darse cuenta de que la carta era mía y entonces miré al suelo y me ví las playeras desatadas y me agaché a atarlas justo en el momento en que Raúl desde detrás se abalanzaba sobre mí para recibir en todo el ojo el puñetazo de rabia que Arturo, bueno, Alberto tenía preparado para mí, por quererle, por haberle querido. Menos mal que Raúl no llevaba sus gafas puestas porque había salido a la carrera, detrás de mí, corriendo desde los vestuarios...
Lo que vino después por un lado no me gustaba porque Raúl y Alberto/Arturo se estaban pegando revueltos por el suelo y yo pensaba que se estaban pegando por mí, y eso por un lado no me gustaba y por otro, pues me parecía muy romántico...
Así que me metí entre los puños y las patadas para separarlos y lo conseguí porque soy muy flaco y logré meterme entre los dos. Pararon y se quedaron mirándome como dos tontos y yo pensé que ya no me gustaban, ninguno de los dos y se lo dije, dije: No os preocupeis ya no me gustais ninguno Y recogí el calcetín de Raúl y se lo dí y la carta de Alberto/Arturo y se la rompí en cachitos.
El ojo de Raúl parecía una hamburguesa y Alberto/Arturo tenía un rasguño en la barbilla y el pantalón roto en la rodilla...
Al director tuvieron que contarle una película muy rara que no sé si se creyó, Alberto/Arturo se ha tirado toda la semana copiando “No debo tropezar en las escaleras y dejar que mi codo golpée el ojo de ningún compañero”, y Raúl “Debo cortarme las uñas a menudo para que no arañen a nadie que se caiga sobre mí en las escaleras”...
Al terminar la semana me encontré un calcetín hecho un burruncho en mi cajonera y a su lado una hoja del bloc de dibujo toda pegada con celo como cuando te ponen tiritas, con un corazón enorme rojo cereza, a un lado el nombre de Arturo tachado y al otro Max, que soy yo...
Abajo y más pequeñito había una frase: Las cosas se piden, no se roban... y el nombre de Raúl bien grande. Me giré para mirar a Raúl y pensé que me estaba guiñando el ojo pero creo que no, que era el ojo hamburguesa, así que mire su boca y vi como me sonreía.
F i n
(*) Extraído de:
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