Autoras/es: Gabriel Brener
Comparto algunas impresiones, a propósito de estos dias complicados en materia educativa...
(Fecha original del artículo: Marzo 2012)
Fueron desacertadas las palabras presidenciales sobre los tres meses de vacaciones y las cuatro horas de trabajo de los docentes. Aunque solo fue un pasaje fugaz entre diversas apreciaciones no menores en materia educativa, lo que prendió en el cuerpo docente es aquella descripción sentida como descalificación, y más aun a remolque de paritarias fracasadas. A diferencia de varios presidentes que escuché (y lo hago desde los 80) que solo discurseaban con progresismo pedagógico pero sus políticas efectivas, tal como el juego del pacman se iban comiendo la promesa de cada palabra, en este caso los desafortunados términos no se corresponden con los cambios de política educativa de los últimos años. Quiero decir que la apertura de paritarias como mecanismo de sostén democrático de institucionalidad educativa, la mejoría progresiva del salario docente ( aun deficitaria), el porcentaje del PBI destinado a educación, la ley nacional y de educación técnica, las políticas de inclusión digital entre otras, dan cuenta de otro rumbo en las políticas públicas en educación, a contramano del vaciamiento del Estado y la gesta mercantil del neoliberalismo, por supuesto aun muy lejos del logro de una escuela inclusiva y democrática .
Es admirable la elocuencia discursiva de nuestra mandataria, incluso (y algunos critican este aspecto) suele entusiasmarse con cierto registro pedagógico. Y precisamente lo que aquí ha fallado es su registro de la sensibilidad docente en aquello que refiere a dedicación y relación con el trabajo. Quizás porque metió el dedo en aquellas fibras intimas que activan la cualidad defensiva de un espíritu de cuerpo y los docentes solemos operar de ese modo cuando nos sentimos agredidos. Y así como hay quienes se ajustan al reglamento, con consecuencias lamentables, una enorme cantidad de docentes invierte mucho tiempo y energía fuera de la escuela para ser mejores en ella.
Y me hago cargo de pertenecer a este cuerpo para decir que varias veces solemos tirar la pelota para afuera cuando se trata de nuestros problemas. Con estos pibes no se puede, y que querés con la familia que tiene, a mi no me prepararon para esto, yo no puedo con este sistema, etc.
Richard Sennett [1] llama pronombre peligroso a un falso nosotros, que lejos de referir al hacer cooperativo que confiere identidad a un colectivo, se trata de un nosotros que se cierra sobre si mismo marcando frontera con lo que queda por fuera, un nosotros defensivo que percibe aquello como amenaza o agresión.
En el cotidiano escolar para muchos colegas a veces la TV representa esa amenaza, o las tecnologías digitales, con las net y los celulares a la cabeza. Resistimos su ingreso, amortiguamos sus efectos y no hacemos otra cosa que mostrar nuestros defectos. Alejando aun más la cultura escolar de aquellas culturas infantojuveniles de la revolución digital.
Otras veces las familias ocupan esa sombra amenazante. Cuando no podemos con un pibe invocamos a cuatro vientos que aparezca su familia, aunque a los poco minutos estamos deseando que la familia de fulano deje de venir a la escuela y nos deje educar a su hijo tranquilos.
Ante aquel “pronombre peligroso”, herencia de una escuela en la que prevalece el trabajo individual por sobre el colegiado, ante aquel nosotros ultrajado por el tsunami neoliberal del individualismo como salvación, prefiero un nosotros que recupera la resistencia de la CTERA sosteniendo con sus manos la escuela pública vaciada por el Estado y estigmatizada por el mercado y que ha demostrado que ser docente y no luchar es contradicción pedagógica. También elijo un nosotros que reconozca al ausentismo docente como asunto grave a cambiar, que no es otra cosa que defender la escuela pública, un nosotros que jerarquiza el derecho del educador como trabajador y la escuela como derecho social, anteponiendo siempre los derechos de los más pequeños.
Elijo un nosotros que critica las palabras fuera de lugar, que necesita rectificaciones, y que puede ser autocritico. Un nosotros que reconoce el sentido del tránsito político más amplio, y no queda entrampado con una infracción. Un nosotros de mirada crítica sin caer en la trampa del árbol que impide ver el bosque.
Me anima la mecha encendida de un nosotros que incluye al gobierno y a la CTERA, con todas sus diferencias, desprolijidades e intereses en conflicto, y la urgente necesidad de llegar a un acuerdo. Casi con la misma intensidad que me desanima la premonición de aquello que tanto escuche desde chico, que si entre hermanos se pelean…
Martes 7 de Marzo de 2012
- Gabriel Brener es Lic. Educación (UBA) y Especialista en Gestión y Conducción del Sistema Educativo (FLACSO). Capacitador y asesor de docentes y directivos de escuelas. Docente e Investigador de la UBA. Ex director de escuela secundaria. Co-autor de “Violencia escolar bajo sospecha” 2009 Ed. Miño y Dávila Bs As.
[1] SENNETT, Richard (2000): La corrosión del carácter. Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Barcelona, Anagrama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario