Autoras/es: Roberto Ismael Castón Alonso (*)
(Fecha original del libro: 2005)
Relato recomendado para niños/as +14
–¿Tú nunca juegas al fútbol? –le preguntó Andrés después del partido.
Carlos se encogió de hombros.
1.
Carlos miraba triste el partido de fútbol. Andrés, tan alto y fuerte, regateó a dos contrarios, pero el tercero le hizo caer al suelo y apretar los dientes de dolor. Carlos se levantó de su asiento asustado.
–¡Falta, falta! –quiso gritar, pero tuvo miedo de hacer el ridículo. Miró a ambos lados, temeroso, y se sentó con cuidado.
Pronto se restableció el juego. Andrés ya volvía a correr. Sus músculos eran de acero.
2.Carlos miraba triste el partido de fútbol. Andrés, tan alto y fuerte, regateó a dos contrarios, pero el tercero le hizo caer al suelo y apretar los dientes de dolor. Carlos se levantó de su asiento asustado.
–¡Falta, falta! –quiso gritar, pero tuvo miedo de hacer el ridículo. Miró a ambos lados, temeroso, y se sentó con cuidado.
Pronto se restableció el juego. Andrés ya volvía a correr. Sus músculos eran de acero.
–¿Tú nunca juegas al fútbol? –le preguntó Andrés después del partido.
Carlos se encogió de hombros.
–A mí me encanta el fútbol. Ojalá algún día pueda jugar en un gran equipo. ¿Tú de qué equipo eres?
–No sé –dijo Carlos mientras notaba cómo enrojecían sus mejillas–. Del mismo que tú.
–¿Eh? ¿Cómo sabes cuál es mi equipo? Seguro que te lo ha dicho Graciela. Nunca le cuentes nada, porque se lo dirá a todo el mundo.
Se despidieron en el cruce. Andrés le dijo adiós con una fuerte palmada en la espalda. Carlos aguantó el dolor con una sonrisa y susurró también un adiós.
3.
La madre de Carlos se asomó al pasillo y llamó a su hijo. Carlos apareció cabizbajo.
–Cuéntame, cariño, ¿cómo te ha ido hoy en el colegio?
–¿Eh? ¿Cómo sabes cuál es mi equipo? Seguro que te lo ha dicho Graciela. Nunca le cuentes nada, porque se lo dirá a todo el mundo.
Se despidieron en el cruce. Andrés le dijo adiós con una fuerte palmada en la espalda. Carlos aguantó el dolor con una sonrisa y susurró también un adiós.
3.
La madre de Carlos se asomó al pasillo y llamó a su hijo. Carlos apareció cabizbajo.
–Cuéntame, cariño, ¿cómo te ha ido hoy en el colegio?
–Normal.
–¿No ha sucedido nada especial?
–¿No ha sucedido nada especial?
–No. Bueno, sí. Esta tarde estuve viendo un partido de los mayores.
El padre apartó la mirada del periódico por primera vez.
–Hombre, eso sí que es una novedad. ¿Te gustó, no?
El padre apartó la mirada del periódico por primera vez.
–Hombre, eso sí que es una novedad. ¿Te gustó, no?
–Creo que sí.
El padre volvió a su diario, satisfecho. La madre continuó preguntando.
–¿Y has hecho nuevos amigos? Carlos dudó si contarle a su madre que había hablado por fin con Andrés, tan alto y tan fuerte.
4.
–Vamos a pegarle –ordenó uno de los niños al grupo. Nadie se atrevió a preguntar por qué. Carlos estaba solo, debajo del único árbol del patio del colegio. Los niños avanzaron hacia él con fiereza. Carlos los vio acercarse triste, como si estuviese viendo un partido de fútbol.
5.
La directora del colegio examinó las heridas de Carlos. Estaba muy enfadada con aquel grupo de niños cobardes que esperaba en su despacho.
–Se puede saber por qué habéis pegado a Carlos.
Tardaron en responder. Se miraron inquietos. Por fin alguien dijo.
–Porque no es como nosotros.
6.
El partido estaba a punto de acabar. Carlos seguía con los ojos las piernas de Andrés. En cuanto sus miradas se cruzaron, intercambiaron otro saludo, el tercero. Carlos estaba feliz. En ese momento apareció una niña con muchas pecas en la cara que se sentó a su lado.
–¿Desde cuándo sois amigos? –le preguntó Graciela a Carlos.
Al principio le molestó tener compañía, pero con las niñas era menos tímido y quiso presumir de la amistad de Andrés.
–Desde antes de nacer –contestó él convencido de que lo que decía era cierto.
La niña se llevó la mano a la boca, ahogando una risita maliciosa –Eso es imposible. Nadie conoce a nadie antes de nacer.
–Pues yo conocí a Andrés antes de nacer y cuando seamos viejos seremos los amigos más viejos del mundo.
La niña volvió a reír y giró un dedo sobre su sien.
–Estás loco.
–Pregúntale a él, si no me crees.
–Ya se lo he preguntado y me ha dicho que te conoce desde hace poco.
–¡Eso es mentira!
El padre volvió a su diario, satisfecho. La madre continuó preguntando.
–¿Y has hecho nuevos amigos? Carlos dudó si contarle a su madre que había hablado por fin con Andrés, tan alto y tan fuerte.
4.
–Vamos a pegarle –ordenó uno de los niños al grupo. Nadie se atrevió a preguntar por qué. Carlos estaba solo, debajo del único árbol del patio del colegio. Los niños avanzaron hacia él con fiereza. Carlos los vio acercarse triste, como si estuviese viendo un partido de fútbol.
5.
La directora del colegio examinó las heridas de Carlos. Estaba muy enfadada con aquel grupo de niños cobardes que esperaba en su despacho.
–Se puede saber por qué habéis pegado a Carlos.
Tardaron en responder. Se miraron inquietos. Por fin alguien dijo.
–Porque no es como nosotros.
6.
El partido estaba a punto de acabar. Carlos seguía con los ojos las piernas de Andrés. En cuanto sus miradas se cruzaron, intercambiaron otro saludo, el tercero. Carlos estaba feliz. En ese momento apareció una niña con muchas pecas en la cara que se sentó a su lado.
–¿Desde cuándo sois amigos? –le preguntó Graciela a Carlos.
Al principio le molestó tener compañía, pero con las niñas era menos tímido y quiso presumir de la amistad de Andrés.
–Desde antes de nacer –contestó él convencido de que lo que decía era cierto.
La niña se llevó la mano a la boca, ahogando una risita maliciosa –Eso es imposible. Nadie conoce a nadie antes de nacer.
–Pues yo conocí a Andrés antes de nacer y cuando seamos viejos seremos los amigos más viejos del mundo.
La niña volvió a reír y giró un dedo sobre su sien.
–Estás loco.
–Pregúntale a él, si no me crees.
–Ya se lo he preguntado y me ha dicho que te conoce desde hace poco.
–¡Eso es mentira!
–No, no es mentira. Y también me ha dicho que te defendió de unos niños que te estaban pegando y que ya no te separas de él y que está harto.
Carlos se le acercó con rabia, pero pronto le venció la cobardía. Seguro que aquella niña era más fuerte que él.
–¿Me vas a pegar? –preguntó primero, y después lo amenazó–. Si me tocas, se lo digo a Andrés.
El gesto de sorpresa de Carlos divirtió tanto a la niña que rió con la boca abierta, enseñando todas sus caries.
–¿Es que no sabes que Andrés es mi novio?
Carlos se le acercó con rabia, pero pronto le venció la cobardía. Seguro que aquella niña era más fuerte que él.
–¿Me vas a pegar? –preguntó primero, y después lo amenazó–. Si me tocas, se lo digo a Andrés.
El gesto de sorpresa de Carlos divirtió tanto a la niña que rió con la boca abierta, enseñando todas sus caries.
–¿Es que no sabes que Andrés es mi novio?
Carlos palideció. Abrumado por la vergüenza y la tristeza no se dio cuenta de que su amigo había llegado. Al verlo quiso sonreír, pero se echó a llorar silenciosamente.
–¡Estás celoso! –gritó entre admirada y divertida–. A Carlos le gusta Andrés, a Carlos le gusta Andrés, a Carlos le gus… Un codazo de Andrés le ordenó callar. Después la cogió de la mano y se alejaron.
7.
–¿Ya no eres mi amigo? –preguntó Andrés a Carlos días después durante el recreo.
–Pensé que no querías. Graciela dijo que tú…
–¡Estás celoso! –gritó entre admirada y divertida–. A Carlos le gusta Andrés, a Carlos le gusta Andrés, a Carlos le gus… Un codazo de Andrés le ordenó callar. Después la cogió de la mano y se alejaron.
7.
–¿Ya no eres mi amigo? –preguntó Andrés a Carlos días después durante el recreo.
–Pensé que no querías. Graciela dijo que tú…
–Te dije que no le hicieras caso.
–Pero es tu novia.
–Ya no. Se burlaba de ti todo el día. Y de mí también. No la soporto. La odio.
Se sentaron debajo del árbol del patio. Desde ahí se escuchaban las risas acusadoras de un grupo de niños que los miraban.
–Hay mucha gente que se burla de mí.
–Yo no. Nunca lo he hecho.
Carlos miró alrededor. El grupo de niños se había alejado.
–Andrés, ¿tú entiendes cómo soy?
–Pero es tu novia.
–Ya no. Se burlaba de ti todo el día. Y de mí también. No la soporto. La odio.
Se sentaron debajo del árbol del patio. Desde ahí se escuchaban las risas acusadoras de un grupo de niños que los miraban.
–Hay mucha gente que se burla de mí.
–Yo no. Nunca lo he hecho.
Carlos miró alrededor. El grupo de niños se había alejado.
–Andrés, ¿tú entiendes cómo soy?
–Creo que sí.
–¿Y no te molesta?
–¿Y no te molesta?
–No –dijo con una sonrisa orgullosa y después le dio a su amigo una suave palmada en la espalda. A Carlos le supo tan dulce como un abrazo.
(*) Extraído de:
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