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lunes, 12 de septiembre de 2011

LUCHADORAS... V. Rojas: Mika Etchebéhère

Autoras/es: Andrea D’Atri (ed.), Bárbara Funes, Ana López, Jimena Mendoza, Celeste Murillo, Virginia Andrea Peña, Adela Reck , Malena Vidal, Gabriela Vino, Verónica Zaldívar
(Fecha original: Abril 2006)

V: Rojas: Mika Etchebéhère
“¿Y yo, soy yo verdaderamente de mis ideas?
Esta guerra y esta revolución son las mías.
He soñado con ellas desde la infancia oyendo los relatos de
los revolucionarios rusos evadidos de las prisiones y la Siberia zaristas. Para servirla, Hipólito y yo hemos rechazado los grandes lagos
de la Patagonia, cortado el vuelo de nuestro amor,
aceptado la sangre que había que derramar, la nuestra y la de otros...” 1
Mika Etchebéhère
El 14 de marzo de 1902 nació Micaela Feldman en la colonia judía Moisés Ville, en la provincia de Santa Fe, Argentina. Sus padres fueron rusos judíos que huyeron de los pogroms2 y el terror zarista años antes de su nacimiento. Ella crece en la ciudad de Rosario, en medio de los relatos de revolucionarios fugados de Siberia y de las cárceles rusas. A los catorce años, mientras cursaba el secundario en el Colegio Nacional, adhiere a un grupo anarquista. Más tarde junto a Eva Vivé, Juana Pauna y otras militantes libertarias, integra la agrupación femenina Luisa Michel.3
En 1920 llega a Buenos Aires a estudiar odontología. Es parte del ala izquierda del movimiento de la Reforma Universitaria4. Se liga al grupo Insurrexit que edita una revista que, aunque informa y fija posición ante los conflictos estudiantiles, tiene como principal objetivo la lucha por la “unidad obrero-estudiantil”. Allí conoce a Hipólito Etchebéhère, su com­pañero de vida y de militancia durante su juventud. Este grupo comienza siendo anarquista; pero, bajo la influencia de la Revolución Rusa, va girando hacia el marxismo. En el número cuatro de la revista, Mika polemiza con las sufragistas porque no comprenden que sin revolución social no habrá emancipación de la mujer y porque los derechos políticos, el voto y el par­lamento no conducen a la liberación anunciada.
Decididos a dedicar sus vidas a la militancia revolucionaria, los jóve­nes miembros de Insurrexit ingresan al Partido Comunista Argentino. Ella forma grupos de mujeres comunistas, colaborando en la organización de los trabajadores agrícolas, y se destaca como oradora en la puerta de fábricas o en la calle, durante las campañas electorales.
Luego del VIIº Congreso del Partido Comunista, en diciembre de 1925, un grupo es expulsado por cuestionar la política de la Internacional Comunista5: Mika está entre ellos. A principios de 1926, fundan el Partido Comunista Obrero6. Mika es encargada de la Comisión de Propaganda entre las mujeres. Editan el periódico La Chispa.
Hipólito enferma de tuberculosis. Van a la Patagonia donde viven de la renta obtenida de un consultorio dental ambulante. Establecerse allí fue una tentación para ellos, pero su pasión revolucionaria pudo más y se fueron a Europa en busca de la lucha de clases.
Europa en llamas
Mika e Hipólito llegan a Madrid en junio de 1931. Luego se trasladan a Francia, donde continúan ligados a los grupos de la Oposición de Izquierda que aún forman parte de los partidos comunistas7. Allí junto a Landau8 y su compañera Katia, el revolucionario polaco Grigory Kagan, Víctor Fay, Pierre Rimbert y otros colaborarán con Ferrat en la fundación de la revista Que faire?9, cuyo primer número aparecerá en diciembre de 1934 y se in­terrumpirá con la guerra en 1939.
En octubre de 1932, llegan a Berlín y presencian una nueva derrota de la clase obrera alemana: el PC alemán trataba a los obreros socialdemócratas de socialfascistas, negándose a luchar por la unidad de las filas obreras, única vía para derrotar al fascismo.10 Mika e Hipólito regresaron a París, pero ni la derrota del proletariado ni las penurias económicas que la pareja atravesaba los desviaron de sus convicciones. Luego de la debacle de la Internacional Comunista11, la clave era reagrupar a las fuerzas revolucionarias. Apenas llegan, dedican todas sus energías a reagrupar a los oposicionistas, especialmente a los alemanes, que están en el exilio.
La Revolución Española
España, toda decadencia. El estado español, preso de las tradiciones de la monarquía y de la Iglesia Católica nunca se recuperó de la pérdida de sus colonias americanas, y eso configuró su atraso particular con respecto a los países centrales de Europa. En su seno se debatían una burguesía raquítica subsidiaria de los capitales extranjeros, la monarquía despótica y la Iglesia medieval, propietarias de la tierra; un enorme campesinado, un proletariado joven y aguerrido y los sectores de intelectuales, artistas y estudiantes en efervescencia.
En 1930 cae el dictador Primo de Rivera, producto de la podredumbre de la vieja sociedad y no del impulso de una nueva. Al año siguiente asume un gobierno republicano, de la mano de la burguesía. Se suceden las huelgas y las luchas obreras y campesinas. La derecha española se reorganiza y co­mienza la represión, que coartó todas las libertades democráticas y encarceló a miles de luchadoras y luchadores obreros y populares.
Corre 1934. Surge la Comuna de Asturias. Mika e Hipólito preparan sus papeles para ir al encuentro de este adelanto de la revolución. Pero el movimiento de los mineros, aislado y abandonado por las principales di­recciones del proletariado español, es reprimido con saña. Hipólito llegó a escribir un folleto sobre Asturias que luego se perdió en Barcelona cuando el stalinismo saqueó las oficinas del POUM12.
El 5 de octubre de ese año estalla la lucha de los mineros asturianos en la Cuenca de Mieres. La convocatoria de los socialistas a una huelga general pacífica, para frenar el acceso de la derecha al gobierno, que ellos conside­raban la antesala del fascismo, fue contestada por los mineros asturianos con la insurrección. La burguesía subestimó las amenazas de los dirigentes socialistas de desencadenar la revolución, creyendo que ellos no iban a llevar adelante un alzamiento obrero serio. Pero no tuvieron en cuenta que los trabajadores, especialmente los mineros, sí estaban dispuestos a llegar hasta el final. Mientras en el resto del estado, la izquierda, a excepción de la mayoría de la CNT13 que se mantenía neutral y se desentendía de lo que hicieran los socialistas y el resto de las organizaciones obreras, fracasaba o se limitaba a seguir la huelga general convocada por el PSOE14 y la UGT15; los mineros asturianos, dirigidos por sus partidos y sindicatos locales, tradu­jeron la llamada de sus dirigentes en un alzamiento revolucionario. En pocas horas los mineros, armados con algunos fusiles y los tradicionales cartuchos de dinamita, se adueñaron de la región venciendo a los cuerpos policiales y acorralando a los efectivos militares en sus cuarteles. Inmediatamente surgieron por doquier organismos locales, llamados Alianzas Obreras, que sustituyeron al Estado y administraron el nuevo orden revolucionario.
Crearon milicias, aseguraron la llegada de víveres a las poblaciones y mantuvieron en funcionamiento las fábricas y las minas. Construyeron camiones y blindados, e incluso llegaron a fabricar combustible a partir del carbón, para paliar la falta de gasolina. La Comuna, a pesar de estar aislada del resto del país, consiguió sobrevivir durante más de quince días, frente a las tropas del gobierno, más numerosas, y mejor armadas y organizadas. Era un nuevo adelanto de la tragedia del proletariado español: la mayor combatividad de las masas sacrificada por no contar con una dirección revolucionaria.
Corre 1935 y la salud de Hipólito empeora. Pasa seis meses en un sanatorio en las afueras de París y Mika se queda en la ciudad. A fines de ese año, la clase obrera yergue su cabeza, enfrentando tanto a la oligarquía como a los republicanos. El 4 de noviembre el POUM dirigía a los partidos obreros la propuesta de una “Alianza obrera nacional” en las elecciones. El 22, aunque no excluía la posibilidad de un “acuerdo puramente circunstan­cial” con los burgueses republicanos, La Batalla16 recordaba la adhesión del POUM al “frente obrero” y rechazaba la fórmula del “Frente Popular”. Pero el POUM fue presionado por el giro a la derecha del PS –tras la victoria de Prieto sobre Caballero– y la decisión del PCE de conformar cuanto antes un “Frente Popular”. El Comité Central del 5 de enero de 1936 resolvió por unanimidad aceptar el “frente obrero-republicano”, es decir, el programa electoral elaborado entre socialistas y republicanos. El Frente Popular fue el comienzo del fin para la clase obrera española: perdieron su independencia política.
¿Cuál era el programa de esta “alianza política” entre los partidos burgueses y los partidos obreros? León Trotsky detalla “Hallamos en él ‘la reforma del tribunal de garantías constitucionales’ y el mantenimiento riguroso del ‘principio de autoridad’ (!), ‘la emancipación de la justicia de toda preocupación de orden político o económico’ (¡la emancipación de la justicia capitalista de la influencia del capital!), y otras cosas del mismo género. El programa constata el rechazo, por parte de los burgueses re­publicanos que participan en el bloque, de la nacionalización de la tierra, pero ‘en compensación’, al lado de las habituales promesas baratas para los campesinos (créditos, revalorización de los productos de la tierra, etc.), proclama como uno de sus objetivos el ‘saneamiento (!) de la industria’, y la ‘protección de la pequeña industria y del comercio’; sigue el inevitable ‘control de los Bancos’; sin embargo, puesto que los republicanos burgue­ses, según el texto de este programa, rechazan el control obrero, se trata del control de los bancos... por los propios banqueros, por intermedio de sus agentes parlamentarios tipos Azaña y sus semejantes. En fin la política exterior de España deberá seguir ‘los principios y los métodos de la Socie­dad de Naciones.’” 17
En febrero de 1936, el Frente Popular, integrado por la burguesía republicana, el Partido Comunista Español, el Partido Socialista Obrero Español y el POUM ganó las elecciones. ¿Qué significó la entrada en el Frente Popular de los partidos de izquierda? Estas organizaciones, sobre todo el PSOE y los anarquistas de la CNT, que tenían una importante influencia en sectores del movimiento obrero, llamaron a los trabajadores y a los campesinos a confiar en la burguesía. Una burguesía que no dudó en reprimir y asesinar a los mejores combatientes de la clase obrera.
El PSOE, que provenía de la Segunda Internacional, colapsada luego de votar los créditos de guerra en 1914, sostenía que podía mejorarse el nivel de vida de los obreros bajo el capitalismo. En este período, especialmente su juventud, giraba a izquierda a pesar de su dirección. No era para menos: los trabajadores tomaban las fábricas y las ponían a producir bajo su control, los campesinos pobres tendían a colectivizar las tierras de los grandes señores, mientras la débil burguesía española se debatía impotente. Pero el PSOE tenía gran autoridad todavía en la clase obrera.
Por otro lado, debido a la política represiva del estado español la acción directa era la única forma de luchar para quienes querían obtener algunos derechos. Por eso los anarquistas tenían mucho ascendiente entre la clase obrera. Sin embargo, la CNT y la FAI18, que decían estar en contra de todo tipo de dictadura y de estado, también dieron dos ministros al Frente Popular, Federica Montseny y García Oliver, contribuyendo activamente a sostener a la burguesía.
Cuando el 3 de mayo de 1937 surgió la explosión en Barcelona, luego que camiones con guardias de asalto bajaron las tropas delante de la Telefónica, a las horas estalló la huelga general: en toda la ciudad brotaron como hongos bajo la lluvia barricadas con obreros armados y hubo numerosos enfrentamientos militares. En los días posteriores, la clase obrera insurrecta dominaba la ciudad, pero no tenían ninguna dirección clara. Los dirigentes de la CNT y de la FAI, entre ellos los ministros anarquistas del Frente Popular llamaban a terminar las luchas “fraticidas” y a abandonar las barricadas. Así condenaron a los trabajadores a una derrota sangrienta, lo que terminó contribuyendo decisivamente a que Franco se hiciera con el poder. Más tarde, en la prensa anarquista de Barcelona publicaron un manifiesto de la CNT-FAI titulado “A la conciencia mundial”, que declaraba: “todo el mundo parece convencido de que los anarquistas y los anarcosindicalistas son culpables de los trágicos acontecimientos de Barcelona. Nada es más falso. La CNT y la FAI siempre han estado dispuestas, y lo están hoy, a mantener no sólo el orden público, sino también(...) la necesaria unidad.(...) La CNT y la FAI de Cataluña declaran que ni antes ni ahora han querido ni quieren tomar el poder. (...) La historia de nuestra organización demuestra que nosotros no queremos apoderarnos del poder político”. Ha quedado muy claro que ellos no lucharon porque los trabajadores del estado español le arrebataran el poder político a la burguesía. A los anarquistas el poder político no les interesa. Salvo, claro, que se trate de hacerse con el poder en “forma pa­cífica” aceptando cargos en un gobierno burgués y actuando de bomberos para la clase dominante.
Por otro lado, el PC español, si bien no tenía tanta inserción en el movimiento obrero como el PSOE, gozaba de gran autoridad y prestigio por pertenecer a la Tercera Internacional que había llevado al proletariado y a sus aliados campesinos a la victoria en la U.R.S.S. en 1917. Pero ya preso de la teoría del socialismo en un solo país, su dirección, bajo la órdenes directas de la Comitern, consideraba que por el atraso de España, estaba planteado hacer una revolución burguesa para conquistar los derechos democráticos formales como instancia previa al desarrollo del capitalismo en España. Además, la amenaza de una nueva guerra se ceñía sobre el horizonte y Stalin deseaba congraciarse con el imperialismo francés, el yanqui y el inglés como garante del orden en Europa en pro de una alianza militar ante la amenaza del fascismo. ¡Qué temor a la potencialidad revolucionaria de la clase obrera! ¡Y qué confianza necia en la burguesía! La experiencia de la Revolución China y la masacre de cientos de militantes comunistas entre 1928 y 1930 por parte de la burguesía “progresiva” del Kuomitang19 habían sido en vano. No sacaron ninguna conclusión, salvo cuidar sus propias espaldas para no perder sus privilegios.
Mientras tanto, el POUM era una organización joven y con poca inser­ción entre las masas trabajadoras y campesinas. Más aún, el Bloque Obrero Campesino impone a la Izquierda Comunista un programa donde las clases sociales se diluían en aras de la lucha contra el fascismo y la reacción. Tendían a reemplazar la lucha de clases por la lucha del frente democrático contra el frente fascista. Frecuentemente se adaptaban a las posiciones sostenidas por los anarquistas. Pero mientras esta era su práctica, Andrés Nin, uno de los principales dirigentes del POUM proveniente de la Izquierda Comunista, sos­tenía la teoría de la revolución permanente como la única salida para terminar con las penurias de las masas obreras y campesinas de España. En el plano de las ideas, consideraba que el problema de la reforma agraria y las libertades democráticas solamente podría ser resueltas por la acción revolucionaria de la clase obrera acaudillando a los sectores oprimidos del campesinado. Ante este panorama, L. Trotsky sugiere a Andrés Nin, que ingresen al PSOE a trabajar con la juventud, que, impactada por las heroicas acciones del proletariado español, reclamaba ansiosamente explicaciones de la postura de Trotsky y la Oposición de Izquierda en relación a los hechos de España. Nin se niega, por sectarismo, alegando el reformismo del PSOE. No dar este giro a tiempo tiene una consecuencia funesta para la clase obrera española: no hubo un partido revolucionario capaz de dirigirla hacia la toma del poder y el establecimiento de un estado obrero que fuera un nuevo paso hacia la revolución mundial.
Fue ese Frente Popular, del cual el POUM terminó siendo expulsado, el que bajo las decididas órdenes de Stalin, desarmó las milicias obreras. Eran personeros de la burguesía como Azaña20, quienes habían encargado al general Franco la represión de los mineros asturianos en 1934. Fue el gobierno del Frente Popular el que siguió manteniendo intacta a toda la oficialidad adicta a Franco en el ejército, apenas corrida de escena en las Islas Canarias, demasiado cerca como para poder rearmarse y retornar, tal como sucedió.
Entre muchos otros militantes, Andrés Nin fue asesinado por los agentes stalinistas. Fue torturado por negarse a vender a sus camaradas. Por su valor, muchos revolucionarios salvaron sus vidas. Pero él pagó muy caro sus errores políticos.
Una mujer al mando de la milicia
En 1936, con dos meses de diferencia, Hipólito y Mika arriban a Madrid. El necesita el aire de España por motivos de salud. Sus espíritus indomables necesitan los aires de la revolución. Le confían a Hipólito el mando de una milicia del POUM. En el trayecto a Guadalajara, otros voluntarios se suman a la columna, atraídos por el ascendiente de Hipólito. Pasaron a Sigüenza, donde la columna del POUM venció a los fascistas. “Aquí el que manda no debe agacharse cuando silban las balas, me respondía. Ya sabes que el valor físico es la cualidad máxima en España. Para que los demás avancen, el jefe debe marchar el primero, aunque sepa que puede morir.” 21 Son las palabras de Hipólito que Mika recuerda en su libro.
Las memorias de la revolución española son inmortalizadas por Mika en Mi guerra de España, un crudo y bello relato del heroísmo de los obreros y los campesinos españoles y de la traición de los partidos obreros dirigentes a su propia clase.
El 16 de agosto, en las afueras de Atienza, en medio de un combate, Hipólito cae. A la mañana siguiente de su muerte Mika nos cuenta “El sargento de la Legión viene a decirme que los hombres se niegan a barrer y a recoger sus camas porque es un trabajo de mujeres que pueden hacer nuestras cuatro milicianas.
–Aquí solamente se exige que los hombres hagan la limpieza. En el batallón de la “Pasionaria” las muchachas lo hacen todo, hasta lavan la ropa y remiendan los calcetines...
Con mucha calma y sin la menor ironía, le pregunto: – ¿Así que tú crees que yo debo lavarte los calcetines?
Un poco sorprendido por esta pregunta que lo pone en ridículo por lo absurda, contesta muy convencido: – Tú no, claro está...
–Ni las otras tampoco, compañeros. Y ahora me dirijo a todos. Las muchachas que están con nosotros son milicianas, no criadas. Estamos luchando por la revolución todos juntos, hombres y mujeres, de igual a igual, nadie debe olvidarlo. Y ahora, rápido, dos voluntarios para la limpieza.” 22
Muerto su compañero de vida, Mika decide continuar su lucha revo­lucionaria. De ocupar un lugar secundario en la milicia, comienza a dirigir la columna. Ella misma se revoluciona. Empuña un fusil, dirige la construc­ción de los refugios, distribuye las fuerzas, se ocupa de que sus compañeros tengan ropa de abrigo, una comida caliente al día y hasta les da jarabe para la tos todas las noches. Mantiene la moral de la tropa a toda costa y ejecuta las órdenes del mando, aún cuando no está de acuerdo con todas.
La revolución española pone en cuestión el lugar de las mujeres en las milicias. La columna del POUM se destaca por su valentía y por la igualdad de tareas para los varones y mujeres y así lo testimonia Mika en palabras de uno de sus camaradas: “–Si no te quitas las botas y los calcetines, tú también pillarás una gorda– dice Ernesto tendiéndome un par de calcetines entibiados frente al fuego– Te los he lavado todos. Había un montón. Te los cambias, eso sí, pero un alma caritativa debe ocuparse de lavarlos y hasta remendarlos. Como el viejo Saturnino tiene con qué coser, es él quien ha hecho el trabajo. De todos modos se habrá visto. Una mujer manda la compañía y los milicianos le lavan los calcetines. ¡Para revolución ya es bastante!” 23
Varias voluntarias que se sumaron a la columna del POUM provenían de la columna de la Pasionaria.24 En su libro, Mika recuerda las palabras de Manuela “–Me llamo Manuela...–Sí, La Fea. Paco me conoce bien. Hemos crecido en el mismo barrio, en Carabanchel Bajo. Soy de la columna “Pasionaria” pero prefiero quedarme con vosotros. Aquellos nunca quisieron dar fusiles a las muchachas. Sólo servíamos para lavar los platos y la ropa...Yo no he venido al frente a morir por la revolución con un trapo de cocina en la mano.” 25
La Internacional Comunista, bajo las órdenes de Stalin, jugó un rol nefasto en esta revolución. Desarmó las milicias obreras y campesinas y dejó aislado al proletariado español. Pero también en el frente se hizo sentir la reacción: restringió a las milicianas a ser criadas o enfermeras. Fue totalmente coherente con la política que imponía el estado en la Unión Soviética hacia las mujeres. Las conquistas logradas con la revolución de 1917, entre otras el derecho al aborto y al divorcio, fueron cercenadas ya para 1936. Los límites de la nefasta “teoría del socialismo en un solo país” se revelaron en la miseria socializada: los comedores, las lavanderías, las guarderías y la salud pública no alcanzaban a cubrir las necesidades de los obreros y obreras y el campesinado rusos. La respuesta de la burocracia antisoviética fue la restauración de la familia como institución de contención y de retorno a la esfera privada de las amplias masas, mientras penalizaba el aborto y cobraba los divorcios. En la política de un partido obrero hacia las mujeres, tanto en tiempos de paz como en tiempos de guerra se pone a prueba su carácter revolucionario. El stalinismo tampoco en este terreno pasó la prueba.
El último episodio en Sigüenza es una orden terrible: resistir encerra­dos en la catedral, junto a los refugiados civiles. Con pocos víveres y casi desarmados debían resistir esperando un refuerzo de Madrid que nunca llegó. ¡Cuánta energía revolucionaria despreciada! ¡Cuántas vidas sesgadas por falta de una dirección revolucionaria decidida con ascendiente sobre los heroicos obreros y campesinos españoles! Junto con algunos camaradas, finalmente Mika logra cruzar el cerco y llega a Madrid. Ya era perseguida furiosamente por las tropas fascistas por haber sometido al tribunal de guerra obrero a una espía fascista muy importante. Se reorganiza una columna del POUM y Mika ya es capitana. Combaten en La Moncloa y se debaten en Pinar de Húmera, una posición arriesgada para la que convocan especial­mente a los poumistas por su valentía.
Finalmente, las diezmadas tropas del POUM se agrupan en la 14º di­visión, dirigida por la CNT. Mientras esperan la entrada en combate, Mika organiza con otros voluntarios una escuela, para que los milicianos aprendan a leer y escribir en las trincheras. Les encomiendan una misión muy difícil: desalojar las tropas fascistas del Cerro del Aguila. Por errores militares y políticos, junto al mal armamento de los milicianos hambrientos y en muchos casos enfermos, resulta una misión suicida que termina en derrota. Luego de la tragedia del Cerro del Aguila, Mika nos cuenta “La voz de Cipriano Mera me llega de muy lejos, porque yo no estoy aquí. Estoy en la trinchera mirando pasar las camillas, esperando la que trae a Clavelín. Las lágrimas me empapan las mejillas, me caen hasta el cuello. Dejándolas correr con la cabeza baja, sin enjugarlas, imagino que nadie las ve. Tomándome por los hombros dice con voz severa como quien riñe a una chiquilla:
Vamos, moza, deja de llorar. Llorando con lo valiente que eres. Claro, mujer al fin...
La frase me cruza como un latigazo. El dolor y la humillación me hacen apretar los puños y arder la cara. Levanto despacio la cabeza buscando una respuesta que lave la ofensa. Sólo acierto a decir:
–Es verdad, mujer al fin. Y tú, con todo tu anarquismo, hombre al fin, podrido de prejuicios como un varón cualquiera.” 26
Aguerrida capitana por sus ideas revolucionarias, Mika vivió la revolución española en su carne y en su sangre, sin conocimientos mili­tares, con pequeños escrúpulos éticos ante las decisiones que debía tomar frente a los desertores, la condena a los curas, los espías fascistas. Ella es consciente de algunas de las dificultades de este proceso revolucionario que impidieron la toma y el sostenimiento del poder por el proletariado. Intuye la derrota venidera sin hallar una salida. Desconfía de la República y en cierta medida del Frente Popular que traicionaron a la heroica clase obrera española. Cuestiona en su fuero íntimo la política del PC, pero no la combate abiertamente. Concentra todas sus fuerzas en las trincheras, intentando que la lucha de los trabajadores españoles no sea en vano, que deje huellas en la tradición de la clase que las que las generaciones venideras sepamos aprender.
Madrid cae bajo el dominio de los nacionales el 28 de marzo de 1939. El peligro latente, cortante, obliga a Mika a ocultarse, pero sigue su lucha desde la clandestinidad. Una patrulla franquista la detiene, y entonces encuentra asilo en un liceo francés durante seis meses, ya que tenía pasa­porte de esa nacionalidad. Sus camaradas reclaman su libertad desde París. Finalmente el consulado francés la deja en un puesto fronterizo y tiempo después llega a París. Ya en plena guerra, las tropas alemanas ocupan París en junio de 1940.
Las huellas de la revolución
Ese año Mika vuelve a Buenos Aires. Se reencuentra con sus amigos insurrexistas, chispistas, trotskistas. Escribe en un semanario antifascista llamado Argentina Libre. Pero a pesar de ser profundamente anti-peronista cuestiona la alianza de sectores de izquierda con sectores liberal-conservadores. En los años del antifascismo, sin renunciar a sus convicciones, Mika colabora con la revista Sur de Victoria Ocampo. Allí adelanta un fragmento de su libro Mi guerra de España.
En 1946 regresa al París devastado por la guerra y se reencuentra con algunos de sus amigos que también combatieron en la revolución española y con algunos oposicionistas. Mayo de 1968 la encuentra a los sesenta y seis años, ayudando a los estudiantes a levantar barricadas con adoquines en las calles de París. Pero una patrulla policial la detiene y la deposita en su casa. En 1978 participa en una marcha contra la dictadura militar argentina que se realizó en París.
Mika Feldman de Etchebéhère falleció en París el 7 de julio de 1992. En el diario Le Monde del 11 de julio, sus amigos íntimos la despedían así: “Mika fue la fidelidad, el coraje, la amistad, el rigor. Amaba París, los pájaros, los gatos y las peonías.” 27 Sus cenizas fueron arrojadas al Sena.
Los procesos revolucionarios que Mika vivió nos dejan una gran lec­ción: la necesidad imperiosa de la clase obrera de contar con una dirección revolucionaria capaz de llevarla a la victoria. No basta el arrojo y la valentía de los individuos que confían en el potencial revolucionario de la clase obrera. No basta empuñar las armas contra la burguesía y la reacción y la disposición a dar la vida por la revolución. No basta el heroísmo y sobrepo­nerse a los lógicos miedos que surgen en medio del combate en los procesos revolucionarios. En palabras del gran dirigente revolucionario León Trotsky “En el curso de una revolución... un partido débil puede convertirse en un partido poderoso, con la única condición de que comprenda con lucidez el curso de la revolución y de que posea cuadros probados que no se dejen exaltar por las palabras o aterrorizar por la represión. Pero es necesario que un partido de estas condiciones exista desde mucho antes de la revolu­ción, en la medida en que el proceso de formación de cuadros exige plazos considerables y que la revolución no deja tiempo para ello.” 28
Mika, con todos sus méritos, no acertó a ver este problema. Aún así, las palabras son un opaco reflejo de la vida de esta mujer que creció y amó con la música de la revolución. Ella vivió siempre de acuerdo al camino que se había trazado siendo casi una niña: la lucha por la emancipación de la clase obrera de las cadenas de la explotación y la opresión capitalistas.


1 Mi guerra de España, Mika Etchebéhère.
2 Pogrom es una palabra rusa que significa ataque o disturbio. Las connotaciones his­tóricas del término incluyen ataques violentos por las fuerzas represivas y sectores de las poblaciones locales incitadas por el zarismo y los gobiernos de turno contra judíos y revolucionarios en el imperio ruso y por todo el mundo.
3 Ver artículo sobre Luisa Michel en este mismo libro.
4 En 1918, primero en la Universidad de Córdoba y luego en otras casas de altos estudios, hubo una sucesión de huelgas estudiantiles. Su objetivo era que se modificaran los planes de estudio y se pusiera fin a la influencia escolástica y clerical en la educación superior. Más tarde dicha Reforma, repercutiría enormemente en los movimientos universitarios de toda Latinoamérica.
5 La Internacional Comunista o Tercera Internacional fue organizada por Lenin como sucesora revolucionaria de la Segunda Internacional. En tiempos de Lenin se hacían congresos una vez al año (desde 1919 a 1922). Luego que Stalin asumió el control del estado ruso, el siguiente congreso fue en 1924, el sexto en 1928 y el séptimo en 1935. Trotsky lo llamó el “congreso de la liquidación”, y de hecho fue el último hasta que Stalin anunció su disolución en 1943, en señal de amistad con sus aliados imperialistas.
6 Luego del VIIº Congreso del Partido Comunista Argentino (26/28-12-1925), la frac­ción de izquierda fundó a comienzos de 1926, el Partido Comunista Obrero. Entre ellos estaban Héctor Raurich (intelectual), Angélica Mendoza (dirigente sindical docente e intelectual), Rafael Greco y Romeo Gentile (obreros metalúrgicos), Mateo Fossa (de la madera), Teófilo González (del calzado), Alberto Astudillo (arquitecto), Cayetano Oriolo (chofer), Modesto Fernández y Miguel Contreras (obreros tipógrafos). Esta organización tuvo una vida breve: existió entre 1926 y 1929; una de las razones de esto fue que era muy difícil crear otro PC disputando la legitimidad del ya existente, reconocido a nivel de la vanguardia como el partido que dirigió la Revolución Rusa de 1917.
7 En 1923 la Oposición de Izquierda en el Partido Comunista ruso y en 1930 la Oposición de Izquierda Internacional en la Internacional Comunista. Uno de los puntos que soste­nían era la teoría de la revolución permanente contra la teoría del socialismo en un solo país. Este debate teórico se plasmó en la práctica militante de los partidos comunistas al transformarse en frenos para el avance de la revolución obrera y socialista en aquellos países donde la clase obrera disputaba el poder en combate con la burguesía.
8 Kurt Landau: revolucionario de origen austríaco. Fue uno de los principales dirigentes de la Oposición de Izquierda alemana y miembro del Secretariado Internacional, con el cual rompió. Fue asesinado en España por los stalinistas durante la revolución española.
9 Esta publicación apoyaba y defendía la política del POUM en España. En el folleto “Clase, partido y dirección” León Trotsky hace una crítica de sus posiciones.
10 Cuando el Partido Comunista alemán dejó que Hitler tomara el poder sin ofrecer re­sistencia, Trotsky afirmó que la Tercera Internacional había muerto como movimiento revolucionario y que había que formar una nueva internacional. La conferencia de fun­dación de la Cuarta Internacional se llevó a cabo en París el 3 de septiembre de 1938.
11 En 1935 Stalin firma un pacto militar, el pacto Stalin-Laval, con el gobierno francés para aliarse contra Hitler, en la antesala de la Segunda Guerra Mundial, con el argumento de evitar el aniquilamiento de la Unión Soviética. Pero esta alianza militar también fue política: los diputados comunistas y socialistas debían apoyar las políticas impulsadas por el imperialismo francés. Esto significó un salto cualitativo en la burocracia soviética: hizo pública la política de subordinación de la clase obrera a sus respectivas burguesías. Este fue el comienzo del fin: la Tercera Internacional pasaba al terreno de la contrarrevolución. Esta polémica fue desarrollada por Trotsky en su escrito “Stalin firmó el certificado de defunción de la Tercera Internacional. Carta abierta al proletariado mundial”, publicado el 25 de mayo de 1935.
12 El Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) fue fundado en Barcelona, en plena clandestinidad, el 29 de septiembre de 1935, sobre la base de la fusión del Bloque Obrero y Campesino y de la Izquierda Comunista. El Bloque Obrero y Campesino nació en Tarrasa el 1º de marzo de 1931, en vísperas de la caída de la monarquía y de la procla­mación de la República, como resultante de la fusión del Partit Comunista Catalá, orga­nización de jóvenes militantes (Arquer, Colomer, Farré Gassó, Rodes, Coll) procedentes del sindicalismo revolucionario y del catalanismo radical y surgida durante la dictadura del general Primo de Rivera, y la Federación Catalano-balear del Partido Comunista de España (Maurín, Bonet, David Rey). La Izquierda Comunista procedía de la Oposición que en 1930 se constituyó en el seno del Partido Comunista de España a partir de la plataforma de la Oposición rusa e internacional creada por Trotsky. Estuvo integrada por militantes muy valiosos, como Nin, Andrade, García Palacios, Loredo Aparicio, Fersen, entre otros. Si bien algunos de sus dirigentes mantuvieron relación política con Trotsky, en el transcurso de la Revolución Española los separaron profundas divergencias. Estos debates están desarrollados en una serie de escritos y cartas de Trotsky compilados en el libro España revolucionaria. Escritos 1930-1940.
13 CNT: Central Nacional de Trabajadores, de orientación anarquista.
14 PSOE: Partido Socialista Obrero Español.
15 UGT: Unión General de Trabajadores, de influencia socialista.
16 Periódico del POUM.
17 La traición del POUM español, de León Trotsky.
18 Federación Anarquista Internacional.
19 Kuomitang: partido burgués chino. Ver Pen Pi Lan, en este mismo capítulo.
20 Manuel Azaña (1880-1940): escritor y político republicano. Fue el presidente del Frente Popular en las elecciones de 1936.
21 Mika Etchebéhère, op. cit.
22 Id.
23 Ibíd.
24 Dolores Ibarruri Gómez (1895-1989) llamada La Pasionaria, dirigente del Partido Comunista Español.
25 Mika Etchebéhère, op. cit.
26 Id.
27 Publicado en el diario Le Monde, en París el 11 de julio de 1992.
28 Clase, Partido y Dirección, de León Trotsky.

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