En Pizarras y Pizarrones hemos desarrollado un trabajo de campo cuyo objetivo es analizar las preferencias en lecto-escritura de nuestros lectores, así como las nuevas formas de enseñanza y aprendizaje. Les hemos pedido su colaboración para completar una pequeña encuesta anónima que como máximo les insumiría 10 minutos. Agradecemos su participación! La encuesta cerró el 31-08-17 y en unos pocos días publicaremos sus resultados...

sábado, 15 de septiembre de 2012

16 de septiembre de 1955 - Golpe autodenominado “Revolución Libertadora”

Autoras/es: Stella Maris Torre
El 16 de septiembre de 1955 se produce la sublevación autodenominada “Revolución Libertadora”, movimiento encabezado por el general Eduardo Lonardi, que derrocó al gobierno constitucional del general Juan Domingo Perón. El 13 de noviembre de 1955, Lonardi sería reemplazado por el general Pedro Eugenio Aramburu. 
Nos basaremos en dos textos que abordan el tema.
El primero de ellos pertenece a Marcelo Mariño y se denomina "Breve síntesis de las transformaciones ocurridas en la historia argentina entre 1810 y 1999". El texto que sigue, "Revolución Libertadora La cuarta invasión inglesa", de Fermín Chavez, está extraído de la Revista Primera Plana Nº 507 del 13 de septiembre de 1973, y constituye una de las miradas posibles sobre los móviles que desencadenaron el movimiento que derrocó a Perón.
(Fecha original del artículo: Septiembre 2012)


Los años que marcan el inicio y finalización de "la década peronista" están dados por dos golpes de Estado: el del 4 de junio de 1943, que derrocó al presidente Ramón S. Castillo y que abrió paso a Perón en su acceso al poder, y el golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955, que terminó con su segunda presidencia. En esos doce años tuvo lugar un proyecto de transformación de la sociedad que logró volverse hegemónico. Cualquiera sea la valoración que de él se haga, es innegable que la Argentina de comienzos de la década de los 40 y la de fines de los 50 era cualitativamente diferente ya que se produjo una redefinición del Estado y de la relación que se estableció entre éste y las clases sociales. El Estado intervenía en la economía, a través de políticas sociales reorientaba y redistribuía recursos, incorporaba a los trabajadores como consumidores y ciudadanos. Durante el peronismo se produjo la irrupción de las masas en la política. La manifestación popular del 17 de Octubre de 1945 marcó un salto en este proceso. Desde entonces, miles de personas que habían estado ausentes de la política del país tomaron un rol protagónico.
La ampliación de la participación política era un proceso que se venía produciendo en Argentina desde hacía tiempo. Pero hasta entonces ésta era sólo numérica. Para ser ciudadano, alcanzaba con ser nativo, varón y mayor de 18 años.
La diferencia que se produjo en el peronismo tuvo que ver con el surgimiento de nuevas formas de inclusión. En ese período los nuevos sectores que irrumpieron en la política fueron principalmente los obreros y las mujeres, que obtuvieron el derecho a voto en esos años.
Junto a este proceso de inclusión, se crearon nuevas formas de participación. Ya no sólo se debía votar y concurrir a los mitines, sino que también se participaba mediante movilizaciones, actos masivos y discusiones en todos los ámbitos –desde los lugares de trabajo hasta las mesas familiares. Los medios masivos de comunicación -en especial la radio y el cine- también aportaron en este sentido. Se puede sostener que en la Argentina de aquellos años “todo era político”.
Durante el peronismo, el Estado interventor de la década del 30 dio paso al Estado benefactor. Este fue un fenómeno típico de la posguerra en casi todo el mundo, y se caracteriza por un Estado muy fuerte y presente que no sólo interviene en distintos temas económicos y sociales –como en la etapa anterior-, sino que sobre todo se ocupa de brindar múltiples servicios sociales a los habitantes y de llevar a cabo políticas redistributivas de la riqueza. Como contrapartida, esto favorece la burocratización y el protagonismo de las corporaciones –como las organizaciones empresariales y obreras- en desmedro de las instituciones democráticas liberales.
Este tipo de Estado también se desarrolló en América Latina y ha sido definido como Estado Populista. Sus características son:
· El desarrollo industrial se sostiene gracias a la transferencia recursos que recibe del sector agrícola y a la protección arancelaria y el apoyo al sector mediante créditos. La industrialización se centra en la sustitución de importaciones en una economía semicerrada (esto es, protegida).
· El Estado cumple una función reguladora en la economía interviniendo y/o participando en la producción.
· El Estado es distribucionista ya que aumenta la participación de los asalariados a través del aumento salarial real o bien mediante el salario indirecto (asignaciones familiares y sociales que cubren distinto tipo de riesgos y necesidades).
· El Estado aparece como árbitro de los conflictos entre las clases sociales. El mundo del capital y el del trabajo establecen una especie de compromiso que incluye la aceptación del Estado como mediador.
· En el plano económico, el Estado peronista –como forma del Estado benefactor- llevó a cabo una fuerte política de nacionalización de empresas y servicios que hasta entonces estaban en manos de particulares extranjeros. El caso más conocido es el de los ferrocarriles en 1947.
Además, el Estado tomó la función de impulsar y regular la economía. Se abrieron una serie de emprendimientos económicos –como la construcción viviendas por el Banco Hipotecario Nacional- y se creó el Instituto Argentino para la Promoción del Intercambio (IAPI), cuya función era estimular y orientar el comercio y la circulación económica. Se desarrolló así una política favorable a la pequeña y mediana producción nacional mediante el otorgamiento de créditos y la protección aduanera.
En el plano social, el Estado fue el garante de la obtención de los derechos sociales por lo que había luchado la clase obrera desde sus orígenes. Así, el peronismo se presentaba comprometido con la lucha por alcanzar la Justicia Social. Artículos constitucionales, leyes, decretos y estatutos establecían derechos sociales y condiciones laborales dignas como el uso de licencias, el aguinaldo y la jubilación. La sanción del Estatuto del Peón de Campo en 1944, que ponía límites a la explotación a la que era sometido el trabajador rural, fue vivido como una gran conquista social. La Fundación Eva Perón desarrolló importantes planes de acción social diferentes a la beneficencia previa, y el Ministro de Salud Pública, el Dr. Ramón Carrillo, amplió la capacidad de la atención hospitalaria y dio importantes avances en medicina social preventiva.
En el plano económico, el peronismo impulsó una política basada en la expansión del mercado interno. Desde comienzos del siglo XX, y más aún luego de las crisis de la Primera Guerra y la de Depresión de 1930 se fue profundizando la industrialización. El encarecimiento de los productos importados y la falta de divisas para importar favorecieron ese proceso.
Para que el mercado interno pudiera expandirse y volverse la base del modelo económico se precisaban dos elementos. Por un lado, productos a consumir; por el otro, consumidores. Lo primero se obtuvo mediante un nuevo y fuerte estímulo a la industrialización: durante la década peronista, se expandieron ramas de producción de bienes de consumo liviano y semiliviano como las textiles y los metalmecánicas –automotores, electrodomésticos, etc.-, que rápidamente circulaban en el mercado interno. Este proceso estuvo estimulado por el accionar económico del Estado benefactor, quien tenía un fuerte control del sistema.
El desarrollo de consumidores se obtuvo mediante una política de mejoras e incrementos salariales para la población en una situación de pleno empleo. De esta forma, las masas contaron con recursos para estimular y participar en los circuitos comerciales del mercado interno. Este proceso se vinculaba con el accionar social del Estado benefactor, que les permitía contar con dinero para consumir al no verse obligados a gastar todos los ingresos en la satisfacción de las necesidades básicas.
Si bien este modelo económico estuvo presente en todo el período, es posible identificar diferencias entre los dos gobiernos peronistas.
Junto a los cambios que venimos presentando, el peronismo desarrolló también nuevas formas de entender y hacer política en la Argentina que pusieron en cuestión la forma liberal que había imperado hasta entonces.
Como ya sostuvimos, la característica distintiva de la política peronista fue la irrupción de las masas. En ese entonces, la política dejó de ser un problema de unos pocos, para volverse un tema de las mayorías. Pero esto no se hizo dentro del modelo previo –la obtención de la ciudadanía que obligaba a votar cada tanto tiempo-, sino por una mayor participación activa. Se constituyó un nuevo perfil del ciudadano entre los militantes peronistas: ahora éste fue movilizado, politizado, organizado y disciplinado.
El 17 de Octubre de 1945, fecha fundadora del peronismo, señaló estos cambios. Grandes masas de sectores populares concurrieron a la Plaza de Mayo con una demanda concreta: lograr la libertad de su líder. Al terminar la jornada, con el triunfo obtenido, Perón, se convirtió en el intérprete de las demandas de la masa. Esa comunicación debía ser continua, y se llevaba a cabo preferentemente en las manifestaciones y concentraciones. A su vez, la mediación de Eva Perón tuvo un rol principal en esa relación, ya que se presentaba como el canal de comunicación entre ambas partes.
Durante el segundo gobierno, la crisis del modelo económico y la muerte de Eva fortalecieron los elementos autoritarios de la propuesta, y se avanzó en lo que Perón llamaba “el adoctrinamiento”. Se buscaba una total adhesión al régimen por parte de toda la población y controlar a toda la sociedad. La oposición fue perseguida y silenciada, y una serie de hechos violentos marcaron el ritmo de la política de los últimos años del gobierno.
El Golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955, la autodenominada “Revolución Libertadora”, se basó en el descontento producto de esta situación y destituyó al gobierno constitucional. Comenzó entonces una política que buscaba “reordenar” a la Argentina dentro de los viejos modelos. 
La contrarrevolución de 1955 no fue gestada en 1954. No nació con el negocio petrolero iniciado con la Standard Oil, ni en el conflicto con la Iglesia argentina. La confabulación venía tomando cuerpo desde la segunda mitad de 1950 y principios de 1951, a través de los trabajos que realizaban en el ejército Pedro Eugenio Aramburu, Luis Leguizamón Martínez, Benjamín Menéndez, Eduardo Lonardi y José F. Suárez.
Si el movimiento peronista y su gobierno tuvieron fuertes enemigos internos, no es menos cierto que los hubo mayores en el exterior. El principal, entre éstos, era un imperio en decadencia, pero un imperio al fin. Inglaterra, puesto que de ella hablamos, iba a jugar sus cartas con maestría y sin esos movimientos bruscos que delatan a los carteristas novicios. En este sentido, la Argentina de 1955 fue la carpeta de juego en que los legos debieron enfrentar, con desventaja, a los fulleros.
La revolución peronista hirió sensiblemente a las minorías oligárquicas y a la burguesía del país, pero también perjudicó ostensiblemente a los intereses británicos, que a la postre se unirían con quienes les ofrecieran la más segura posibilidad de revancha. Si es verdad que sancionó a los Bemberg, es cierto también que lesionó duramente la esfera de influencia de los británicos.
En un olvidado artículo periodístico, de 1957, Juan Perón señaló que la llamada “revolución libertadora” trajo la cuarta invasión inglesa. “Ante la incredulidad de propios y extraños –escribía-, nacionalizamos, comprando y pagándoles, los transportes, puertos, teléfonos, silos y elevadores, frigoríficos, servicios de gas y energía, el Banco Central, creamos la Flota Mercante, que llegó a ser la cuarta del mundo, y dimos al país transportes aéreos. Industrializamos la Nación facilitando la instalación de industrias pesadas. Asimismo, fabricamos gran cantidad de maquinarias y automotores. Así logramos la independencia económica, arrojando por tercera vez al invasor británico”. En otro párrafo del texto que estamos rememorando decía Perón: “Nuestra economía justicialista les resultó desastrosa. Sirva un ejemplo: en textiles y afines importábamos de Inglaterra por un valor de 100 millones de dólares anuales. En 1954, esa cifra se redujo a medio millón anuales. Como último bastión, le quedaba nuestro mercado comprador de petróleo. Inglaterra nos vende combustible por valor de 350 millones de dólares por año. Nuestro gobierno había firmado ad referéndum del Congreso de la Nación, un “contrato de locación de servicios” con la Standard Oil de California. Por éste, la compañía norteamericana se comprometía a explorar parte de nuestro subsuelo y extraer el petróleo que hubiera, el que debía ser entregado en su totalidad a YPF para su comercialización”.
Es posible que los ingleses hayan hecho el cálculo de la pérdida que el cambio de política petrolera significaba para ellos, y que decidieran intervenir, contando como contaban con fuertes aliados en la marina de guerra argentina. Los hechos parecen dar entera razón a estos asertos. El viaje de Milton Eisenhower a la Argentina, registrado en el invierno de 1953, indicó el principio del cambio en cuanto a relaciones internacionales. En menos de dos años el cuadro varió visiblemente. El 26 de mayo de 1955 el profesor Silenzi de Stagni dio su famosa clase contra el proyecto de contrato petrolero, que tanto impresionó a los jefes de las Fuerzas Armadas. El 31 de agosto la comentó el periódico Die Welt, de Hamburgo, sobre la base de una síntesis enviada por su corresponsal.
El grupo Bemberg, símbolo de toda una época de la Argentina librada al apetito de los consorcios internaciones, se convirtió en el enemigo más enconado e intrigante de Perón. Los misteriosos “accionistas franceses” de la Cervecería Quilmes no se quedaron quietos y acrecentaron la propaganda antiargentina en el exterior. Al grupo Bemberg se agregó en 1951 el grupo Gainza Paz, estrechamente ligado a la UP y a la SIP, cuando el movimiento expropió La Prensa y lastimó a la oligarquía en dos de sus mucosas más sensibles: el bolsillo y el orgullo de clase.
Finalmente en la consolidación “moral” del frente antiperonista interno jugaron un papel importante las logias masónicas y otras agrupaciones típicas de la burguesía antinacional.

No hay comentarios: