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jueves, 30 de agosto de 2012

Chile. No sabiendo que era imposible, fue y lo hizo

Autoras/es: Gabriel Brener
(Fecha original del artículo: Octubre 2010)
El rescate de los mineros en Copiapó, desierto de Atacama, no solo será motivo de mercantilización mediática sino fuente de inspiración literaria, del cine , del teatro o alguna ficción televisiva.
33 hombres atrapados, a 622 metros de profundidad y con la única luz de unos focos artificiales.
Todos juntos, día tras día, más de dos meses, casi 70 días aprisionados por la tierra, con la absoluta certeza del encierro, la amenaza intermitente que significa acumular incertidumbre y la esperanza de volver a ver el sol.
A contramano de decenas de páginas que intentaran bucear en la intimidad de este gran hermano minero la operación San Lorenzo nos ofrece una singular oportunidad para pensar, mas allá de lo que ocurrió durante tantos días (patrimonio exclusivo de los 33), en los modos de resistencia humana en contextos tan difíciles como este encierro que recién ayer tuvo fecha de vencimiento.
Bien vale clarificar que los mineros están expuestos a severas condiciones de trabajo, que son causantes, entre otras cosas, de accidentes como este. Condiciones de explotación que los medios masivos ocultan mostrando diversas aristas de un nuevo espectáculo.
Esquivando el show y con la alegría del rescate me parece interesante arriesgar algunas conjeturas. La relevancia que significa sostener lo colectivo en circunstancias como esta. O de cómo el estar, el lazo con los otros puede convertirse en una condición necesaria o un obstáculo para seguir viviendo.
Interesante poder imaginar los modos en que un colectivo de personas, frente a la adversidad de la clausura, ante el abismo que supone no saber si conjugar en tiempo futuro, pueden recuperar el sentido tan fuerte de la vida, de la relación y el reconocimiento con los otros.
Hace varios años vivimos en un mundo que parece rendir culto al individualismo, a la supremacía del sálvese quien pueda ( y cómo pueda) en que la autonomía parece ser una especie de ISO 9000 que certifica calidad, una especie de credencial educativa y pasaporte del ciudadano exitoso. Autonomía que quiere venderse como fortaleza pero se desnuda como autismo. Y de esta forma todo lo que suene a dependencia cotiza muy mal en el mercado, porque depender de otro en este guión es un indudable rasgo de debilidad.
Sin embargo, la batalla que tantos días estos hombres libraron a semejantes pesadillas nos invita a revisar las formas en que solemos asociarnos entre las personas en las instituciones Incluso, y a mi se me ocurre pensarlo en clave educativa, cómo naturalizamos ciertos modos de hacer como “la única manera” posible, o cómo solemos congelar a ciertos “otros. Algunos ejemplos…”con estos pibes no se puede”, “¿y qué querés con la familia que tiene?, , ¡con estos docentes es imposible!!, a “ mi no me prepararon para esto! Y la lista parece interminable…
La resistencia de los mineros puede ser un desafío para pensar (y revisar) cómo nos comunicamos, actuamos, en las instituciones, en el trabajo con otros, en los equipos que integramos, y en especial, los modos de enfrentar situaciones y contextos vulnerables. Quizás esta experiencia sea fructífera para ir en busca de indicios o señales que nos ayuden a deshacernos de las ataduras de lo habitual que suele congelarse como límite y nos ayude a revisar el sentido de lo que hacemos. Probablemente estas revisiones inauguren nuevas preguntas, reafirmen o renueven convicciones, pero probablemente auguren un mejor con-vivir. Quizás, en la mas profunda oscuridad , en que se desdibuja la noción construida sobre el tiempo, el día y la noche, en que disminuye el oxígeno y el alimento que hay que cuidar, se aprenden viejas y nuevas formas, mas autenticas, de salvarse con los otros y no a costa de ellos.
Finalmente, también vale repasar algunos datos de la logística del rescate, en especial aquello relativo a la selección de los mineros en el orden de salida. Luego de probar a la cápsula Fénix en un primer viaje sin tripulante, desciende el rescatista y a partir de allí, mas allá de conjeturas y pedidos, se establece quienes serán los primeros, y como será la lista. Serán vanguardia aquellos que han demostrado en este tiempo mayor capacidad para sortear posibles obstáculos físicos. Al medio irán otros tantos, entre ellos los mas grandes, quienes poseen mas riesgos y a la retaguardia un destacado líder, que no solo ejerce autoridad por dicha condición sino que ha sido quien administró provisiones en este lapso, quien ayudó a los otros a soportar mejor el encierro, quien ofrecía las cualidades para resistir mas y mejor la tensión de la espera, el ultimo pedazo de incertidumbre. Indicio de su liderazgo son las palabras de advertencia al presidente ni bien recuperó la libertad “que esto no vuelva a pasar”.
Es probable que del deporte se aprendan algunas de estas decisiones, en especial en aquellas circunstancias límite en que la táctica parece fundirse con la estrategia. De allí surgen valiosos aprendizajes que al igual que en la mina, sin duda, a la hora de planear o imaginar los modos de afrontar estos desafíos son muy potentes.
La experiencia de los 33 mineros quizás ofrece algunas pistas para ir en busca de lo que puede lograrse cuando se derriba la barrera del “self made man” para recuperar la fortaleza del colectivo, del equipo que se propone objetivos comunes y algún día ( o varios) le ocurre algo parecido a lo que alguna vez anunció Jean Cocteau, ( que me animo a modificar de la 1era del singular a la 3era del plural) : "No sabiendo que era imposible, fueron y lo hicieron"


Publicado en ALAI, América Latina en Movimiento, el 15-10-2010

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