Autoras/es: Gabriel Brener
(Fecha original del artículo: Junio 2011)
El celular, todo un analizador
Hace algunos años, en una inolvidable conferencia [I],
el pedagogo Philippe Merieu esbozó una hipótesis muy valiosa, que
además me interpeló en lo personal, por mi edad y condición de padre. El
pedagogo sostuvo que lo que hoy separa a una persona de 40 años de un
adolescente de 14, es decir, esa distancia generacional, es equivalente a
lo que separaba a 7 generaciones hace un siglo. La cantidad e
intensidad de cambios que se han vivido en los últimos 25 años arrojan
una serie de problemas tan novedosos para los cuales parece no haber
recetas previas. Como evidencia ofreció un interrogante: ¿A qué edad hay
que comprarle un celular a un chico?
El
celular es todo un símbolo de esta época, objeto omnipresente, en todos
lados, públicos y privados. Y en el caso de los adolescentes, estamos
frente a la propia extensión de la mano, más precisamente del pulgar,
una prótesis identitaria aunque también una brújula. Síntesis portátil de la cultura audiovisual que marca un nuevo latido en la sociedad, que conjuga velocidad y comunicación, musicaliza encuentros en cualquier rincón.
Y en la escuela el celular parece ocupar el lugar de la gran interrupción.
De clases, explicaciones y también evaluaciones, asunto que amerita la
elaboración de ciertas reglas que regulen su eso para lograr una mejor
convivencia. Lo que puede ser atractivo es la irrupción del celular como
buena excusa o mejor dicho, como interrupción de la manera habitual que
tenemos de ver las cosas en la escuela. Propongo pensar al celular como un analizador, en el sentido de algo que puede poner al descubierto diversas tensiones o problemas de la relación pedagógica, que suelen ser anteriores a la aparición de este aparato. En la medida que nos permita analizar los porqué y los dónde de los desencuentros
generacionales entre docentes y adolescentes, o si podemos hacer
visibles los sentidos o sinsentidos de lo que ocurre en las aulas.
Comparto una situación:
Hace
unas semanas, en una capacitación que realicé con directivos y docentes
de escuelas secundarias de una provincia patagónica, un directivo
compartió una situación que ocurrió en su escuela. Al iniciar una clase
el docente solicitó a sus alumnos que apagaran el celular. De inmediato
una alumna le dijo que tenía que dejarlo encendido. El profesor
comenzaba a ensayar su respuesta, que se vio interrumpida por esta
alumna que, frente al evidente enojo del docente lanzó con rapidez su
incontrastable explicación: es que tengo un bebé y está enfermo, por eso no puedo apagarlo!
Podríamos
identificar muy diversas situaciones que el celular provoca en la vida
cotidiana de las escuelas. Suele concentrar mucha energía el control de
este aparato, en especial dentro del aula y en hora de clases. Y los
modos de resolverlo son disímiles. Lo más frecuente es la prohibición
aunque bien sabemos que eso a veces aumenta la tentación por navegar la
trampa y la transgresión. Podríamos suponer que las diferentes y
creativas regulaciones están en sintonía con la diversidad de culturas
institucionales, con la forma de organizar la vida en cada escuela y en
sus aulas. El amplio espectro de acciones va desde la sanción como única
respuesta, canastos que ofician de estacionamiento para celulares (por
horas, de media estadía o completa) aunque también el celular como
recurso didáctico, con aplicaciones o programas para optimizar la
enseñanza en el aula. [II]
A veces solemos confundirnos y caemos presas de una especie de celucentrismo, que
concentra en este aparato el centro del problema eludiendo lo que
parece importante discernir. Sabiendo de la complejidad que significa
sostener una clase con adolescentes en esta época es más que necesario
regular el uso del celular acordando pautas que se ajusten a cada
contexto, siempre sujetas a renegociaciones futuras. Pero también hay
una oportunidad, y es la posibilidad de ver al celular como acceso,
a nuevos sujetos sociales en la escuela (la situación relatada daría
cuenta de ello), a otras portaciones culturales, a nuevos recursos para
la enseñanza y el aprendizaje[III], entre muchos otros.
Gramática escolar
El celular, aunque también las computadoras, y ni que hablar las netbooks [IV] alteran de manera importante el paisaje cotidiano de las escuelas.
Es probable que algo de ello haya ocurrido con la calculadora en su
momento, aunque sería más apropiado compararlo con el impacto y
revolución que produjo el libro cuando entró en la escuela. Se trata de
tecnologías que interpelan y perturban los cimientos sobre los que se
construyen las relaciones pedagógicas en las escuelas.
Hay algo que se conoce como gramática escolar [V]y
que permite explicar que es la escuela y porqué funciona de una manera y
no de otra. Quiero decir que esta forma de ser de la escuela tiene que
ver con una particular división del tiempo, de distribución del espacio,
de los alumnos en las aulas, del uso de los objetos, del valor de las
calificaciones escolares, del fraccionamiento del conocimiento en varias
materias, entre otras cosas. Es una manera de organizar la escuela que
se ha ido sedimentando a lo largo de los años, y es percibida como la
única posible. Esta gramática escolar nos ayuda a entender porque existe tanta resistencia a los cambios.
La idea de gramática se toma prestada porque nos recuerda a la forma de
organizar la comunicación verbal. Más precisamente lo que se quiere
decir es que cuando hablamos no estamos atentos a la gramática del
lenguaje, del mismo modo que no somos conscientes de la gramática
escolar cuando actuamos en las escuelas. Es decir, esas reglas no
necesitan ser demasiado conocidas para poder operar eficazmente. Allí
reside su mayor fortaleza, y en especial si necesitamos comprender la
manera en que la escuela tiende a conservar y a reproducir el estado
actual de las cosas. No se trata entonces tanto de un conservadurismo
consciente sino más bien de hábitos y prácticas institucionales que no
se ponen bajo sospecha y una poderosa creencia cultural que la escuela
debe ser así y no de otra manera.
La
gramática escolar pone en evidencia la dificultad de generar cambios en
el territorio de la escuela. Dificultad que no significa imposibilidad,
sino que nos advierte que los cambios deben darse acompañados de una
serie de condiciones del contexto, de las instituciones y de las
personas. Y que además en la escuela, así como en otros procesos
culturales los cambios son más lentos que en otras esferas de la vida
social. Y más aun cuando nuestro medioambiente está atravesado por el
imperativo de la velocidad, el zapping y el consumo del llame ya!
Teniendo
en cuenta lo antedicho es probable anticipar diversas formas de
resistencias que se activan frente a todo tipo de cambio que intenta
poner en cuestión o alterar el estado de cosas de las escuelas.
¿Escolarizar al celular?
En la historia del sistema educativo hemos sido testigos de una tendencia dominante a escolarizar algunas prácticas u objetos que por fuera de la escuela funcionan de otra manera.
Probablemente aquella fuerza conservadora de la gramática escolar junto
a ciertos modos de clasificar y ordenar, propios de la cultura escolar,
constituyan dispositivos de encorsetamiento.
Es
así como la escuela, como otras instituciones modernas, esta cruzada
por una permanente tensión entre el cambio y la conservación. Que las
cosas sean así o que puedan ser de otro modo. Si se escolarizan en clave conservadora, disciplinando todo aquello que ingresa para que se amolde al status quo, o arriesgarse a escolarizar en una versión más emancipadora, asumiendo los riesgos y la incomodidad de aquello que porta lo nuevo cuando entra sin tanto permiso, “jaqueando” ese “aquí siempre se hizo así”.
El
ingreso de las computadoras en la escuela nos ayuda a ejemplificar esta
disputa. En muchos casos, pasan a formar parte de lo que se denomina
laboratorio de informática, pero se parecen mucho menos a un ámbito para
explorar y ensayar un nuevo área de conocimiento, que a esos museos del
se mira y no se toca cuando no del quien tiene la llave para entrar…
También
podríamos pensar en el ingreso del teatro como espacio curricular en la
escuela Su escolarización en clave conservadora se plasma en las
resistencias a reconocer el potencial y riqueza expresivos de este
lenguaje artístico anteponiendo solo el valor utilitario para resolver
mejor un acto patrio. [VI].
Judo pedagógico
En algunas artes marciales, y el judo es el caso que quiero destacar, es clave aprovechar la fuerza física del otro. De esa habilidad técnica depende gran parte de la eficacia del luchador.
En una escena de la película “Entre los Muros” (Francia, 2009) [VII]el
profesor que protagoniza el filme, durante una clase les propone a sus
alumnos que realicen sus autorretratos y como la materia es Lengua y
Literatura les propone una narración individual. Uno
de los alumnos, Souleymane, que siempre se ubica en el fondo del aula,
se resiste a ser parte de las actividades de clase y una vez más desafía
al docente, decide no participar de dicho ejercicio. La
clase siguiente observamos al profesor en la puerta del aula mientras
los alumnos van ingresando. Como cada vez, mientras los saluda, señala
algunas pautas (quitarse los gorros, etc.), y advertimos que es testigo
de ciertos
detalles de un intercambio entre Souleymane y algunos compañeros, en
torno a fotografías que este alumno muestra de su celular. En
un momento de la clase recuperando esa escena se acerca a conversar
con Souleymane, advierte su interés por estas fotos, le propone usarlas.
Conecta el celular a una PC y frente a la sorpresa del alumno le pide
que allí comience su autorretrato, imprime las fotos y las comparte con
el resto de los compañeros, felicitando a Souleymane. Aliento que
descoloca a un alumno habituado a reprimendas. El profesor aprovechó el
celular y esas fotos como
un puente, una posibilidad de encuentro con este alumno, para dar
visibilidad a su autorretrato, para ofrecerle otra forma de aprender, para torcer lo que parece condicionado de antemano, más allá de los resultados que podrá obtener con esta estrategia.
Si logramos aprovechar la fuerza del otro para involucrarnos en su camino (y el otro en el nuestro) quizás
podamos agregarle valor, o habilitar una llave de acceso a otros mundos
que, por si solos nuestros alumnos o alumnas no visitarían.
En
muchas situaciones desconociendo esta clave del judo solemos avanzar
como con un escudo, oponernos tipo frontón, con los riesgos de la mutua
agresión. O peor, estamos allí pero absolutamente ausentes, como quien
solo ve pasar a los otros y al tiempo. Son versiones de la omnipotencia y
de la dimisión, que no hacen más que alimentar (y aumentar) los
monólogos yuxtapuestos y un estado de queja permanente.
A diferencia del judo, en nuestro caso no se trata de neutralizar y ganarle al otro aprovechando su fuerza, sino hacer uso de ella para vencer con el otro aquellas contiendas del no se puede, ampliando los límites de lo posible.
- Gabriel Brener es Lic. Educación (UBA) y Especialista en Gestión y Conducción del Sistema Educativo (FLACSO). Capacitador y asesor de docentes y directivos de escuelas. Ex director de escuela secundaria.Co-autor de “Violencia escolar bajo sospecha” 2009 Ed. Miño y Dávila Bs As.
[I]
Philippe Merieu, pedagogo francés ofreció esta conferencia el martes 27
de junio de 2006 en el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología.
[II]
Cuatro profesores de Francisco Solano, en el conurbano bonaerense,
idearon programas ejecutables en los celulares. El proyecto
"Divisibilidad de números naturales" es un valioso ejemplo que
testimonia una nota del diario La Nación en http://www.lanacion.com.ar/1296930-celulares-nuevos-aliados-en-el-aula .
[III] Hay
numerosas experiencias en el uso del celular como recurso de enseñanzas
y aprendizajes. Un sitio muy interesante para seguir el debate sobre el
uso escolar del celular, en http://celumania.bligoo.com.ar
[IV] Más
allá del desafío pedagógico y cultural que significa el proyecto del
modelo 1 a 1 en las escuelas, al recorrer escuelas en diversos puntos
del país, es muy impactante ver a los chicos y las chicas cada uno con
su PC, en las aulas, o diversos rincones de su escuela o cuando se
juntan en la vereda al mediodía, en las entradas y las salidas.
[V]
Tyack, David y Cuban, Larry “En busca de la utopía. Un siglo de
reformas de las escuelas públicas”. México: Fondo de Cultura Económica
(2001)
[VI]
Durante algunos años (2004-2007) participé de un proyecto de
intensificación en Artes de algunas escuelas primarias públicas de la
CABA. Se trató de un proyecto que incorporaba horas de algunas
disciplinas artísticas a la caja horaria de la escuela, así como
profesionales vinculados a la enseñanza de teatro.
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