Autoras/es: Eduardo Galeano
(Fecha original del artículo: 1987) El arte y la realidad/1
Fernando Birri iba a filmar el cuento del ángel, de García Márquez, y me llevó a ver los escenarios. En la costa cubana, Fernando había fundado un pueblito de cartón y lo había llenado de gallinas, de cangrejos gigantes y de actores. Él iba a hacer el papel principal, el papel del ángel desplumado que cae a tierra y queda encerrado en un gallinero.
Marcial, un pescador de por allí, había sido solemnemente designado Alcalde Mayor de aquel pueblo de película. Después de la formal bienvenida, Marcial nos acompañó.
Fernando quería mostrarme una obra maestra del envejecimiento artificial: una jaula destartalada, leprosa, mordida por el óxido y la mugre antigua, Esa iba a ser la prisión del ángel, después de su fuga del gallinero.
Pero en lugar de aquel escracho sabiamente arruinado por los especialistas, encontramos una jaula limpia y bien plantada, con sus barrotes perfectamente alineados y recién pintados de color oro. Marcial se hinchó de orgullo al mostrarnos esta preciosidad. Fernando, mitad atónito, mitad furioso, casi se lo come crudo:
Pero en lugar de aquel escracho sabiamente arruinado por los especialistas, encontramos una jaula limpia y bien plantada, con sus barrotes perfectamente alineados y recién pintados de color oro. Marcial se hinchó de orgullo al mostrarnos esta preciosidad. Fernando, mitad atónito, mitad furioso, casi se lo come crudo:
- Qué es esto, Marcial?, Qué es esto?
Marcial tragó saliva, se puso colorado, agachó la cabeza y se rascó la barriga. Entonces confesó:
- Yo no podía permitirlo. Yo no podía permitir que metieran en aquella jaula cochina a un hombre bueno como usted.
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