Autoras/es: Argentina Socialista, con breve introducción de Stella Maris Torre
Decíamos en nuestra efemérides del día de hoy, 25 de junio, que en 1912 se produce la primera huelga agraria en el país -ocurrida en la provincia de Santa Fe-, conocida como "Grito de Alcorta". Les presentamos en relación con este acontecimiento histórico tres perspectivas, más bien retrospectivas. Continuamos con la segunda.
(Fecha original del artículo: Junio 2012)
El Grito de Alcorta y el relato de los hechos
Foto: Ariel Palacios(*)/Mural en las calles de Alcorta |
Un repaso por la historia de la huelga que conmovió al país en 1912, por sus repercusiones y sus usos posteriores, pero también por los posibles modos de entenderla y de contarla.
Durante años, y para quienes suscriben, el asunto Grito de Alcorta no pasó de ser un hecho lejano, aburrido, especial para el bostezo. Suponemos que quienes transitamos la infancia y la adolescencia entre los 80 y una partecita de los 90 debemos compartir esa vivencia, extensiva seguramente a otras generaciones que crecieron escuchando un relato sin mayor trascendencia para el grueso de la población, salvo para un puñado de interesados o para quienes integraban la Federación Agraria Argentina, institución nacida de la huelga de 1912.
Se hablaba, apenas, de una protesta de chacareros, se recitaban de memoria algunos nombres, se mencionaba al 25 de junio como fecha clave, se dejaba flotando la idea de que aquellos tipos habían logrado cambiar algo que no entendíamos bien qué, y poco más. Pero no sabíamos si las cosas habían ocurrido de tal o cual manera, si los "gritones" habían levantado la voz contra un fantasma o enfrente tenían un adversario de carne y hueso, o si todos ellos pensaban lo mismo. Encima, tampoco establecíamos demasiada conexión entre esa historia y la de la pampa, ni entre esa historia y la del país. Y lo que es peor, no le encontrábamos la mínima vinculación con el tiempo que atravesábamos ni con el suelo que estábamos pisando. Tal vez como marca de época, la apatía y cierto espíritu snob ganaban la partida.
Recién hacia finales de la década menemista, cuando la ilusión del consumo y de pertenencia al primer mundo empezó a hacer agua, estos cronistas sintieron la necesidad de revisar el tema. Cien mil productores rurales ya habían sido barridos del mapa, y si nos animábamos, allá, en el fondo del siglo, podríamos encontrar algunas respuestas. Para nuestro regodeo periodístico, las que también se multiplicaron fueron las preguntas.
-¿Cómo es que en el Grito de Alcorta participaron anarquistas y socialistas?
-Bueno, eran las corrientes políticas ligadas a la inmigración, esa que vino como mano de obra barata a las colonias, fogoneada por un Estado que respondía a los intereses de los dueños de las tierras: a los estancieros, digamos. A estos últimos el tiro les salió por la culata, porque esos gringos no eran todo lo pasivo que esperaban. Entre ellos había agitadores, militantes, de lo contrario lo de Alcorta no hubiera sido posible. Los locos tenían en claro lo que era organizarse, y como las condiciones de trabajo y explotación del suelo eran paupérrimas, siempre con contratos de alquiler a la medida de los estancieros y sus representantes en la región, se terminó armando la batahola. Bastó con que perdieran una cosecha el año anterior, en 1911, para que al año siguiente las deudas terminaran por meterlos en un brete. De ahí a la protesta, había un paso.
-¿Y no se supone que a esta zona la llamaban el "granero del mundo"?
-Ese es un enfoque funcional a los dueños de las tierras, que eran los que se beneficiaban con la jugada de exportar lo que generaba el campo hacia las grandes potencias, principalmente europeas. El resto, como vemos, estaba en la lona. Además, para edificar ese "granero", habían aniquilado a indios y gauchos, a partir de la acción militar. Una ternura el granero.
-Lo de la represión es para profundizar. ¿Qué pasó con esto en el sur de Santa Fe entre junio y septiembre de 1912, mientras duró la huelga?
-No vamos a decir que la mano venía liviana, de hecho los huelguistas se cuidaron en los días previos al Grito de no hacer mucho barullo para no exponerse al orden policial que, tradicionalmente, respondía a los intereses de los más poderosos. Así y todo, en Santa Fe gobernaba Manuel Menchaca, de la Unión Cívica Radical. Lo hacía al amparo de la Ley Sáenz Peña, también de 1912, ley que les permitió a los sectores populares votar con una cierta libertad. Santa Fe fue la primera experiencia a nivel país, y ganó la UCR con Menchaca a la cabeza, cuyo proyecto no hacía hincapié en la represión abierta como método para solucionar los conflictos sociales. Por eso en Santa Fe hubo un poco más de aire para la protesta que en otras provincias. Menchaca tampoco se la jugó mucho en la mediación entre chacareros y propietarios, pero por el momento no tuvimos garrotazos de modo sistemático. Después, es otra historia. Y además, en ese después, tanto policía como ejército no dejarán de estar fuertemente ligados a la lógica de los sectores económicamente dominantes.
Así de básico era nuestro primer esquemita explicativo, pero nos sirvió para ir por más. Revistas y libros fueron allanando el camino, a los que se sumaron unos cuantos testimonios que, a la larga, terminaron volviéndose piezas claves del rompecabezas que sigue, y seguirá, sin armarse del todo.
Salardi Menna nos dice en la entrevista que a su padre, Francisco Menna, lo mataron en Firmat en 1917. Según los apuntes, Franciso Bulzani se fue de la Federación Agraria poco después de producirse el Grito, lo mismo que el primer presidente de la entidad, Antonio Noguera. Varios de los que participaron de la protesta en Alcorta más tarde terminaron en cana o se tuvieron que ir del pueblo. ¿No era que todos gritaron huelga en la Sociedad Italiana y la cosa estuvo bárbara?
-Que hayan gritado huelga no indica que la cosa haya estado bárbara. Vayamos por parte, como dijo Jack. ¿Qué saldo sacamos como positivo, para los gringos, del reclamo iniciado el 25 de junio de 1912?
-En resumen, lograron que los terratenientes aflojaran un poco con las exigencias del alquiler o arriendo de los campos, con pagos menos asfixiantes y la posibilidad de estar asentados en los lotes por más tiempo. Ah, y se constituyó la Federación Agraria, que les permitió a los chacareros agruparse y no ir a futuras discusiones por separado, cosa que los hubiera debilitado.
-¿Y todos se quedaron conformes con lo obtenido?
-No, por eso las polémicas posteriores entre muchos de los que motorizaron la huelga.
-¿Y eso de que habrá dependido?
-De la ideología. Por ejemplo, un anarquista no se iba a conformar seguro con un contrato menos abusivo: iba a ir por más, por una revolución, por el reparto de tierras. Y así con cada vertiente política. Las luchas que siguieron no sólo se limitaron al enfrentamiento con terratenientes, comercializadores de cereal o fuerzas del orden: también fueron luchas internas, pujas entre los componentes del movimiento agrario.
Definitivamente, la estampa liviana de huelguistas victoriosos quedaba de lado, lo mismo que el aburrimiento. La historia se volvía cada vez más atrapante: ya no se trataba de seres de otro mundo, sino de seres atravesados por la contradicción, el oportunismo, la convicción, la violencia.
Con la crisis y el estallido social de diciembre de 2001, notamos que lo que veníamos señalando desde hacía tres o cuatro años tenía puntos de contacto, no más que eso, y no menos que eso, con los discursos que se pronunciaban a la hora de la quema de gomas frente a los bancos de la localidad: el Grito de Alcorta aparecía como referencia de esa parte de la comunidad que estaba en plena ebullición, llámese sector medio. Es decir, el Grito era recuperado desde un acá y un ahora, y volvía un poco más interesante todo. Incluso el pasado.
-¿Qué hubieran hecho los protagonistas del Grito en un momento como este?
-Si es por jugar, podemos jugar a que se suman a los reclamos, pero lo que no podemos perder de vista es que la situación actual se enlaza en buena medida a los logros y a las derrotas del proyecto expresado por esos gringos del '12.
-Bien, entonces ¿qué y cómo ganaron, y qué y cómo perdieron?
-Exceptuando al ala anarquista, el movimiento iniciado en Alcorta respondió al interés del chacarero de mejorar su condición de vida, de ir capitalizándose, de pasar a ser propietario de campo y dejar de depender del humor del terrateniente. En ese sentido, el Grito de Alcorta consolidó una voz: la voz de un actor social que modificó la dinámica de producción y tenencia de la tierra en la región pampeana. Las colonias en manos de un solo titular, el terrateniente, dieron lugar a un sistema de parcelas a nombre de las familias que las trabajaban. Visto en proceso, se estima que entre 1912 y 1970 unos cien mil pequeños productores llegaron a ser propietarios de campo.
-¿Y después que pasó?
-La historia inversa. Esto también está vinculado a movimientos externos, pero el poder económicamente concentrado recuperó terreno de la mano de las dictaduras, y hasta de gobiernos constitucionales. Cientos perdieron las propiedades, y aunque otros las conservan, la postal de las zonas rurales habitadas por familias chacareras es un recuerdo. Al mismo tiempo, se barrió con la industria nacional y se disciplinó al movimiento obrero, primero con el terror de la desaparición y después con el terror de la desocupación. Y por si fuera poco, se "achicó" el Estado. Un lujo de país: fiesta de consumo, fiesta de la finanza, fiesta de los grandes grupos económicos, y por lo bajo el asunto se iba pudriendo. ¿Y ahora?
Ahora era el año 2002, y en Alcorta se conmemoraba el 90 aniversario del Grito. Es justo mencionar que la fecha y el contexto movieron unas cuantas piezas. La huelga de 1912, como tema, pasó a ocupar un lugar diferente en la agenda oficial, y nuevos relatos e investigaciones hicieron su aporte. Lógicamente no todos veíamos aquellos sucesos del mismo modo, lo que no quita que el carro de la historia local y regional comenzara a ser revisitado acorde a los vientos del momento.
El primer decenio del siglo XXI fue rico en producciones sobre la temática rural, hasta que el conflicto de 2008 nos puso cara a cara con otras lecturas del pasado. A nuestro entender, las diferencias con lo ocurrido nueve décadas atrás eran notorias. Las consecuencias del modelo de sojización presentaban, y presentan, características que no podían analizarse mecánicamente, ni tampoco como una simple lucha entre "gobierno vs. campo", por más romántico que sonara.
-¿Qué decimos?
-Que el reclamo tiene su parte de justicia, pero que en líneas generales no se está cuestionando el modelo económico con eje en la sojización. Y que salvo alguna voz puntual no se menciona a las grandes ganadoras de ese modelo: las cerealeras y exportadoras. Si la pelea se limita a unos puntos más o menos de retención, no hay cuestionamientos de fondo.
En fin, acá estamos. A cien años de un hecho que seguirá generando debates y relecturas. En buena hora. La historia nos convoca desde un presente que calla, que susurra, o que grita.
(*) Ariel Palacios: Escritor y periodista nacido en Alcorta en 1973. Es licenciado en Comunicación Social (UNR, 2002) y actualmente colabora con el Instituto Gino Germani (Facultad de Ciencias Sociales, UBA) en una investigación sobre el impacto de las políticas de los años 90 en los pueblos rurales de la pampa húmeda. Desde el año 1997 dirige la Revista Postales (Alcorta), y es redactor del periódico Prensa Regional. En televisión, obtuvo los premios ATVC 2001 y ASTC 2003 por "Audiencia debida. Crónicas del sur" (Cablevisión Alcorta / Sacks Paz Televisora); y el Premio Juana Manso 2011 por "Estación Sur", en las mismas emisoras. En 2003 publicó "Historias a campo traviesa. Sangre, soledades y fuegos en la Argentina rural" (Tropiya / UNR Editora) y en 2009 "Combatiendo al capital. Rucci, sindicatos y Triple A en el sur santafesino" (Editorial Municipal de Rosario), en co-autoría con Jorge Cadús.
Durante años, y para quienes suscriben, el asunto Grito de Alcorta no pasó de ser un hecho lejano, aburrido, especial para el bostezo. Suponemos que quienes transitamos la infancia y la adolescencia entre los 80 y una partecita de los 90 debemos compartir esa vivencia, extensiva seguramente a otras generaciones que crecieron escuchando un relato sin mayor trascendencia para el grueso de la población, salvo para un puñado de interesados o para quienes integraban la Federación Agraria Argentina, institución nacida de la huelga de 1912.
Se hablaba, apenas, de una protesta de chacareros, se recitaban de memoria algunos nombres, se mencionaba al 25 de junio como fecha clave, se dejaba flotando la idea de que aquellos tipos habían logrado cambiar algo que no entendíamos bien qué, y poco más. Pero no sabíamos si las cosas habían ocurrido de tal o cual manera, si los "gritones" habían levantado la voz contra un fantasma o enfrente tenían un adversario de carne y hueso, o si todos ellos pensaban lo mismo. Encima, tampoco establecíamos demasiada conexión entre esa historia y la de la pampa, ni entre esa historia y la del país. Y lo que es peor, no le encontrábamos la mínima vinculación con el tiempo que atravesábamos ni con el suelo que estábamos pisando. Tal vez como marca de época, la apatía y cierto espíritu snob ganaban la partida.
Recién hacia finales de la década menemista, cuando la ilusión del consumo y de pertenencia al primer mundo empezó a hacer agua, estos cronistas sintieron la necesidad de revisar el tema. Cien mil productores rurales ya habían sido barridos del mapa, y si nos animábamos, allá, en el fondo del siglo, podríamos encontrar algunas respuestas. Para nuestro regodeo periodístico, las que también se multiplicaron fueron las preguntas.
-¿Cómo es que en el Grito de Alcorta participaron anarquistas y socialistas?
-Bueno, eran las corrientes políticas ligadas a la inmigración, esa que vino como mano de obra barata a las colonias, fogoneada por un Estado que respondía a los intereses de los dueños de las tierras: a los estancieros, digamos. A estos últimos el tiro les salió por la culata, porque esos gringos no eran todo lo pasivo que esperaban. Entre ellos había agitadores, militantes, de lo contrario lo de Alcorta no hubiera sido posible. Los locos tenían en claro lo que era organizarse, y como las condiciones de trabajo y explotación del suelo eran paupérrimas, siempre con contratos de alquiler a la medida de los estancieros y sus representantes en la región, se terminó armando la batahola. Bastó con que perdieran una cosecha el año anterior, en 1911, para que al año siguiente las deudas terminaran por meterlos en un brete. De ahí a la protesta, había un paso.
-¿Y no se supone que a esta zona la llamaban el "granero del mundo"?
-Ese es un enfoque funcional a los dueños de las tierras, que eran los que se beneficiaban con la jugada de exportar lo que generaba el campo hacia las grandes potencias, principalmente europeas. El resto, como vemos, estaba en la lona. Además, para edificar ese "granero", habían aniquilado a indios y gauchos, a partir de la acción militar. Una ternura el granero.
-Lo de la represión es para profundizar. ¿Qué pasó con esto en el sur de Santa Fe entre junio y septiembre de 1912, mientras duró la huelga?
-No vamos a decir que la mano venía liviana, de hecho los huelguistas se cuidaron en los días previos al Grito de no hacer mucho barullo para no exponerse al orden policial que, tradicionalmente, respondía a los intereses de los más poderosos. Así y todo, en Santa Fe gobernaba Manuel Menchaca, de la Unión Cívica Radical. Lo hacía al amparo de la Ley Sáenz Peña, también de 1912, ley que les permitió a los sectores populares votar con una cierta libertad. Santa Fe fue la primera experiencia a nivel país, y ganó la UCR con Menchaca a la cabeza, cuyo proyecto no hacía hincapié en la represión abierta como método para solucionar los conflictos sociales. Por eso en Santa Fe hubo un poco más de aire para la protesta que en otras provincias. Menchaca tampoco se la jugó mucho en la mediación entre chacareros y propietarios, pero por el momento no tuvimos garrotazos de modo sistemático. Después, es otra historia. Y además, en ese después, tanto policía como ejército no dejarán de estar fuertemente ligados a la lógica de los sectores económicamente dominantes.
Así de básico era nuestro primer esquemita explicativo, pero nos sirvió para ir por más. Revistas y libros fueron allanando el camino, a los que se sumaron unos cuantos testimonios que, a la larga, terminaron volviéndose piezas claves del rompecabezas que sigue, y seguirá, sin armarse del todo.
Salardi Menna nos dice en la entrevista que a su padre, Francisco Menna, lo mataron en Firmat en 1917. Según los apuntes, Franciso Bulzani se fue de la Federación Agraria poco después de producirse el Grito, lo mismo que el primer presidente de la entidad, Antonio Noguera. Varios de los que participaron de la protesta en Alcorta más tarde terminaron en cana o se tuvieron que ir del pueblo. ¿No era que todos gritaron huelga en la Sociedad Italiana y la cosa estuvo bárbara?
-Que hayan gritado huelga no indica que la cosa haya estado bárbara. Vayamos por parte, como dijo Jack. ¿Qué saldo sacamos como positivo, para los gringos, del reclamo iniciado el 25 de junio de 1912?
-En resumen, lograron que los terratenientes aflojaran un poco con las exigencias del alquiler o arriendo de los campos, con pagos menos asfixiantes y la posibilidad de estar asentados en los lotes por más tiempo. Ah, y se constituyó la Federación Agraria, que les permitió a los chacareros agruparse y no ir a futuras discusiones por separado, cosa que los hubiera debilitado.
-¿Y todos se quedaron conformes con lo obtenido?
-No, por eso las polémicas posteriores entre muchos de los que motorizaron la huelga.
-¿Y eso de que habrá dependido?
-De la ideología. Por ejemplo, un anarquista no se iba a conformar seguro con un contrato menos abusivo: iba a ir por más, por una revolución, por el reparto de tierras. Y así con cada vertiente política. Las luchas que siguieron no sólo se limitaron al enfrentamiento con terratenientes, comercializadores de cereal o fuerzas del orden: también fueron luchas internas, pujas entre los componentes del movimiento agrario.
Definitivamente, la estampa liviana de huelguistas victoriosos quedaba de lado, lo mismo que el aburrimiento. La historia se volvía cada vez más atrapante: ya no se trataba de seres de otro mundo, sino de seres atravesados por la contradicción, el oportunismo, la convicción, la violencia.
Con la crisis y el estallido social de diciembre de 2001, notamos que lo que veníamos señalando desde hacía tres o cuatro años tenía puntos de contacto, no más que eso, y no menos que eso, con los discursos que se pronunciaban a la hora de la quema de gomas frente a los bancos de la localidad: el Grito de Alcorta aparecía como referencia de esa parte de la comunidad que estaba en plena ebullición, llámese sector medio. Es decir, el Grito era recuperado desde un acá y un ahora, y volvía un poco más interesante todo. Incluso el pasado.
-¿Qué hubieran hecho los protagonistas del Grito en un momento como este?
-Si es por jugar, podemos jugar a que se suman a los reclamos, pero lo que no podemos perder de vista es que la situación actual se enlaza en buena medida a los logros y a las derrotas del proyecto expresado por esos gringos del '12.
-Bien, entonces ¿qué y cómo ganaron, y qué y cómo perdieron?
-Exceptuando al ala anarquista, el movimiento iniciado en Alcorta respondió al interés del chacarero de mejorar su condición de vida, de ir capitalizándose, de pasar a ser propietario de campo y dejar de depender del humor del terrateniente. En ese sentido, el Grito de Alcorta consolidó una voz: la voz de un actor social que modificó la dinámica de producción y tenencia de la tierra en la región pampeana. Las colonias en manos de un solo titular, el terrateniente, dieron lugar a un sistema de parcelas a nombre de las familias que las trabajaban. Visto en proceso, se estima que entre 1912 y 1970 unos cien mil pequeños productores llegaron a ser propietarios de campo.
-¿Y después que pasó?
-La historia inversa. Esto también está vinculado a movimientos externos, pero el poder económicamente concentrado recuperó terreno de la mano de las dictaduras, y hasta de gobiernos constitucionales. Cientos perdieron las propiedades, y aunque otros las conservan, la postal de las zonas rurales habitadas por familias chacareras es un recuerdo. Al mismo tiempo, se barrió con la industria nacional y se disciplinó al movimiento obrero, primero con el terror de la desaparición y después con el terror de la desocupación. Y por si fuera poco, se "achicó" el Estado. Un lujo de país: fiesta de consumo, fiesta de la finanza, fiesta de los grandes grupos económicos, y por lo bajo el asunto se iba pudriendo. ¿Y ahora?
Ahora era el año 2002, y en Alcorta se conmemoraba el 90 aniversario del Grito. Es justo mencionar que la fecha y el contexto movieron unas cuantas piezas. La huelga de 1912, como tema, pasó a ocupar un lugar diferente en la agenda oficial, y nuevos relatos e investigaciones hicieron su aporte. Lógicamente no todos veíamos aquellos sucesos del mismo modo, lo que no quita que el carro de la historia local y regional comenzara a ser revisitado acorde a los vientos del momento.
El primer decenio del siglo XXI fue rico en producciones sobre la temática rural, hasta que el conflicto de 2008 nos puso cara a cara con otras lecturas del pasado. A nuestro entender, las diferencias con lo ocurrido nueve décadas atrás eran notorias. Las consecuencias del modelo de sojización presentaban, y presentan, características que no podían analizarse mecánicamente, ni tampoco como una simple lucha entre "gobierno vs. campo", por más romántico que sonara.
-¿Qué decimos?
-Que el reclamo tiene su parte de justicia, pero que en líneas generales no se está cuestionando el modelo económico con eje en la sojización. Y que salvo alguna voz puntual no se menciona a las grandes ganadoras de ese modelo: las cerealeras y exportadoras. Si la pelea se limita a unos puntos más o menos de retención, no hay cuestionamientos de fondo.
En fin, acá estamos. A cien años de un hecho que seguirá generando debates y relecturas. En buena hora. La historia nos convoca desde un presente que calla, que susurra, o que grita.
(*) Ariel Palacios: Escritor y periodista nacido en Alcorta en 1973. Es licenciado en Comunicación Social (UNR, 2002) y actualmente colabora con el Instituto Gino Germani (Facultad de Ciencias Sociales, UBA) en una investigación sobre el impacto de las políticas de los años 90 en los pueblos rurales de la pampa húmeda. Desde el año 1997 dirige la Revista Postales (Alcorta), y es redactor del periódico Prensa Regional. En televisión, obtuvo los premios ATVC 2001 y ASTC 2003 por "Audiencia debida. Crónicas del sur" (Cablevisión Alcorta / Sacks Paz Televisora); y el Premio Juana Manso 2011 por "Estación Sur", en las mismas emisoras. En 2003 publicó "Historias a campo traviesa. Sangre, soledades y fuegos en la Argentina rural" (Tropiya / UNR Editora) y en 2009 "Combatiendo al capital. Rucci, sindicatos y Triple A en el sur santafesino" (Editorial Municipal de Rosario), en co-autoría con Jorge Cadús.
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