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miércoles, 29 de junio de 2011

Derecho y coerción moral en el mundo de los ingenios. Primera Parte

Autoras/es: Lygia Sigaud • (Traducción de: María Victoria Pita y María José Sarrabayrouse Oliveira)
(Fecha original del artículo: 1996)
Presentarse en la Justicia a reclamar la violación de derechos laborales es una práctica frecuente en la Zona de la Mata de Pernambuco. Los trabajadores de las grandes plantaciones cañeras son incentivados a hacerlo por los dirigentes sindicales, los cuales se empeñan en la divulgación de las obligaciones patronales y ponen a disposición de los afiliados, abogados y otros medios necesarios para acceder a la Justicia Laboral.

Diversas Juntas de Conciliación y Juzgamiento1 están instaladas en aquella región del Estado para recibir la gran cantidad de acciones judiciales, y la elevada demanda de los trabajadores de una regulación jurídica de los conflictos laborales viene contribuyendo de forma decisiva para que las relaciones sociales en el interior de las grandes plantaciones estén allí más ajustadas a las normas legales que en cualquier otra área rural del país.

Parecen estar aquí reunidos todos los ingredientes para confirmar la creencia, compartida por juristas y cientistas sociales, de que el cumplimiento de las normas jurídicas depende de la familiaridad de los individuos con sus derechos y de las facilidades de acceso a la Justicia. No habría así nada que agregar, salvo ofrecer la descripción de esa situación aparentemente tan ajustada a tal creencia –y precisamente de eso se trata - si no fuese por un problema: el hecho que de hay quienes no reclaman por sus derechos laborales.
En Flor de Maria, municipio situado en el sudeste del estado, con una población de 33 mil habitantes, los emprendimientos sindicales en la regulación jurídica de los conflictos son importantes –probablemente se sitúan entre los más importantes de toda la zona- y el número de los procesos es elevado2. En el año 1993, en medio de una crisis de la industria cañera, de despidos en masa y suspensión del pago de salarios, 900 trabajadores recurrieron a la Justicia laboral: representaban el 15% del conjunto de 6000 hombres y mujeres que trabajan en las plantaciones explotadas por industriales del azúcar, grandes propietarios y arrendatarios en ese municipio3. Entre los que presentaron demandas figuraban trabajadores de Primavera, ingenio4 perteneciente a la Usina San Antonio, en la cual residen y trabajan en calidad de permanentes 100 trabajadores, todos sindicalizados, 90% de los cuales han presentado demandas en la Justicia. En Aurora, ingenio localizado a sólo 20 kilómetros del anterior, los 80 trabajadores –también permanentes, residentes y sindicalizados- se quejaban de la violación de sus derechos pero no tenían la costumbre de reclamar por ello al arrendatario5, ni de acusarlo en la Justicia.

La coexistencia de distintos comportamientos frente a la violación de las normas jurídicas en el interior de una misma configuración social es reveladora de la fragilidad de la creencia en el derecho como principio de explicación para los comportamientos y sugiere que tales principios deben ser buscados –como ya señalaba Max Weber en sus polémicas con los juristas6- más allá del derecho, sus normas y sus instituciones. Ahora bien, una de las dificultades para comprender tales comportamientos parece residir en que se han formulado las preguntas equivocadas. En vez de interrogarse respecto de las conductas referidas al derecho teniendo en cuenta el marco más amplio de las conductas de los individuos y de las relaciones sociales en las que están insertos, los cientistas sociales, como si estuvieran contaminados por el sesgo de los juristas, tienden a aislar las conductas y a examinarlas preocupándose sólo con sus implicaciones en términos de cumplimiento o no cumplimiento de las normas jurídicas. Esto es lo que se observa, por ejemplo, en buena parte de los estudios sobre temas en boga relacionados al derecho, como son los que toman por objeto la “violencia” o la “ciudadanía”. Al proceder así no consiguen rescatar de forma positiva los comportamientos que están examinando y ni siquiera consiguen comprenderlos, sino sólo constatar que no se corresponden con lo que sería “deseable”. Si lograsen asumir una postura de mayor distanciamiento con respecto a los “problemas sociales” que presenta la relación de los individuos con el cumplimiento de las normas jurídicas –que no son sino nada más que cuestiones prácticas para los interesados en el orden jurídico- podrían percibir que tales normas no poseen un mana7 que justifiquen por sí mismos el interés en que ser respetadas, y sobretodo, podrían identificar otras normas con las cuales los individuos de carne y hueso están vinculados en sus relaciones con otros individuos8. En Flor de Maria reclamar derechos laborales está siempre asociado a consideraciones de orden moral y se liga con las pretensiones de prestigio de los individuos que ocupan diferentes posiciones en el espacio social. Así, los que van a la Justicia, como los de Primavera, se enorgullecen de su coraje para enfrentar a los patrones y descalifican a los que no lo hacen como si a ellos les faltase fuerza moral; los dirigentes sindicales de ese municipio se consideran mejores sindicalistas que otros que no consiguen movilizar tantos afiliados para ir a la Justicia; del mismo modo, el administrador de Primavera censura la ingratitud de los que van a la Justicia y se vanagloria de nunca haber iniciado acciones9 a los patrones; el arrendatario de Aurora se vale de la ausencia de procesos para exhibir el aprecio que le tienen los hombres y las mujeres de su ingenio y para compararse con los patrones, supuestamente menos estimados ya que son frecuentemente acusados en la Justicia; y los trabajadores que nunca habían reclamado en la Juntas señalan, refiriéndose a la primera vez que lo hicieron, que sintieron vergüenza.

La connotación moral de que está investido el reclamo por los derechos laborales en Flor de Maria sugiere que hay otras normas y otros intereses en juego en los comportamientos relativos al cumplimiento o no cumplimiento de las normas jurídicas. Tornar inteligibles tales comportamientos exige, sin embargo, que se los examine a partir de las relaciones sociales que vinculan trabajadores, patrones, miembros de la jerarquía administrativa de los ingenios y dirigentes sindicales; que se los analice tomando en cuenta la historia en la cual se trazaron las relaciones; que se (re)consideren las condiciones sociales que favorecen las vinculaciones entre los hechos relevantes del derecho, de la moral y de los sentimientos. Para proceder al análisis voy a centrar la atención en los comportamientos observados en Primavera y Aurora, que permiten que se los examine a partir de situaciones sociales precisas. Como señalaba Marcel Mauss (1991:392) al examinar la morfología de los esquimales -contraponiéndose a los geógrafos y sus teorías acerca de las determinaciones del medio sobre los comportamientos sociales-, un caso bien estudiado tiene la virtud de iluminar casos semejantes. El caso de Flor de María, visto a partir de dos ingenios cuyos trabajadores de comportan en forma tan contrastante, puede proveer elementos para la crítica de los análisis centrados en lo jurídico: a través de él es posible poner en relación hechos sociales hasta entonces no considerados por los estudiosos de los problemas que hacen al orden jurídico. Este es el objetivo del texto que sigue, que estará referido a los inicios de los años ’90, período de crisis en la agroindustria azucarera y de los procesos a ella asociados.


Reclamo de derechos y dependencias recíprocas
En el comienzo de los años ’90, simultáneamente a importantes cambios en la política del gobierno brasileño en relación a la industria azucarera, sobretodo la suspensión de subsidios, la suba de las tasas de interés y la privatización de las exportaciones, los patrones de Flor de Maria emprendieron una reestructuración de sus empresas. Las Usinas de San Antonio, San Carlos, Corrientes y Monge, que explotan 31 ingenios en Flor de Maria, comenzaron despidos en masa. San Antonio, que tiene 9 ingenios en el municipio y emplea 1250 trabajadores (800 con contrato permanente y 450 sólo en la zafra), escogió como sus blancos a aquellos que reclamaban constantemente en la Justicia, a los tenidos como menos productivos y a los recientemente contratados. En Primavera, el mayor ingenio de la Usina10, y localizado a su lado, fueron despedidos 8 trabajadores en 1991.

Para contraponerse a la ofensiva patronal, los dirigentes sindicales estimularon a los despedidos a reclamar judicialmente sus años de trabajo en negro -el tiempo clandestinoy aconsejaron a los que aún no habían sido despedidos a proceder del mismo modo. La estrategia, elaborada con la ayuda de los abogados, era obtener el reconocimiento de la antigüedad –superior a la del último contrato de trabajo- y consecuentemente forzar a la Usina a recular frente a la elevación del valor de las indemnizaciones a pagar. En Primavera 22 trabajadores iniciaron acciones en la Justicia.

San Antonio suspendió los despidos y se volvió más dura con aquellos que frecuentemente reclamaban en la Justicia. La usina se negó a emplear a sus hijos; no renovó el contrato de los miembros de sus familias a quienes habitualmente empleaba para el período del corte de la caña (en la molienda); y divulgó en toda la región una “lista negra” con los nombres de los que habían ido a la justicia para así denunciarlos frente a los otros empleadores11. Tales medidas, que tenían el objetivo de desalentar a los trabajadores a continuar presentando sus demandas en la Justicia, fueron tomadas por los propietarios y ejecutadas por los empleados, término que los trabajadores utilizan para designar a los que ocupan las posiciones de mando en la jerarquía administrativa de los ingenios.

Muchos trabajadores de Primavera fueron alcanzados por las medidas de la usina, entre ellos el antiguo delegado sindical J., un hombre de 51 años, cuyos dos hijos fueron dispensados del corte de caña después de la acción de los trabajadores en su movida por el tiempo clandestino. Como otros trabajadores, J. mandó a sus hijos a trabajar con otros patrones –bajo la forma de tiempo clandestino- en el campo y en la ciudad. La consigna de los dirigentes sindicales para responder a las represalias de la usina fue intensificar la presión en la justicia: en 1993, 57 trabajadores de Primavera presentaron demandas laborales, 20 de ellos más de una vez. Ellos estuvieron al frente del 9.8% de las causas abiertas ese año a través del Sindicato de Trabajadores Rurales de Flor de Maria y del 28% de aquellas presentadas contra San Antonio en la Junta de Conciliación y Juzgamiento con jurisdicción sobre aquella zona, situada en Herval, el municipio vecino12.


La dominación impersonal
Los comportamientos de los trabajadores de Primavera a raíz de la crisis de los años 90 son reveladores de una disposición a reclamar por los derechos laborales que parece remontarse a los años ’70: los 80 hombres y 20 mujeres que allí trabajaban llevaron adelante, a partir de 1977, 400 demandas contra San Antonio (según los registros de la usina). Tales comportamientos denotan igualmente su disposición para seguir a los dirigentes sindicales cuando ellos los movilizan para comprometerse en sus batallas jurídicas contra los patrones. Desde 1987 (fecha a partir de la cual se dispone de informaciones más precisas gracias a los registros llevados por el Sindicato), los trabajadores de Primavera fueron a la Justicia Laboral para reclamar por la violación de derechos laborales, lo cual estaban siendo objeto de campañas sostenidas por el Sindicato: en 1987, el 91% de las 169 causas que tuvieron lugar en las JCJ se referían al pago de días de huelga; en 1989, de un total de 70 causas, el 63% eran por pago vacaciones y el 19% por el pago de salario familiar; en 1990, el 41% de las 49 causas reclamaban el pago de horas extras y el 28% la concesión de áreas para agricultura de subsistencia.

Todo un otro conjunto de prácticas da cuenta, desde fines de los años ’70, de la disposición de los trabajadores de Primavera a seguir a los dirigentes más allá de los reclamos laborales puntuales. En 1980, con motivo de una campaña para crear delegaciones sindicales en cada ingenio, fueron ellos los que eligieron uno de los primeros delegados del municipio. Cuando las grandes manifestaciones para obtener aumentos salariales y el establecimiento de convenios colectivos de trabajo en los años ’80, los de Primavera participaron de todas las huelgas que tuvieron lugar en Flor de Maria y en los demás municipios de la zona cañera. Ellos colaboraron activamente con la dirección sindical en la paralización del trabajo y muchos integraron los piquetes de huelga en otros ingenios. Finalmente, cuando tuvieron lugar las grandes manifestaciones realizadas en Recife o frente a la sede de las usinas para reclamar por el no cumplimiento de los convenios colectivos de trabajo, siempre había gente de Primavera13.

Los trabajadores de Primavera se encuentran sometidos a un estilo de dominación que parece contribuir a la estructuración de las disposiciones arriba descritas. Como otros trabajadores de San Antonio, ellos están subordinados a empleados que a su vez están insertos en una cadena jerárquica, estando el poder de cada uno siempre limitado por aquel que ocupa la posición inmediatamente superior. Los hombres y mujeres de Primavera trabajan bajo las órdenes de dos cabos (la posición más baja en la jerarquía de mando) que ejecutan las órdenes del administrador (la segunda posición), el responsable por la gestión de las relaciones en el interior del ingenio. El administrador es controlado por el supervisor14 (en San Antonio existen tres ocupando esta posición), que le transmite las órdenes del jefe del área agrícola de la usina (la cuarta posición). Este jefe debe obediencia al ingeniero agrónomo y al gerente, que ejecutan las órdenes de los patrones: los miembros de la familia Barbosa de Almeida, una de las más tradicionales de la zona azucarera, que explota otras dos usinas en el Nordeste, entre ellas San Carlos, que tiene tres ingenios en Flor de Maria, y una importante cadena de hoteles del país. Las relaciones son personales con los cabos y el administrador y se vuelven impersonales, en forma creciente, con los superiores jerárquicos que ocupan las posiciones más elevadas. Ahora bien, cuando surge un conflicto15, los trabajadores tratan de entenderse los empleados del ingenio. Si no lo consiguen, es poco probable que puedan encontrar una solución apelando a aquellos situados en las posiciones más elevadas de la jerarquía. A veces, el administrador no tiene cómo resolver el problema en virtud de órdenes superiores. Fue lo que ocurrió en Primavera, en los años ’90, en relación al arreglo de las casas, al comienzo de los varios reclamos laborales: en el contexto de la reestructuración de la empresa, la dirección se negaba a reparar las casas para forzar a los trabajadores a abandonar la propiedad, y, consecuentemente, no proveía al administrador de los medios necesarios para realizar las obras. Los dueños de San Antonio nunca van a los ingenios: la mayoría de los hombres y mujeres que viven hace años en Primavera ni siquiera los conoce, la mayoría ignora incluso sus nombres. Ellos constituyen una referencia abstracta para los trabajadores, que tienden a creer que los principales problemas que se viven se deben a los empleados16.

Es en ese contexto de impersonalidad de las relaciones de dominación, con todo lo que ella implica en la regulación de conflictos, que los trabajadores de Primavera, así como los otros trabajadores de San Antonio, recurren al Sindicato. Para los dirigentes sindicales de Flor de Maria, que desde los años ’70 han hecho arduos esfuerzos en los enfrentamientos con los patrones, los pedidos de ayuda ante la usina constituyen momentos privilegiados para acumular capital simbólico, sobretodo honra y prestigio17. Ellos intentan, entonces, obtener una solución por la vía de la negociación con los empleados o directamente con los patrones: un acuerdo exitoso es también un éxito para ellos. En caso de fracasar, los dirigentes sindicales indican a los trabajadores ir a la Justicia para reclamar por la violación de sus derechos. Como las usinas casi nunca están en condiciones de probar en la Junta que están al día con las obligaciones laborales, los trabajadores en general ganan sus demandas18, lo que les asegura ventajas materiales reales y también dividendos simbólicos en sus relaciones con los empleados19. En tanto las victorias en la Justicia representan una entrada de recursos para las arcas del Sindicato, vía el cobro de honorarios20, las demandas de los trabajadores crean también las condiciones de posibilidad de acumulación de capital económico para el Sindicato.

El hecho que de los conflictos sean regulados gracias a la intervención del Sindicato tiene implicancias sociales: la mediación favorece la creación de lazos sociales, como puede observarse a partir de aquellos establecidos entre los trabajadores de Primavera y los dirigentes sindicales21. A partir del momento en que se dirigen al sindicato a pedir ayuda para hacer frente a los empleados, los trabajadores se encuentran en una posición de inferioridad social, como cualquier otra persona que pide auxilio a un tercero. Ahora bien, en esas condiciones no pueden dejar de sentirse agradecidos hacia los dirigentes sindicales cuando les ofrecen una solución. Los trabajadores reconocen la deuda al decir que si no fuese por el Sindicato estarían “aplastados” (subyugados) por los empleados y por los patrones. Se comprende mejor así su compromiso con las campañas del Sindicato: el mismo se inscribe en la lógica de la retribución de dones recibidos. Tal retribución a su vez nunca está disociada de un interés de los trabajadores en reforzar sus lazos con los dirigentes sindicales: cuanto más se envuelven en procesos laborales (y también en huelgas) más se vulnerabilizan ante la dirección de la usina y ante los empleados, y más precisan de los dirigentes sindicales. Para garantizar su apoyo en el futuro, en oportunidad de nuevos enfrentamientos; les es necesario disponer de un capital de confianza: ellos lo tienen constituido a través del compromiso activo en las actividades del Sindicato y a través de otras demostraciones de lealtad, entre las cuales se inscribe el asumir durante las audiencias en la Justicia, la responsabilidad individual en relación a las acciones que no son sino más que el producto de campañas de los dirigentes sindicales. Y los dirigentes sindicales reconocen esa deuda al referirse a los trabajadores de Primavera como personas en quienes pueden confiar, ya que nunca los “decepcionan” en la Junta.

Interesados en alimentar el estado de confrontación con los patrones, los dirigentes sindicales fueron, ellos también, volviéndose cada vez más dependientes de los trabajadores de Primavera, ya que en función del fuerte compromiso con el Sindicato, ellos acabaron convirtiéndose en la vanguardia de las luchas sindicales, junto con los trabajadores de otros cinco ingenios de Flor de Maria22.

Se ve así como el pedido de auxilio al Sindicato crea las condiciones de posibilidad para la inauguración de un ciclo de relaciones de intercambio entre los trabajadores y los dirigentes sindicales. Presos en la dinámica de esas relaciones, e interesados en su continuidad, los trabajadores de Primavera y los dirigentes de Flor de Maria están todo el tiempo tomando iniciativas para activarlas, como si se dijeran, unos a otros, que están empeñados en el juego23. Y de ambos lados pueden verse señales de ese empeño. Los trabajadores de Primavera van regularmente a la sede del Sindicato: participan de las reuniones y asambleas sindicales, hay siempre alguien del ingenio en los días de guardia del abogado. Y es frecuente verlos llegar con frutas, legumbres y harina de mandioca, traídos de sus rozados o quintas24: son los regalos que traen para los dirigentes sindicales y para el empleado encargado de la causa. A veces invitan a los dirigentes a participar de fiestas que organizan en el ingenio: estos son momentos privilegiados para reequilibrar las deudas a través del don de comidas, bebidas y gentilezas y para celebrar los lazos que los unen. P.Z., delegado sindical desde 198725, expresa en forma condensada, a través de sus comportamientos el celo con que los trabajadores regulan sus relaciones con los dirigentes sindicales. El se empeña en mantener a los dirigentes informados respecto de los acontecimientos en el ingenio y también en la usina, sea yendo al Sindicato, sea llamando desde una cabina telefónica, distante por lo menos a media hora a pie del lugar donde vive. Asiduo frecuentador del Sindicato, P.Z. acompaña siempre a los compañeros que van a hacer reclamos laborales, y no se pierde las reuniones de los sábados a la mañana, que son una especie de encuentros informales de militantes con P.J., el presidente26. En esas ocasiones, después de oír atentamente a P.J. contar sus negociaciones con los empleados (los “altos niveles” de las usinas), P.Z. le expone los problemas que está enfrentando en Primavera, las iniciativas que tomó, y recibe, con deferencia, sus consejos. Desde el lado de los dirigentes sindicales, se verifica que ellos están siempre dispuestos a ir al ingenio para resolver conflictos con el administrador y el supervisor; a ir a ver al gerente en la sede de San Antonio para intervenir por los trabajadores; a seguir de cerca el curso de las causas de Primavera: ellos saben, por propia experiencia, que olvidar una visita al ingenio, fallar en el papel de mediador y perder un proceso puede ser interpretado por los trabajadores como una negligencia de su parte, y, consecuentemente, provocar el apartamiento de los afiliados al Sindicato.

Aceptar las invitaciones a las fiestas en el ingenio se inscribe en la misma lógica y los dirigentes demuestran hacerlo con gusto. Y son particularmente atentos con el delegado sindical. En enero de 1994, en el contexto de las represalias de la usina, el administrador y el supervisor arrancaron los brotes de café que P.Z. había plantado en su quinta. En el mismo día, el tesorero y el abogado del Sindicato fueron a la oficina de la usina con el delegado sindical. Bajo amenaza de iniciar una causa en la Justicia laboral, obtuvieron del gerente el pago inmediato de la indemnización a P.Z. La reacción rápida y eficaz reconfortó al delegado y a los trabajadores de Primavera: ella sólo confirmaba sus expectativas positivas en relación a la dirección sindical.

En: Estudos históricos, Vol. 9 Nº 18, 1996/2.
Continuará

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