Autoras/es: Periódico Vas Buenos Aires
Nació en la provincia de Córdoba,
pero se considera un porteño vernáculo, pues desde muy niño vive en esta
ciudad. Vecino del barrio San Nicolás, fue periodista, publicista,
cronista de cine y es un original cuentista. En sus relatos, las
situaciones comunes de los personajes cotidianos son pintadas con mordaz
ironía dejando entrever una certera y oportuna crítica social. Sus trabajos le han valido la obtención de una serie de premios y menciones de parte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Así escribe:
(Fecha original del artículo: Agosto 2010) Mario Marazzi por Mario Marazzi
M.M. sospecha que atravesando la avenida Pueyrredón, la gente se cae hacia un infinito indescifrable.
No visita a su prima que vive en Adrogué porque asegura que tiene el pasaporte vencido.
Castelar, Monte Grande y Don Torcuato son, para él, destinos tan absurdos como Varsovia, Nueva York o Bariloche.
Sin embargo, es nacido en el extranjero:
Villa María, provincia de Córdoba, donde lo trajeron de muy pequeño,
primero a Viel y Directorio y después a Vernet al 300, frente al pasaje
Albarracín, donde creció y supo que este Buenos Aires –y solamente éste-
sería su lugar de vida y de muerte.
En cuarto año del secundario, un profesor de Literatura, enojado, dijo: “Saquen una hoja y escriban una obra de teatro”.
Un casi ridículo 9 lo hizo enfrentar a un destino inapelable: su futuro estaba en la punta de sus dedos, por aquellos años en cien Olivetis amadas y hoy en cualquier procesador de textos honorable y de buena cosecha.
Vivió tres o cuatro años en Río Gallegos donde apalabró papeles en “La Opinión”, “Radio Río Gallegos”, “Radio Provincia de Santa Cruz” y fundamentalmente en el diario “El País” donde encontró en el enorme poeta José Oscar Arverás, su estampa a seguir.
Maravillosamente enamorado de Marta Egusquiza viajaron juntos a Mendoza donde vivieron un 63 irrepetible.
M:M. siguió aficionados a las páginas escritas ahora en “El Tiempo de Cuyo” y por las noches –junto a Pepe Arverás- se divertían en una deliciosa propuesta llamada “Nocturno Mendocino”, que se escuchaba por L:V:10. Al terminar, tipo dos de la madrugada, recalaban en el Círculo de Periodistas donde el vino sagrado y el matambre eterno del tano del bufet extendía la charla hasta que el sol despuntaba en la cordillera que estaba a tiro de un carajo.
Volvió junto a Marta Egusquiza a Buenos Aires donde fue un escriba más de la agencia “Telpress”. Todo se confunde porque una enfermedad llamada Lupus (algo así como un cáncer sanguíneo) condena a Marta a una muerte próxima.
Se despiden, abrazados en un bar con mesas a la calle de Carlos Pellegrini y Viamonte.
Ella tiene la grandeza de romper una relación casi brutal y entrañable a favor de ese pendejo que tanto amaba, y al cual le llevaba ocho años de diferencia, un abismo inadmisible por entonces.
Pasaron los años, pasó la vida y hoy M.M. es apenas un fantasma de aquél muchacho que estuvo compartiendo sueños con los anarquistas y comunistas. Que en el quilombo entre “azules y colorados” tuvo la mejor de las informaciones, que apuntaba hacia una figura del periodismo pero que, equivocado, se recuesta en la seguridad de la abominable “Publicidad”.
Un casi ridículo 9 lo hizo enfrentar a un destino inapelable: su futuro estaba en la punta de sus dedos, por aquellos años en cien Olivetis amadas y hoy en cualquier procesador de textos honorable y de buena cosecha.
Vivió tres o cuatro años en Río Gallegos donde apalabró papeles en “La Opinión”, “Radio Río Gallegos”, “Radio Provincia de Santa Cruz” y fundamentalmente en el diario “El País” donde encontró en el enorme poeta José Oscar Arverás, su estampa a seguir.
Maravillosamente enamorado de Marta Egusquiza viajaron juntos a Mendoza donde vivieron un 63 irrepetible.
M:M. siguió aficionados a las páginas escritas ahora en “El Tiempo de Cuyo” y por las noches –junto a Pepe Arverás- se divertían en una deliciosa propuesta llamada “Nocturno Mendocino”, que se escuchaba por L:V:10. Al terminar, tipo dos de la madrugada, recalaban en el Círculo de Periodistas donde el vino sagrado y el matambre eterno del tano del bufet extendía la charla hasta que el sol despuntaba en la cordillera que estaba a tiro de un carajo.
Volvió junto a Marta Egusquiza a Buenos Aires donde fue un escriba más de la agencia “Telpress”. Todo se confunde porque una enfermedad llamada Lupus (algo así como un cáncer sanguíneo) condena a Marta a una muerte próxima.
Se despiden, abrazados en un bar con mesas a la calle de Carlos Pellegrini y Viamonte.
Ella tiene la grandeza de romper una relación casi brutal y entrañable a favor de ese pendejo que tanto amaba, y al cual le llevaba ocho años de diferencia, un abismo inadmisible por entonces.
Pasaron los años, pasó la vida y hoy M.M. es apenas un fantasma de aquél muchacho que estuvo compartiendo sueños con los anarquistas y comunistas. Que en el quilombo entre “azules y colorados” tuvo la mejor de las informaciones, que apuntaba hacia una figura del periodismo pero que, equivocado, se recuesta en la seguridad de la abominable “Publicidad”.
Equivoca el paso. Muere el gran amor de
su vida. Encuentra refugio en Lilia, se casa y pasa a ser un aceptable
marido que responde a las consignas establecidas. Tres hijos, pelea día
a día por encontrar un camino de luz y buenos proyectos burgueses.
Desde la nada inventa ilusiones. Construye su casa en Villa del Parque. Planta un palo borracho. Escribe “El Camino de los Sueños”.
Como secretario de redacción de una revista especializada en cine viaja a Europa, queda hipnotizado por París, maravillado con Moscú y en Barcelona dice que se sintió como en su propia ciudad.
Hasta que, ya viejo y decepcionado, descubre que se equivocó. Se separa de su esposa después de 40 años de mediocre relación.
Sigue escribiendo, incluso en ese proyecto demencial de Perfil, pero ya no es lo mismo … Vive solo, buscando el Norte.
Desde la nada inventa ilusiones. Construye su casa en Villa del Parque. Planta un palo borracho. Escribe “El Camino de los Sueños”.
Como secretario de redacción de una revista especializada en cine viaja a Europa, queda hipnotizado por París, maravillado con Moscú y en Barcelona dice que se sintió como en su propia ciudad.
Hasta que, ya viejo y decepcionado, descubre que se equivocó. Se separa de su esposa después de 40 años de mediocre relación.
Sigue escribiendo, incluso en ese proyecto demencial de Perfil, pero ya no es lo mismo … Vive solo, buscando el Norte.
Con tres nietas que no lo dejan mentir,
anticoagulado y con la dentadura destrozada, MM hoy nos muestra estos
cuentos que tienen a Buenos Aires como insoslayable protagonista. Y que
algunos concursos municipales llegaron a premiar con diferentes
Menciones de Honor e incluso con un primer premio en poesía (año 2005)
por su “Juan Díaz del River Plate”
Ojalá nadie pida precisiones …
Ojalá nadie pida precisiones …
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