Autoras/es: Louis Althusser
(Fecha original : 1969-70)
La ideología interpela a los individuos como sujetos
Esta tesis viene simplemente a explicitar nuestra última proposición: la
ideología sólo existe por el sujeto y para los sujetos. O sea: sólo existe
ideología para los sujetos concretos y esta destinación de la ideología es
posible solamente por el sujeto: es decir por la categoría de sujeto y su funcionamiento.
Con esto queremos decir que aun cuando no aparece bajo esta denominación
(el sujeto) hasta el advenimiento de la ideología burguesa, ante todo con el
advenimiento de la ideología jurídica, 15 la categoría de sujeto (que puede funcionar bajo otras denominaciones:
por ejemplo, en Platón, el alma, Dios, etc.) es la categoría constitutiva de
toda ideología, cualquiera que sea su fecha histórica, ya que la ideología no
tiene historia.
Decimos que la categoría de sujeto es constitutiva de toda ideología,
pero agregamos enseguida que la categoría de sujeto es constitutiva de toda
ideología sólo en tanto toda ideología tiene
por función (función que la define) la “constitución” de los individuos
concretos en sujetos. El funcionamiento de toda ideología existe en ese juego
de doble constitución, ya que la ideología no es nada más que su funcionamiento
en las formas materiales de la existencia de ese funcionamiento.
Para comprender claramente lo que sigue es necesario tener presente que
tanto el autor de estas líneas como el lector que las lee son sujetos y, por lo
tanto, sujetos ideológicos (proposición tuatológica), es decir que tanto el
autor como el lector de estas líneas viven “espontáneamente” o “naturalmente”
en la ideología, en el sentido en que hemos dicho que “el hombre es por
naturaleza un animal ideológico”.
Que el autor, al
escribir las líneas de un discurso que pretende ser científico, esté
completamente ausente, como “sujeto”, de su “discurso” científico (pues todo
discurso científico es por definición un discurso sin sujeto y sólo hay “sujeto
de la ciencia” en una ideología de la ciencia), es otra cuestión, que por el
momento dejaremos de lado.
Tal como dijo
admirablemente San Pablo, es en el “Logos” (entendamos, en la ideología) donde
tenemos “el ser, el movimiento y la vida”. De allí resulta que, tanto para
ustedes como para mí, la categoría de sujeto es una “evidencia” primera (las
evidencias son siempre primeras): está claro que ustedes y yo somos sujetos
(libres, morales, etc.). como todas las evidencias, incluso aquellas por las
cuales una palabra “designa una cosa” o “posee una significación” (incluyendo
por lo tanto las evidencias de la “transparencia” del lenguaje), esta
“evidencia” de que ustedes y yo somos sujetos —y el que esto no constituya un problema—
es un efecto ideológico, el efecto ideológico elemental. 16 En efecto, es propio de la ideología imponer (sin
parecerlo, dado que son “evidencias”) las evidencias como evidencias que no
podemos dejar de reconocer, y
ante las cuales tenemos la inevitable y natural reacción de exclamar (en voz
alta o en el “silencio de la conciencia”): “¡Es evidente! ¡eso es! ¡Es muy
cierto!”
En esta reacción
se ejerce la función de reconocimiento
ideológico que es una de las dos funciones de la ideología como tal
(su contrario es la función de desconocimiento ).
Tomemos un
ejemplo muy “concreto”: todos nosotros tenemos amigos que cuando llaman a
nuestra puerta y nosotros preguntamos “¿quién es?” a través de la puerta
cerrada, responden (pues es “evidente”) “¡Soy yo!” De hecho, nosotros
reconocemos que “es ella” o “es él”. abrimos la puerta, y “es cierto que es
ella quien está allí”. Para tomar otro ejemplo, cuando reconocemos en la calle
a alguien de nuestro conocimiento, le mostramos que lo hemos reconocido (y que
hemos reconocido que nos ha reconocido) diciéndole “¡Buen día, querido amigo!”
y estrechándole la mano (práctica material ritual de reconocimiento ideológico
de la vida diaria, al menos en Francia; otros rituales en otros lugares).
Con esta
advertencia previa y sus ilustraciones concretas, deseo solamente destacar que
ustedes y yo somos siempre ya sujetos
que, como tales, practicamos sin interrupción los rituales del reconocimiento
ideológico que nos garantizan que somos realmente sujetos concretos, individuales,
inconfundibles e (naturalmente) irremplazables. La escritura a la cual yo
procedo actualmente y la lectura a la cual ustedes se dedican actualmente 17 son, también ellas, desde este punto de vista,
rituales de reconocimiento ideológico, incluida la “evidencia” con que pueda
imponérseles a ustedes la “verdad” de mis reflexiones o su “falsedad”.
Pero reconocer
que somos sujetos, y que funcionamos en los rituales prácticos de la vida
cotidiana más elemental (el apretón de manos, el hecho de llamarlo a usted por
su nombre, el hecho de saber, aun cuando lo ignore, que usted “tiene” un nombre
propio que lo hace reconocer como sujeto único, etc.), tal reconocimiento nos
da solamente la “conciencia” de nuestra práctica interesante (eterna) del
reconocimiento ideológico —su conciencia, es decir su reconocimiento—,
pero no nos da en absoluto el conocimiento
(científico) del mecanismo de este reconocimiento. Ahora bien, en
este conocimiento hay que ir a parar si se quiere, mientras se hable en la
ideología y desde el seno de la ideología, esbozar un discurso que intente
romper con la ideología para atraverse a ser el comienzo de un discurso
científico (sin sujeto) sobre la ideología.
Entonces, para
representar por qué la categoría de sujeto es constitutiva de la ideología, la
cual sólo existe al constituir a los sujetos concretos en sujetos, voy a
emplear un modo de exposición especial, lo bastante “concreto” como para que
sea reconocido, pero suficientemente abstracto como para que sea pensable y
pensado dando lugar a un conocimiento.
Diría en una
primera fórmula: toda ideología interpela a los individuos concretos como
sujetos concretos, por el
funcionamiento de la categoría de sujeto.
He aquí una
proposición que implica que por el momento distinguimos los individuos
concretos por una parte y los sujetos concretos por la otra, a pesar d que, en
este nivel, no hay sujeto concreto si no está sostenido por un individuo
concreto.
Sugerimos
entonces que la ideología “actúa” o “funciona” de tal modo que “recluta” sujetos
entre los individuos (los recluta a todos), o “transforma” a los individuos en
sujetos (los transforma a todos) por medio de esta operación muy precisa que
llamamos interpelación, y que se
puede representar con la más trivial y corriente interpelación, policial (o no)
“¡Eh, usted, oiga!”18
Si suponemos que
la hipótetica escena ocurre en la calle, el individuo interpelado se vuelve.
Por este simple giro físico de 180 grados se convierte en sujeto. ¿Por qué? Porque reconoció que la
interpelación se dirigía “precisamente” a él y que “era precisamente él quien había sido interpelado” (y no
otro). La experiencia demuestra que las telecomunicaciones prácticas de la
interpelación son tales que la interpelación siempre alcanza al hombre buscado:
se trate de un llamado verbal o de un toque de silbato, el interpelado reconoce
siempre que era precisamente él a quien se interpelaba. No deja de ser éste un
fenómeno extraño que no sólo se explica por el sentimiento de culpabilidad”,
pese al gran número de personas que “tienen algo que reprocharse”.
Naturalmente,
para comodidad y claridad de la exposición de nuestro pequeño teatro teórico,
hemos tenido que presentar las cosas bajo la forma de una secuencia, con un
antes y un después, por lo tanto bajo la forma de una sucesión temporal. Hay
individuos que se pasean. En alguna parte (generalmente a sus espaldas) resuena
la interpelación: “¡Eh, usted, oiga!”. Un individuo (en el 90% de los casos
aquel a quien va dirigida) se vuelve, creyendo-suponiendo-sabiendo que se trata
de él, reconociendo pues que “es precisamente a él” a quien apunta la
interpelación. En realidad las cosas ocurren sin ninguna sucesión. La
existencia de la ideología y la interpelación de los individuos como sujetos
son una sola y misma cosa.
Podemos agregar
que lo que parece suceder así fuera de
la ideología (con más exactitud en la calle) pasa en realidad en la ideología.
Lo que sucede en realidad en la ideología parece por lo tanto que sucede fuera
de ella. Por eso aquellos que están en la ideología se creen por definición
fuera de ella; uno de los efectos de la ideología es la negación práctica por la ideología del carácter
ideológico de la ideología: la ideología no dice nunca “soy ideológica”. Es
necesario estar fuera de la ideología, es decir en el conocimiento científico,
para poder decir: yo estoy en la ideología (caso realmente excepcional) o (caso
general): yo estaba en la ideología. Se sabe perfectamente que la acusación de
estar en la ideología sólo vale para los
otros, nunca para sí (a menos que se sea realmente spinozista o marxista, lo
cual respecto de este punto equivale a tener exactamente la misma posición).
Esto quiere decir que la ideología no tiene afuera (para ella), pero al mismo tiempo que
no es más que afuera (para la ciencia
y la realidad).
Esto lo explicó
perfectamente Spinoza doscientos años antes que Marx, quien lo practicó sin
explicarlo en detalle. Pero dejemos este punto,pletórico de consecuencias no
sólo teóricas sino directamente políticas, ya que de él depende, por ejemplo,
toda la teoría de la crítica y de la autocrítica, regla de oro de la práctica
de la lucha de clases marxista-leninista.
La ideología
interpela, por lo tanto, a los individuos como sujetos. Dado que la ideología
es eterna, debemos ahora suprimir la forma de temporalidad con que hemos
representado el funcionamiento de la ideología y decir: la ideología ha
siempre-ya interpelado a los individuos como sujetos; esto equivale a
determinar que los individuos son siempre-ya interpelados por la ideología como
sujetos, lo cual necesariamente nos lleva a una última proposición: los
individuos son siempre-ya sujetos. Por
lo tanto los individuos son “abstractos” respecto de los sujetos que ellos
mismos son siempre-ya. Esta proposición puede parecer una paradoja.
Sin embargo, el
hecho de que n individuo sea siempre-ya sujeto, aun antes e nacer, es la simple
realidad, accesible a cualquiera y en absoluto paradójica. Freud demostró que
los individuos son siempre “abstractos” respecto de los sujetos que ellos
mismos son siempre-ya, destacando simplemente el ritual que rodeaba a la espera
de un “nacimiento”, ese “feliz acontecimiento”. Cualquiera sabe cuánto y cómo
se espera a un niño que va a nacer. Lo que equivale a decir más prosaicamente,
si convenimos en dejar de lado los “sentimientos”, es decir las formas de la
ideología familiar, paternal/maternal/conyugal/fraternal, en las que se espera
el niño por nacer: se sabe de antemano que llevará el Apellido de su Padre.
Tendrá pues una
identidad y será irremplazable. ya antes de nacer el niño es por lo tanto
siempre-ya sujeto, está destinado a serlo en y por la configuración ideológica
familiar específica en la cual es “esperado” después de haber sido concebido.
Inútil decir que esta configuración ideológica familiar está en su unicidad
fuertemente estructurada y que en esta estructura implacable más o menos
“patológica” (suponiendo que este término tenga un sentido asignable), el
antiguo futuro-sujeto debe “encontrar” “su” lugar, es decir “devenir” el sujeto
sexual (varón o niña) que ya es por anticipado. Es evidente que esta sujeción y
preasignación ideológica y todos los rituales de la crianza y la educación
familiares tienen alguna relación con lo que Freud estudió en las formas de las
“etapas” pregenitales y genitales de la sexualidad, por lo tanto en la “toma”
de lo que Freud señaló, por sus efectos, como el Inconciente. Pero dejemos
también este punto.
Avancemos otro
paso. Lo que va a retener ahora nuestra atención es la forma en que los
“actores” de esta puesta en escena de la interpelación y sus roles específicos
son reflejados en la estructura misma de toda ideología.
Un ejemplo: la
ideología religiosa cristiana
Como la
estructura formal de toda ideología es siempre la misma, nos limitaremos a analizar
un solo ejemplo, accesible a todos, el de la ideología religiosa: puntualizamos
que puede reproducirse la misma demostración con respecto a la ideología moral,
jurídica, política, estética, etcétera.
Consideremos
pues la ideología religiosa cristiana. Vamos a emplear una figura retórica y
“hacerla hablar”, es decir, reunir en un discurso ficticio lo que “dice”, no
sólo en sus dos Testamentos, en sus teólogos y sus Sermones, sino además en sus
prácticas, sus rituales, sus ceremonias y sus sacramentos. La ideología
religiosa cristiana dice poco más o menos lo que sigue:
Yo me dirijo a
ti, individuo humano llamado Pedro (todo individuo es llamado por su nombre, en
sentido pasivo, y nunca es e´l mismo quien se da su Nombre), para decirte que
Dios existe y qué tú le debes rendir cuentas. Agrega: es Dios quien se dirige a
ti por intermedio de mi voz (ya que la Escritura ha recogido la palabra de
Dios, la Tradición la ha transmitido, la infabilidad Pontificia la fija para
siempre en sus puntos “delicados”). Dice: he aquí quién eres tú: ¡tú eres
Pedro! ¡He aquí cuál es tu origen, has sido creado por Dios por la eternidad,
aunque hayas nacido en 1920 después de Jesucristo! ¡He aquí tu lugar en el
mundo! ¡He aquí lo que debes hacer! ¡Gracias a lo cual, si observas la “ley del
amor”, serás salvado, tú, Pedro, y formarás parte del Cuerpo Glorioso de
Cristo!, etcétera.
Es ése un
discurso totalmente conocido y trivial, pero al mismo tiempo totalmente
sorprendente. Sorprendente, pues si consideramos que la ideología religiosa se
dirige precisamente a los individuos 19 para “transformalos en sujetos”, interpelando al individuo Pedro para
hacer de él un sujeto, libre de obedecer o desobedecer al llamado, es decir a
las órdenes de Dios: si los llama por su Nombre, reconociendo así que ellos son
siempre-ya interpelados como sujetos dotados de una identidad personal (hasta
el punto de que el Cristo de Pascal dice: “Por ti yo he derramado esta gota de
mi sangre”); si los interpela de tal modo que el sujeto responde “Sí, ¡soy
precisamente yo! ”; si obtiene el reconocimiento de que ellos ocupan exactamente el lugar
que ella les ha asignado como suyo en el mundo, una residencia fija (“¡es
verdad, estoy aquí, obrero, patrón, soldado!”) en este valle de lágrimas; si
obtiene de ellos el reconocimiento de un destino (la vida o la condena eternas)
según el respeto o el desprecio con los que traten los “mandamientos de Dios”,
la Ley convertida en Amor; si todo esto sucede exactamente así (en las
prácticas de los muy conocidos rituales del bautismo, de la confirmación, de la
comunión, de la confesión y de la extremaunción, etc.), debemos señalar que
todo este “procedimiento” que pone en escena sujetos religiosos cristianos está
dominado por un fenómeno extraño: tal multitud de sujetos religiosos posibles
existe sólo con la condición absoluta de que exista Otro Sujeto Unico, Absoluto, a saber, Dios.
Convengamos en
designar este nuevo y singular Sujeto con la grafía Sujeto con mayúscula, para distinguirlo de los
sujetos ordinarios, sin mayúscula.
Resulta entonces
que la interpelación a los individuos como sujetos supone la “existencia” de
otro Sujeto, Unico y central en Nombre del cual la ideología religiosa
interpela a todos los individuos como sujetos. Todo esto está claramente
escrito 20 en las justamente llamadas
Escrituras. “En aquellos tiempos, el Señor Dios (Yahvé) habló a Moisés en la
zarza. Y el Señor llamó a Moisés: ‘¡Moisés!’ ‘¡Soy (precisamente) yo!’, dijo
Moisés, ‘¡yo soy Moisés tu servidor, habla y yo te escucharé!’ y el Señor habló
a Moisés y dijo: ‘Yo Soy El que Soy’”.
Dios se definió
a sí mismo como el Sujeto por excelencia, aquel que es por sí y para sí (“Yo
soy Aquel que soy”), y aquel que interpela a su sujeto, el individuo que le
está sometido por su interpelación misma, a saber el individuo denominado
Moisés. Y Moisés, interpelado-llamado por su Nombre, reconociendo que era
“precisamente” él quien era llamado por Dios, reconoce que es sujeto, sujeto de Dios, sujeto sometido a Dios, sujeto
por el Sujeto y sometido al Sujeto. La
prueba es que lo obedece y hace obedecer a su pueblo las órdenes de Dios.
Dios es pues el
Sujeto, y Moisés, y los innumerables sujetos del pueblo de dios, sus
interlocutores-interpelados: sus espejos, sus reflejos. ¿Acaso los hombres no fueron creados a imagen de Dios? Como toda la reflexión teológica
lo prueba, mientras que El “podría” perfectamente prescindir de ellos... Dios
necesita a los hombres, el Sujeto necesita a los sujetos, tanto como los
hombres necesitan a Dios, los sujetos necesitan al Sujeto. Mejor dicho: Dios
necesita a los hombres, el gran Sujeto necesita a los sujetos incluso en la
espantosa inversión de su imagen en ellos (cuando los sujetos se revuelcan en
el desenfreno, en el pecado).
Mejor aun: Dios
se desdobla y envía su Hijo a la tierra, como simple sujeto “abandonado” por él
(la larga queja del Huerto de los Olivos que termina en la Cruz), sujeto pero
también Sujeto, hombre pero Dios, para cumplir aquello para lo cual se prepara
la Redención final, la Resurrección del Cristo. Dios necesita pues “hacerse”
hombre él mismo, el Sujeto necesita convertirse en sujeto, como para demostrar
empíricamente, de manera visible para los ojos, tangible para las manos (véase
Santo Tomás) de los sujetos que, si son sujetos sometidos al Sujeto, es
únicamente para regresar finalmente, el día del Juicio Final, al seno del
Señor, como el Cristo, es decir al Sujeto. 21
Descifremos en
lenguaje teórico esta admirable necesidad del desdoblamiento del Sujeto en
sujetos y del Sujeto mismo en
sujeto-Sujeto.
Observamos que
la estructura de toda ideología, al interpelar a los individuos como sujetos en
nombre de un Sujeto Unico y Absoluto es especular, es decir en forma de espejo, y doblemente
especular; este redoblamiento
especular es constitutivo de la ideología y asegura su funcionamiento. Lo cual
significa que toda ideología está centrada, que el Sujeto Absoluto ocupa el lugar único
del Centro e interpela a su alrededor a la infinidad de los individuos como
sujetos en una doble relación especular tal que somete a los sujetos al Sujeto, al mismo tiempo
que les da en el Sujeto en que todo sujeto puede contemplar su propia imagen
(presente y futura), la garantía de
que se trata precisamente de ellos y de El y de que, al quedar todo en Familia
(la Santa Familia: la Familia es por esencia santa), “Dios reconocerá en ella a los suyos”, es decir que
aquellos que hayan reconocido a Dios y se hayan reconocido en El serán
salvados.
Resumamos lo que
hemos obtenido sobre la ideología en general.
La estructura especular
redoblada de la ideología asegura a la vez:
1) la
interpelación de los “individuos” como sujetos,
2) su sujeción
al Sujeto,
3) el
reconocimiento mutuo entre los sujetos y el Sujeto, y entre los sujetos mismos,
y finalmente el reconocimiento del sujeto por él mismo.22
4) la garantía
absoluta de que todo está bien como está y de que, con la condición de que los
sujetos reconozcan lo que son y se conduzcan en consecuencia, todo irá bien: “Así
sea”.
Resultado:
tomados en este cuádruple sistema de interpelación como sujetos, de sujeción al
Sujeto, de reconocimiento universal y de garantía absoluta, los sujetos
“marchan”, “marchan solos” en la inmensa mayoría de los casos, con excepción de
los “malos sujetos” que provocan la intervención ocasional de tal o cual
destacamento del aparato (represivo) de Estado. Pero la inmensa mayoría de los
(buenos) sujetos marchan bien “solos”, es decir con la ideología (cuyas formas
concretas están realizadas en los aparatos ideológicos de Estado). Se insertan
en las prácticas gobernadas por los rituales a los AIE. “Reconocen” el estado
de cosas existentes (das Bestehende ), que “es muy cierto que es así y
no de otro modo”, que se debe obedecer a Dios, a su conciencia, al cura, a de
Gaulle, al patrón, al ingeniero, que se debe “amar al prójimo como a sí mismo”,
etc. Su conducción concreta, material, no es más que la inscripción en la vida
de las admirables palabras de su plegaria “¡Así sea !”
Sí, los sujetos
“marchan solos”. Todo el misterio de este efecto reside en los dos primeros
momentos del cuádruple sistema de que acabamos de hablar, o, si se prefiere, en
la ambigüedad del término sujeto. En
la acepción corriente del término, sujeto significa efectivamente 1) una
subjetividad libre: un centro de iniciativas, autor y responsable de sus actos;
2) un ser sojuzgado, sometido a una autoridad superior, por lo tanto despojado
de toda libertad, salvo la de aceptar libremente su sumisión. Esta última
connotación nos da el sentido de esta ambigüedad, que no refleja sino el efecto
que la produce: el individuo es interpelado como sujeto (libre) para que se
someta libremente a las órdenes del Sujeto, por lo tanto para que acepte
(libremente) su sujeción, por lo
tanto para que “cumpla solo” los gestos y actos de su sujeción. No hay sujetos
sino por y para su sujeción. Por eso
“marchan solos”.
“¡Así sea
!”... Esas palabras, que registran el efecto a obtener, prueban que no es
“naturalmente” así (“naturalmente”: fuera de esta plegaria, o sea, fuera de la
intervención ideológica). Esas palabras prueban que es necesario que sea así, para que las cosas sean como
deben ser, digámoslo ya: para que la reproducción de las relaciones de
producción sea asegurada cada día (incluso en los procesos de producción y
circulación) en la “conciencia”, o sea, en el comportamiento de los individuos
sujetos que ocupan los puestos que la división socio-técnica del trabajo les ha
asignado en la producción, la explotación, la represión, la ideologización, la
práctica científica, etc. ¿Qué implica realmente ese mecanismo del
reconocimiento especular del Sujeto, de los individuos interpelados como
sujetos y de la garantía dada por el Sujeto a los sujetos si aceptan libremente
su sometimiento a las “órdenes” del Sujeto? La realidad de ese mecanismo, aquella
que es necesariamente desconocida en
las formas mismas del reconocimiento (ideología = reconocimiento/desconocimiento
) es efectivamente, en última instancia, la reproducción de las relaciones de
producción y las relaciones que de ella dependen.
P.S. Si bien
estas pocas tesis esquemáticas permiten aclarar ciertos aspectos del
funcionamiento de la superestructura y de su modo de intervención en la
infraestructura, son evidentemente abstractas y dejan necesariamente en suspenso importantes problemas,
sobre los cuales debemos decir unas palabras:
1) El problema
del proceso de conjunto de la realización de la reproducción de las relaciones de
producción.
Los AIE contribuyen, como elemento de ese proceso, a
esta reproducción. Pero el punto de vista de su simple contribución se mantiene
abstracto.
Solamente en el
seno mismo de los procesos de producción y de circulación se realiza esta reproducción. Es
realizada por el mecanismo de esos procesos, donde es “perfeccionada” la formación
de los trabajadores, donde le son asignados los puestos, etc. Es en el
mecanismo interno de esos procesos donde va a ejercerse el efecto de diferentes
ideologías (ante todo de la ideología jurídico-moral).
Pero este punto
de vista continúa siendo abstracto, dado que en una sociedad de clase las
relaciones de producción son relaciones de explotación, por lo tanto,
relaciones entre clases antagónicas. La reproducción de las relaciones de
producción, objetivo último de la clase dominante, no puede ser una simple
operación técnica de formación y distribución de los individuos en los
diferentes puestos de la “división técnica” del trabajo: toda división
“técnica”, toda organización “técnica” del trabajo es la forma y la máscara de
una división y una organización sociales (de clase) del trabajo. La reproducción de las relaciones de
producción sólo puede ser, por lo tanto, una empresa de clase. Se realiza a
través de una lucha de clases que opone la clase dominante a la clase
explotada.
El proceso de conjunto de la
realización de la reproducción de las relaciones de producción se mantiene pues
abstracto a menos de ubicarse en el punto de vista de la lucha de clases.
Ubicarse en el punto de vista de la reproducción es, en última instancia, por
lo tanto, ubicarse en el punto de vista de la lucha de clases.
2) El problema
de la naturaleza de clase de las ideologías que existen en una
formación social.
El “mecanismo”
de la ideología en general es una cosa. Se ha visto que se reducía a ciertos
principios contenidos en pocas palabras (tan “pobres” como las que definen
según Marx la producción en general,
o en Freud el inconsciente en
general). Si hay en él algo de verdad, ese mecanismo es abstracto con respecto a toda formación
ideológica real.
Se ha propuesto
la idea de que las ideologías eran realizadas en las instituciones, en sus rituales y sus prácticas, los
AIE. Se ha visto que éstos
contribuían a una formación de la lucha de clases, vital para la clase
dominante, que es la reproducción de las relaciones de producción. Pero este
mismo punto de vista, por más real que sea, sigue siendo abstracto.
En efecto, el
Estado y sus aparatos sólo tienen sentido desde el punto de vista de la lucha
de clases, como aparato de lucha de clases que asegura la opresión de clases y
garantiza las condiciones de la explotación y de su reproducción. Pero no
existe lucha de clases sin clases antagónicas. Quien dice lucha de clase de la
clase dominante dice resistencia, rebelión y lucha de clase de la clase
dominada.
Por esta razón
los AIE no
son la realización de la ideología en general, ni tampoco la realización
sin conflictos de la ideología de la clase dominante. La ideología de la clase
dominante no se convierte en dominante por gracia divina, ni en virtud de la
simple toma del poder de Estado. Esta ideología es realizada, se realiza y se
convierte en dominante con la puesta en marcha de los AIE. Ahora bien, esta puesta en marcha
no se hace sola, por el contrario, es objeto de una ininterrumpida y muy dura
lucha de clases: primero contra las antiguas clases dominantes y sus posiciones
en los viejos y nuevos AIE, después
contra la clase explotada.
Pero este punto de vista de la
lucha de clases en los AIE
es todavía abstracto. En efecto, la lucha de clases en los AIE es
ciertamente un aspecto de la lucha de clases, a veces importante y sintomático:
por ejemplo la lucha antirreligiosa del siglo XVIII, y actualmente, la “crisis”
del AIE escolar en todos los países capitalistas. Pero la lucha de
clases en los AIE es sólo un aspecto de una lucha de clases que
desborda los AIE. La ideología que una clase en el poder convierte
en dominante en sus AIE, se realiza en esos AIE, pero
los desborda, pues viene de otra parte; también la ideología que una clase
dominada consigue defender en y contra tales AIE los desborda,
pues viene de otra parte.
Las
ideologías existentes en una formación social sólo pueden explicarse desde el
punto de vista de las clases, es decir, de la lucha de clases. No sólo desde
ese punto de partida es posible explicar la realización de la ideología
dominante en los AIE
y las formas de lucha de clases en las cuales tanto la sede como lo que está
en juego son los AIE. Pero también y principalmente desde ese
punto de vista se puede comprender de dónde provienen las ideologías que se
realizan en los AIE y allí se enfrentan.
Puesto que si es
verdad que los AIE representan
la forma en la cual la ideología
de la clase dominante debe necesariamente medirse y enfrentarse, las
ideologías no “nacen” en los AIE
sino que son el producto de las clases sociales tomadas en la lucha de clases:
de sus condiciones de existencia, de sus prácticas, de su experiencia de lucha,
etcétera.
Abril de 1970
NOTAS:
1 El texto que
se va a leer está constituido por dos extractos de un estudio en curso. El
autor quiso titularlos Notas para la investigación. Las ideas expuestas sólo deben
considerarse como introducción a una discusión. (Nota de la redacción de la
revista La Pensée ).
2 Carta a
Kugelman del 11.7.1868 (Letres sur Le Capital, Ed. Sociales, p. 229).
* S.M.I.G.:
salario mínimo interprofesional garantizado. (N. del T.)
3 Marx ha dado
el concepto científico: el capital variable.
4 En Pour
Marx y Le Capital, Maspero, 1965.
5 Tópico, del griego topos: lugar. Una tópica representa en un
aspecto definido los respectivos lugares ocupados por tal o cual realidad: así
la economía está abajo (la base),
la superestructura arriba.
6 Véase más
adelante Acerca de la ideología.
7 Gramsci es,
por lo que sabemos, el único que siguió el camino tomado por nosotros. Tuvo
esta idea “singular” de que el Estado no se reduce al aparato (represivo) del
Estado, sino que comprende, como él decía, cierto número de instituciones de la
“sociedad civil”: la Iglesia, las escuelas, los sindicatos, etc. Gramsci,
lamentablemente, no sistematizó sus intuiciones, que Gramsci, Ocuvres
Choisies, Ed. Sociales, pp. 290, 291
(nota 3), 293, 295, 436. Véase Lettres de la Prison, Ed. Sociales.
8 La familia
cumple, evidentemente, otras funciones que la de un AIE. Interviene en la
reproducción de la fuerza de trabajo. Es, según los modos de producción, unidad
de producción y(o) unidad de consumo.
9 “Derecho”
pertenece a la vez al aparato (represivo) del Estado y al sistema de los AIE.
10 En un texto
conmovedor, que data de 1937, Krupskaia relató los esfuerzos desesperados de
Lenin, y lo que ella consideraba como su fracaso (“Le chemin pareouru”).
11 Lo que se
dice aquí, rápidamente, de la lucha de clases en los AIE, está lejos de agotar
la cuestión. Para abordarla es necesario tener presentes dos principios: El
primer principio fue formulado por
Marx en el Prefacio a la Contribución:
“Cuando se consideran tales conmociones (una revolución social) es
necesario distinguir siempre entre la conmoción material —que puede comprobarse
de una manera científicamente rigurosa— de las condiciones económicas de
producción y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o
filosóficas en las cuales los hombres toman conciencia de ese conflicto y lo llevan
hasta el fin”. La lucha de clases se expresa y se ejerce pues en las formas
ideológicas y también por lo tanto en las formas ideológicas de los AIE. Pero
la lucha de las clases desborda ampliamente
esas formas, y por ello la lucha de las clases explotadas puede ejercerse
también en las formas de los AIE, para volver contra las clases en el poder el
arma de la ideología. Esto ocurre en virtud del segundo principio: la lucha de clases desborda los AIE
porque está arraigada fuera de la ideología, en la infraestructura, en las
relaciones de producción, que son relaciones de explotación y que constituyen
la base de las relaciones de clase.
12 Gran parte.
Pues las relaciones de producción son reproducidas en primer lugar por la
materialidad del proceso de producción y del proceso de circulación. Pero no se
debe olvidar que las relaciones ideológicas están inmediatamente presentes en
esos mismos procesos.
13 Para la parte
de la reproducción a la cual contribuyen
el aparato represivo de Estado y los AIE.
* Antiguamente,
obreros pertenecientes a un mismo gremio (compagnonnage ). (N. del T.)
14 Utilizo
adrede este término tan moderno. Pues aun en esferas comunistas es
lamentablemente moneda corriente “explicar” las desviaciones políticas
(oportunismo de derecha o de izquierda) por la acción de una “camarilla”.
15 Que utiliza
la categoría jurídica de “sujeto de derecho” para convertirla en una noción
ideológica: el hombre es por naturaleza un sujeto.
16 Los
lingüistas y los que se refugian en la lingüística con fines diversos tropiezan
a menudo con dificultades que resultan de su desconocimiento del juego de los
efectos ideológicos en todos los discursos, incluso los discursos científicos.
17 Obsérvese que
ese doble actualmente es una
nueva prueba de que la ideología es “eterna”, ya que esos dos “actualmente”
están separados por cualquier intervalo de tiempo. Yo escribo estas líneas el 6
de abril de 1969, ustedes las leerán en cualquier momento.
18 En la
práctica policial la interpelación, esa práctica cotidiana sometida a un ritual
preciso, adopta una forma completamente especial ya que se ejerce sobre los
“sospechosos”.
19 Aunque
sabemos que el individuo es siempre sujeto, seguimos usando ese término, cómodo
por el efecto contrastante que produce.
20 Cito de manera
combinada, o textual, pero si “en espíritu y verdad”.
21 El dogma de
la Trinidad es la teoría del desdoblamiento del Sujeto (el Padre) en sujeto (el
Hijo) y de su relación especular (el Espíritu Santo).
22 Hegel es (sin
saberlo) un admirable “teórico” de la ideología, en tanto que “teórico” del
Reconocimiento Universal, que lamentablemente terminó en la ideología del Saber
Absoluto. Feuerbach es un sorprendente “teórico” de la relación especular, que
lamentablemente terminó en la ideología de la Esencia Humana. Si se desea
encontrar elementos para desarrollar una teoría de la garantía, es necesario
volver a Spinoza.
Enero-abril de
1969
Fuente: Universidad Complutense de Madrid, disponible en http://www.ucm.es/info/eurotheo/e_books/althusser/index.html (sitio consultado en septiembre 2002)
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