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domingo, 12 de mayo de 2013

El libro de los abrazos. Eduardo Galeano: Crónica de la ciudad de Buenos Aires

Autoras/es: Eduardo Galeano

(Fecha original del artículo: 1987)
Crónica de la ciudad de Buenos Aires
A mediados de 1984, viajé al río de la Plata.

Hacía once años que faltaba de Montevideo; hacía ocho años que faltaba de Buenos Aires. De Montevideo me había marchado porque no me gusta estar preso; de Buenos Aires, porque no me gusta estar muerto. Pero ya en 1984 la dictadura militar argentina se había ido, dejando a su paso un imborrable rastro de sangre y mugre, y la dictadura militar uruguaya se estaba yendo.

Yo acababa de llegar a Buenos Aires. No había avisado a los amigos.

Quería que los encuentros ocurrieran sin hacerlos.

Un periodista de la televisión holandesa, que me había acompañado en el viaje, me estaba entrevistando frente a la puerta de la que había sido mi casa. El periodista me preguntó qué se había hecho de un cuadro que yo tenía en mi casa, la pintura de un puerto para llegar y no para marcharse, un puerto para decir hola y no adiós, y yo empecé a contestarle con la mirada clavada en el ojo rojo de la cámara.

Le dije que no sabía adónde había ido a parar ese cuadro, ni adónde había ido a parar su autor, el negro Emilio, Emilio Casablanca: el cuadro y Emilio se me habían perdido en la niebla, como tantas otras gentes y cosas tragadas por aquellos años de terror y lejanía.

Mientras yo hablaba, advertí que una sombra venía caminando por detrás de la cámara y se quedaba a un costado, esperando. Cuando terminé, y el ojo rojo de la cámara se apagó, moví la cabeza y lo vi.

En aquella ciudad de trece millones de habitantes, el negro Emilio había llegado hasta esa esquina, por pura casualidad, o como sé llame eso, Y estaba en aquel preciso lugar en el instante preciso. Nos abrazamos bailando, y después de mucho abrazo Emilio me contó que hacía dos semanas que venía soñando que yo volvía, noche tras noche, y que ahora no lo podía creer.

Y no lo creyó. Esa noche me llamó por teléfono al hotel y me preguntó si yo no era sueño o borrachera.

1 comentario:

RinoGeronte dijo...

Una delicia literaria, como casi todo lo de este uruguayo fenomenal !